Me preguntaron desde el otro lado del Atlánticosi conocía la evolución del caso Terri Schiavo y si existía una respuesta popular al respecto, como si este tremendo asunto fuera importante solamente para los norteamericanos. Las noticias han llegado puntualmente desde que existe una sentencia mortal en firme, aunque las opiniones ante la retirada de alimentación para provocarle la muerte han sido bastante escasas. Un editorial en algún que otro periódico, algún artículo de opinión evitando una po...
Me preguntaron desde el otro lado del Atlánticosi conocía la evolución del caso Terri Schiavo y si existía una respuesta popular al respecto, como si este tremendo asunto fuera importante solamente para los norteamericanos. Las noticias han llegado puntualmente desde que existe una sentencia mortal en firme, aunque las opiniones ante la retirada de alimentación para provocarle la muerte han sido bastante escasas. Un editorial en algún que otro periódico, algún artículo de opinión evitando una postura seria de defensa de la vida de Terri y poco más. No ha ocurrido lo mismo en los EEUU. La sociedad se ha dividido de nuevo en pro-lifers y pro-choicers en un debate nacional en torno a la eutanasia como ocurrió en 1973 con el aborto en Roe vs. Wade. La sentencia del juez Whittemore puede ser tan decisiva para la aplicación de la eutanasia en enfermos dependientes como lo fue en su momento la despenalización del aborto. Se hace una excepción en el respeto a la vida y las consecuencias son imprevisibles, ahora en el final de la vida, en la enfermedad y en la dependencia. Aunque deseo equivocarme, el tiempo dirá si estoy en razón.
El juez Whittemore permitió que a petición de su marido se retirara el tubo de alimentación a la Sra. Schiavo que le suministraba la alimentación e hidratación necesaria para mantenerla con vida; esto es, Terri ha muerto por hambre y sed y por la voluntad explícita del juez y de su marido, orquestando ambos, un homicidio cruel al amparo de la legalidad vigente. El Sr. Schiavo, en estos 15 años de enfermedad de su esposa, no ha dudado en formar una nueva unión sentimental con dos hijos por en medio y ser beneficiario, también por acuerdo de un tribunal, de 1,2 millones de dólares, de los cuales 700.000 fueron bloqueados para financiar los gastos de hospitalización de Terri. Demasiados conflictos de intereses para presuponer buena voluntad en semejante despropósito. Por otro lado, la familia de sangre de Terri reclama poderla cuidar y ha llevado a cabo acciones legales para detener el destino fatal de su hija y hermana.
Terri ha estado en un estado vegetativo, persistente desde 1990 hasta su muerte sucedida ayer, con limitaciones importantes que la han hecho dependiente como a tantos otros miles de personas en la misma situación en el mundo. Hablar de estado vegetativo para enfermos con lesiones cerebrales por anoxia o traumatismo craneoencefálico conduce a error. Ningún humano será nunca un vegetal, ni debe ser tratado como tal. El hombre es hombre siempre independientemente de la enfermedad que padezca y por este hecho merece todo el respeto de sus semejantes.
Terri ha dependido del alimento y del agua que le suministraban sus cuidadores y estos no eran “esfuerzos terapéuticos”; son “deberes básicos” que nos debemos unos a otros. ¿Qué pasaría si una madre deja de suministrar alimento a su hijo lactante? Moriría deshidratado como Terri. Matar a Terri desde la legalidad es afirmar que existen vidas humanas con más valor que otras y esto no puede ser así. Reconocer valor detrás de una vida dependiente y enferma choca de frente con la cultura actual basada en el moderno concepto de “calidad de vida” desde el que se nos invita a menospreciar a todos los que pierden su autonomía y quedan a merced de los cuidados de los demás. El juez Whittemore se ha hecho dueño del destino fatal de la Sra. Schiavo, ha menospreciado sus derechos intrínsecos como persona humana para que prevalezca su valoración utilitarista de la vida de Terri, que según su criterio, ya no merece ser vivida.
El juez Whittemore que se presupone ha obrado en conciencia, ha lesionado los derechos de Terry en su derecho más fundamental: la custodia y el deber de cuidado de su vida, que aunque enferma, no pierde nunca su dignidad. La familia, los congresistas y el presidente Bush, me imagino, han tratado de impedir esta conculcación del derecho a la vida que excede en mucho el debate actual sobre la eutanasia. Un tercero ha decidido sobre la vida de otro y no justamente a su favor.
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