Almudi.org. Küng o el narcisismo
Por Jorge TRIAS SAGNIE
A mí Hans Küng, al que admiro por tantos
motivos, no deja de sorprenderme y, lo reconozco, de inquietarme. ¿Cómo puede
afirmarse, como lo hizo en declaraciones a este diario, que este Papa no es un
hombre de diálogo cuando sabemos que no ha hecho otra cosa en todo su
pontificado? ¿Cómo puede uno autoproclamarse sin sonrojo «oposición legal a
Su Santidad»? ¿Cómo puede sostenerse sin faltar a la verdad que cada vez ...
Almudi.org. Küng o el narcisismo
Por Jorge TRIAS SAGNIE
A mí Hans Küng, al que admiro por tantos
motivos, no deja de sorprenderme y, lo reconozco, de inquietarme. ¿Cómo puede
afirmarse, como lo hizo en declaraciones a este diario, que este Papa no es un
hombre de diálogo cuando sabemos que no ha hecho otra cosa en todo su
pontificado? ¿Cómo puede uno autoproclamarse sin sonrojo «oposición legal a
Su Santidad»? ¿Cómo puede sostenerse sin faltar a la verdad que cada vez haya
menos reemplazo en el sacerdocio cuando las cifras nos muestran justo lo
contrario? ¿Cómo se nos puede querer vender como «moderno» lo que ya se
discutió en tiempos de Lutero y después en el siglo XIX? ¿Cómo puede
compararse la figura del obispo a la del «gobernador romano» sin soltar una
carcajada? ¿Se imaginan ustedes, por ejemplo, al arzobispo Cañizares de
gobernador romano?
Küng es, en cualquier caso, un teólogo
importante del siglo pasado. Un teólogo que, sin duda, habrá sembrado dudas en
muchos creyentes sin arrojarles a cambio ninguna luz, pero que también habrá
hecho aportaciones positivas a la teología cristiana. No seré yo quien le
discuta o lo ensalce -me falta preparación-, aunque sí creo que se equivoca en
su percepción de la realidad. La Iglesia católica quizás sea muy
reaccionaria, como él sostiene o como también lo hacen esos otros teólogos
españoles llamados «progresistas», pero es un hecho que esa Iglesia tan
reaccionaria ha conseguido llenar los templos todas las semanas, algunos hasta
extremos inconcebibles en un país totalmente secularizado como España. Puede
ser que la católica sea una Iglesia muy cerrada pero, como recordaba en una
carta al director el señor Bosch de la Peña, el Papa, con su mensaje «no
tengáis miedo», ha abierto las puertas y ventanas eclesiásticas de par en
par. A mí me da la sensación de que estos señores teólogos, desde su
olímpico pedestal, no son capaces de ver la verdadera fe del pueblo y, desde su
particular soberbia, elevan a categoría sus anécdotas personales, como si
todos estuviésemos pendiente de su ombligo teologal.
Reconozco un cierto cansancio por esta
teología «progresista», pues, ¿cuál es esa «verdad» tan interesante que
nos ofrecen? Yo no veo ninguna; a lo sumo una apelación indeterminada a «los
pobres» y, en el fondo, una animadversión infantil y enfermiza hacia el Santo
Padre al que consideran «el símbolo de una Iglesia que tras su rutilante
fachada está anquilosada y decrépita». No hace falta ser seguidor de Freud
para vislumbrar lo que se esconde tras determinadas actitudes. Leyendo estas
memorias de Küng, de repente aparecen trazos deliciosos por su ingenuo
narcisismo que le delatan, llegando al colmo de lo imaginable cuando afirma que
no tuvo conciencia de haberse fijado en el concilio en el obispo auxiliar y
luego arzobispo Wojtyla «mientras que tengo serios motivos para suponer que,
aunque sin haberme hablado nunca, él en mí sí debió reparar como el teólogo
más joven del concilio conocido, con mi tupé rubio y el traje negro en lugar
de la usual sotana» (página 549). Con todos sus defectos, sigo quedándome con
la Iglesia de Cristo que con esta otra de tupé, camisa y corbata.
http://www.abc.es/Opinion/noticia.asp?id=222379&dia=24112003