Gracias a Dios, los científicos ya se están acercando a esa posibilidad de explicarnos a Dios
AbcDeSevilla.es
He leído con sumo interés su escrito de La Tercera de ABC de Sevilla, del 18-9-2010, y le pido disculpas por atreverme a hacer algunas matizaciones:
Primera: Supongo fue un error no deseado, primero escribir que el Universo se creó hace 14.000 millones de años, y unas líneas más abajo decir que «se ha conseguido una "foto" del mismo cuando sólo tenía 380.000 millones de años, es decir, recién nacido». Una de dos: o sobra la palabra "millones", o sobran el punto y esos tres ceros. Pero este error, una vez aclarado, sería lo de menos.
Segunda: Es cierto —y hasta comprensible— que los científicos mecanicistas de los siglos XVIII y XIX se mostrasen agnósticos o ateos, pues no tenían ante sí otra opción o patrón que el dios o los dioses que los hombres habían creado, ya que ellos no tenían ninguna obligación de creer absolutamente nada sólo por la fe; y eso de la fe es muy recurrente y relativo: ¿quién inventó los contenidos de la fe? ¿cómo saber que el contenido de mi fe y la de mi vecino están basados en los mismos supuestos principios, si "eso", al ser una abstracción que nace y se desarrolla en la mente de cada cual, no hay forma de hacerla unívoca?
Pero no es menos cierto que, ya a comienzos del s. XX con el planteamiento de la Nueva Física —también llamada Física Cuántica, con todas sus variantes que ahora no es preciso enumerar— y el descubrimiento del Big Bang, estos nuevos científicos dejaran de ser agnósticos y ateos, para volverse poco menos que místicos ante el hallazgo que contemplan asombrados, con otros ojos y mentalidad nueva. Ahora comienzan a atisbar "algo" que antes no veían porque la ciencia no estaba tan avanzada: llámesele a "Eso", Dios, Energía, El Todo, Partícula Divina, Bossón de Higgs, Mago o Espíritu, o como cada cual guste llamar: el nombre de las cosas es siempre lo de menos. Y ante esa evidencia contrastada por la Ciencia —a la que no le hace falta ese recurso de la fe— ellos se inclinan y, emocionados ante lo que ven, "se quitan el sombrero".
Pero no se arrodillan ante un dios maniqueo con nombre y apellidos, que premia a los buenos y castiga a los malos que no cumplan con ciertos preceptos o no crean en sus dogmas, y que encima, es tan vanidoso, que demanda adoración. No: los nuevos científicos se inclinan con reverencia y emoción inenarrable ante el descubrimiento más importante que ha hecho la Ciencia. Y han vuelto a exclamar, «¡Eureka: existe Dios!».
Lástima que no todos los científicos puedan inclinarse ante ese descubrimiento, por ejemplo: el británico Stephen Hawking, que, al venir de unas creencias marxistas, sigue el pobre enganchado en la negación y rechazo de un dios —sin duda, infantil—, que la mente de muchos hombres había creado. Es como quien siendo ya adulto, sigue gastando su energía en negar la existencia del Ratón Pérez o Los reyes magos. Y en cambio, se queda muy satisfecho tras decir que no hizo falta ese "Papá Dios" para crear el Universo, sino que lo creó la "casualidad", o "la fuerza de la gravedad" o "la nada".
Mister Hawking: ¿me podría responder con la precisión y exactitud que requiere el lenguaje científico, "qué" o "cómo" se creó esa "nada", esa "gravedad", esa "cosa fortuita" o "eso tan inteligente que fue capaz de crear esa magia y esa maravilla"?. ¿Tanto os cuesta, a algunos científicos, admitir que por encima del hombre y de todos los sabios que en el mundo han sido, existe ALGO —una Fuerza, una Energía, un Mago: lo que usted quiera— que con un infinito Orden, Inteligencia, Amor y Sabiduría, creara de esa misma divina substancia (quite, si quiere, lo de "divina" y cámbiela por "laica") todo cuanto existe y tal vez nunca lleguemos a conocer? Ese rechazo y eufemismo tiene un nombre, y es: soberbia. ¿Acaso, esa "Nada", o esa "Gravedad", no serían ya, por sí mismas, algo infinitamente superior al hombre, y por tanto, digno de admiración y respeto? ¿En dónde ven ustedes la humillación por ese reconocimiento?
Con respecto a ese "Dios a la vista" de Ortega, no: no se apaga, como usted dice, al afirmar que la religión empieza donde la ciencia acaba: porque la Nueva Ciencia no ha hecho más que empezar y está dando muchas sorpresas.
También afirma usted que la mayor objeción que puede hacerse a la existencia de Dios, es la existencia del mal, y con esto usted y muchísimas personas están apuntando claramente a un patrón infantil y erróneo de Dios, que ignoran que precisamente es ese el reto que tenemos que superar en nuestra vida: integrar los opuestos. Quien ha estudiado las Leyes del Universo, sabe que el 4º Principio, llamado de Polaridad es eso: que todo lo que hace su aparición en este mundo fenoménico, inmediatamente se hace dual, y ahí es en donde todos estamos llamados a trabajar: en ir más allá y trascender esos opuestos: "Bien" o "Mal", "Izquierda" o "Derecha", etc., para terminar siendo seres absolutos e integrales, y no sólo personas a medias.
Otras consideraciones: señor Carrascal, así como el agua no debe explicarse para quitar la sed, sino que sólo debe beberse en silencio —pues sobran las palabras—, a Dios tampoco debería explicarlo nadie mediante imposiciones de dogmas y de artículos de fe. Gracias a Dios, los científicos ya se están acercando a esa posibilidad de explicarnos a Dios; pero sentirlo en sus entrañas para que les quiten la sed, eso sólo tienen la suerte, hasta ahora, de poder hacerlo los Místicos. Pero luego, tanto unos como otros no amenazan ni castigan a quienes no los creen, sino que animan y enseñan a otros, a que puedan conocer y experimentar lo mismo. Este es el gran reto del s. XXI, del que alguien dijo que sería espiritual, o no sería… nada. Bien: ¡pues muchos saben que ya ha llegado esa hora de Despertar a una Nueva Espiritualidad!
Regla Contreras Rodríguez-Agudo, Escritora