Diario de Burgos
David Suriol y Miguel Janer, tanto monta, monta tanto, no en vano acaban de publicar un libro que se llama Ama a tu socio como a ti mismo (Planeta), y llevan dando conferencias sobre conciliación en numerosos lugares de la geografía española. ( )
Ambos son responsables del Observatorio de la Conciliación Masculina, sostienen que en la sociedad y la empresa españolas los hombres deben asumir igual que han hecho las mujeres su responsabilidad en la conciliación entre vida privada y profesional.
Los dos son licenciados en Ciencias de la Información por la Universidad de Navarra, ambos son escritores, y después de una diversa trayectoria profesional, David enfocó su carrera hacia la parte empresarial y ha trabajado como director de marketing en diversos negocios, y Miguel ha estado en Actualidad Económica y en La Gaceta.
Han coincidido en la consultora Life C y han escrito conjuntamente los libros Marketing de pareja y Ama a tu socio como a ti mismo (Planeta).
Miguel y David son padres de familia numerosa.
¿Por qué dicen que no concilian los hombres en España?
DAVID: Porque estamos todavía llenos de estereotipos
¿Qué tipo de estereotipos?
D: Hablando con un joven del tema, llegó a decirme que las mujeres estaban mejor preparadas genéticamente que los hombres para encontrar unos calcetines dentro del armario o un bote de mayonesa en la nevera, que tenían mejor visión espacial.
¿Y que respondió?
D: Que ¿cuántas veces había guardado unos calcetines o la mayonesa? Que lo hiciera durante algún tiempo y sabría encontrarlos; así adquiría la visión espacial en cuestión de dos semanas.
¿No hay conciliación por parte de los hombres?
MIGUEL: Mire, los dos indicadores de conciliación más evidentes son las «excedencias por cuidado de familiares» y los «permisos por maternidad». En los dos casos, la participación del hombre es simbólica: apenas piden excedencias y no hacen uso del derecho a utilizar parte del permiso de la madre.
¿Pero no es cierto que en España, sobre todo las jóvenes generaciones, concilian más?
D: Sí es cierto que las nuevas generaciones están más concienciadas, pero todavía el hombre tiene la mentalidad de «ayudar» más que de repartir «responsabilidades».
¿Qué entienden por ayudar?
D: Imagínese que en su empresa tiene un compañero que estuviera todo el día diciendo: ¿te ayudo?, ¿te ayudo?, ¿te ayudo?, seguro que usted le respondería: «A ti te habrán fichado para algo, ¿no?» La cuestión no es ayudar, ya que con ese planteamiento la responsabilidad siempre recae sobre el ayudado. La cuestión es repartir responsabilidades y que «cada palo aguante su vela».
¿En las cuestiones de trabajo?
M: Sí, y la brecha salarial entre hombres y mujeres es una de las más altas de Europa, entre un 25 y un 30 por ciento; y aquí es donde menos se concilia, un 5% de los hombres frente a un 95% de las mujeres.
¿Qué tiene que ver la brecha salarial con las políticas de conciliación entre vida laboral y personal?
M: Pues que para atender a los suyos, muchas mujeres, que incluso trabajan por obligación, se ven forzadas a renunciar a una carrera profesional en condiciones; además, la mujeres tienen una tasa de actividad más baja, y de temporalidad y precariedad en el empleo más alta.
¿A pesar de toda la legislación, medidas políticas y concienciación, las mujeres siguen discriminadas?
D: Nosotros, en el campo de la conciliación, no decimos que solo esté discriminada la mujer, decimos que está discriminado todo aquel que intenta conciliar, mujeres u hombres.
M: Tengo un amigo que se divorció. Y tras la separación intentó empezar a atender a sus dos hijas igual que hacía su madre, e igual que su madre empezó a pedir permisos, un horario más razonable
¿Y qué ocurrió?
M: Pues que él me decía: «Mira, desde entonces, en mi departamento empezaron a tacharme de vago. Y te aseguro que por ahora se ha acabado mi carrera profesional».
D: Mientras el hombre no dé un paso adelante en el tema de la conciliación vida familiar y trabajo, la mujer seguirá discriminada en el mundo laboral. Pero también es cierto que los pocos hombres que intentan conciliar, también son discriminados, por las leyes, los jueces, las empresas y sus propias mujeres.
¿Cómo definiría esa situación?
D: Es la figura del hombre blandengue. Si usted ve a un tipo de mediana edad en un supermercado a media mañana, con el carrito del niño, porque viene de ponerle la vacuna, haciendo la compra, lo primero que se le ocurre es que ese tipo está en paro, que es un fracasado o que menudas cosas le toca hacer en la vida.
¿Cuáles son las consecuencias de esa falta de corresponsabilidad?
D: Mire, desde que la mujer se ha incorporado al trabajo, la falta de una conciliación efectiva por parte del hombre es la responsable directa del aumento de rupturas matrimoniales, del aumento del absentismo laboral (para cuidado de la familia), de los problemas con los hijos, por culpa de la escasa presencia de los progenitores en el hogar, del malestar en el trabajo y del brutal descenso de la natalidad que se ha producido en España.
¿Cuál es el sistema?
D: Una vez que uno asume y cuando digo «uno» me refiero a los hombres, porque las mujeres ya concilian los valores reales de la conciliación, hace falta un método para convertir esas buenas intenciones en «hábitos operativos»; porque si no, nos quedamos en eso, en solo buenas intenciones.
¿Un método?
D: Sí, un método que tiene varios pasos, que van desde el análisis hasta la aplicación en varias fases.
En primer lugar hay que definir cuál es la misión de nuestra vida: si queremos trabajar doce horas diarias o compartir nuestro trabajo con la vida privada, afectiva y familiar.
¿No todo el mundo quiere una vida privada?
D: Pero no todo el mundo actúa en consecuencia. Muchos amigos míos que se han preparado en escuelas de negocios, a los 45 o 50 años se dan cuenta de que se han dejado llevar por la corriente de sus carreras profesionales, sin haber planificado nada; y ahora han llegado a una situación que no saben si es exactamente lo que deseaban cuando era jóvenes y empezaron a trabajar.
¿Qué se puede hacer en esta situación?
D: Pues lo mismo que deberían haber hecho a los 25 o 30 años, plantearse a dónde quieren llegar en la vida.
Pero a veces no es posible dar marcha atrás
M: Por eso nosotros proponemos hacer un DAFO.
¿Un DAFO?
M: Es una técnica de análisis que se utiliza en marketing, para relanzar un producto y que tiene una eficacia sobradamente demostrada.
¿Marketing?
M: El DAFO es simplemente un análisis de las debilidades, amenazas, fortalezas y oportunidades. Es el GPS que nos indica la situación real que tenemos en cada momento.
¿Podrían poner un ejemplo?
D: Podemos tener una debilidad cuando nos gusta más quedarnos haciendo «horas extras» antes que llegar a casa a la hora de los baños y cenas de los niños; o porque nos apetece más una tarde de tenis o mus el fin de semana, que ir al parque. Una amenaza es que en la empresa nadie va a entender que queramos encargarnos de la guardería o las vacunas de los niños. Pero una fortaleza es que queremos mucho a nuestra chica y nos gusta apoyarla en su carrera profesional, porque entre otras cosas está ganando mucho dinero. Y por último, oportunidades porque quiero criar a mi hijo en valores modernos, como el de una masculinidad bien entendida.
¿Y después del DAFO?
M: Vienen los siguientes pasos. Cuando ya conocemos la situación tenemos que hacer un análisis de competencias: qué sabemos hacer, qué queremos hacer y qué podemos hacer. Es absurdo que si soy un chapuzas me ponga a colgar cuadros. Solo lograré destrozar las paredes. A eso se le llama análisis de competencias... y llegados a este punto lo más importante es la negociación.
¿Con la empresa se puede negociar?
M: Sí, aunque por desgracia se producen abusos en las medidas de conciliación, lo que hace que el empresario esté mal predispuesto a dar facilidades y flexibilidad a sus empleados. Si uno quiere conciliar, lo primero que tiene que hacer es convencer a su jefe de que ni le dejará colgado ni disminuirá su rendimiento.Introducción a la serie sobre “Perdón, la reconciliación y la Justicia Restaurativa” |
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