Profesionales que, siendo muy distintos unos de otros, sin embargo nos reconocemos en las huellas de fondo
ElConfidencialDigital.com
Este fin de semana, en Pamplona, se ha celebrado de manera especial el 50 aniversario de la Facultad de Comunicación de la Universidad de Navarra, mi facultad.
He podido asistir sobre todo a los actos del sábado y allí encontré el abrazo de viejos compañeros y colegas, y la cálida acogida de los profesores.
Siete mil profesionales han salido de las aulas de mi facultad, y la mayoría de ellos están desempeñando hoy labores destacadas en medios de España y de numerosos países.
Hay que decir que allí aprendimos muchísimo sobre periodismo.
Pero sobre incorporamos un conjunto de principios que constituyen algo así como una segunda piel para todos los que pasamos por las aulas. Profesionales que, siendo muy distintos unos de otros (¡y vaya si lo somos!), sin embargo nos reconocemos en las huellas de fondo.
Amor a la libertad, respeto a los otros, saber convivir, afán de hacer las cosas bien, búsqueda de la excelencia, liderazgo, calidad profesional, construcción de un mundo más habitable, conquista del futuro sin nostalgias, primacía de las ideas, inconformismo con la mediocridad
son trazos que han quedado muy dentro de los que tuvimos la fortuna de frecuentar la facultad.
Algunas veces, muchas veces, no hemos respondido a ese diseño, no hemos estado a la altura. Es normal. Pero vive dentro. Y renace una vez tras otra.
Por eso, con errores, con limitaciones, las mismas, por supuesto, que los demás, sin embargo en el fondo de todos nosotros existe ese principio de rebeldía, que nos lleva a no conformarnos, a no claudicar con los fallos, y a intentar la superación.
Sobre todo, en la facultad nos trataron con dedicación, atención y afecto. Lo que más se aprecia, cuando volvemos, es que un trozo de nuestros corazones se quedó allí, robado por la calidad humana, el desinterés y la generosidad de muchos profesores que han enterrado sus mejores talentos para dedicarse a servir a unos alevines de periodistas que quizá no merecían tanto.
Lo bueno de mi estancia en Pamplona es que no hablo del pasado, de lo que se ha hecho hasta aquí. Hablo del futuro. Porque, allí, hoy se sigue trabajando con los parámetros de cuando comenzó la facultad hace cincuenta años. Lo aprecié en el estilo de los actuales alumnos, pero más aún en los modos y calidad de los profesores.
Como con los buenos vinos, la facultad ha hecho madre.
Por cierto, para hacerse una idea de la calidad y cantidad de quienes han salido de Pamplona, basta leer la estupenda crónica publicada en Diario de Navarra con una rápida lista de quienes estuvimos allí. Se puede leer aquí.