Juan Pablo II comenzó su peregrinación por los lugares unidos a la historia de la salvación
Diego Contreras (Aceprensa, 29/00)
Si hubiera que sintetizarlos en un rasgo, los primeros pasos de la peregrinación de Juan Pablo II por los lugares vinculados con la historia de la salvación se han caracterizado por su llamamiento a favor de la unidad de los cristianos. Aunque ya lo había anunciado en la carta donde explicó el sentido de su viaje (ver servicio 103/99), ha sorprendido el tono, casi de urgencia, empleado por el Papa en esta ocasión.
Con su estancia en Egipto, del 24 al 26 de febrero, el Santo Padre ha emprendido uno de los proyectos más anhelados de su pontificado: seguir las huellas de Abraham, de Moisés y de Cristo con ocasión del año jubilar. La primera etapa de esa peregrinación -la visita a Ur de Caldea, tierra natal de Abraham- no fue posible, como consecuencia del bloqueo internacional a Irak: una enrevesada situación ante la que nada pudo la actividad diplomática de la Santa Sede.
Sin embargo, el Papa ha demostrado ingenio para evidenciar que también se puede peregrinar espiritualmente. Y así, el miércoles 23 de febrero, el aula Pablo VI del Vaticano fue escenario de una ceremonia única en su género en la que la escenografía, la iluminación y la proyección de imágenes documentales ayudaron a recrear un ambiente propicio para conmemorar la figura del gran patriarca, "padre común" de cristianos, hebreos y musulmanes.
Diálogo interreligioso
Al día siguiente de esa peregrinación "virtual", como la calificó algún periódico, el Papa emprendió la segunda etapa de su viaje, respetando así la cronología bíblica: la meta central fue el monte Sinaí, donde Moisés recibió las Tablas de la Ley, con los Diez Mandamientos. La tercera etapa tendrá lugar en Tierra Santa, del 20 al 26 de marzo. Todo parece indicar que, aunque no existe una declaración oficial, tampoco podrá realizarse una posible cuarta etapa de la peregrinación: las ciudades de Damasco y Atenas, ligadas a la memoria del apóstol San Pablo y a la primera difusión del cristianismo.
Volviendo a Egipto, el Papa hubiera deseado encontrarse en el monte Sinaí con representantes hebreos y musulmanes, como manifestación de la voluntad común de mejorar el entendimiento recíproco. Aunque esa aspiración no se pudo realizar, la visita tuvo también una evidente dimensión interreligiosa: fue muy significativo su encuentro con Mohamed Sayed Tantawi, la mayor autoridad musulmana del país, máximo responsable de la Universidad Al Azhar, de El Cairo, que con sus 130.000 estudiantes es uno de los centros culturales más importantes del islam suní, de talante moderado.
Vitalidad de los coptos católicos
Egipto cuenta con 66 millones de habitantes, de los cuales casi el 90 son musulmanes. El mensaje del Papa tuvo dos puntos de especial interés para la convivencia pacífica en este país. Recordó, en primer lugar, que la religión no puede ser nunca causa de conflictos: "Promover el enfrentamiento y la violencia en nombre de la religión es una terrible contradicción y una gran ofensa a Dios". En los últimos tiempos se han producido enfrentamientos entre cristianos y musulmanes, los más graves el pasado mes de enero.
El Santo Padre dijo también que musulmanes y cristianos deben contribuir de igual modo a la construcción de la vida social, a todos los niveles. Aun-que no lo expresó así, el Papa dio a entender que los cristianos son tan ciudadanos como los demás, entre otras cosas porque la presencia cristiana en Egipto se remonta a tiempos apostólicos: es muy anterior, por tanto, a la llegada de los musulmanes.
Los cristianos coptos, que suponen el 10 de la población, se quejan de discriminaciones en la vida social y política. Los católicos, por su parte, son una minoría, aunque muy activa: 222.000 fíeles, agrupa-dos en siete ritos distintos y muy presentes en el campo de la enseñanza. Manifestación de la vitalidad católica en el país es que veinte mil fieles asistieron a la misa que celebró el Papa en un estadio cubierto de El Cairo.
El primado del Papa, un servicio
Paradójicamente, las relaciones del Papa con los musulmanes se presentaban en la víspera casi menos problemáticas que con los cristianos coptos. Nacida del cisma monofisita del año 451, la Iglesia copta no sostiene en la actualidad planteamientos doctrinales que la separen sustancialmente de Roma, salvo el Primado de Pedro y algunas cuestiones eclesiológicas. De hecho, el propio Papa Shenouda III (de 77 años, elegido en 1971) firmó en 1973 una "Declaración cristológica común" con Pablo VI. El diálogo, sin embargo, pareció congelarse desde entonces.
En ese contexto se entiende el grito del Papa a propósito de que "no hay tiempo que perder" y su insistencia en que se estudien conjuntamente formas nuevas de actuación del Primado de Pedro, un tema ya abordado en la encíclica Ut unum sint (1994). "Pido al Espíritu Santo -afirmó el Papa en el acto ecuménico que tuvo lugar en El Cairo- que ilumine a todos los pastores y teólogos de nuestras Iglesias, para que podamos buscar juntos la forma en que este ministerio pueda realizar un servicio de amor re-conocido por unos y otros"^
El Papa subrayó que es preciso conocerse para vencer los prejuicios y anunció que en los próximos meses recomenzarán las conversaciones formales bilaterales. El Papa encontró incluso lazos comunes entre Roma y la Iglesia copta, que tiene sus raíces en la predicación del evangelista Marcos: Marcos, dijo el Papa, fue discípulo predilecto de Pedro y Pablo, y escribió su Evangelio para los fieles de Roma. "Aquí me siento en casa", exclamó.
Algunos comentaristas destacaron la fría corrección con que Shenouda III acogió a Juan Pablo II: por ejemplo, fue la única autoridad de relieve que no acudió al aeropuerto a recibirle; tampoco asistió a la misa del Papa. Pero, según declaró al Corriere della Sera Meled Hanna, un intelectual copio, Shenouda III en realidad sí ha captado el mensaje de re-conciliación que le ha llevado Juan Pablo II. Y se verán los frutos, según afirma Hanna, que es amigo de la infancia del Papa copto y compartió con él los años de cárcel (por orden de Anwar Sadat).
Como ya ha ocurrido en otros lugares, parece que es el pueblo sencillo quien comprende mejor la importancia de la unidad entre los cristianos. Según ha relatado el patriarca copto católico Stephanos II Ghattas al diario Avveníre, hace dos meses, cuando inauguró el año santo en la catedral católica, teniendo como invitado a Shenouda III, los fieles, al ver-los juntos, aplaudieron y gritaron: "¡la separación se ha terminado, nos hemos unido!". El patriarca relató que tuvo que "calmarles y explicarles que todavía se necesita tiempo... Se habían llenado de entusiasmo solo al ver a sus pastores juntos".
La actualidad del Decálogo
Al margen de los actos de la capital, el punto central de la peregrinación fue la visita al monasterio ortodoxo de Santa Catalina, situado a los pies del monte Sinaí. Allí el Papa rezó en solitario en el lu-gar donde, según la tradición, estaba la zarza ardiente desde la que Dios habló a Moisés. El Papa centró su intervención en el sentido de los Diez Mandamientos, que reflejan los preceptos fundamentales de la ley natural y que son algo así como el "libro de instrucciones" que debe seguir el hombre para ser feliz. "El Decálogo marca el camino para una vida plenamente humana. Fuera de él no hay futuro de serenidad y de paz para las personas, las familias, las naciones".
También allí se puso de manifiesto que el camino ecuménico es largo y que es preciso salvar muchas incomprensiones cristalizadas en largos años de historia. A pesar de que el clima de acogida fue cordial, el "egumeno" del monasterio saludó al Papa con el título de "presidente de la Iglesia católica". Ni él ni sus monjes estuvieron presentes cuando el Papa dirigió una liturgia de la palabra. Eso no impidió que el Papa, una vez en Roma, volviera a agradecerles su hospitalidad durante la habitual alocución que precedió al Ángelus del domingo 27 de febrero.
Después de este comienzo, parece más claro que la peregrinación del Papa no tiene solo la dimensión de satisfacer un anhelo personal o la de impulsar las relaciones interreligiosas y ecuménicas. Como ha recordado el escritor Vittorio Messori, con su visita a los lugares más significativos de la historia de la salvación, Juan Pablo II está poniendo delante de los ojos, para quien lo quiera ver, que el cristianismo no es un catálogo de buenos sentimientos, sino que tiene su origen en la intervención de Dios mismo en la historia humana: una presencia que ha dejado sus huellas visibles en la tierra.
Los coptos, aún ciudadanos de segunda categoría
La presencia de Juan Pablo II en el país del Nilo ha servido para llamar la atención sobre la situación de la minoría cristiana copta -alrededor de un 10 por ciento de los 66 millones de habitantes del país-, cuyos problemas se han debatido por primera vez en la televisión oficial.
Por lo general, la relación entre musulmanes y cristianos en Egipto es ejemplar en el contexto del mundo árabe. Pero el gobierno tiene por delante aún mucha tarea para demostrar que Egipto es, en la práctica, el país más tolerante de la región. Los cristianos egipcios sufren el auge del fundamentalismo musulmán en el sur del país, que periódicamente da origen a sangrientos enfrentamientos, y la permanencia de anacrónicas normas legales que discriminan a los coptos.
Los choques en el Alto Egipto se registraron de modo especialmente dramático durante los primeros días del año en la ciudad de Al Kosheh, donde murieron veinte coptos y dos musulmanes. A raíz de un incidente comercial, fueron pasto de las llamas, en poblados vecinos, decenas de comercios regidos por cristianos, así como vehículos y algunas iglesias.
Diversas fuentes han apuntado a algunos grupos fundamentalistas -en particular la "Yamaa Islamiya"- que tienen su feudo en el sur del país, y tratan de desestabilizar el régimen de Mubarak, atacando al punto más débil: la población copta. En la mente de algunos musulmanes egipcios, los cristianos, que han resistido heroicamente durante siglos la presencia del Islam, se identifican no solo con los "infieles", sino también con los estamentos más ricos de la sociedad egipcia.
Violencias provocadas por una minoría fanática
El gobierno de Mubarak reconoce la tensión interreligiosa que vive el sur del país, pero la atribuye a meras "venganzas familiares", y se niega a admitir la existencia de discriminaciones contra la población copta.
Mons. Stephanos II Ghattas, obispo de la comunidad católica copta, declaraba en enero que "ordinariamente las relaciones entre las comunidad cristina y la musulmana son buenas. Ese tipo de incidentes (como los de Al Koshen) son obra de una minoría fanática, a menudo de jóvenes sin trabajo, que se echan en brazos de los jefes espirituales integristas. Algunos de ellos ni tan siquiera consideran que los coptos pertenecen a este país". En cuanto a la situación de los coptos en la sociedad egipcia, el obispo advertía que estaban discriminados en el seno de la Administración y del Ejército, mientras que trabajaban libremente en el sector económico.
Entre las quejas de la minoría cristiana figura la dificultad para construir nuevas iglesias o restaurar las actuales, en su mayoría desvencijadas, mientras las mezquitas florecen sin apenas requisitos legales. Se han demostrado abusos y torturas por parte de la Policía musulmana contra ciudadanos coptos, que no han sido investigados. Se omite en el plan de estudios la enseñanza de los primeros siglos de cristianismo en Egipto, antes de la llegada del Islam. Y, finalmente, el Gobierno no actúa contra los imanes que califican en las mezquitas de "infieles" a los ciudadanos coptos.
Debate público sobre las discriminaciones
La visita de Juan Pablo II ha sido ocasión para que, por primera vez, la televisión estatal dedique dos programas de debate al problema copto, en horas de gran audiencia. En una de ellas, un intelectual copto denunció la ley que desde hace siglo y medio obstaculiza la construcción y reparación de templos cristianos. A diferencia de las mezquitas, la ley exige obtener tal número de autorizaciones que es prácticamente imposible conseguirlas. El participan-te copto pidió que se aplicara el mismo reglamento a la construcción de mezquitas y a la de iglesias.
En una segunda emisión, los participantes coptos criticaron vivamente diversos tipos de discriminaciones (puestos en la Administración y en el sector público que los cristianos no pueden alcanzar). También recibió críticas el partido del presidente Mubarak, por no haber incluido ni un cristiano en sus listas para las últimas elecciones legislativas de 1995. En el Parlamento sólo hay seis diputados coptos, los cuales forman parte de la cuota de diez que puede nombrar el presidente. Para las próximas elecciones, el partido de Mubarak, que controla el 96 del actual Parlamento, ha decidido inscribir a coptos en sus listas de candidatos.
Otro gesto valiente ha sido un manifiesto publicado por la asociación de intelectuales "Al Nidaa al Gadid", en el que reclama "la solución de los problemas confesionales". Los firmantes hacen nueve recomendaciones, entre las que figuran unificar la reglamentación de la construcción de iglesias y mezquitas, la necesidad de que los servicios de seguridad sean imparciales en el caso de incidentes interconfesionales, acabar con las discriminaciones en la selección y los nombramientos para puestos públicos. Los intelectuales reclaman también la inserción en los programas escolares de materias que fomenten "la fraternidad y la tolerancia religiosa" y que se valore "la aportación cultural de la comunidad copta".
Postura más firme del gobierno
Una muestra de que el gobierno parece dispuesto a adoptar una actitud más firme contra la intolerancia ha sido la decisión del ministro de Educación de destituir al consejero encargado de la lengua árabe, por prohibir a los cristianos enseñar esta materia en las escuelas. Este alto responsable había enviado una circular en la que se establecía esta prohibición, alegando que como el programa de lengua árabe contiene versículos del Corán, no podía ser enseñado por no musulmanes. El ministro ha condenado esta medida, "contraria a los principios del Estado". El ministro explica que "al ser el árabe la lengua nacional de los egipcios, ya sean musulmanes o cristianos, es inconcebible prohibir a un profesor que enseñe la lengua de su país".
Además de otros argumentos. El Cairo está muy interesado en relajar las tensiones interreligiosas para volver a atraer el turismo, que cayó en picado después del brutal atentado islamista de Luxor, en noviembre de 1997. Además, de acuerdo con la Jerarquía copta, el Gobierno ha lanzado un plan de restauración de las 24 etapas que -según la tradición cristiana- recorrió la Sagrada Familia en su huida de Herodes, desde el Sinaí hasta el Alto Nilo, para atraer así a parte de los millones de peregrinos que se disponen a visitar este año Tierra Santa.
Aceprensa – año XXXI, 1 marzo 2000 (29/00)
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