La realidad se impone sobre el dogmatismo intransigente. La Iglesia ofrece un apoyo imprescindible a las políticas sociales
Cuando ciertos sectores laicistas critican sin argumentos la financiación de la Iglesia católica en España, prefieren ignorar la labor asistencial de primera magnitud que desarrollan Cáritas y otras asociaciones del ámbito eclesiástico.
Ayer aportaba ABC algunos datos muy significativos: cerca de 800.000 personas, el doble que dos años atrás, sobrevivieron durante 2009 gracias a Cáritas, que atendió a sus necesidades primarias de vivienda y alimentación.
La crisis económica ha provocado un notable incremento de las ayudas de carácter básico. El perfil del demandante nos sitúa ante familias jóvenes con hijos pequeños, mujeres solas e inmigrantes, pero también hay muchos españoles que —como declaran fuentes de la organización— "nunca pensaron" que tendrían que acudir a Cáritas.
Lógicamente, las restricciones en las políticas públicas de carácter social conducen al incremento de la pobreza y todas las previsiones apuntan a que las entidades que encauzan la solidaridad con los más desfavorecidos tendrán que seguir trabajando para hacer frente con recursos escasos a necesidades cada vez mayores.
Es una buena noticia que, en plena recesión económica, se haya recaudado un 21 por ciento más, duplicándose el número de socios y donantes, con la peculiaridad de que muchos de estos donativos proceden de personas que también están pasando dificultades.
La solidaridad es un valor muy arraigado en la sociedad española, en contraste con el egoísmo de determinados grupos o la apelación de algunos políticos al localismo excluyente. Una vez más, la realidad se impone sobre el dogmatismo intransigente de las ideologías radicales.
La Iglesia ofrece un apoyo imprescindible a las políticas sociales porque atiende necesidades inaplazables sin exigencias formales ni requisitos burocráticos. Todo el que lo necesita de verdad encuentra no solo el afecto y la comprensión, sino la asistencia material de Cáritas y de otras entidades vinculadas con el catolicismo social, que llevan a la práctica en su sentido más estricto el mensaje evangélico.
Millones de personas reconocen ampliamente esta labor sacrificada y eficaz, que no exige nada a cambio. Por desgracia, ciertos sectores políticos intentan desviar la atención sobre su propio fracaso con debates artificiales contra la Iglesia.