Habla el director de la Fundación Coso
VALENCIA, 1 agosto 2003 (ZENIT.org).- «Hay que construir entre todos
una cultura en la que el ataque personal esté mal visto: es posible señalar
errores y manifestar discrepancias sin insultos ni descalificaciones globales».
Lo defiende en esta entrevista Jesús Acerete Gómez, director de programas de
la Fundación Coso, radicada en Valencia, una institución que apuesta por
mejorar la formación de los comunicadores, técnicamente y éticamente (http://www.fundacioncoso.org).
Acerete dice además que «los periodistas deben acercarse a la
realidad sin retorcerla» y reconoce que «la comunicación tiene que unir».
En esta entrevista, este profesor sugiere un periodismo que no se base
en el cinismo ni el la crítica mordaz, sino que sea capaz de superar las
discrepancias con educación y sensibilidad.
Acerete es partidario de fomentar la capacidad de pedir perdón entre
el cuerpo periodístico: «Hay un aspecto en el que Juan Pablo II insiste mucho:
la capacidad de pedir perdón cuando uno se ha equivocado en sus afirmaciones, o
se ha extralimitado en sus juicios».
--¿De qué manera los columnistas y tertulianos pueden acercar a las
personas, hacerlas menos indiferentes?
--Acerete: Es la misión más hermosa de la comunicación: el
entendimiento con los demás, la vivificación de la vida comunitaria que es la
vida de todos. La auténtica comunicación debe buscar unir y ser veraz,
procurando poner énfasis en lo bueno que tiene «el otro», sea una persona,
una institución o un pueblo. Fácilmente caemos en la actitud malsana de
resaltar «lo malo»; quizá tiene más morbo, pero desde luego es más
destructivo.
En primer lugar hay que buscar unir, que es el fin de la comunicación
y del lenguaje.
--¿Así pues la información nos hace más solidarios?
--Acerete: En la medida en que una columna de opinión, o un comentario
de tertulia, aciertan a transmitirnos una realidad o un punto de vista que
desconocíamos --un hecho alegre o desolador para una persona o un pueblo, por
ejemplo-- ya nos están sacando del aislamiento y uniéndonos a los demás.
Pueden --y deben-- despertar en nosotros el interés por lo que sucede a otros,
padecer con ellos, movernos a pensar remedios: hacernos más solidarios.
Además ha de ser un trabajo veraz, que es otro aspecto sustancial de
la comunicación. Hay que acercarse a las personas y los sucesos con gran
respeto a la realidad, sin retorcerla --sin darle «spin», como denuncia estos
días algún periódico inglés-- por superficialidad o buscando un provecho.
Respetar la realidad requiere cierto esfuerzo: hay que contrastar los datos y
fundamentar las opiniones, sobre todo cuando está en juego el buen hacer o el
buen nombre de otros. Y requiere sobre todo honradez intelectual, para no
convertir la comunicación en instrumento de poder, de propaganda, o en simple
engaño.
--¿Por qué el periodista a veces es mordaz, y hiere con sus palabras?
--Acerete: No es un problema sólo de periodistas. Es un problema
humano, quizá más notorio en los periodistas porque comunican más, están más
en la palestra.
Ante todo hay que decir que abundan los buenos profesionales del
periodismo, que saben medir el alcance de sus palabras, y las aquilatan antes de
lanzarlas. Saben que una frase no medida puede destrozar a una persona o a una
familia.
Pero por desgracia es frecuente también el profesional que sucumbe a
la vanidad, al afán de notoriedad a cualquier precio; si es preciso a costa de
la verdad de las cosas, o del respeto que toda persona merece.
Ya Cicerón señalaba: «Hacer daño es injusto, molestar es inmoderado».
Hay que construir entre todos una cultura en la que el ataque personal
esté mal visto: es posible señalar errores y manifestar discrepancias sin
insultos ni descalificaciones globales.
--Usted dice que a veces se confunde cinismo con sabiduría. ¿El
cinismo puede ser sano, o siempre margina?
--Acerete: La confusión no se refiere a identificación equivocada,
sino a que la falta de sabiduría se suple con cinismo.
Cinismo es mentir con desvergüenza, o defender conductas de suyo
vituperables. Eso puede dar cierta vitola de superioridad ante los pusilánimes
o los poco instruidos, pero desde luego nunca puede ser sano, ni para el cínico
ni para la sociedad en que se pusiera de moda el cinismo.
--Un profesional cristiano sabe que se puede opinar sin herir, defiende
usted. Tiene alguna propuesta para potenciar esta línea de discrepar sin hacer
daño?
--Acerete: El profesional que es cristiano sabe a ciencia cierta lo que
cualquier profesional con sentido común reconoce o sospecha: cada persona,
hasta la de apariencia más débil o mezquina, tiene una dignidad que merece ser
respetada, que le hace ser sujeto de derechos.
Los cristianos sabemos además que esa dignidad le viene de ser hijo de
Dios, hecho nada menos que a imagen de Dios.
Eso tiene muchas consecuencias prácticas: debemos respetar el derecho
a la fama y al buen nombre; la información ha de estar basada en hechos, no en
suposiciones; no se pueden hacer juicios de intenciones, porque no las
conocemos; hay que respetar la presunción de inocencia; se puede discrepar sin
recurrir al insulto o a la descalificación; difundir rumores infundados o hacer
eco a calumnias puede constituir una agresión más grave que la violencia física…
Hay otro aspecto, en el que Juan Pablo II insiste mucho: la capacidad
de pedir perdón cuando uno se ha equivocado en sus afirmaciones, o se ha
extralimitado en sus juicios. Y su correspondiente capacidad de perdonar y pasar
página. Deberíamos fomentarlas más. Si las tuviéramos más presentes en la
profesión periodística y en la comunicación contribuiríamos realmente a
hacer el mundo más pacífico, y la convivencia más humana.
Pienso que es una línea de trabajo con la que cualquier buen
profesional se identifica. Esa es la experiencia que tenemos en las actividades
que desarrollamos en la Fundación COSO: existe un interés creciente entre los
buenos profesionales por estar en la vanguardia no sólo de los aspectos técnicos
de la profesión, sino también de la calidad humana y ética de sus contenidos.
Pienso que hay que fomentar foros de estudio y reflexión similares
entre los propios responsables de la comunicación, que vayan creando y
difundiendo ese estilo más humano y constructivo.
ZS03080113
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