Los gays que dejan la práctica homosexual aseguran «sentirse libres
de esas cadenas»
«Courage» es una asociación
de la Iglesia que ayuda a los homosexuales a vivir la castidad
«Libre de las cadenas de la homosexualidad», «fin de las ataduras»,
«sanación». Éstas son las palabras que las personas con orientación
homosexual aseguran sentir al cruzar el umbral hacia la castidad. Algunos se
casan; otros siguen con sus tendencias aunque todos aseguran haber encontrado la
felicidad en las enseñanzas de la Iglesia. Detrás de cada persona con estas
inclinaciones hay una historia llena de heridas: un padre distante, una madre
sobreprotectora, timidez extrema, abusos, falta de cariño. La Iglesia en España
presenta una carencia pastoral en este ámbito.
Mónica Vázquez - Madrid.-
«La Iglesia católica y la castidad fueron mis mayores fuentes de
liberación», afirma David Morrison, ex activista de la causa homosexual en
Estados Unidos. «No era feliz, mi corazón estaba inquieto», dice Morrison que
pertenece a una de las organizaciones católicas que nació en Norteamérica
para ayudar a las personas con inclinaciones homosexuales a vivir en castidad.
«Courage» (www.couragerc.net) está extendida por casi todo el mundo. No está
en España, donde hay una carencia pastoral de la Iglesia en este ámbito. «Desde
que tenía 21 años hasta los 28, fui un activista homosexual. Aceptaba y
predicaba que la actividad homosexual, mientras sea practicada con las debidas
precauciones, por ejemplo usando preservativo, y dentro de una relación
comprometida, no es peor que la actividad heterosexual», describe.
«Tuve un amante,
trabajaba mucho y pasaba las vacaciones en lugares gays. Mis amigos eran
homosexuales, mis relaciones eran homosexuales, mi lugar de trabajo era
favorable a los homosexuales y mi vida parecía estar llena de placer y juventud»,
continúa Morrison. «Pero mi corazón estaba inquieto y sin descanso y cada
nuevo placer que buscaba sólo traía consigo remordimientos más agudos», añade.
David Morrison indica que «después de poseer todo lo que la vida homosexual
tenía que ofrecer» comenzó una exploración que terminó en la fe católica.
En busca de un padre
Algo similar le ocurrió a Peter, un hombre de 36 años. Creció con
deseos hacia personas de su mismo sexo. Su padre era un hombre adinerado, pero
su adicción al trabajo y su alcoholismo le impidieron dar el apoyo, el ánimo y
el amor que su hijo necesitaba. Tampoco era atento con su mujer, «por lo que me
vi forzado a tomar el papel de esposo emocional de mi madre», señala. Peter
desarrolló a la vez anhelo y temor por los hombres. Buscaba desesperadamente a
un padre y comenzó a interesarse por ellos.
A los trece años
se pasaba horas frente a la televisión admirando a los hombres que aparecían
en la pequeña pantalla. Estas imágenes, junto a la de las revistas que comenzó
a hojear, fueron el caldo de cultivo de una rica imaginación que utilizaba
cuando se masturbaba.
Los psicólogos de
su escuela no tuvieron mejor consejo que enviarle a un grupo de gays. Allí
comenzó sus relaciones sexuales con hombres. «No me estaba llenando y me
estaba volviendo adicto», expresa. En 1986 una compañera de trabajo le dijo
que mientras oraba había «sentido» que él estaba luchando con sentimientos
homosexuales. «Inmediatamente rompí en lágrimas, mi corazón palpitaba. El año
y medio siguiente fueron de un gozo indescriptible. Dejé mis relaciones gays y
de masturbarme. Vi la relación con mis padres bajo una nueva luz», sonríe
satisfecho.
* * * * *
Wendy afirma que
tuvo una nueva vida al librarse de las «cadenas de la homosexualidad». Estaba
saliendo con una de las chicas más guapas y populares de la secundaria. En la
escuela le animaban a seguir en esta senda e incluso una profesora le compró
una novela sobre lesbianismo. En medio de sus dudas, conoció al hombre ideal,
pero sus sentimientos homosexuales eran más fuertes y lo dejó. Su madre le dio
un ultimatum: «O dejas la ambiente gay o te mudas». Su hermana habló con
ella. Wendy creyó que era la oportunidad para convencerla, pero fue al revés.
«Lloré todo ese día; con la ayuda de Dios puse fin a mis ataduras lesbianas»,
señala.
Creía que estaba todo bien
Algunos tardan en darse cuenta de adónde les lleva esta vida. «Hubo
25 años de masturbación compulsiva; obsesión con la pornografía desde los 11
años; episodios de incesto y a la edad de 12 tuve mi primera relación con mi
primo, mayor que yo», señala Patrick. «Eventualmente tuve sexo anónimo;
frecuenté los bares gays; fui adicto al alcohol y las drogas, y hasta estuve
preso. A pesar de eso, si alguien me hubiera preguntado ¡hubiera dicho que
estaba todo bien! Era un miserable», recuerda. En un semanario católico que
leyó por casualidad encontró información sobre un grupo de la Iglesia que
podría ayudarlo. «Me enviaron documentación que devoré. El grupo me dio la
fuerza necesaria en mi lucha diaria por una vida casta. Lo que más me cambió
fue la oración, empecé a ser una persona feliz», sostiene. Y felicidad por
partida doble sintieron Chris y Mattew cuando encontraron la castidad. Todo fue
gracias a una novena de oración. Chris se confesó una Navidad y se sintió tan
bien que deseó «estar limpio» por más tiempo, aunque no sabía como decírselo
a su novio. Inició una novena y a los días, con gran alegría, escuchó a su
pareja decirle que quería «ser católico, comulgar y llevar una vida casta»
«Hemos encontrado la paz por primera vez», señalan. Morrison sostiene que «cuando
mantenía relaciones con mi compañero, a veces lo llamábamos ‘hacer el
amor’, pero no era más que usarnos. Cada uno hacía del otro un medio para su
fin. Eso no es amor. El amor casto es difícil, pero también lo es vivir en la
verdad». Morrison pide que la Iglesia «no tenga una actitud débil y diga las
cosas como son».
«La homosexualidad no está
determinada genéticamente»
En 1973, la Asociación Americana de Psiquiatría fue presionada para
suprimir la homosexualidad de la lista de desórdenes mentales. Uno de los
principales impulsores de esta decisión, el investigador Robert Spitzer, de la
Universidad de Columbia, ahora estudia el cambio. La información de la
declaración de la Asociación médica católica de Estados Unidos «Homosexualidad
y esperanza» contradice el mito de que la atracción homosexual sea genéticamente
predeterminada, ya que se ha comprobado que existen mellizos con distinta
atracción sexual. «Las inclinaciones homosexuales son estructuras que pueden
ser desestructuradas», indica el informe. Por ello aconseja no etiquetar a una
persona de «homosexual», ya que esto sugiere un estado inmutable, cuando no lo
es.
Entre las causas de
la homosexualidad, el estudio cita: padre hostil o alcohólico; madre
sobreprotectora o no dispuesta emocionalmente; abuso sexual; timidez extrema y
separación de uno de los padres durante la infancia. «Los que se creían
amarrados a la atracción y conducta gay, se describen ahora como libres de la
fantasía y conducta gay. La mayoría encontró la libertad a través de la
participación en grupos religiosos», concluye el informe de la universidad
norteamericana.
(La Razón)
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