almudi.org El Papa pide a los laicos en Loreto mostrar la actualidad del Evangelio
Al beatificar a Pere
Tarrés, Alberto Marvelli y Pina Suriano
LORETO, domingo, 5
septiembre 2004 (ZENIT.org).-
Juan Pablo II aseguró este domingo que a los laicos les corresponde mostrar que
el Evangelio es actual al proclamar este domingo a tres nuevos beatos.
Ante unos 250.000 peregrinos congregados en la explanada de Montoroso, junto al
santuario mariano nacional italia...
almudi.org El Papa pide a los laicos en Loreto mostrar la actualidad del Evangelio
Al beatificar a Pere
Tarrés, Alberto Marvelli y Pina Suriano
LORETO, domingo, 5
septiembre 2004 (ZENIT.org).-
Juan Pablo II aseguró este domingo que a los laicos les corresponde mostrar que
el Evangelio es actual al proclamar este domingo a tres nuevos beatos.
Ante unos 250.000 peregrinos congregados en la explanada de Montoroso, junto al
santuario mariano nacional italiano de Loreto, el pontífice incluyó en la lista
de los beatos al médico y sacerdote catalán Pere Tarrés i Claret (1905-1950) y a
los laicos italianos Alberto Marvelli, jovencísimo ingeniero y político tras la
segunda guerra mundial (1918-1946) y Pina Suriano, laica consagrada y apóstol de
la juventud (1915-1950).
Los tres pertenecieron a la Acción Católica, al igual que la mayoría de los
fieles presentes, que con esta eucaristía culminaban el primer Foro mundial de
la asociación tras el Concilio Vaticano II (1962-1965).
En la homilía de la celebración eucarística, el pontífice sintetizó el mensaje
que trajo en su quinta visita al santuario con estas palabras: «Con la
beatificación de estos tres siervos de Dios, el Señor os dice hoy: el don más
grande que podéis hacer a la Iglesia y al mundo es la santidad».
El ambiente era de fiesta. Unos 60.000 jóvenes de la Acción Católica pasaron en
vela toda la noche en la explanada de Montorso en espera de Juan Pablo II,
después de haber vivido un encuentro de fe, oración y testimonio.
Las gorras de color naranja que llevaban los fieles para protegerse del sol
dieron un ambiente colorido a la celebración eucarística.
El Santo Padre dio signos de cansancio. Leyó la homilía con la ayuda de
colaboradores. Pero presidió toda la celebración, que se prolongó más de lo
previsto y la concluyó dirigiendo el rezó de la oración mariana del Ángelus.
A los fieles que interrumpieron constantemente sus palabras (sobre todo los
jóvenes), les pidió: «Llevad en vuestro corazón lo que lleva la Iglesia en el
suyo: que muchos hombres y mujeres de nuestro tiempo queden conquistados por el
atractivo de Cristo».
«Que su Evangelio vuelva a brillar como luz de esperanza para los pobres, los
enfermos, los hambrientos de justicia», auspició.
«Que las comunidades cristianas sean cada vez más vivas, abiertas, atractivas;
que nuestras ciudades sean acogedoras y agradables para todos; que la humanidad
pueda seguir los caminos de la paz y de la fraternidad», deseó el Santo Padre.
A los laicos les «corresponde testimoniar la fe a través de las virtudes que son
más específicas de su estado de vida».
Entre ellas, mencionó: «la fidelidad y la ternura en familia, la competencia en
el trabajo, la tenacidad a la hora de servir al bien común, la solidaridad en
las relaciones sociales, la creatividad para emprender obras útiles para la
evangelización y la promoción humana».
«A vosotros [los laicos] --aseguró-- os corresponde también mostrar --en cercana
comunión con los pastores-- que el Evangelio es actual, y que la fe no saca al
creyente de la historia, sino que lo sumerge más profundamente en ella».
Las últimas palabras las dirigió a la Acción Católica: «¡Que el Señor guíe tu
camino de renovación!», deseó. «La Inmaculada Virgen de Loreto te acompaña con
tierna solicitud; la Iglesia te mira con confianza; el Papa te saluda, te apoya
y te bendice de corazón».
La Acción Católica hunde sus raíces en 1867, en la Sociedad de la Juventud
Católica Italiana, aprobada al año siguiente por Pío IX. Fue establecida con el
nombre y configuración actuales por el Papa Pío XI (1922-1939).
El Santuario de Loreto, situado cerca de la costa italiana del Adriático (junto
a Ancona), conserva --según la tradición-- la Santa Casa de la Virgen María,
transportada desde Nazaret en 1294.