Almudi.org. El futuro de Europa
Santiago MARTÍN.- (17/09/03)
Juan Pablo II ha terminado su viaje a Eslovaquia y
descansa ya en Castelgandolfo. Una vez más, quizá en esta ocasión un poco más,
el mensajero ha sido el mensaje y la salud del Papa ha acaparado la atención más
que el contenido de lo que decía. Es una lástima pero, hasta cierto punto, es
inevitable. Por eso tenemos que hacer un esfuerzo para reorientar nuestra mirada
hacia el lugar donde el propio Papa q...
Almudi.org. El futuro de Europa
Santiago MARTÍN.- (17/09/03)
Juan Pablo II ha terminado su viaje a Eslovaquia y
descansa ya en Castelgandolfo. Una vez más, quizá en esta ocasión un poco más,
el mensajero ha sido el mensaje y la salud del Papa ha acaparado la atención más
que el contenido de lo que decía. Es una lástima pero, hasta cierto punto, es
inevitable. Por eso tenemos que hacer un esfuerzo para reorientar nuestra mirada
hacia el lugar donde el propio Papa quiere dirigirla, que no es precisamente su
agotado cuerpo de anciano de 83 años. ¿Por qué ha ido el Papa a Eslovaquia?
Por el mismo motivo que ha ido a Croacia en junio o a España en mayo. Porque se
está debatiendo en este momento un asunto crucial para el futuro del
continente: la nueva Constitución europea. Esta «Carta Magna» de la Europa
unida bascula peligrosamente hacia el laicismo militante. La influencia francesa
de algunos franceses, más bien ha llevado a los que la han pergeñado a caer en
el ridículo al ignorar no sólo la fuerza que tiene la religión en el
presente, sino también la que tuvo en el pasado, manifestada a través de las
grandes huellas de cultura y principios éticos de que está llena la historia
de Europa. La cuestión es si en el futuro la religión será una cuestión
privada o si podrá aspirar a una presencia pública en la sociedad. ¿Deberemos
permanecer para siempre en las sacristías, como quieren los laicistas, o
podremos ser ciudadanos de pleno derecho? Esta es la batalla que se está
librando ahora mismo a los más altos niveles. El Papa lo sabe y por eso pone
todas sus fuerzas, quizá sus últimas fuerzas, en el platillo de una balanza
que, sin él, se escoraría hacia el otro lado. Por eso resulta triste ver que
son muy pocos los católicos que conocen el problema y que, al menos, rezan por
su solución. ¿Qué grande es este gigante de la historia y qué profunda debe
ser la soledad que experimenta! Como los santos. Como Cristo en la Cruz.
LA RAZÓN