En un contundente texto, el periodista católico italiano Vittorio Messori respondió a las agresiones del teólogo disidente alemán Hans Küng, quien cansado de esperar la muerte del Papa Juan Pablo II, escribió un insultante "balance" de este Pontificado en el diario Il Corriere della Sera.
5 de abril de 2005
La nota de Küng presenta once supuestas contradicciones del Papa y lo señala como “culpable del rechazo a la mujer en la Iglesia, del avance del SIDA, de la estampida vocacional, la cerrazón ecuménica y el ataque ‘inquisitorial’ a los teólogos críticos con el Vaticano”.
Nada nuevo
Según Messori, no se trató de un artículo nuevo. Küng tenía el artículo listo desde hace tiempo y quería publicarlo tras la muerte de Juan Pablo II. “Probablemente, el teólogo suizo-alemán se ha cansado de esperar: hace años el Corriere della Sera me pidió otra réplica a otra intervención de Küng, donde éste auguraba (naturalmente, por el bien de la Iglesia) una pronta desaparición del Papa. Y no en el sentido de dimisión, sino en el de muerte, porque si no, incluso desde su lugar de retiro podría haber influido en el Cónclave y determinar la elección de un cardenal en su misma línea. Cosa que, para nuestro teólogo, sería la mayor de las desventuras”, denunció Messori según la traducción publicada por el diario español La Razón.
Para el periodista “es impresionante cómo sigue escribiendo una y otra vez el mismo artículo, tanto que la necrológica del Papa que preparó a principios de los noventa es la misma que se ha publicado ahora, prácticamente sin variaciones”.
“Impresionante, sobre todo, la total impermeabilidad de este profesor a los hechos, la preeminencia absoluta de su esquema ideológico previo: Él mismo recuerda aquí que su juicio sobre el papado wojtyliano era ya definitivo apenas un año después, en 1979, y que no ha cambiado una coma. En un cuarto de siglo la Historia se ha acelerado; imperios que parecían de roca y mármol se han convertido en polvo, la cultura misma ha cambiado perspectivas, pero Hans Küng, ya profesor emérito, privado desde hace tiempo del título de ‘teólogo católico’, sigue repitiendo las cosas como hace 25 años”, agregó.
“¿Cómo replicar a esta fijeza un poco maníaca? ¿Qué decir, nuevamente, si no hay nada nuevo en el interlocutor? ¿Por qué obstinarse en el debate ante el enésimo artículo, si siempre es más de lo mismo, y más cuando es manifiesta y probada la imposibilidad de mantener con fruto un diálogo que el ex docente rechaza desde siempre, cerrado en sus esquemas?”, cuestionó el periodista.
Triste fascinación
Según Messori, los esquemas de Küng “son los de mediados de los años sesenta”, con “la ideología de la ‘modernidad’, jóvenes clericales rampantes como nuestro Küng, cerrados desde entonces en una cultura de seminario post-tridentino, que descubrían maravillados la sociología, la politología, la etnología, la psicología, el psicoanálisis y todos los ‘ismos’, desde el feminismo al secularismo, que entonces parecían triunfar”.
“Descubrían la democracia parlamentaria y querían aplicarla –tal cual– también en la Iglesia; descubrían la sexualidad y, si no se iban dando un portazo –como un tercio de los sacerdotes y de las monjas–, pretendían que fuese practicable también en el estado clerical; descubrían la laicidad y querían vivirla en ellos mismos, empezando por tirar túnicas, sayas y alzacuellos por la borda, pero sin renunciar a su confortable status religioso. Descubrían también, con un retraso de cinco siglos, la Reforma protestante, y se jactaban de que fuese nueva y ‘moderna’”, recordó.
¿Qué hizo Küng?
En aquella época, agregó el periodista, “muchos descubrieron el marxismo con una peligrosa excitación, e intentaron transformar el Evangelio en el manual del perfecto guerrillero. No fue el caso de Küng, que tomó como público de referencia a la burguesía de la Europa nórdica, secularizada, opulenta y liberal, y organizó su trabajo teológico con estilo de mánager, con su staff de colaboradores, informáticos y agentes literarios”.
“Y está claro que un sacerdote así no tenía nada que hacer con otro sacerdote –el Arzobispo de Cracovia–, que venía de una Polonia donde la fe era algo heroico, donde la devoción popular atravesaba la vida cotidiana, donde la Virgen era omnipresente, donde el secularismo y el laicismo mostraban su rostro despiadado, y en lugar de atraer, creaban miedo y horror; donde el catecismo todavía se practicaba y no se leían los elegantes ‘papers’ de los teólogos de las universidades occidentales”, indicó.
Un Papa “molesto”
Según Messori, “Juan Pablo II fue execrado rápidamente por Küng y por aquellos como él porque no era ‘moderno’, sino ‘hijo de una Iglesia arcaica’. Con estas acusaciones, decenios más tarde, nuestro teólogo sigue erre que erre, pero el mundo hace ya tiempo que ha salido de esa ‘modernidad’ para adentrarse en un terreno desconocido que, a falta de algo mejor, llamamos ‘postmodernidad’”.
El mundo, agrega, “no sólo no sabe qué hacer con las teorías de los años sesenta, sino que parece desear precisamente lo contrario: no lo profano, sino lo sagrado, no los curas-manager, ni los ‘operadores pastorales’, sino religiosos como el Padre Pío; no los racionalismos, sino el misterio; no revolución ulterior, sino redescubrimiento de la tradición. Lo que queda del ‘pueblo de Dios’ no va hacia el debate de los académicos de teología, sino hacia las peregrinaciones a Medjugorje; no muestra ningún interés por votar para elegir a su párroco y a su obispo, no está frustrado porque sus hijas no puedan ir al seminario, pero sí está dispuesto para escuchar a un sacerdote, probablemente vestido de sacerdote, que le habla de Dios y de Cristo como antes”.
Hacia el fracaso
El periodista recordó que una vez participó en la rueda de prensa de un libro suyo donde “pedía para la Iglesia Católica todo lo que pide ahora para un nuevo Papa: curas casados, mujeres sacerdotes, divorciados que se puedan volver a casar, homosexuales venerados, contracepción libre, aceptación del aborto, párrocos, obispos y papas elegidos democráticamente, cismáticos y herejes puestos como modelos; agnósticos y paganos acogidos no sólo como hermanos, sino como maestros de vida y pensamiento y de los que hay todo por aprender”.
Al final, tomó la palabra un pastor protestante y dijo: “Muy bonito y edificante, profesor Küng. Tiene razón, ésas son las reformas que también el catolicismo debería practicar. Pero dígame: ¿Por qué entonces los protestantes, que tenemos todo esto desde hace tanto tiempo, seguimos con las iglesias más vacías que ustedes?”
“El profesor no respondió a aquella pregunta, que bajaba del cielo de las teorías ‘pastorales’, óptimas para los semestres académicos, a la brutal realidad de los hechos, estos maleducados que no quieren entrar nunca en nuestros esquemas”, indicó Messori.
“Por poner un ejemplo: cada año, de media, diez mil anglicanos piden entrar en la Iglesia Católica. No hace mucho tiempo, el Arzobispo de Londres ha ordenado sacerdotes católicos a decenas de pastores anglicanos. Son hermanos (y hermanas) cuyo paso a la Iglesia de Roma ha sido provocado por la decisión de la jerarquía anglicana de ordenar a mujeres. Una decisión que no les ha llevado a ellos ningún católico (¡y ninguna mujer católica; curioso!), mientras que ha provocado un importante éxodo hacia el catolicismo. ¿Los hechos, profesor Küng, no prueban –al menos aquí– exactamente lo contrario de lo que afirman sus teorías?”, cuestionó.
“¿Nadie le ha revelado nunca, don Küng, que, si el más católico de los continentes, el hispanoamericano, se está pasando en masa a las sectas protestantes enloquecidas o regresa a los cultos afroamericanos es precisamente porque busca allí todo lo que ya no le da cierto clero católico que (formado a menudo en la escuela de sus facultades alemanas) asegura ‘haber elegido a los pobres’ mientras que ‘los pobres’ no lo eligen a él?”, agregó.
Según Messori, “más que defender este largo pontificado de la lluvia de acusaciones, sin misericordia y sin luz, que se arrojan contra quienes, como católicos, son fieles al Papa (pero no siempre y pasivamente apologetas de quien cumple el ministerio de Sucesor de Pedro), más que defender, digo, es necesario mostrar cómo las alternativas ‘a lo Küng’ no son el remedio más adecuado a los problemas de la Iglesia. Problemas que existen hoy, como siempre han existido; pero que, para ser afrontados, exigen mucho más que las recetas de un ‘modernismo’ ideológico que la historia ha superado, mostrándonos sus límites y sus riesgos”.
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