El cardenal Antonio María Rouco en el funeral celebrado este lunes en Madrid
MADRID, lunes, 11 abril 2005 (ZENIT.org-Veritas).- El cardenal arzobispo de Madrid, Antonio María Rouco Varela, recordó las palabras de Juan Pablo II en su último viaje a España, urgiendo a «recuperar la propia identidad», durante la homilía del funeral celebrado este lunes en la explanada de la Almudena.
En la celebración eucarística participaron los Reyes de España, el presidente del Gobierno, José ...
El cardenal Antonio María Rouco en el funeral celebrado este lunes en Madrid
MADRID, lunes, 11 abril 2005 (ZENIT.org-Veritas).- El cardenal arzobispo de Madrid, Antonio María Rouco Varela, recordó las palabras de Juan Pablo II en su último viaje a España, urgiendo a «recuperar la propia identidad», durante la homilía del funeral celebrado este lunes en la explanada de la Almudena.
En la celebración eucarística participaron los Reyes de España, el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, y las autoridades de la Comunidad y del Ayuntamiento de Madrid.
«En los cinco viajes pastorales a nuestra patria, siempre luminosos, [Juan Pablo II] ha encendido, reavivado y fortalecido nuestra esperanza, ayudándonos, con su magisterio y el testimonio de su vida, a vivir nuestra fe sin miedos ni complejos como respuesta a los problemas de la sociedad», constató.
De manera especial recordó su última visita, en mayo de 2003, en la que, según el purpurado, «en una despedida con sabor de último testamento, nos urgía a vivir nuestra identidad», y recordó las palabras de la eucaristía celebrada en la Plaza de Colón en Madrid: «Surgirán nuevos frutos de santidad en España si la familia sabe permanecer unida, como auténtico santuario del amor y de la vida».
Según recordó el cardenal Rouco, el Papa dijo que «la fe cristiana y católica constituye la identidad del pueblo español», y urgió a «no romper con nuestras raíces cristianas», pues «sólo así los españoles serán capaces de aportar al mundo y a Europa la riqueza cultural de su historia».
Añadió que el Papa «ha propagado sin desfallecer la cultura de la vida, basada en el respeto incondicional al plan de Dios sobre el matrimonio y la familia y en el amor solidario a los más débiles y pobres de nuestra sociedad».
El cardenal recordó que los jóvenes lloran a Juan Pablo II porque «les ha invitado siempre a la santidad y a una vida de virtudes, en la escuela de
María, para ser los constructores de una nueva civilización del amor, la única que puede seducir y comprometer a las nuevas generaciones».
Según el purpurado, la Iglesia «ha vivido intensas horas de conmoción espiritual» al morir Juan Pablo II, y agradeció la cooperación de la Conferencia Episcopal y la presencia de las instituciones del Estado, entre ellas de la Familia Real y del presidente del Gobierno, para la celebración de este funeral que «expresa el más profundo agradecimiento por su ministerio de Pastor universal y por el afecto paternal que mostró siempre al pueblo de España».
El cardenal Rouco resaltó la «disponibilidad y obediencia heroicas en la entrega diaria y crucificada de su vida hasta los últimos momentos de su crudelísima enfermedad» del Papa, y añadió que «cuando hoy la Iglesia, y los jóvenes de modo especial, le aclaman como a un santo, es porque han visto en su entrega a la Iglesia y a la humanidad el amor del Buen Pastor que, como Cristo, ha dado la vida por su rebaño».
«Juan Pablo II ha apacentado el rebaño del Señor de una forma directa e inmediata, visitando a las Iglesias y comunidades cristianas, por pequeñas que fueran, para conocer su realidad concreta”, explicó el cardenal, y añadió que incluso “son muchos los que, sin pertenecer a la Iglesia de Cristo, se han sentido pastoreados y apacentados por este Vicario del Señor en la tierra».
Para el cardenal, el Papa «ha hecho que el mundo en general comprenda y valore el verdadero sentido del ministerio de Pedro que, por voluntad de Cristo, ha sido instituido para que la Iglesia aparezca como la casa de la salvación», y también «ha renovado dentro de la misma Iglesia la gozosa certeza de que Cristo vive en Pedro, y de que Pedro hace visible, cercano y tangible al mismo Cristo».
«En su largo ministerio como Pastor universal, Juan Pablo II no ha dejado de dar solemne testimonio del señorío de Cristo, que ahuyenta de la conciencia de los cristianos toda sombra de miedo. El Papa nos ha enseñado a confesar con gozo nuestra fe, y ha recuperado para la Iglesia entera la convicción de que la fe es nuestra victoria», añadió.
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