Comienzos de octubre
Desde hace varios siglos, coincidiendo con inicio del curso académico, la sociedad reanuda sus actividades en el mes de octubre. También sucede esto, en cierto modo, en la vida de la Iglesia.
El próximo día 7 de octubre, fiesta de la Virgen del Rosario, concluirá un año mariano para la Iglesia universal; el Año del Rosario, un tiempo de gracia en el que se han dado muestras renovadas de amor a la Virgen en los cinco continentes, y en el que los jóvenes han sido en muchas ocasiones como deseaba Juan Pablo II- los protagonistas de esas manifestaciones de devoción mariana, desplegando su creatividad y su capacidad de entusiasmo.
El próximo 3 de octubre se cumplirán cuatro meses de la V Visita del Papa a España. Será un buen momento para hacer balance sobre las consecuencias del mensaje del Santo Padre en nuestra sociedad y una ocasión para reflexionar de nuevo sobre el alcance de sus palabras, exigentes y alentadoras.
El Papa recordó a la muchedumbre que abarrotaba la Plaza de Colón, durante la beatificación de cinco nuevos santos españoles, la necesidad de conservar las raíces cristianas de esta tierra, trabajando en la recristianización de la sociedad con fe renovada, valentía y audacia. La multitud de jovenes que se concentró en Cuatro Vientos para escuchar el mensaje del Sucesor de Pedro puso de relieve la vitalidad y el dinamismo apostólico de un sector desconocido para algunos- de nuestra juventud. Fue una experiencia inolvidable y esperanzadora.
Y el 2 de octubre se celebrará el 75 aniversario de la fundación del Opus Dei. Estas tres fechas están íntimamente entrelazadas entre sí, cada una en su ámbito propio, por su honda dimensión eclesial. Estas líneas se refieren a esta última efemérides.
Setenta y cinco años
El Opus Dei es una realidad eclesial muy joven desde el punto de vista histórico: nació sólo hace tres cuartos de siglo, el 2 de octubre de 1928, en un Madrid relativamente sosegado y en una sociedad que no presentía aún la terrible guerra fraticida que iba desencadenarse en su seno sólo ocho años después.
No fue un empeño coyuntural, ni la "respuesta" de un sacerdote ante la situación religiosa de su tiempo. Surgió por inspiración divina, como puso de relieve la Bula pontificia Ut Sit, con una misión de alcance universal: recordar a todos los hombres la llamada evangélica a la santidad.
Con el Opus Dei, el Espíritu Santo deseaba hacer llegar a los corazones humanos esta propuesta: ahí donde estás; en tu trabajo honrado, sea el que sea; en tu situación concreta en medio del mundo soltero, casado, viudo, laico, sacerdote diocesano, joven, anciano, enfermo, sano, etc. -; ahí te está llamando Dios a la santidad; ahí puedes vivir con plenitud los compromisos de la vocación cristiana que has recibido en el Bautismo.
Aquel día de octubre de 1928, un joven sacerdote aragonés de veintiséis años, vio en su alma ("ver" fue el verbo que empleó siempre san Josemaría) con claridad sobrenatural, este querer de Dios: debía recordar a todos los bautizados que Dios los llamaba a hacerse santos en su trabajo y en los avatares de su vida cotidiana.
Durante el periodo fundacional -es decir, desde 1928 hasta el fallecimiento de san Josemaría en Roma, el 26 de junio de 1975-, ese mensaje fue haciéndose realidad en la vida de miles de hombres y mujeres de los cinco continentes y la gracia de Dios hizo que llegase, por miles de caminos, a millones de almas.
Ese mensaje de santidad en lo cotidiano no es una utopía, sino un ideal asequible y hacedero. Para confirmarlo, la Iglesia de comienzos del Tercer Milenio ha llevado a los altares a san Josemaría Escrivá (todo un signo para la nueva época que comienza) y ha abierto la Causa de Canonización de varios fieles católicos que se han esforzado por encarnar el mensaje del Opus Dei en su existencia. Entre ellos unos son miembros del Opus Dei y otros no. Sus perfiles humanos y culturales son diversos, lo mismo que sus trayectorias vitales de identificación con Cristo.
Encontramos entre estos hombres y mujeres a médicos prestigiosos como Eduardo Ortiz de Landázuri y a jóvenes estudiantes como la joven catalana Montse Grases. Desde un pediatra guatemalteco como Ernesto Cofiño, impulsor numerosas obras sociales a favor de los más pobres de Centroamérica, hasta un suizo, director de una oneg, o una adolescente madrileña como Alexia González-Barros, o un ingeniero de origen argentino como Isidoro Zorzano.
A lo largo de estos setenta y cinco años, el Opus Dei, instrumento para la difusión de este mensaje de santidad en todo el mundo, ha ido consolidándose como una realidad eclesial de gran dinamismo apostólico. Esto se puso de manifiesto durante la ceremonia de canonización de san Josemaría, que fue seguida por millones de personas por medio de internet o televisión, y en la que participó una muchedumbre multirracial que abarrotó desde la Plaza de San Pedro hasta las riberas del Tíber.
Esa ceremonia -una de las más multitudinarias que se recuerdan en Roma- puso de relieve la enorme difusión del mensaje del Opus Dei y el afecto y cariño con el que lo ha recibido tantos sectores de la sociedad y del pueblo cristiano.
Una partecica de la Iglesia
Desde el fallecimiento del fundador en 1975, esta "partecica de la Iglesia" como le gustaba decir a san Josemaría, ha conocido casi tres décadas de intenso trabajo apostólico, marcadas por tres hitos decisivos e irrepetibles.
El primer hito tuvo lugar en 1982 cuando el Opus Dei se configuró canónicamente como Prelatura de la Iglesia Católica, según la fórmula prevista en el Concilio Vaticano II. Diez años después, en mayo de 1992, el Papa beatificó a su fundador; y diez años más tarde, el 6 de octubre de 2002, cuando se celebraba el centenario del nacimiento de san Josemaría, Juan Pablo lo canonizó en la Plaza de San Pedro,
La cercanía entre el setenta y cinco aniversario de la fundación del Opus Dei y el primer aniversario de la canonización del fundador (que tuvo lugar, en feliz coincidencia de fechas, en la víspera del comienzo del Año Mariano de la Iglesia), hace que este comienzo de curso tenga un significado singular para las miles de personas, bautizados o no, que conocen este espíritu.
Es motivo de especial alegría para todo el Pueblo de Dios, para la comunidad eclesial y especialmente, para los más de ochenta mil fieles del Opus Dei que viven y trabajan en los cinco continentes; para los miles de cooperadores de la Prelatura (muchos de ellos no cristianos o no católicos) que ayudan y colaboran en el sostenimiento y desarrollo de muy variadas iniciativas apostólicas; y para la multitud de hombres y mujeres, católicos y no católicos, que encuentran en el espíritu del Opus Dei un estímulo para su vida cristiana.
Ese mensaje, ese espíritu, se difunde de forma variada y espontánea. En unos casos, mediante la asistencia a una actividad formativa en un centro del Opus Dei o la participación en un empeño apostólico promovido por fieles de la Prelatura; en otros casos, mediante la conversación con un amigo o a la presencia en una reunión en casa de un cooperador del Opus Dei, por ejemplo, en la que se recuerda la última Carta pastoral del Obispo de la diócesis o un punto concreto del Catecismo de la Iglesia.
Los medios y las sedes son variadísimos, porque los apostolados del Opus Dei son, en palabras de san Josemaría, como un "mar sin orillas". Unas personas se encontrarán personalmente con Cristo, gracias al espíritu del Opus Dei, durante un retiro espiritual celebrado en los locales de la parroquia; otras, mediante una clase de catequesis en un barrio marginal; o durante la visita a un anciano que vive en soledad; o mediante la lectura de un libro como Camino que ha superado los cuatro millones de ejemplares-, o por alguna de las vías impredecibles de las que se sirve el Espíritu Santo para remover a las almas.
Uno de esas múltiples vías es la devoción a san Josemaría, extendida por todo el mundo. El Postulador de su Causa, Flavio Capucci, acaba de publicar un libro en el que se recogen algunos de los favores que Dios ha concedido a numerosos cristianos y no cristianos por medio de la intercesión de este santo.
La dimensión ecuménica está muy presente en el Opus Dei fue la primera institución de la Iglesia que contó con cooperadores no católicos- y presidió los afanes de la vida de San Josemaría, que dijo siempre que en la tarea apostólica "de cien nos interesan cien", sin hacer distinciones de credo, raza, situación social, opción política o ambiente cultural. Impulsó la primera institución educativa interracial en el centro de Africa, en tiempos del appartheid. Fue una coincidencia y también un signo que al terminar la ceremonia de su canonización, Juan Pablo II quisiese recibir en la Plaza de San Pedro a Teoctis, patriarca ortodoxo rumano.
Una nueva etapa
Se abre ahora una nueva etapa para esta realidad eclesial en un momento decisivo de la historia del mundo y de la Iglesia, empeñada en la ingente tarea de recristianizar el mundo contemporáneo.
La situación actual es profundamente esperanzadora, pero a nadie se le oculta la magnitud de los retos de la hora presente en el ámbito de la vida cristiana, de la familia, de la justicia y de la paz; y es más patente que nunca la responsabilidad de los laicos cristianos entre ellos, los fieles del Opus Dei- que deben afrontar esos retos con valentía y vivir su vocación bautismal como verdaderos testigos de Cristo.
Es hora de acción y petición de gracias; hora de fidelidad al Evangelio y esperanza cristiana. Eso explica que el Opus Dei se encuentre siempre en los comienzos, al igual que toda la Iglesia, a la que el Espiritu Santo renueva constantemente, siglo tras siglo. Cada generación de cristianos tiene la misión de llevar a Cristo a los hombres y mujeres de su época, y de difundir su mensaje. Un mensaje que es, en palabras de san Josemaría, viejo como el Evangelio y como el Evangelio nuevo.
Información general sobre el Opus Dei
José Miguel Cejas
Doctor en Ciencias de la Información
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