El cardenal Sodano asegura que falleció «una actitud de profunda serenidad»
CIUDAD DEL VATICANO, domingo, 3 abril 2005 (ZENIT.org).- Unas 130.000 personas se congregaron en la mañana de este domingo en la plaza de San Pedro del Vaticano y en la Vía de la Conciliación para participar en la misa de sufragio por Juan Pablo II presidida por el cardenal Angelo Sodano.
«En la vigilia del Domingo de la Divina Misericordia pasó el Ángel del Señor por el Palacio Apostólico Vaticano y l...
El cardenal Sodano asegura que falleció «una actitud de profunda serenidad»
CIUDAD DEL VATICANO, domingo, 3 abril 2005 (ZENIT.org).- Unas 130.000 personas se congregaron en la mañana de este domingo en la plaza de San Pedro del Vaticano y en la Vía de la Conciliación para participar en la misa de sufragio por Juan Pablo II presidida por el cardenal Angelo Sodano.
«En la vigilia del Domingo de la Divina Misericordia pasó el Ángel del Señor por el Palacio Apostólico Vaticano y le dijo a su siervo bueno y fiel: "entra en el gozo de tu Señor"», aseguró el purpurado italiano durante la homilía.
El cardenal dejó por momentos a un lado los papeles para tranquilizar a los presentes, informando que en su lecho de muerte el Papa vivió sus últimas horas en «una actitud de profunda serenidad».
Grandes pantallas permitieron seguir la celebración, arrancando aplausos de los fieles cuando proyectaban imágenes de Juan Pablo II.
La celebración tuvo lugar en un clima de profundo recogimiento y conmoción, con participación de personas de los cinco continentes, aunque la mayoría de los presentes eran habitantes de la ciudad de Roma.
«Durante más de 26 años», Juan Pablo II «ha llevado a todas las plazas del mundo el Evangelio de la esperanza cristiana, enseñando a todos que nuestra muerte no es más que un paso hacia la patria del cielo», aseguró el cardenal Sodano.
«Juan Pablo II, o más bien, Juan Pablo II el Grande, se convierte así en el heraldo de la civilización del amor. Concibiendo este término como una de las definiciones más bellas de la "civilización cristiana"», reconoció el antiguo secretario de Estado.
«Sí, la civilización cristiana es civilización del amor, diferenciándose radicalmente de esas civilizaciones del odio que fueron propuestas por el nacimos y el comunismo», constató.
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