Juan Pablo II: la verdad sobre el hombre, base de la auténtica liberación
Con la celebración de la Santa Misa en la basílica de Nuestra Señora de Guadalupe. Juan Pablo II ha inaugurado, el pasado 27 de enero, las sesiones de trabajo de la III Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, que finalizarán el 12 de febrero. Ante el entusiasmo del pueblo mejicano cuya Constitución no reconoce la realidad sociológica de un país donde más del 98% de los ciudadanos se declaran católicos-, el Papa ha pronunciado, hasta la fecha, varios discursos y homilías, que marcan nítidamente como debe orientarse "La evangelización en el presente o en el futuro de América Latina", tema de la Conferencia.
De Medellín a Puebla
El momento más importante de la visita del Papa al continente americano ha sido posiblemente la inauguración de la Conferencia. La homilía, esperada con expectación, ha sido un bellísimo canto a la Virgen, siempre presente en la vida de los pueblos latinoamericanos. Cuando el pasado 22 de diciembre Juan Pablo II anunció su viaje a Puebla, señaló el carácter exclusivamente religioso de su visita, subrayando que su "punto esencial" era, precisamente, su peregrinación al santuario mariano de Guada1upe.
En esta reunión de obispos, "deseamos entroncar con la precedente Conferencia del Episcopado Latinoamericano, que tuvo lugar hace diez años en Medellín", afirmó el Papa. "Hemos venido aquí -prosiguió- no tanto para volver a examinar, al cabo de diez años, el mismo problema, cuanto para revisarlo en modo nuevo, en un lugar nuevo y en un nuevo momento histórico". Tras señalar que la Conferencia de Medellín no hubiera sido posible sin el Concilio Vaticano II, clausurado poco antes, Juan Pablo II recordó que "con su opción por el hombre latinoamericano visto en su integridad, con su amor preferencial, pero no exclusivo, por los pobres; con su aliento a una liberación integral de los hombres y de los pueblos, Medellín, la Iglesia allí presente, fue una llamada de esperanza hacia metas más cristianas y más humanas".
"Pero han pasado diez años. Y se han hecho interpretaciones a veces contradictorias, no siempre correctas, no siempre beneficiosas para la Iglesia. Por ello la Iglesia busca nuevos caminos que le permitan comprender más profundamente y cumplir con mayor empeño la misión recibida de Cristo Jesús". En este sentido, el Papa ha manifestado la importancia del Sínodo de Obispos del año 1974, que trató sobre la Evangelización, cuyas conclusiones fueron recogidas por Pablo VI en su exhortación apostólica Evangelii Nuntiandi.
Afirmar la divinidad de Cristo
Juan Pablo II se ha referido con frecuencia a esta exhortación apostólica de su predecesor en el discurso pronunciado en Puebla de los Ángeles, el día 28,ante los participantes de la Conferencia. Sus palabras han sido, si cabe, más transparentes. Corren hoy por muchas partes -ha señalado- interpretaciones arbitrarias del Evangelio que causan confusión entre los cristianos. "En algunos casos, o se silencia la divinidad de Cristo o se incurre de hecho en formas de interpretación reñidas con la fe de la Iglesia. Cristo sería solamente un profeta, un anunciador del reino y del amor de Dios, pero no el verdadero Hijo de Dios, ni sería, por tanto, el centro y el objeto del mismo mensaje evangélico".
"En otros casos -prosiguió-, se pretende mostrar a Jesús como comprometido políticamente, como un luchador contra la dominación romana y contra los poderes, e incluso implicado en la lucha de clases. Esta concepción de Cristo como político, revolucionario, como el subversivo de Nazaret, no se compagina con la catequesis de la Iglesia". Pues la causa de la muerte de Jesús no fue -dijo- el desenlace de un conflicto político, sino la conciencia de su misión redentora.
La paradoja del humanismo ateo
"Contra tales 'relecturas', pues -subrayó Juan Pablo II-, y contra las hipótesis, brillantes quizá, pero frágiles e inconsistentes, que de ellas derivan, la evangelización en el presente y en el futuro de América Latina no puede cesar de afirmar la fe de la Iglesia: Jesucristo, Verbo e Hijo de Dios, se hace hombre para acercarse al hombre y brindarle, por la fuerza de su misterio, la salvación, gran don de Dios (Evangelii nuntiandi, nn. 19 y 27)". Por eso,"cualquier olvido, mutilación o inadecuada acentuación de la integridad del misterio de Cristo que se aparte de la fe de la Iglesia, no puede ser contenido válido de la Evangelización". El Papa, a continuación, pidió a los obispos que proclamen, con más vigor en la actualidad, la verdad sobre la misión de la Iglesia.
En algunos casos, se genera "una actitud de desconfianza hacia la Iglesia 'institucional' u 'oficial', calificada como alienante, a la que se opondría otra iglesia popular, 'que nace del pueblo' y se concreta en los pobres". Pero estas posiciones tienen, en grados diferentes, "conocidos condicionamientos ideológicos". Por otra parte, ¿cómo se explica la paradoja de que una época de antropocentrismos y humanismos, sea también una época de angustias y rebajamientos humanos? "Podemos decir -respondió el Papa- que es la paradoja inexorable del humanismo ateo. Es el drama del hombre amputado de una dimensión esencial de su ser –el absoluto- y puesto así frente a la peor reducción del mismo ser".
Proclamar la libertad integral
Tras afirmar que la Iglesia posee, gracias al Evangelio, la verdad sobre el hombre, que es imagen de Dios e "irreductible a una simple parcela de la Naturaleza, o a un elemento anónimo de la ciudad humana", Juan Pablo II subrayó el derecho y el deber de la Iglesia de proclamar esta verdad completa sobre el ser humano que "constituye el fundamento de la enseñanza social de la Iglesia, así como la base de la verdadera liberación". A la luz de esta verdad, "no es el hombre un ser sometido a los procesos económicos o políticos, sino que esos procesos están ordenados al hombre y sometidos a él".
Ante esta preocupación por el hombre "adquiere carácter urgente la enseñanza de la Iglesia, según la cual sobre toda propiedad grava una hipoteca social", que tiende a hacer una distribución más justa de los bienes no sólo en el interior de cada país, sino también en el mundo internacional. "«Hay que alentar los compromisos pastorales en este campo con una recta concepción cristiana de la liberación. La Iglesia siente el deber de anunciar la liberación de millones de seres humanos, el deber de ayudar a que se consolide esta liberación» (Evangelii nuntiandi, 31). Pero siente también el deber correspondiente de proclamar la liberación en su sentido integral, profundo, como lo anunció y realizó Jesús".
México: una explosión de fe
Es pronto todavía para hacer un balance de la Conferencia de Puebla. Algunos comentaristas superficiales continúan hablando de obispos conservadores frente a progresistas, de espiritualistas frente a comprometidos; hasta llegan a sostener que Puebla se politiza, colocándose ellos como víctimas de esa presunta politización. Pero de poco sirven ya estos recursos ni aquellas simplificaciones. El pueblo fiel, tantas veces citado, sólo entiende un lenguaje: el de la fe en Cristo completo, sin mutilaciones; y, como un mar humano, ha llenado con entusiasmo las calles, para mostrar su cariño al representante de Cristo en la tierra. Ciertos nostálgicos de "su" Medellín dicen que eso es triunfalismo". Sin embargo, las imágenes que llegan a Europa muestran que el viaje del Papa a Méjico ha provocado, ante todo, una explosión de fe.
Por Rafael de los Ríos. Aceprensa, servicio 16/79 (31 enero 1979).
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