Juan Pablo II y la doctrina sobre el Espíritu (17-VI-81)
El significado ecuménico de las ceremonias de Pentecostés en Roma
En la ceremonia celebrada en Roma en el Domingo de Pentecostés, con asistencia de trescientos obispos de todo el mundo y representantes ortodoxos, anglicanos y protestantes, el Papa tuvo varios gestos para favorecer el clima de retorno a la unidad. La conmemoración de los aniversarios de los concilios ecuménicos de Constanti...
Juan Pablo II y la doctrina sobre el Espíritu (17-VI-81)
El significado ecuménico de las ceremonias de Pentecostés en Roma
En la ceremonia celebrada en Roma en el Domingo de Pentecostés, con asistencia de trescientos obispos de todo el mundo y representantes ortodoxos, anglicanos y protestantes, el Papa tuvo varios gestos para favorecer el clima de retorno a la unidad. La conmemoración de los aniversarios de los concilios ecuménicos de Constantinopla (381) y Efeso (431), era también ocasión para precisar la doctrina sobre el Espíritu Santo.
En la homilía leída del Papa, subrayó que "la fe profesa da en el Credo niceo-constantinopolitano por nuestros santos predecesores testimonia la unidad originaria y nos llama de nuevo a la reconstrucción de la unidad". Y repitió las palabras del Credo tal como se formularon entonces: "Creo en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida, que procede del Padre". A este texto, para precisar mejor su sentido, se agregó en Occidente que el Espíritu Santo "procede del Padre y del Hijo" (filioque), expresión que fue pretexto de desunión en el cisma de Oriente en el siglo XI y que fue confirmada en los concilios ecuménicos de Lyon (1274) y de Florencia (1439). Juan Pablo II, al remontarse al tiempo anterior al filioque, da un paso apreciable en dirección a los ortodoxos, sin abandonar por eso la doctrina mantenida por la Iglesia católica.
Aunque parezca una cuestión puramente terminológica, se trata de la concepción misma de la Trinidad, que se sitúa en el centro de la doctrina cristiana. Sin embargo, las razones profundas de la desunión no son tanto dogmáticas cuanto jurisdiccionales, litúrgicas y de prejuicios históricos. La misma cuestión del filioque resultó distorsionada por este prejuicio hasta tomar un carácter de controversia. La fórmula católica indica que el Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo como de un único principio, mientras que los ortodoxos lo expresan en el sentido de que procede "del Padre por el Hijo". Si la cuestión pierde sus aristas polémicas, se podría llegar a una integración que expresara la verdad dogmática en términos mutuamente satisfactorios.
También es de notar que el Papa hablara de las Iglesias católica y ortodoxa como de dos "iglesias hermanas", y que, por vez primera, un prelado ortodoxo pronunciara una homilía en la Basílica de San Pedro.
Aceprensa (95/81)