Almudi.org El relativismo intolerante
Servicio 78/04 A primera vista, puede parecer que el
relativismo moral y político, opuesto a toda postura fundamentalista, es una
garantía de libertad en las sociedades modernas, caracterizadas por la
diversidad de convicciones y modos de vida. En realidad, advierte Robert
Spaemann, eso es una falsa solución al pluralismo, que engendra nuevas formas de
intolerancia y avasalla derechos en nombre de valores. El filósofo alemá...
Almudi.org El relativismo intolerante
Servicio 78/04 A primera vista, puede parecer que el
relativismo moral y político, opuesto a toda postura fundamentalista, es una
garantía de libertad en las sociedades modernas, caracterizadas por la
diversidad de convicciones y modos de vida. En realidad, advierte Robert
Spaemann, eso es una falsa solución al pluralismo, que engendra nuevas formas de
intolerancia y avasalla derechos en nombre de valores. El filósofo alemán
Spaemann, profesor de filosofía en las universidades de Múnich y Salzburgo,
expuso estas ideas en una reciente conferencia (1) de la que ofrecemos un
extracto.
9/06/2004.-
Nadie con aspiraciones intelectuales habla ya del bien y del
mal. Hoy día todo el mundo habla de valores.
El discurso sobre los valores lleva consigo una profunda
ambigüedad. Es trivial y peligroso a la vez. Es peligroso por su ambigüedad; es
trivial en cuanto cualquier sociedad comparte determinadas valoraciones. El
número de cosas que apreciamos y que aborrecemos en común en las sociedades
modernas y desarrolladas ha descendido, en relación con formas de vida más
antiguas. También puede expresarse positivamente el mismo hecho, diciendo que ha
aumentado la diversidad de las formas de vida, de las convicciones y
valoraciones. En estas circunstancias, se habla de pluralismo, un concepto que
posee más bien connotaciones positivas.
Pero también en las sociedades pluralistas existe un
contingente irrenunciable de aspectos comunes, un repertorio de asociaciones
vinculado a conceptos públicamente importantes. La comunidad de asociaciones se
fundamenta sobre una base común de recuerdos. En la familia existe el "¿Te
acuerdas todavía de…?" que reúne a todos en una conversación común. También las
naciones poseen un patrimonio de esta índole. En él se basan por ejemplo las
fiestas oficiales. Una sociedad radicalmente pluralista no puede celebrar
fiestas comunes. Esto es una gran pérdida.
Hay que ser consciente de esto: el pluralismo tiene un
precio. Y el precio que exige el pluralismo total es demasiado elevado.
Destruiría cualquier cultura desarrollada y haría imposible la convivencia de
los hombres.
Existen, con todo, determinadas valoraciones cuya aceptación
general resulta irrenunciable en una sociedad pluralista. A ellas pertenece la
estimación de la tolerancia, es decir, de la disposición de respetar a los
hombres y de no intervenir en la esfera de su libertad personal incluso en el
caso de que sus convicciones, valoraciones y formas de vida discrepen de las
propias.
El fundamento de la tolerancia
Tolerancia significa admitir la alteridad étnica, cultural,
sexual o de convicción. La tolerancia es un valor elevado porque se fundamenta
en la dignidad humana del individuo. Puedo exigir respeto frente a mi
convicción, también de aquel que la considera equivocada, porque el respeto no
se dirige al contenido de mi convicción sino a mí mismo que me identifico con
ella. Si el otro considera mala la convicción intentará disuadirme, si me quiere
bien. Discutiremos, pero a la vez nos toleramos. La fundamentación de la
tolerancia en la convicción de la dignidad de la persona constituye una
fundamentación sólida. Ahora bien, allí donde la tolerancia se eleva a valor
supremo, allí donde ella misma se coloca en el lugar de las convicciones que hay
que respetar, se vuelve infundada y se anula a sí misma.
El postulado de respetar otras convicciones se convierte
entonces en exigencia de no tener convicciones que hagan posible considerar
equivocadas las opuestas; convicciones que uno no esté dispuesto a convertir en
hipótesis. Por tanto, convicciones que uno intenta llevar a otros y con ayuda de
las cuales uno intenta disuadir a otros de las suyas. Tener convicciones
entonces ya se considera intolerancia. El postulado de tolerancia se transforma
en una dogmatización intolerante del relativismo como cosmovisión predominante,
que convierte al hombre en un ser irrestrictamente disponible para cualquier
tipo de imposiciones colectivas. La consigna que se ostenta para las
convicciones es la de "fundamentalismo".
Las conquistas duramente adquiridas del Estado de derecho
liberal se vuelven a perder si el Estado se comprende como comunidad de valores;
incluso cuando es una comunidad "liberal" de valores que entiende el liberalismo
como cosmovisión en vez de como ordenamiento jurídico.
Aceprensa.
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(1) "Europa: comunidad de valores u ordenamiento jurídico", conferencia
pronunciada el 28 de mayo de 2004 en la Universidad de Navarra, en un seminario
organizado por el Instituto Empresa y Humanismo.