Una mujer hacendosa ¿quién la hallará? Vale mucho más que las perlas… (Proverbios 31, 10).--- El trabajo doméstico expresa y realza admirablemente el genio femenino, pues la mujer personifica el hogar, y lo convierte en prolongación de su regazo.
Ahora bien, esto que atribuimos a la mujer en el plano de lo simbólico e ideal nos incumbe a todos en el plano de lo práctico e inmediato. Cada uno a su modo y según sus circunstancias, está implicado en esta trama de servicio, respeto y delicadeza que son las tareas del hogar. ¿Cómo responder si no a esta llamada que Dios nos dirige a través de todo corazón materno? ¿Cómo ingresar en el regazo de Él sin comprometerse activamente en el de ella?
El frasco de alabastro está en manos de la mujer; corresponde sin embargo a cada miembro de la familia el que su perfume se difunda y extienda hasta llenar toda la casa (Jn 12, 3).
* * * * * * * *
Vi también la ciudad santa, la nueva Jerusalén, que bajaba del cielo de junto de Dios, ataviada como una novia que se engalana para su esposo. Y oí una fuerte voz procedente del trono que decía: He aquí la morada de Dios con los hombres. (Al final de los tiempos, según Apocalipsis 21, 2-3).--- La Sagrada Escritura presenta la morada definitiva y perfecta en forma de mujer. Y nuestra morada efímera y pasajera, ¿acaso no participa de algún modo en este misterio? El hogar, en efecto, es un cierto misterio femenino que envuelve y rebasa a la mujer misma que habita en él.
Ahora bien, ¿qué misterio es este sino la Iglesia, es decir, la comunión de toda clase de personas, varones y mujeres? Somos por tanto todos los miembros de la familia, y no sólo la madre, los que hacemos patente este signo divino que es el hogar: una maternidad hecha de complementariedad.
* * * * * * * *
Y el discípulo la recibió en su casa. (Juan junto a la cruz, Jn 19,27).--- Recibir a María no es sólo ofrecerle su hogar sino convertirse él mismo, por Ella, en hogar para los demás, hacerse instrumento de su fuerza materna de atracción. En el hogar de Juan Ella actúa a través de sus manos varoniles.
* * * * * * * *
Y, extendiendo su mano hacia sus discípulos, dijo: He aquí a mi madre y mis hermanos. (Mt 12, 49).--- El cariño que vivió en su hogar lo extiende ahora a sus discípulos. Y aquella casita de pueblo se ha vuelto universal, eterna e indestructible. La Iglesia tiene aire de hogar.
Una nueva primavera para la Iglesia |
El mensaje y legado social de san Josemaría a 50 años de su paso por América |
El pecado: Negación consciente, libre y responsable al o(O)tro una interpretación desde la filosofía de Byung-Chul Han |
El culto a la Virgen, santa María |
Ecumenismo y paz |
Verdad y libertad I |
La razón, bajo sospecha. Panorámica de las corrientes ideológicas dominantes |
La «experiencia» como lugar antropológico en C. S. Lewis IV |
La «experiencia» como lugar antropológico en C. S. Lewis III |
La «experiencia» como lugar antropológico en C. S. Lewis II |
La «experiencia» como lugar antropológico en C. S. Lewis I |
En torno a la ideología de género |
El matrimonio, una vocación a la santidad |
¿De dónde venimos, qué somos, a dónde vamos? |
Introducción a la serie sobre “Perdón, la reconciliación y la Justicia Restaurativa” |