Almudi.org. Francia y el velo islámico
Por JUAN MANUEL DE PRADA
DETECTO una hipocresía de fondo en ese informe encargado por
Chirac a una comisión de expertos, con la pretensión de impedir que las niñas
musulmanas se presentasen en clase con el característico velo que les impone su
religión. Para que dicho propósito quedase enmascarado y satisficiera las
exigencias de la corrección política, los redactores del informe han extendido
la prohibición a «otros signos ostent...
Almudi.org. Francia y el velo islámico
Por JUAN MANUEL DE PRADA
DETECTO una hipocresía de fondo en ese informe encargado por
Chirac a una comisión de expertos, con la pretensión de impedir que las niñas
musulmanas se presentasen en clase con el característico velo que les impone su
religión. Para que dicho propósito quedase enmascarado y satisficiera las
exigencias de la corrección política, los redactores del informe han extendido
la prohibición a «otros signos ostentosos» característicos de las demás
religiones. ¿Será que los niños franceses de familia cristiana acuden a clase
coronados de espinas, o enfajados de cilicios, o disfrazados de penitentes, o
cargando con cruces de tamaño natural, cual Cirineos redivivos? Si así fuera,
me apresuraría a dictaminar la bondad del informe; aunque, sinceramente,
sospecho que los niños franceses no son propensos a tales mortificaciones.
Entonces, ¿a qué demonios de signos cristianos ostentosos se refiere dicho
informe? ¿A las estampitas de San Antonio de Padua? ¿Al almanaque del Sagrado
Corazón? ¿Quizá a las medallitas con la efigie de la Virgen? Por favor...
Pero la hipocresía máxima del informe consiste en designar
como «signo ostentoso» el velo islámico, cuando sin duda representa algo
más, mucho más. Prueba de ello la representa que Shirin Ebadi, reciente Premio
Nobel de la Paz, decidiera recoger dicho galardón con la cabeza desnuda,
suscitando la furia de las autoridades iraníes. Evidentemente, si Shirin Ebadi
acudió a la ceremonia sueca sin velo no fue como señal de apostasía, sino de
rebelión contra la discriminación de raíz religiosa que las mujeres sufren en
los países islámicos. Mediante el velo, el burka y demás prendas
ignominiosas, las mujeres musulmanas no hacen profesión de fe, sino que ocultan
su «impureza» y acatan su sometimiento al hombre. Que yo sepa, ninguno de los
«signos ostentosos» cristianos que el informe se propone nebulosamente
suprimir en las escuelas incorpora este matiz peyorativo o misógino; que yo
sepa, a las niñas cristianas no se les obliga a portar sambenitos, ni
capirotes, ni otros apósitos que disimulen su feminidad. Así, los gabachos, en
lugar de limitarse a reprimir costumbres ofensivas de la dignidad humana,
aprovechan para lanzar indiscriminadamente sobre las religiones -especialmente
contra la cristiana, que es la que más jode- una sombra de sospecha.
Pero, al trivializar el significado verdadero del velo
islámico, los asesores de Chirac caen en su propia trampa. Pues, ¿desde
cuándo ha de prohibirse a un chaval que luzca «signos» de identidad, mientras
no avasalle al prójimo? ¿Por qué, si en verdad el velo de marras fuese tan
sólo una prenda ostentosa, habría de prohibirse, si admitimos que se luzcan
otros marchamos más llamativos? ¿Por qué permitir que los chavales se tatúen
con motivos tabernarios, o que se perforen las ternillas con piercings, o que se
dejen una cresta punkie coloreada con un tinte fosforescente, o que vistan
pantalones que dejan asomar la raja del culo, o que se embutan en minifaldas que
apenas les cubren el ombligo? Lo permitimos, simplemente, porque tatuajes, y
piercings, y peinados, y pantalones, y minifaldas, son efusiones de un
sarampión juvenil, aspavientos de rebeldía, gestos de sumisión a la moda...
Signos ostentosos, en definitiva, y nada más. El velo islámico, en cambio,
significa otra cosa más grave y pavorosa. Pero, ¡ah!, para no herir
susceptibilidades, conviene cargarse de paso los crucifijos.
Frente a estos hipocritones que disfrazan su odio
anticristiano con cataplasmas de corrección política, siempre nos quedará el
poema de León Felipe: «Hazme una cruz sencilla, carpintero».
ABC, 13 de diciembre de 2003