Almudi.org Perdí la fe a los 18 años
La España de los años 60 y 70, eran años de transformación. Yo me había
educado en una familia católica, lo normal es que estudiase en colegio
religioso, tenía fe, y me esforzaba en temas religiosos.
Pero cuando tenía 18 años la perdí, empecé a calificar a las personas
religiosas como poco evolucionadas, aunque respetaba a mi madre que siempre me
inculcó a Dios.
En 1972 me fui a Londres y abandoné Barcelona. Allí hubo personas...
Almudi.org Perdí la fe a los 18 años
La España de los años 60 y 70, eran años de transformación. Yo me había
educado en una familia católica, lo normal es que estudiase en colegio
religioso, tenía fe, y me esforzaba en temas religiosos.
Pero cuando tenía 18 años la perdí, empecé a calificar a las personas
religiosas como poco evolucionadas, aunque respetaba a mi madre que siempre me
inculcó a Dios.
En 1972 me fui a Londres y abandoné Barcelona. Allí hubo personas que
me ayudaron, conocí de todo. Los primeros tiempos fueron muy duros. Me llamaba
la atención Londres por la cantidad de iglesias que había, a veces leía las
denominaciones de ellas. Normalmente eran anglicanas, pero también había
católicas. Ponía en el letrero como advertencia "Catholic church".
En mi trasiego de domicilios, fui a vivir a un barrio que se llama
"Kentish Town", a la calle de Lady Margaret, es una calle muy bella,
de casas victorianas y las aceras con árboles, creo que eran robles, al fondo
de la calle observé que había una iglesia. Yo llevaba 4 años en Londres, un día
pasé por delante de la iglesia y al ver el letrero leí: "Lady Mary Chrismats,
Catholic Church", me dio como un vuelco el corazón. La Iglesia estaba bajo
la advocación de la Natividad de Nuestra Señora. Pero aquello me fue removiendo
la fe que yo había tenido, pero la había perdido. Iba pasando cada día por allí,
pues me era obligado para coger el metro, y me daba como un latido.
Un día al pasar me decidí a entrar, no para rezar, en realidad no era
para rezar, si no como entrar en mi casa, era mi sensación. Entré, me senté en
un banco, y lloré abundantemente, me temblaban las piernas. Un sacerdote me
observó, y me preguntó qué me ocurría, le pedí confesión, y hasta el día de hoy
no he podido dejar la Iglesia.
La gente que me conocía no entendía mi cambio. Algunos dijeron que me
había vuelto loco, o que lo hacía por móviles económicos. De esta manera me
encontré con el Señor. DIOS NOS PERDONE.
Armando