«Las pacientes suelen hacerse preguntas que, a veces, dejan perplejo
al personal; por ejemplo, si el feto siente dolor. Hablan del alma, y de a dónde
va. Y de sus sueños, en los que fetos abortados las miran fijamente,
preguntando: ¿Por qué me hiciste esto?» Éste es uno de los testimonios que
se recogen en el portal católico www.fluvium.org,
que, junto a otros muchos temas, incluye una sección sobre el aborto,
elaborada a partir de numerosas fuentes. En el artículo Los ex-abortistas,
toman la palabra personas que, en el pasado, se ganaron la vida practicando
abortos o captando clientas en los Estados Unidos. «Todo fue por la pasta»,
afirman sin distinción.
Habla una antigua enfermera en una clínica abortista. Lo peor, según
ella, no es el quirófano, sino el momento después de la operación: «Muchas
veces, las mujeres que acababan de abortar yacían en la sala de recuperaciones
y gritaban: ¡Acabo de matar a mi bebé! ¡Acabo de matar a mi bebe! No sabía
qué decir a estas mujeres». La mujer de un médico, en cambio, solía
acercarse a estas chicas; les daba unos golpecitos en el hombro y les decía: «Está
bien, cariño, todo el mundo comete errores. Por eso los lápices llevan gomas
de borrar».
Cuenta un médico, Joseph Randall, que «a las mujeres que venían a
abortar nunca se les permitía ver la pantalla, porque sabíamos que, sólo con
que oyeran el latido del corazón, muchas no querrían abortar, y, bueno, no
queríamos eso. Entonces nos quedábamos sin el dinero». Ése es el punto
central en la estrategia en las relaciones con las clientas: desdramatizar el
asunto. Carol Everett, que dirigió cinco clínicas abortistas, describe esta
escena cotidiana. Llama una chica por teléfono y dice: «Estoy embarazada». La
persona que la atiende debe ganarse la confianza de la chica, lograr que aborte
en la clínica. Por lo demás, las preguntas a las que debe responder son casi
siempre las mismas: «¿Duele?» –«¡Oh, no! Tu útero es un músculo. Es un
tirón suave para abrir y otro para cerrar». Y después: «¿Es un niño?» –«No,
es un producto de la concepción. Es un coágulo de sangre. Es un trozo de
tejido».
Nita Whiten, antigua secretaria-jefe en una clínica, cuenta que todo
el personal fue instruido por un profesional del marketing: «Nos sometió a un
período de entrenamiento intensivo, de modo que, cuando llamaba una chica,
nosotros poníamos el anzuelo para que no se fuera a abortar a cualquier otro
sitio, o para que no decidiera darlo en adopción, o para que no cambiara de
idea».
Pero también quienes practican o viven de los abortos deben convivir
con sus conciencias. El doctor McArthur Hill, que practicó abortos a personal
del Ejército estadounidense, explica que muchas de estas personas se
autoconvencen de que simplemente están cumpliendo con su deber, de que se trata
de un trabajo más, y que no es a ellas a quienes corresponde decidir si está
bien o no abortar: «Mi participación en el aborto no fue la de un fanático
abortista, sino la de una marioneta en un mundo enloquecido. He tenido la
oportunidad de hablar a estudiantes de Medicina y Enfermería, y mi consejo ha
sido siempre que, cuando les pidan que intervengan en abortos, deben decir
simplemente no, desde el primer momento». «Buscaba dinero y poder»
Estaba empezando a ver las cosas como las ven los abortistas, es decir,
que mientras más abortos practicáramos, más dinero íbamos a ganar. Tuvimos
un incidente con una niña de 14 años de edad. Su médico vino y me dijo: «Hellen,
le perforé el útero y le saqué el intestino. ¿Qué hago?» Entendí lo que
él me quería decir. No me estaba preguntando qué debía hacer como médico;
me preguntaba qué debía hacer para asegurarse de que todo siguiera oculto. Se
tomó la decisión de meterle el intestino de nuevo y enviarla a su casa. Si
sobrevivió o murió, no lo sé. Quisiera poder decirles que a mí me importaba,
pero no era así.
Hay muchas cosas que pasan en una clínica abortista que no se tolerarían
si sucedieran en cualquier otra rama de la Medicina, pero es importante que
entiendan hasta qué punto llega la gente en esa industria para preservar su
imagen. No hay nada que sea demasiado bajo. Yo misma buscaba el dinero, así
como una posición de poder, y no me importaba cuántos cadáveres tuviera que
dejar en el camino.
Hellen Pendley,ex directora de una clínica abortista
¿Paranoias yanquis?
En España, alrededor del 98% de los abortos se despenalizan ante la
alegación de un problema físico o psíquico grave de la madre. Legalmente,
esto debe ser avalado por un médico especialista distinto a los que trabajan en
la clínica donde se va a realizar el aborto. No hay duda de que, en la mayoría
de los casos, esto no se cumple y, además, existen otras irregularidades de
mayor fuste que aquí no vamos a comentar.
De los 69.857 abortos que se notificaron en 2001, el 97,5% se
practicaron en clínicas privadas. El importe de esta práctica es abonado a
esos centros, con diferentes matizaciones, por las Consejerías de Salud de las
distintas autonomías.
Justo Aznar, Médico del Hospital de La Fe, Valencia
http://www.alfayomega.es/testimonio/testimonio.html
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