El profesor Napolitano prueba la falsedad de tal acusación
ROMA, 1 mayo 2003.- La documentación relativa al período 1922-1939 custodiada en los Archivos Vaticanos --puesta a disposición de los estudiosos en la materia desde el pasado 15 de febrero-- continúa desmintiendo las tesis que acusan a Pío XI y a Pío XII de condescendencia con Hitler.
El profesor Matteo Luigi Napolitano, profesor de Historia de las Relaciones entre Estado e Iglesia en la Universidad de Urbino (Italia), mostró la postura de la Santa Sede frente al régimen nazi en una entrevista publicada por el diario italiano «Il Giornale».
«En las cartas de los Archivos Vaticanos se confirma la idea de que el Concordato entre la Santa Sede y la Alemania nazista, firmado en julio de 1933, no ratificó la paz entre Iglesia y Estado. Las indicaciones que aportan los documentos llevan más bien a conclusiones contrarias», observó el profesor Napolitano.
Monseñor Orsenigo, nuncio desde 1930 en Berlín --donde había sustituido al cardenal Pacelli (futuro Pío XII), llamado a Roma como Secretario de Estado--, fue elegido decano por el resto de embajadores.
Por lo tanto, le correspondía pronunciar el discurso de Año Nuevo frente a las máximas autoridades del Reich, pero debía someter el texto con mucha antelación a sus superiores en Roma.
El 25 de noviembre de 1933, por ejemplo, monseñor Orsenigo envió al Vaticano el borrador del discurso (catalogado con el asiento 604, p.o., fascículo 113) que habría pronunciado en enero ante el presidente del Reich, Paul von Hindenburg, y el nuevo canciller, Adolf Hitler, quien ya había recibido del Parlamento atribuciones especiales.
El cardenal Pacelli respondió el 1 de diciembre de 1933, invalidando todo el párrafo dedicado a Hitler y sugiriendo, en nombre del Papa, «que los elogios contenidos en el discurso» debían «ser indudablemente moderados, en consideración a las graves dificultades a las que la Iglesia está expuesta ahora en Alemania».
En el borrador del discurso para el final de año de 1936, monseñor Orsenigo definió a Hitler «“Duce” (líder, guía) del pueblo alemán». En la respuesta, que el cardenal Pacelli en nombre del Papa envió al nuncio utilizando un código cifrado, se ordena «eliminar las palabras “Duce del pueblo alemán”» y «suprimir» toda la parte elogiadora de la actividad del Führer.
También en 1936, monseñor Orsenigo solicitó instrucciones a Roma porque había sido invitado directamente por Hitler, junto a todo el Cuerpo Diplomático, a participar en el congreso del partido nazi previsto para el final del verano en Nuremberg. La respuesta cifrada del Secretario de Estado fue: «El Santo Padre considera preferible que Su Excelencia se abstenga, tomando algunos días de vacaciones».
En el borrador de discurso de Año Nuevo de 1937, monseñor Orsenigo había introducido una alusión a las Olimpíadas que se habían celebrado en Berlín en agosto de 1936, pero Pacelli lo hizo suprimir. 1937 fue el año de la publicación de la Encíclica «Mit brennender Sorge» («Con viva angustia»), que contiene un duro ataque contra el régimen nazi.
Pocos días después, el 21 de abril, era el cumpleaños de Hitler, quien invitó a una recepción a todo el Cuerpo Diplomático. El nuncio preguntó si debía intervenir. «El Santo Padre --expresa el comentario manuscrito del cardenal Pacelli al margen del despacho-- piensa que no. También por la postura de esta Embajada».
«Al Santo Padre le parece preferible en la situación actual que Su Excelencia se abstenga de tomar parte en manifestaciones de homenaje hacia el señor canciller», se lee en la respuesta del purpurado, fechada el 8 de abril.
El discurso de Año Nuevo de 1938 es el más sobrio de los pronunciados por monseñor Orsenigo: se habla de paz, es más, de la necesidad de llegar a la «verdadera paz». El cardenal Pacelli lo aprobó sin introducir correcciones.
El texto fue recogido por la prensa estadounidense y se interpretó «como un signo claro de que Pío XI había querido hacer una amonestación a Hitler», explica el profesor Napolitano.
«De la documentación --concluye el profesor Napolitano-- se desprende con claridad que en el Vaticano se observó que la acción de monseñor Orsenigo era correcta, precisa y directa. De las cartas secretas vaticanas surge un cardenal Pacelli muy lejos de simpatizar con Hitler».
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