Almudi.org. Hacia una nueva cultura
Reflexiones de Alejandro Llano en torno a las ofertas
culturales actuales
Alejandro Llano, Director del Instituto de Antropología y
Ética de la Universidad de Navarra, reflexiona con precisión y valentía en Alfa
y Omega (6-XI-2003) sobre el vacío de cierta cultura oficial, que sólo
sabe ofrecer la mera trangresión. Y propone pautas para una nueva cultura: la
de quienes no admiten que se les cierren las puertas del espíritu, y se
...
Almudi.org. Hacia una nueva cultura
Reflexiones de Alejandro Llano en torno a las ofertas
culturales actuales
Alejandro Llano, Director del Instituto de Antropología y
Ética de la Universidad de Navarra, reflexiona con precisión y valentía en Alfa
y Omega (6-XI-2003) sobre el vacío de cierta cultura oficial, que sólo
sabe ofrecer la mera trangresión. Y propone pautas para una nueva cultura: la
de quienes no admiten que se les cierren las puertas del espíritu, y se
rebelan. Estas son algunas de sus palabras:
"El campo de la cultura parece ser una de las pocas
áreas del territorio social donde reina un cierto sosiego. La política nos
divide, la cultura hace que nos encontremos (…)
No quisiera sembrar cizaña en este panorama tan bucólico,
pero lo cierto es que esta prolongada concordia me resulta sospechosa. Sobre
todo cuando los panoramas que, por ejemplo, nos pintan los medios de
comunicación ofrecen casi siempre idénticos paisajes. Son siempre los mismos
quienes aparecen diciendo o haciendo cosas semejantes en las páginas de los
suplementos culturales. Otros, en cambio, quedan ocultos por el velo de la
ignorancia; y muchas veces sus creaciones son más interesantes y rompedoras que
las de la cultura oficial. (…)
(…) la neutralidad de la cultura es un mito interesado.
Porque en la creación de belleza y en el desvelamiento de la verdad se reflejan
y se cultivan las diversas concepciones del hombre, del mundo y de Dios que, por
fortuna, no pueden conciliarse pacíficamente en la versión autorizada (…)
Hay otra cultura que no tiene la obligación de mimetizarse
con esa continua ceremonia de la transgresión programada –no pocas veces de
escasa calidad- que recibe toda suerte de patrocinios públicos y privados. La
hoguera de las vanidades ha de ser continuamente alimentada. Primero le
arrojamos todo lo que tenemos. Después nos acabamos arrojando nosotros mismos a
ella, para aplacar su voracidad y eliminar nuestro propio vacío.
Hay, lo digo de una vez, una cultura cristiana que, en lugar
de envilecer a la persona, trata de llevar hacia la luz lo mejor que de ella
surge. No es edificación confesional ni propaganda eclesiástica. Es la
autenticidad de quien no admite que se cierren por orden superior las puertas
del espíritu, ésas que según Kierkegaard han de abrirse hacia fuera.
Es la cultura que crea y anticipa, que se toma de una vez por
todas la libertad de innovar a golpe de verdad y de amor, siempre más fecundos
que la máscara y el resentimiento. A esta nueva cultura, hecha de dignidad y de
audacia, hay que darle voz, para que no quede ahogada por el estrépito de la
prepotencia y la confusión (…)"
http://www.fundacioncoso.org/3/archivo/articulos066.htm#1