Almudi.org. Caridad
Cuenta
una historia de unos judíos que morían de curiosidad al ver desaparecer su
rabino la vigilia del sábado. Sospecharon que tenía un secreto, quizá con
Dios, y confiaron a uno el encargo de seguirlo. Vio el espía que el buen hombre
se vestía de campesino y fue tras él, lleno de emoción, hasta dar con la
verdad de tanto misterio. Al llegar a una barriada mísera, vio al rabino
cocinar y barrer la casa de una mujer: era una paralítica, a la que ser...
Almudi.org. Caridad
Cuenta
una historia de unos judíos que morían de curiosidad al ver desaparecer su
rabino la vigilia del sábado. Sospecharon que tenía un secreto, quizá con
Dios, y confiaron a uno el encargo de seguirlo. Vio el espía que el buen hombre
se vestía de campesino y fue tras él, lleno de emoción, hasta dar con la
verdad de tanto misterio. Al llegar a una barriada mísera, vio al rabino
cocinar y barrer la casa de una mujer: era una paralítica, a la que servía y
le preparaba una comida especial para la fiesta. Cuando volvió, le preguntaron
al espía: “¿has visto si se iba al cielo, entre las nubes y estrellas?” Y
éste contestó: “No, ha subido mucho más arriba”.
Amar con obras a los demás es lo más alto; es donde se
manifiesta el talante de una persona, sabiendo servir, ayudar, comprender,
disculpar, no querer ser el centro... no estar “ensimismado”, metido
dentro de mí, sino “entusiasmado”, descubriendo en el “tú” de cada uno
sus necesidades, para servirle mejor (y aprendiendo de los demás, como dice el
Beato J. Escrivá: "Sólo serás bueno, si sabes ver las cosas buenas y las
virtudes de los demás"). Que –como dice Pedro Salinas- el hecho más
sencillo, el primero y el último del mundo, fue querernos.
Ese valor del altruismo puede alcanzar distintas etapas: si doy
lo que tengo, soy generoso (dar mi tiempo, sonreir, alegrarme con los demás,
ayudar con dinero al tercer mundo...). Si me doy a mí mismo, entonces amo de
veras... Supone no sólo colaborar en cosas altruistas, sino estar directamente
implicado en el compromiso. Cuentan de uno que viendo una niña pobre y enferma
por la calle, tirada por el suelo, medio desnuda, en condiciones penosas y
muerta de hambre, se encaró con Dios y le dijo en su interior: “¿por qué
permites estas cosas? ¿No haces nada para solucionarlo?” Y no encontró
respuesta pero por la noche, de improvisto se despertó pues en su sueño escuchó
a Dios decirle: “Claro que he hecho algo: te he creado a ti”.
Es
un reto a ofrecer no sólo nuestro dinero sino lo que más nos cuesta: nuestro
tiempo, la propia vida. Una invitación a no dejarse llevar por una mirada
consumista sino altruista, un dejar lo que sobra –demasiado tiempo dedicado al
trabajo, sacrificar nuestros gustos por alcanzar un status social y una
imagen...- y disfrutar de la vida sencilla gastada en servicio generoso a los
demás. No perdernos en teorías, pues –decía la Madre Teresa- ante un niño
que se muere de hambre sólo vale darle leche, y ante un leproso abandonado en
la calle acojerlo... La película “La ciudad de la alegría” refleja bien lo
que el poeta Tagore indica en sus versos: "Dormía y soñaba que la vida
era alegría. Desperté y vi que la vida era servicio. Comencé a servir y
comprobé que el servicio era alegría".
Hay
quien piensa que la pobreza más grave está en los millones de personas que
dicen las últimas estadísticas sufren pobreza. Pero las hermanas Misioneras de
la Caridad se encuentran con la sorpresa de que la gente “lo primero que pedían
no era ropa, medicina o alimentos. Se limitaban a pedir: -Hermana, háblenos de
Dios”. Teresa de Calcuta, desde la India afirmaba: “En los países
occidentales existe otra clase de pobreza, la del espíritu, que es mucho peor.
La gente ya no cree en Dios, no reza... está insatisfecha con lo que tiene; le
aterra el sufrimiento y esto le lleva a la desesperación. Es una pobreza del
alma, una sequedad del corazón que resulta mucho más difícil de remediar”.
Una pobreza más dura porque “el hambre no es sólo de pan. Es mucho peor el
hambre de amor. La soledad se extiende cada vez más en Occidente, y la gran
pobreza es no ser querido... debemos buscar a los pobres, primero en nuestro
hogar; después, entre los vecinos, en el barrio, en nuestra ciudad y en todo el
mundo”.
Llucià
Pou i Sabaté