(para los padres 7-V-2004)
La familia es el lugar natural de la educación. Los lazos que se crean en ella son los más fuertes y profundos. El primero, el que da vida a todos los demás, es el amor matrimonial, con su felicidad, alegría, unión, luz, apoyo… que emana. En su entorno crecen otros amores grandes: nada más y nada menos que la paternidad y la maternidad, la filiación y la fraternidad.
En este ambiente se dan dos relaciones heroicamente generosas, la esponsal y la paterno-maternal. Dios ha querido que los hijos nazcan en este enclave de armonía. Como nos ha enseñado repetidas veces el Papa Juan Pablo II, la persona dentro de la familia es "querida por sí misma", "no está en función de nada ni de nadie", "no es considerada desde el aspecto utilitario o del valor material". Es, por tanto, el ambiente donde la persona es reconocida en su dignidad e inconmensurable valía.
En esta comunidad tan perfecta, los padres enseñan y educan con su propia vida y con su personalidad, con su amor. Los padres transmiten virtudes, las "contagian", atraen a los hijos hacia ellas, hacen que las admiren en ellos mismos. Si los padres poseyeran las virtudes en bajo grado, si su perfección humana fuera pobre, los hijos serían atraídos por la influencia de otros ambientes lejanos a la familia, lejanos, pues, al amor.
Hoy día –por desgracia-, la cultura en su sentido amplio, es decir, los estilos de vida, son transmitidos fundamentalmente por los medios de comunicación. Es necesario DESTACAR NETAMENTE COMO MOTOR DE CULTURA A LA TELEVISIÓN. Buena parte de los chicos españoles se expresa del mismo modo y con el mismo argot, viste con el mismo estilo e iguales o semejantes prendas, tiene principios de razonamiento idénticos, la misma visión de la sexualidad, del matrimonio, de la religión… Detrás de esta identidad de conducta en la que parece desaparecer la creatividad personal propia en aras de la uniformidad, está la monopolización de la cultura por quien tiene el dominio de los cauces por donde se difunde. Las mismas ideas llegan a todos, del mismo modo, sin aparato crítico. Lo bueno y lo malo se presentan "cocinados en la televisión", y se sirven a todos, y son digeridos y asimilados por todos. Como no se presenta otra alternativa cultural, o se presenta descalificada, casi no cabe resistencia. El agente universal penetra hasta en los dormitorios de los hogares, se instala, y acogida en el hogar, transmite con imágenes estilos y pensamientos.
Tan marcada uniformidad, y en cosas opinables, es precisamente lo que nos debe inquietar, y mucho. No asusta que se cree una nueva sensibilidad ante diversos temas; lo que me aterroriza –así- es que se transmita una única y misma sensibilidad, que descalifica al mismo tiempo todas las demás. Sin metáforas, esto tiene un cariz resueltamente manipulador. Los padres sois muy conscientes. Cuántas veces decís: ¿quién ha enseñado esto a mi hijo?
Ciertamente, los padres no tenéis capacidad de promover una moda que lleve al abandono de las gasas y los escotes que descubren el cuerpo de vuestras hijas y provocan a vuestros hijos; no podéis producir series con padres e hijos normales, que contrarresten a la desarraigada "Familia" Simpson; no tenéis capacidad organizativa para programar series y concursos televisivos dirigidos a personalidades todavía inmaduras. Pero tenéis la calidad de vuestro amor, de vuestro influjo paternal y maternal, la ternura, la conversación dialogante, vuestra elegancia y saber hacer humanos.
De paso - ya hablaremos de esto en otro momento-, unidos, las familias son fuerza mediática para detener muchas programaciones televisivas en corto tiempo.
Lo primero con lo que cuentan los padres para educar es su propia personalidad. Hay que procurar que ésta sea buena, en el sentido de perfección humana. En negativo, sucedería casi inevitablemente lo siguiente:
-los padres arbitrarios, que amenazan a sus hijos, forman personalidades agresivas y socialmente inadaptadas;
-los autoritarios y rígidos generan personalidades mediocres, aunque sin traumas;
-la familia hiperproteccionista deja al niño desamparado ante la hostilidad ambiental dando lugar a personalidades sin capacidad de desenvolverse solas en la vida;
-los padres mal avenidos o separados, modelan hijos inseguros, inestables afectiva y socialmente, y con traumas a nivel psicológico.
Quizá penséis… ¿y qué se puede hacer? Descubrir todo el potencial humano que tenéis, que está en cosas pequeñas y en cosas grandes. El ejemplo tiene un alcance visual. Los chicos captan los modos de ser, aunque no sepan razonarlo; comprenden lo importante o lo relativo, las conductas buenas o reprobables, si ven lo bueno de manera coherente y destacado en la conducta de sus padres.
En vuestra conversación y trato se ve vuestro amor y ternura. Sois amables, y enseñáis a los hijos la amabilidad con la vuestra (¡menuda labor de socialización!). Sois luminosos y abiertos, y se ve en vuestros rostros, en vuestra mirada, en la decoración de la casa y su distribución. En la limpieza y elegancia de cuerpo y de vestido, se advierte una pureza sin ñoñerías, clara. La nobleza de vuestra vida ve como un horror la deslealtad y la mentira y genera convivencia. Hasta en el comer y en el vestir se ve vuestro fondo de alma.
En la familia se enseña a rezar –de padres auténticamente amadores de Dios, proceden los hijos cristianos-, a servir, a ser fuertes, leales, etc. Por si pareciera éste un marco teórico, pasemos a ejemplos concretos que habéis de promover más; a veces, mucho más.
La importancia de la lectura, su labor formativa, se aprenden en la familia si en ella se promueve, con horario (no desbanca las clases de tenis, pero es más importante). Los ratos de tertulia, con temas determinados, en los que cada uno opina con libertad y confianza, enseñan a profundizar y a dialogar. Tantas decisiones "caseras" se deberían tomar "democráticamente", o al menos "consultadas las bases", teniendo en cuenta el gusto de todos y su opinión (este ejercicio no resta autoridad, sino que aumenta la responsabilidad; la autoridad como determinadora de todo el obrar es asfixiante.). Se ven los "porqués" razonados de la selección que los papás han hecho de los programas televisivos.
Cuantas más costumbres propias tenga una familia, y cuanta más categoría humana alcancen las mismas, mayores lazos de cohesión se forman entre sus miembros y mejor pertrechado estará cada uno de los hijos con esas ideas-fuerza que configuran la auténtica personalidad.
La familia es como un observatorio a todas las distancias, envidiable por los educadores externos, que colaboramos con vosotros. El comportamiento en casa es el más verdadero; en el colegio, en la calle, con otras personas –a no ser que sean muy amigas- presentamos de algún modo nuestra apariencia.
En el colegio deseamos conocer a vuestros hijos fuera del ambiente del colegio, donde se muestran más como son, más naturales. Nos interesaría tanto –sabemos que no se tiene derecho- conocer cómo actúa un chico y cómo actúan sus padres en la vida ordinaria. Cómo son, de verdad, en zapatillas.
El pudor de los padres y los chicos y chicas en el ambiente familiar es tan determinante…, que lo que aparecerá después será su reflejo.
Podéis educar a vuestros hijos mejor que nadie, porque están en el ambiente en que pueden ser más conocidos y queridos, donde ellos se expresan con más naturalidad, con toda su verdad.
Vuestra vida, y vuestras explicaciones. Explicaciones de altura y con altura…
-¿Sabes qué le pasa a tu hermano, por qué se le ve triste? Es que ha fallecido el abuelo de un amigo suyo.
Y el padre le explica, y da valor a lo que lo tiene; son lecciones prácticas, para toda la vida, para ser buena persona, también socialmente.
Si os ven hacer oración de modo auténtico, buscarán esa piedad. Si no os ven, no creerán en la piedad de nadie. ¿Entendéis?
Pueden parecer muchas cosas, pero es que para que los hijos sean buenos y majos, habéis de ser vosotros –y nosotros, los educadores- buenos y majos. Es la educación de calidad: costosa y grandiosa.
Fernando Hurtado
Introducción a la serie sobre “Perdón, la reconciliación y la Justicia Restaurativa” |
Aprender a perdonar |
Verdad y libertad |
El Magisterio Pontificio sobre el Rosario y la Carta Apostólica Rosarium Virginis Mariae |
El marco moral y el sentido del amor humano |
¿Qué es la Justicia Restaurativa? |
“Combate, cercanía, misión” (6): «Más grande que tu corazón»: Contrición y reconciliación |
Combate, cercanía, misión (5): «No te soltaré hasta que me bendigas»: la oración contemplativa |
Combate, cercanía, misión (4) «No entristezcáis al Espíritu Santo» La tibieza |
Combate, cercanía, misión (3): Todo es nuestro y todo es de Dios |
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El trabajo como quicio de la santificación en medio del mundo. Reflexiones antropológicas |