Conclusión del Congreso Internacional de Sacerdotes, celebrado en Malta
En tiempos de globalización, en sociedades en las que el virus del materialismo y del consumismo se mete hasta el tuétano, en las que los presbíteros sufren con frecuencia la incomprensión, e incluso la ridiculización, el Congreso Internacional de Sacerdotes, organizado por la Congregación para el Clero, se ha convertido en una bocanada de entusiasmo
La isla mediterránea de Malta reunió, los pasados días del 18 al 23 de oc...
Conclusión del Congreso Internacional de Sacerdotes, celebrado en Malta
En tiempos de globalización, en sociedades en las que el virus del materialismo y del consumismo se mete hasta el tuétano, en las que los presbíteros sufren con frecuencia la incomprensión, e incluso la ridiculización, el Congreso Internacional de Sacerdotes, organizado por la Congregación para el Clero, se ha convertido en una bocanada de entusiasmo
La isla mediterránea de Malta reunió, los pasados días del 18 al 23 de octubre, a más de mil sacerdotes provenientes de 78 países, en representación de 284 diócesis. Convivieron con 13 cardenales, con 21 obispos y con religiosos de 30 Órdenes y congregaciones. Arzobispos, teólogos, colaboradores cercanos del Papa ofrecieron a sus hermanos en el ministerio sacerdotal, en general más jóvenes, su testimonio de experiencia de vida.
El tema que unificó los encuentros era Sacerdotes, forjadores de santos para el nuevo milenio. Siguiendo las huellas del apóstol Pablo, pues en Malta el Apóstol de las gentes sufrió un naufragio cuando era llevado prisionero a Roma.
Juan Pablo II dio particular importancia al encuentro, como lo demostró su presencia en Malta gracias a las nuevas tecnologías. En un mensaje televisado, les confesó a los sacerdotes una de sus mayores preocupaciones: «La Iglesia tiene necesidad de presbíteros santos, que a su vez sean forjadores de santos para el nuevo milenio».
«El Señor os invita a ser sus apóstoles, ante todo, con la santidad de vuestra vida –les dijo con confianza–. Os corresponde a vosotros hacer resonar en todo lugar la potencia de la palabra de verdad del Evangelio, que por sí sola puede cambiar profundamente el corazón del ser humano y darle paz».
«Si os dejáis conquistar por Cristo, como el apóstol Pablo, también vosotros seréis capaces de proclamar por los caminos del mundo la infinita misericordia del Padre celeste», añadió el Santo Padre. «Os convertiréis así en maestros creíbles de vida evangélica y en profetas de esperanza».
«En un mundo inquieto y divido, marcado por la violencia y los conflictos, algunos se preguntan si todavía es posible hablar de esperanza –indicó–. Pero precisamente en este momento es indispensable presentar con valentía la verdadera y plena esperanza del hombre, que es Cristo Señor».
El organizador del encuentro, el cardenal Darío Castrillón Hoyos, Prefecto de la Congregación para el Clero, inauguró el Congreso con una homilía en la que presentó al sacerdote como hombre de Dios, «elegido y enviado para ser Cristo en los caminos del mundo»; «y reflejar el Rostro eucarístico de Cristo en la propia santidad de vida».
«¡Nosotros, sacerdotes, somos obra grande de la misericordia del Dios!», reconoció el cardenal colombiano. «Sobre vuestras fatigas y padecimientos, sobre vuestros éxitos y alegrías, sobre el ocultamiento fecundo de vuestro ministerio sacerdotal unido a la cruz de Cristo, florece, crece y se revigoriza en el pueblo de la Nueva Alianza la nueva vida, la de Cristo crucificado y resucitado».
«¡A nosotros, sacerdotes, los hombres nos piden a Cristo, y en nosotros tienen derecho a verlo! Sólo quienes han aprendido a estar con Jesús a los pies de la Cruz están preparados para dejarlo ver, listos para ser enviados a evangelizar», concluyó.
La representatividad del encuentro de Malta indica también la importancia que tenía para la Iglesia este acontecimiento, que fue clausurado por la mano derecha de Juan Pablo II en la guía de la Santa Sede, el cardenal Angelo Sodano, Secretario de Estado.
La delegación española se encontraba guiada por el cardenal Francisco Álvarez Martínez, arzobispo emérito de Toledo. Allí estaban también cardenales como George Pell, arzobispo de Sidney (Australia), el cardenal Jean-Louis Tauran, Bibliotecario de la Santa Romana Iglesia, o el cardenal Peter Kodwo Appiah Turkson, arzobispo de Cape Coast (Ghana), el cardenal Marian Jaworsky, arzobispo de Lvov de los latinos (Ucrania), el cardenal italiano Crescenzio Sepe, Prefecto de la Congregación para la Evangelización de los pueblos, y el cardenal Angelo Scola, Patriarca de Venecia.
Sólo la lista de cardenales podría ampliarse todavía: basta mencionar que allí estaban el obispo Vicario del Papa para la diócesis de Roma y Presidente de la Conferencia Episcopal Italiana, y los arzobispos de ciudades como Boston, Bombay, Berlín y Westminster.
Las palabras de despedida las pronunció en su homilía el cardenal Angelo Sodano, desde la Isla de Gozo, que se encuentra a media hora de barco de Malta, después del acto de consagración a la Virgen que pronunciaron los sacerdotes. El purpurado les dejó una consigna: «La vida santa del sacerdote es como un faro de luz en medio del mundo secularizado. La nueva evangelización necesita apóstoles valientes, conscientes de que la gracia de Dios no desfallece y que actúa sin medida».
Jesús Colina. Roma
Pescadores de hombres a la deriva
Malta ha pasado a la historia del cristianismo como la isla que acogió a san Pablo durante tres meses tras el naufragio del barco que le llevaba prisionero a Roma. Poco ha faltado también para que se convierta en noticia de otro naufragio que podría haber sido más dramático todavía. Ocho sacerdotes polacos, animados por uno de ellos que dirige campamentos cristianos en los que se aprende a tripular embarcaciones de vela, decidieron acudir al Congreso Internacional de Sacerdotes, organizado por la Congregación para el Clero en ese país, en barco, como San Pablo. Don Andrzey Jaskula, el capitán de la embarcación, presentó la idea a sus hermanos en el ministerio como una oportunidad única de encuentro con Dios en medio de la inmensidad del mar, durante los días que durara el viaje. La tripulación improvisada de sacerdotes partió de Dubrovnik (Croacia) confiando en disfrutar de unos apacibles días en este otoño de temperaturas elevadas. La tempestad esperaba al pequeño barco de motor cerca de las costas italianas, en el canal de Otranto, con vientos de hasta fuerza 8. El barco quedó destrozado y tres sacerdotes, que era la primera vez que se subían a un barco, pasaron el peor momento de su vida. Tras regresar a la costa y reparar la frágil embarcación, más de alguno pensó en regresar a Polonia por tierra, pero don Jaskula, acostumbrado a motivar a los adolescentes y jóvenes de su campamento, volvió a ilusionar a los sacerdotes, asegurando que ya quedaba poco, que lo peor había pasado, y todas esas cosas que se dicen en esas circunstancias. Volvieron a la mar y ahí estaba otra tempestad esperándoles al sur de Otranto. Esta vez, incluso, el viento era todavía más fuerte, pero fue breve y el barco aguantó. Al final, los ocho sacerdotes llegaron a Malta con dos días de retraso y una cara de susto que necesitó varios días de meditaciones para que se desdibujara de su rostro.