Primeros comentarios del viaje de Juan Pablo II a España
Zapatero
promete al Papa “llevarse bien” con la Iglesia cuando el PSOE gobierne
España
no ha dejado de ser católica
Juan
Pablo II regresa al Vaticano tras recibir un baño de multitudes sin precedentes
en España
Navarro
Valls: «Este viaje era necesario»
Unos
500 jóvenes se plantean la vocación tras la visita del Papa
La Iglesia valora el viaje papal como «camino marcado para la renovación»
Los jóvenes de los «nuevos carismas» emergen ante la estructura diocesana
El Papa reitera su aprecio por el progreso social de España
Se puede ser moderno y fiel a Jesucristo.
lunes
5 de mayo de 2003
Jóvenes
tatuados y adolescentes de pelo teñido se mezclaban entre las familias y el
rezo de las señoras mayores para ver al Papa en Colón
La
imagen era curiosa. El mestizaje cultural y de colectivos que ayer se vivió en
Colón será difícilmente superable. Mientras las señoras mayores se aferraban
a las cuentas de sus rosarios, algún que otro joven lleno de «piercings» y
tatuajes justificaba su presencia en la canonización. Los niños pequeños
miraban estupefactos los pelos de colores, mientras, sus padres observaban casi
con resignación. El Papa consiguió aunar posturas.
Cristina
Trujillo - Madrid.-
El
mestizaje se logró. Desde la siete y media de la mañana tal vez, incluso
antes, el centro de Madrid se convirtió en un espectáculo sano para la vista.
Sin buscar mucho, en una primera ojeada, se podía conseguir una foto- grafía
mental que rayaba en la extrañeza. Jóvenes agujereados con «piercings» y con
algún que otro tatuaje se situaban al lado de señoras mayores que rezaban el
rosario. Familias enteras compartían sombra con adolescentes de pelos rojos...
El acto de canonización oficiado por el Papa aunó a colectivos muy
diversos. Por ejemplo, Pedro, le gusta que le llamen «chino», que no se
cansaba de repetir que no se había equivocado de lugar, llevaba la cara plagada
de «piercings». A priori, podría parecer que venía de Malasaña de quemar
los últimos fusibles. Pero no. Estaba allí ya que «ser modernillo no
significa estar reñido con Cristo ni con la religión», justificaba. A su
lado, mirando perpleja todos esos agujeros que surcaban su cara, estaba Juana,
una señora de unos 67 años que no se cansaba de preguntarle «niño ¿no te
duele eso?», y de decirle «hubiese preferido que llevases un rosario pero si
te gustas así...».
Este ejercicio de civismo, el hermanamiento entre «el chino» y Juana,
era algo extensible a los cientos de miles de fieles que, aún viniendo cada uno
de su padre y de su madre, no dudaron en «comportarse por un día».
En la larga fila que esperaba para entrar por el acceso número 11, una
niña de unos cuatro años, que no podía dejar de mirar las rastas de una
chica, increpaba a su madre: «Mamá, ¿por qué el Papa ha elegido justo el Día
de la Madre para venir a España?». Al rato, después de haber estado pensándolo
unos minutos, le preguntaba: «Mamá, ¿el Papa no tiene hijos? Ignorándolo,
los comentarios inocentes que salían por su boca se convirtieron en el mejor bálsamo
para una gente que había «maldescansado», que tenía la piel quemada por el
sol del día anterior y que se estaba empezando a crispar por la espera.
Un día largo salpicado de historias. Una por cabeza. La del vecino del
quinto, la de aquel motero que la semana que viene se va a Jerez, la de aquel
inmigrante peruano que en vez de encomendarse a nuestros santos se encomienda a
los de su país. Así hasta un millón y medio.
La
Razón
Zapatero
promete al Papa “llevarse bien” con la Iglesia cuando el PSOE gobier
El
Pontífice comentó al líder socialista que es “muy joven” para su alta
responsabilidad
Zapatero
sostuvo ayer un breve encuentro con el Papa, a quien prometió que el PSOE va a
“llevarse bien” con la Iglesia española cuando vuelva a gobernar.
La
Vanguardia, 5-5-03
Enrique
ROJAS . Catedrático de psiquiatría
Juan
Pablo II ha venido como testigo de esperanza para explicar en este inicio del
siglo XXI que se puede ser cristiano, vivir la coherencia de la fe y aceptar
todos los retos y avances del nuevo milenio.
Para mí Juan Pablo II es el Tomás Moro del siglo XXI; tiene la mística
de Santa Teresa de Jesús, de San Juan de la Cruz y de Santa Teresa de Lisieux,
y al mismo tiempo la inteligencia práctica de un periodista que sabe comunicar
con la gente de a pie.
Creo que en el siglo que ha comenzado Juan Pablo II es un personaje
singular, único y extraordinario, experto en humanidad. Para un psiquiatra es,
de arriba a abajo, un modelo de identidad. Uno de los biógrafos de Juan Pablo
II, George Weigel, autor de «Testigo de Esperanza», sitúa al Papa como un
mosaico de cualidades en el campo psicológico, espiritual, cultural y humanístico.
En un mundo tan complejo como el nuestro, en donde el relativismo y la
permisividad se han ido instalando de forma progresiva, Juan Pablo II ha sabido
mantener la coherencia de un pensamiento integral, con la apertura hacia todo lo
que es nuevo y positivo para el hombre.
Para mí, como profesor universitario, hay textos que me parecen
fundamentales, y me centraría en dos: el documento sobre la sexualidad, que es
un texto antológico; una llamada de optimismo coherente con la valentía de
hablar de la sexualidad con naturalidad como algo normal que habita y se hospeda
en la naturaleza humana, y por otro lado la encíclica «Fides et Ratio», en
donde es capaz de aunar la aplicación de la inteligencia y todo lo que de ella
se deriva con la visión sobrenatural de la vida.
El sábado por la mañana estuve con todos mis hijos y mi mujer con una
pancarta gritando como un chaval de más de cincuenta años a una figura que ha
influido de forma extraordinaria en mi vida personal, y que ha llenado de ilusión
y esperanza un mundo cansado y algo escéptico.
La
Razón, lunes 5 de mayo de 2003
España
no ha dejado de ser católica
EDITORIAL
Alrededor
de dos millones de personas (setecientos mil jóvenes en Cuatro Vientos y más
de un millón de fieles en la madrileña plaza de Colón) han acompañado a Juan
Pablo II durante su quinta visita a España, superando las previsiones más
optimistas de la propia Conferencia Episcopal. Se trata de un récord del que
pueden presumir muy pocas convocatorias, especialmente las de carácter político.
Como era de esperar, el mensaje de Sumo Pontífice ha sido en primer lugar una
exhortación a los católicos para que perseveren en la fe, en los dogmas y en
la dimensión espiritual de la Iglesia. De modo indivisible, su mensaje ha sido
también una invitación para que los vivan su fe, para que den testimonio y
sean conscuentes con esos valores que la Iglesia predica.
Siendo
esto lo principal, no cabe olvidar las dimensiones “políticas” de este
viaje. Como el propio Pontífice señaló el domingo en la ceremonia de
canonización de los nuevos cinco santos españoles, la Iglesia no puede ser
identificada o contrapuesta a ningún régimen u opción política. Excepción
hecha, naturalmente, de aquellos cuyo programa máximo es, precisamente,
erradicar cualquier vestigio de fe o sentimiento religioso en aras de un ideal
de modernidad que, desde la Ilustración, ha negado tenazmente el papel de la
religión en la formación moral de los hombres. El siglo XX ha sido testigo de
la consecuencias devastadoras de la aplicación práctica de este tipo de
credos, cuyo denominador común es la anulación de la dimensión personal del
hombre en aras del ideal colectivista, se llame pueblo o proletariado. Juan
Pablo II pudo comprobar en la Polonia de su infancia y juventud, sometida
primero al yugo nazi y después al comunista, las consecuencias prácticas de la
eliminación de los frenos morales que la religión, mucho más que la filosofía,
ha logrado a través de los siglos imponer a la locura humana.
Con
su mensaje y su presencia, Juan Pablo II ha reconfortado a los católicos frente
al contumaz laicismo agresivo y al relativismo moral, asi como frente a las
constantes campañas de desprestigio con que la izquierda intelectual que domina
abrumadoramente el panorama mediático, combate a la Iglesia en España. Paradójicamente,
quienes aquí la combaten con más energía, acusándola, entre otras cosas,
sistemáticamente, de total identificación con la dictadura franquista, son
precisamente quienes llegado el caso no dudan en servirse del prestigio y de la
autoridad moral del Papa para ponerlos al servicio de sus fines políticos.
Zapatero y Llamazares, cuyas esperanzas de desestabilizar al Gobierno a cuenta
de la guerra de Irak han sido frustradas por la brevedad y lo relativamente
incruento del conflicto, han intentado emplear el “no a la guerra” del Pontífice
–que hay que entender, evidentemente, como un ‘no’ genérico a todas las
guerras por lo que implican de fracaso o retroceso del ideal de armonía, paz y
amor entre todos los hombres que inspira el Evangelio– en beneficio propio; e
incluso hicieron correr el rumor de que José María Aznar podría ser
excomulgado por su apoyo a la Coalición, cuando tal posibilidad sólo se
reserva para los casos de abierta hostilidad y contumaz desacato hacia los
dogmas de fe de la Iglesia.
La
autoridad moral del Papa también es invocada hipócritamente por los líderes
nacionalistas, muy particularmente por los vascos, –quienes, a pesar de llevar
a gala su confesionalidad, no acudieron a la cita con Juan Pablo II– a quienes
el Pontífice aludió directamente cuando aconsejó huir “de toda forma de
nacionalismo exasperado, de racismo y de intolerancia” o cuando señaló que
las opiniones “no se imponen, se proponen”. Frente a la instrumentalización
partidista que se ha pretendido hacer de su posición en estos asuntos, el
mensaje del Santo Padre ha sido de una claridad meridiana por la que todos los
españoles han de estarle agradecidos.
Como
corolario de esta claridad política fundamental, Juan Pablo II exhortó a los
españoles a no abandonar ni romper con sus raíces cristianas, parte esencial e
imprescindible de su ser colectivo, de su historia y de su cultura. Sólo por
cerrazón obtusa y sectaria se puede negar u ocultar el papel desempeñado por
esta institución –dos veces milenaria, impregnada y transmisora de conceptos
claves de la filosofía griega y del derecho romano que son el fundamento sobre
el que se ha asentado la civilización occidental–, especialmente en lo que
toca a España. Así pues, no sólo por los millones de personas que acudieron a
escuchar la palabra del Santo Padre, adquiere pleno sentido la afirmación de
que, en contra de lo dicho en el Parlamento hace setenta años por Manuel Azaña,
España no ha dejado de ser católica.
Libertad
Digital, 5-mayo-2003
Juan
Pablo II regresa al Vaticano tras recibir un baño de multitudes sin precedentes
en España
El
Papa se despidió con un "hasta siempre España" en su quinta visita,
en la que canonizó a cinco beatos españoles y durante la cual estuvo arropado
por más de dos millones de personas. El Pontífice hizo un llamamiento para
mantener la unidad de España y pidió a los jóvenes que rechacen los
nacionalismos exasperados.
L
D (EFE) Bajo el lema "Seréis mis testigos", el Papa Wojtila cumplió
su quinta visita a España en 25 años de pontificado, que incluyó, el sábado,
un encuentro con la juventud, y culminó este domingo con la canonización de
cinco beatos españoles. El viaje, el número 99 de Juan Pablo II, motivó que
decenas de miles de ciudadanos de todo el país aprovecharan el puente festivo
para acudir a Madrid y participar en unos actos que también fueron presenciados
por cientos de peregrinos procedentes de Iberoamérica.
El
Papa abandonó Madrid a las siete de la tarde del domingo en medio de una
multitud que acudió a Barajas a despedirle. Entre otras autoridades, Juan Pablo
II fue despedido por los Reyes, el presidente del Gobierno, José María Aznar,
los presidentes del Congreso y el Senado y las autoridades eclesiásticas. Por
la mañana, cientos de miles de personas se congregaron en la Plaza de Colón y
sus alrededores para asistir a la proclamación como santos de cinco beatos españoles.
Fue el acto principal de la quinta visita del Papa a España, marcada por la
multitud que le ha arropado desde su llegada.
El
Papa Juan Pablo II proclamó en Madrid santos a los beatos españoles Sor Ángela
de la Cruz, la carmelita Madre Maravillas de Jesús, la monja Genoveva Torres
Morales y los sacerdotes Pedro Poveda y José María Rubio. Los nuevos santos
fueron proclamados como tales a las 10.45 horas del domingo, mientras los
cientos de miles de personas presentes en la plaza de Colón y avenidas
adyacentes rompieron en aplausos, que duraron varios minutos y sonaba música
sacra.
Durante
la ceremonia, Su Santidad pidió a España que no "rompa sus raíces
cristianas". "Surgirán nuevos frutos de santidad si la familia sabe
permanecer unida, como auténtico santuario del amor y de la vida. La fe
cristiana constituye la identidad del pueblo español. Conocer y profundizar el
pasado de un pueblo es afianzar y enriquecer su propia identidad", afirmó
el Pontífice. También le pidió a los católicos españoles que no tengan
miedo a mostrarse en público como discípulos de Jesús y a España que,
"siguiendo su pasado de valiente evangelización, siga siendo hoy testigo
de Jesucristo Resucitado".
Provenientes
de toda España, cientos de miles de fieles se reunieron en torno a la Plaza de
Colón, bajo un sol más intenso que el que cayó este sábado en Madrid, con el
color de numerosas banderas españolas y de las comunidades autónomas y la música
que entonaba la gente junto al ya clásico “Juan Pablo II te quiere todo el
mundo”.
El
Papa llegó a la zona poco antes de la diez de la mañana y recorrió en su
“papamóvil” las calles colindantes para recibir el calor de los fieles que
se congregaron al paso de la comitiva desde su salida de la Nunciatura hasta el
centro de la capital. Tras el agradecimiento que el cardenal de Madrid, Antonio
María Rouco Varela, dio al Papa por su visita a España, el Pontífice comenzó
el rito de la canonización. Con Juan Pablo II compartieron el palco, de casi un
centenar de metros de largo, un millar y medio de sacerdotes que repartieron la
comunión. Con estos cinco nuevos santos españoles, el Papa ha proclamado en
sus casi veinticinco años de pontificado un total de 469 santos y 1.314 beatos.
Concluida
la ceremonia, el Papa se despidió de los españoles con un "hasta siempre
España", "hasta siempre tierra de María". Tampoco faltó una
referencia la juventud, a la que dió las gracia por su numerosa presencia en el
acto del sábado en Cuatro Vientos. "Se puede ser moderno y fiel ha Jesús",
dijo Juan Pablo II. "Ellos son la gran esperanza del futuro de España y de
la Europa cristiana. El futuro les pertenece. Adiós España".
En
2006, se celebrará en Valencia la Jornada Mundial de la Familia. Si su salud se
lo permite, el Pontífice regresará ese año a la "Tierra de María".
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Navarro
Valls: «Este viaj
El
portavoz de la Santa Sede, el español Joaquín Navarro Valls, hizo ayer balance
de la quinta visita apostólica de Juan Pablo II a España, tras la audiencia
del Papa a la Familia Real, y aseguró que «este viaje, en este momento, era
necesario». La razón es que en la sociedad española se habían generado «discusiones
y diferencias» que no tenían nada que ver con el viaje. Según Navarro, «el
Papa no ha hablado nada de eso, aunque su presencia y la oferta de valores que
él hace ayuda a crear un marco en el que estas cosas que apasionan tanto a la
gente adquieren una perspectiva distinta, pone cada una en su lugar, y no se
absolutizan». El portavoz vaticano hizo hincapié en que el número de personas
que asistieron a los dos grandes actos de la visita papal el encuentro con los jóvenes
en el aeródromo de Cuatro Vientos y la misa de canonización en la plaza de Colón
«ha superado al previsto». Pero lejos de querer dar protagonismo a los números,
que «no lo es todo y en ocasiones tampoco es lo mas importante», aseveró que
«el calor, el afecto y la interactividad entre el Papa y la gente ha creado un
clima que es lo que ha dado una dimensión muy significativa al viaje».
La
Razón, 5-5-03
Las
mayores expectativas creadas ante el quinto viaje de Juan Pablo II a España han
sido ampliamente superadas por la realidad, y será difícil que se repita un
recibimiento como el que suscitó la llegada del Santo Padre, un encuentro como
el que congregó a tan multitudinaria juventud en Cuatro Vientos o, en fin,
asistir a otra celebración tan sincera y masiva como el acto de canonización
de cinco religiosos españoles en la Plaza de Colón. Pero más que el número,
cabe destacar el entusiasmo con el que los jóvenes escucharon a su líder
espiritual y el compromiso expresado por más de un millón de personas en una
misa al aire libre presidida por Juan Pablo II.
El Papa regresó ayer a Roma y dejó en Madrid, junto a su mensaje, el
ejemplo de una tremenda fuerza de voluntad, fruto de la espiritualidad, que a
veces hace olvidar que estamos ante un octogenario con una salud seriamente
quebrantada, agravada por las secuelas del atentado que estuvo a punto de acabar
con su vida, y que apenas puede caminar. Conviene ahora reflexionar sobre el
mensaje que Juan Pablo II ha querido hacer llegar expresamente a los españoles
y tener muy en cuenta que el Papa no ignora ni el momento ni el lugar en el que
pronuncia sus discursos, y era en este caso plenamente consciente de que sus
palabras llegarían de una forma especialmente directa a los españoles.
Hubo en su mensaje una llamada a la espiritualidad, a una lucha para
recuperar las raíces de la tradición cristiana de España, tierra de santos,
en una sociedad cada vez más disgregada y afectada por la superficialidad
material. Juan Pablo II ha insistido en que España debe recuperar sus orígenes,
pues cree que está llamada en el futuro a extender su papel de evangelizadora,
en el sentido de capacidad de modernización y dinamización de otros pueblos.
Y hubo también palabras que pueden y deben ser interpretadas en clave
política. Porque, y aunque algunos no quieran, hipócritamente, darse por
enterados, el sucesor de Pedro alertó contra el nacionalismo exacerbado, el
terrorismo, el racismo y la intolerancia. El hecho de que impregnase sus
palabras de llamadas a la unidad de España, dentro de su diversidad, hace inequívoco
el sentido de un mensaje que no puede ahora ser desvirtuado por una clase política
en campaña electoral. Como tampoco caben lecturas interesadas o partidistas de
su defensa cerrada de la paz y la llamada a la recuperación de una unidad
europea, que el Papa advirte cuarteada y en riesgo de fractura abierta.
Las palabras de Juan Pablo II no obligan a partido alguno en un Estado
laico, pero ante la multitudinaria y trascendente participación de los
ciudadanos junto a él, y el espectacular seguimiento de su visita, sí que
deberían ser escuchadas con atención, y tenerse muy en cuenta.
La
Razón, EDITORIAL lunes 5 de mayo de 2003
Unos
500 jóvenes se plantean la vocación tras la visita del Papa
lunes
5 de mayo de 2003
Kiko
Argüello congrega a más de 20.000 personas en un encuentro vocacional
No
todo acabó con la misa de Colón. Al menos 20.000 miembros del Camino
Neocatecumenal, en su mayoría jóvenes, se concentraron ayer por la tarde en el
parque Juan Carlos I en torno a Kiko Argüello, iniciador del Camino. Y del
encuentro salieron cientos de jóvenes dispuestos a ser misioneros.
Un
grupo de participantes inmortaliza su presencia en el encuentro vocacional
Álex
Navajas - Madrid.-
Son
contadas las ocasiones en las que un laico preside un acto religioso, máxime
cuando a ese evento acuden una decena de obispos. El que se celebró ayer en el
aparcamiento del parque Juan Carlos I, sin embargo, fue uno de ellos. Kiko Argüello,
el iniciador del Camino Neocatecumenal congregó a al menos 20.000 personas
durante más de cuatro horas bajo un sol de justicia en un encuentro vocacional.
Luis Almeida llegó desde Lisboa ayer a las seis de la mañana con un
grupo de 800 miembros portugueses del Camino, para asistir a la misa en Colón y
al evento con Kiko Argüello. «Yo ya he estado en otros encuentros vocacionales
del Camino en Israel y París. Después de hacer una lectura y una predicación,
se pide que suban al estrado los jóvenes que sientan la llamada de Dios»,
explica Luis. «En Israel llegamos a subir 2.500», explica. ¿Llegamos? «Sí;
tras el encuentro yo estuve en el preseminario durante más de un año,
dilucidando si Dios me llamaba al sacerdocio, pero al final vi que no era mi
vocación», explica. Ahora, Luis está casado y ha venido al encuentro con su
esposa. Y, ¿cómo se siente esa llamada? «Yo qué sé; el día que lo sepa, yo
seré de las que suban al estrado», responde convencida Rut, de la parroquia de
San Andrés en Valencia.
Son las cuatro y media, cae un sol abrasador y Kiko aún no ha llegado.
«¿Kiko? Él suele llegar sobre las cuatro y Kiko, más o menos...», dice
Luis, el portugués, con una sonrisa. Y es que los miembros del Camino están
acostumbrados a que sus actos multitudinarios nunca empiecen con puntualidad.
Esta vez, las «cuatro y Kiko» son las 16:50 horas; sólo 20 minutos de
retraso.
«¿Vamos chicos, con el Papa!», saluda el iniciador del Camino en medio
de aplausos y ovaciones. Kiko es una silueta que parece sacada de un cuadro de
El Greco: viste de negro riguroso, sus manos son blancas y luce una barba picuda
y recortada. Kiko se fija poco en las formas externas: no tiene un discurso
preparado, no mide sus gestos, sus palabras son improvisadas aunque no posee una
oratoria brillante, no es amigo del chiste fácil, es espontáneo y de cuando en
cuando bebe directamente de una gran botella de agua. Pero logra aglutinar a más
de 20.000 jóvenes un domingo a las cinco de la tarde bajo un sol asfixiante.
Kiko habla con convencimiento. «Yo espero que el Señor llame hoy a
varios jóvenes a ser presbíteros misioneros, como pidió ayer en Cuatro
Vientos el Papa. Dios sigue llamando, aunque se puede lograr acallar su voz»,
dice desde el atril. «Dios está preparando al Camino para la nueva
evangelización. No nos asustamos por la ola de secularización, las drogas, los
suicidios, la pornografía, la juventud desorientada. Dios no tiene prisa; Él
va preparando a su pueblo para la nueva evangelización», insiste. «Muchos
obispos vienen a nosotros y nos piden que llevemos el Camino a sus diócesis,
pero, ¿de dónde sacamos los jóvenes que vayan para allá?», les pregunta a
los presentes.
Pasadas las siete de la tarde, el cardenal Rouco llega a la explanada y
es recibido con una ovación. Y entonces, llega el momento más esperado. «Los
jóvenes que sientan que Dios les llama al sacerdocio que suban al estrado». Más
de 200 chicos se ponen en pie en medio de aplausos y suben. Algunos lloran.
Todos saludan personalmente al cardenal Rouco y éste y otros obispos les
imponen las manos uno a uno. Después es el turno de las chicas. Otras 250 suben
al estrado. Lourdes, canaria, dice que «siempre he sentido la llamada, y ya he
estado como misionera. Ahora llevo cuatro años cuidando de mi padre enfermo.
Pero me iré de misiones cuando Dios quiera». Tal vez, tras la visita del Papa,
ese momento esté más cerca.
La
Razón
Santiago Martín (07/05/03)
Es verdad, Santo Padre, que en España le queremos todos. Ahí están las cifras de asistentes a los actos para confirmarlo. Los españoles somos así: con el corazón siempre por delante, cuando saben ganarnos el afecto y usted, Santo Padre, lo ha hecho y con creces.
Pero no es eso lo que me preocupa. Porque nuestro problema no ha estado nunca en la falta de entusiasmo, que aquí nos sobra, ni en la carencia de calor humano o de cariño, del que no andamos mal. Nuestro problema es la falta de lógica, de coherencia. Un día antes de la llegada del Papa me hacían una entrevista en una emisora. El locutor se extrañó ante mi apoyo al Papa y me preguntó mi opinión sobre su talante
. Empleaba la palabra como el que lanza un insulto, como si ser conservador fuera algo vergonzante. Le respondí que el Papa era conservador a mucha honra, porque ésa era precisamente su obligación: conservar el depósito de la fe y de la moral, que había recibido de sus predecesores, para transmitirlo íntegro a su sucesor, de forma que los católicos del siglo XXI puedan estar seguros de compartir la misma fe que los cristianos de la Jerusalén que vio y oyó a Jesucristo.
Por eso, si fuéramos coherentes con nuestros aplausos al Papa, con nuestro afecto hacia él, deberíamos apoyar no sólo su testimonio personal de entrega o su postura ante la guerra de Iraq, sino su talante conservador. Amo al Papa porque es conservador, deberíamos decir. Le respeto, le aprecio, y le aplaudo porque gracias a él la fe no ha sufrido desviaciones y la moral sigue siendo la misma. ¿Se imaginan al vigilante del Museo del Prado mirando hacia otro lado mientras los ladrones se dedican al pillaje, para no parecer ante sus ojos como una persona antipática? Pues bien, el Papa es el custodio, el vigilante, el defensor del mensaje que dejó Nuestro Señor. Si no cumple esa misión histórica, le será reclamado por Dios con toda severidad. Y es mucho más importante para él ganarse el aplauso del Todopoderoso que el de los hombres
La Razón
La Iglesia valora el viaje papal como «camino marcado para la renovación»
JESÚS BASTANTE
MADRID. El Comité Ejecutivo de la Conferencia Episcopal valoró ayer la visita del Papa como «el camino marcado para la auténtica renovación de la Iglesia, para una nueva primavera de santidad y de vida cristiana, y para una realización más honda de nuestro Plan Pastoral». En la nota, el Episcopado afirma que los católicos «nos sentimos fortalecidos en la comunión eclesial, alentados en la fe e impulsados a un nuevo compromiso apostólico». «Abrigamos la esperanza de que la buena semilla que el Papa ha sembrado con su palabra y el testimonio de su vida fructifique generosamente entre nosotros».
(ABC; jueves 9 de mayo de 2003)
Los jóvenes de los «nuevos carismas» emergen ante la estructura diocesana
Cuatro Vientos fue «invadida» por miembros de los movimientos
El encuentro del Papa con la juventud española el pasado sábado, en la base militar de Cuatro Vientos, en la que asistieron entre 700.000 y un millón de personas según las diversas fuentes consultadas por LA RAZÓN, ha cogido por sorpresa no sólo a la sociedad española en general, sino también a la misma Iglesia. El día anterior al encuentro los organizadores esperaban unas 300.000 personas. ¿De dónde salió toda esa multitud?
J. Cepeda/ F. Osuna - Madrid.- (07/05/03)
Dentro de la pastoral de jóvenes en la Iglesia española se pueden distinguir dos grupos. Por un lado se encuentra la llamada pastoral «diocesana», que depende directamente de los obispos y se articula, principalmente, a través de las parroquias. De otra parte se encuentra la que promueven los movimientos apostólicos y diversos carismas eclesiales surgidos, en su mayoría, de la renovación espiritual emprendida desde el Vaticano II. Aunque se acostumbra a dar más importancia a la primera, son los nuevos movimientos apostólicos los más eficaces tanto a nivel numérico como en resultados apostólicos. La convivencia entre ambas formas de trabajar, que de hecho son complementarias, no siempre es todo lo fluida que cabría esperar. Algunos obispos son reacios a lo que no pueden controlar, o ponen trabas, o no acaban de «bendecir» a quienes por parte del clero diocesano son considerados como «intrusos».
Estructuras diocesanas
Hay algunas excepciones, como los seminarios Redemptoris Mater, del Camino Neocatecumenal, abiertos en Castellón, Córdoba y Madrid. Pero, en general, todo lo que no tiene su origen en la «intelligentzia» de las estructuras diocesanas, está mal visto. La experiencia de los últimos 25 años indica, sin embargo, que la mayoría de sus «planes pastorales», no acaban de funcionar. El último intento de resucitar a la Acción Católica no ha cuajado en muchos puntos de España.
Nuevos movimientos
Por el contrario la Prelatura del Opus Dei, las Comunidades Neocatecumenales iniciadas por Kiko Argüello, la vigorosa Renovación Carismática, Schoënsttat, Obra de la Iglesia, focolares, Comunión y Liberación, Franciscanos de María, JRC, Talleres de Oración y Vida, Regnum Christi u otros pequeños movimientos que son puestos en «cuarentena» por su novedad, atraen cada vez a más jóvenes y los forman con mayor profundidad de fe y vivencia del Evangelio.
En el encuentro con el Papa este hecho quedó en evidencia. Quitando el caso de Madrid, donde en general la respuesta parroquial ha sido muy grande, y Toledo, cuya peregrinación oficial movió a más de 4.000 jóvenes, el panorama de las otras diócesis es un poco desalentador. De Pamplona fueron 350 jóvenes a través de la diócesis mientras que sólo la Universidad de Navarra movilizó a 1.500. Ávila aportó «oficialmente» 82, Barcelona 800, Córdoba 300, al igual que Murcia, desde donde, según un diario regional, 25.000 jóvenes acudieron al encuentro con el Papa. En algunos sitios, una sola parroquia superó al resto de la diócesis. En Madrid es significativo el caso de la Parroquia de Caná, en Pozuelo de Alarcón, cuyo parroco es el animoso Jesús Higueras, y que proporcionó a este encuentro juvenil la friolera de 2. 500 fieles.
Pero no sólo han sido estos los que han asistido. También una multitud que no tienen un canal muy fluido con sus pastores o sus «agentes de pastoral», pero se sienten enormemente atraídos por el carisma del Papa. De estos se calculan varios cientos de miles. Algunos hablan incluso de 400.000. Se trata del Pueblo de Dios que se siente unido a Roma pero decepcionada con el cura de su parroquia. Cada vez más, después del Vaticano II, se habla de «Iglesia particular», pero la masa se siente más universal. Quizás es debido a lo que denunciaba hace años el cardenal Marcelo González Martín, entonces primado de España: «Diócesis sí; diocesanismo nunca».
Conocer a los obispos
Este encuentro con el Papa ha servido también para que muchos jóvenes católicos conocieran a sus obispos. Para algunos eran personajes desconocidos, con las lógicas excepciones, como es el caso de Carles, Cañizares, Rouco o Reig Pla. Un caso curioso fue el provocado, involuntariamente, por el mismo Juan Pablo II. Citó a monseñor José Manuel Estepa y los jóvenes ni se inmutaron. Entonces añadió: «Es el obispo castrense».
La Razón
Alex Rosal (07/05/03)
Juan Pablo II se ha llevado a Roma unas cuantas vitaminas de cariño de los españoles, que en justicia se las merece por lo tanto que ha dado a la Iglesia en España en estos 25 años de fructífero pontificado. Y nos ha dejado otros regalos en forma de mensajes. El primero: «Id con confianza al encuentro con Jesús». El Papa no «recomienda» vivir los «valores del Evangelio», así, de forma abstracta, como quién tiene una ideología, doctrina o se compromete con una ética, no. Dice expresamente seguir a la Persona de Cristo «como respuesta verdadera a todas las preguntas sobre el hombre y su destino».
Segundo mensaje: «El drama de la cultura actual es la falta de interioridad... y sin interioridad la cultura carece de entrañas, es como un cuerpo que no ha encontrado todavía alma». Y como nuestra «cultura» española es como de pandereta, siendo la televisión un privilegiado escaparate de ella... no hay que llorar por las esquinas, darnos golpe de pecho y desesperarse por la contaminación mental que sufrimos, sino ponernos a trabajar para darle alma a la novela de hoy, a la arquitectura, a la pintura, al cine o la caja tonta. Y no con un barniz de «valores» que es una palabra mágica que utilizamos frecuentemente los católicos para justificar con placidez el quedarnos a medio camino de casi todo por no tener agallas de comunicar el kerygma, y así lavarnos la conciencia y dormir a pierna suelta sin ronquidos, no. Por supuesto que no. Juan Pablo II nos invita a coger el toro por los cuernos de la cultura española y darle la vuelta, llenándola de alma, y mucha alma cristiana.
Ahora viene lo más difícil. Hemos escuchado con entusiasmo al Papa, pero el mejor regalo que podemos hacerle es encarnar sus mensajes. Vamos, ponernos a trabajar.
La Razón, miércoles 7 de mayo de 2003
El Papa reitera su aprecio por el progreso social de España
J. V. BOO
MADRID. Conmovido y feliz, Juan Pablo II manifestó ayer que su viaje a España «ha confirmado mi profunda convicción de que las antiguas naciones de Europa conservan un alma cristiana que se identifica con el "genio" y la historia de los respectivos pueblos». Haciendo balance ante unos veinte mil peregrinos en la audiencia general, el Papa reiteró su «aprecio por el progreso social del país» y recordó el «gran encuentro con los jóvenes», a los que invitó a «convertirse en hombres y mujeres de profunda vida interior y protagonistas de la nueva evangelización».
(ABC; jueves 8 de mayo de 2003)
Se puede ser moderno y fiel a Jesucristo.
El Papa propone a España la santidad
«Se puede ser moderno y profundamente fiel a Jesucristo»: una y otra vez se repitió este mensaje a lo largo de la Visita del Santo Padre, pero nunca de forma tan clara y rotunda como con estas palabras del Papa, al final de la misa en la madrileña Plaza de Colón. Juan Pablo II proclamó a cinco santos ante más de un millón de personas que, en pleno centro de la capital de España, participaron con él en la Eucaristía, festejaron las canonizaciones y gritaron vivas a la Virgen y al Papa. La santidad que propone el Papa tiene una dimensión, en primer lugar, individual, pero también comunitaria: «¡España evangelizada, España evangelizadora! Ése es el camino. No descuidéis la misión que hizo noble a vuestro país en el pasado, y que es el reto intrépido para el futuro», dijo, en unas palabras en principio no previstas, pero que el Santo Padre añadió a última hora en su discurso de despedida.
La España plural y dinámica, moderna y orgullosa de su diversidad y pluralidad, de la que hablaron en los discursos de bienvenida tanto el Santo Padre como Su Majestad el Rey Don Juan Carlos I, salió a la calle para encontrarse con el Papa y celebrar la canonización de cinco españoles cuyas huellas están aún frescas entre nosotros, vinculadas, a veces, a los amargos recuerdos de la persecución religiosa y de la guerra civil. ¡Basta ya de falsos dilemas! –parece decir con otras palabras el Santo Padre a España–. Basta ya de ridículas polémicas, de pretender contraponer una España moderna, tolerante y secularizada a otra España autoritaria y clerical, reducto residual de oscuras épocas dictatoriales. A fin de cuentas, algunos de los jóvenes que rodearon al Papa el día anterior, en Cuatro Vientos, no sólo no guardan recuerdos de la transición, sino que ni siquiera habían nacido cuando cayó el Muro de Berlín.
El Santo Padre no ve contradicción alguna, por ejemplo, entre «progreso para el bienestar de todos» y el reconocimiento de «valores auténticos y permanentes»; todo lo contrario: hay esquemas, tal vez populares en España, que a él no le cuadran, y que, en esta Visita, ha derribado con sus gestos y sus palabras. Con toda naturalidad, habló a los jóvenes de paz en una base militar; y del mismo modo, con sus muestras públicas de afecto y cariño a los monarcas, o con los visibles esfuerzos que realizó para escuchar de pie los himnos nacionales, hizo ver que institución y tradición, al menos en España, no son enemigas de libertad individual y espontaneidad. Esta Visita también ha servido para que, en un hecho sin precedentes en los últimos años, se haya mostrado en los grandes medios de comunicación españoles un sinnúmero de hábitos y alzacuellos, reflejo de una vida religiosa que, aunque casi nunca tenga un hueco en la prensa, existe en España y es fecunda. «¡No rompáis con vuestras raíces cristianas! –dijo el domingo el Papa–. Sólo así seréis capaces de aportar al mundo y a Europa la riqueza cultural de vuestra historia», de mirar hacia el futuro.
Tú también puedes ser santo
La alegría y la naturalidad con las que más de un millón de fieles –los mismos rostros que uno ve todos los días por la calle– vivieron la Eucaristía presidida por el Papa eran bien elocuentes del compromiso público que Juan Pablo II reclamó a los católicos españoles. Pero el Papa no sólo reclama naturalidad, a la hora de vivir una fe sin complejos, sino santidad. Lo resaltaba una leyenda en una gran banda blanca, parte de una bandera gigante de la ciudad del Vaticano, desplegada en un edificio detrás del presbiterio: Tú también puedes ser santo. La otra banda, la amarilla, decía: Con María todo es más fácil. Se trata, según decía un sacerdote venido de Córdoba al final de la misa, de «salir de un catolicismo fácil, que se quede en el ámbito de lo privado».
El mensaje interpela especialmente cuando los cinco ejemplos de santidad que se proponen son tan cercanos para el pueblo como éstos, cuando los recuerdos están aún tan vivos: «Los nuevos santos tienen rostros muy concretos, y su historia es bien conocida –dijo Juan Pablo II en su homilía–. Queridos fieles católicos de España: ¡Dejaos interpelar por estos maravillosos ejemplos! Al dar gracias al Señor por tantos dones que ha derramado en España, os invito a pedir conmigo que, en esta tierra, sigan floreciendo santos». No es una utopía, quiso recalcar el Santo Padre: «Surgirán otros frutos de santidad si las comunidades eclesiales mantienen su fidelidad al Evangelio que, según la venerable tradición, fue predicado desde los primeros tiempos del cristianismo y se ha conservado a través de los siglos». Queda un segundo requisito: «Surgirán, si la familia sabe permanecer unida, como auténtico santuario del amor y de la vida».
Así lo entendió el cardenal Antonio María Rouco, arzobispo de Madrid, quien saludó con estas palabras al Santo Padre, al comienzo de la celebración eucarística: «Hoy, en este vuestro quinto viaje apostólico, como en una síntesis pastoral de vuestros constantes mensajes, dirigidos a vuestros hijos de las Iglesias particulares de España, nos aseguráis en el nombre y con la autoridad de quien es el Vicario de Jesucristo Resucitado para toda la Iglesia: ¡Seréis mis testigos! Y nos proponéis los modelos y el estilo imprescindibles para cumplir con el mandato y envío del Señor en este tiempo tan lleno de incertidumbres y de esperanzas. Los modelos son los cinco Beatos –¡Santos de la España contemporánea!– que vais a canonizar. El estilo: el de la santidad, el de la perfección de la caridad que transforma los corazones, las familias, las sociedades y los pueblos».
La fe sale a la calle
No cabía un alfiler en Colón. Ni en Colón, ni en la calle Génova, ni en el Paseo de Recoletos, ni en la calle Serrano… Más de un millón de personas ocuparon las calles de Madrid para ver al Papa, aunque sólo fuera un instante, mientras pasaba por las calles adyacentes saludando a todos los asistentes. Luego seguirían la ceremonia a través de las pantallas gigantes situadas en los alrededores del altar levantado en Colón. Es un misterio: ¿cómo puede este Papa tener tanto poder de convocatoria, conectando con personas de todo tipo y condición? Si existía alguna duda sobre este asunto, la ceremonia de Colón la disipó completamente. No pocos habrán pensado, quizás, que su capacidad para congregar a tantas personas se debe a su actitud a favor de la paz sostenida con ocasión de la guerra de Iraq; sin embargo, otros líderes también se han manifestado en el mismo sentido, y nadie ha desplegado ninguna pancarta con sus palabras ni con ninguna foto suya. ¿Qué es lo que marcó la diferencia ayer en Colón? La clave la daba uno de los obispos que han acompañado al Papa durante todo este pasado fin de semana: «El Papa ha venido a traernos a Jesucristo»; y es que la misa de canonización del pasado domingo en Colón se parecía a aquel episodio del evangelio en el que la gente se agolpa delante de la casa de Pedro para ver a Jesús, o como cuando algunos griegos que habían subido a Jerusalén le dicen a Felipe: «Queremos ver a Jesús». Muchos, el domingo, para ver al Papa, se encaramaban donde podían, al igual que hizo Zaqueo hace dos mil años para poder ver al Señor.
Cuando comenzó la misa, a las diez de la mañana, el sol ya calentaba bastante, y durante un buen rato le estuvo dando al Papa de frente. Después de saludar a la Familia Real, comenzó la ceremonia con el acto penitencial, al que siguió el propio rito de canonización. Como afirma la reciente encíclica de Juan Pablo II Ecclesia de Eucharistia, «la tensión escatológica suscitada por la Eucaristía expresa y consolida la comunión con la Iglesia celestial (…) Es un aspecto de la Eucaristía que merece ser resaltado: mientras nosotros celebramos el sacrificio del Cordero, nos unimos a la liturgia celestial (…) La Eucaristía es verdaderamente un resquicio del cielo que se abre sobre la tierra». Esta unión de la Iglesia peregrina en la tierra con la Iglesia del cielo se pudo palpar de cerca en Colón, en especial cuando Juan Pablo II declaró santos a los cinco Beatos a los que vino a canonizar a Madrid. Sus retratos estaban reflejados en una monumental pancarta desplegada en la fachada de uno de los edificios principales de la plaza de Colón, pero el Santo Padre los propuso a todos los creyentes como un ejemplo a imitar. La contemporaneidad de estos cinco santos se corresponde con la cercanía espiritual propuesta por el Papa a todos los creyentes. En Colón, la posibilidad de llegar a la santidad parecía a todos más accesible. Y más cuando el mismo Juan Pablo II constituye un ejemplo bien patente de la «acción misteriosa del Espíritu Santo, que ha suscitado en ellos una adhesión inquebrantable a Cristo crucificado y resucitado y el propósito de imitarlo», como afirmó él mismo en su homilía.
Al final, como con Jesús, todo el mundo salió contento. Alicia, la madre del niño argentino que recibió el milagro que abrió camino a la canonización de la Madre Maravillas, decía que «ha sido como un sueño estar tan cerca del Papa y recibir su bendición. Estábamos impresionados de estar tan cerca de él». Las Hermanas de la Compañía de la Cruz estaban exultando de alegría por la canonización de su fundadora –ya santa Ángela de la Cruz–, «muy contentas de haber venido, pues todo ha sido muy emocionante, sobre todo el poder ver al Papa, con tanta energía y con tanta fe», como decía la Madre San Pedro al acabar la misa.
Nadie podía ocultar su rostro de satisfacción. Cuando acabó la ceremonia, los obispos se mezclaron con los fieles buscando el autobús que les llevaría a la Nunciatura, para la comida de despedida con el Santo Padre. Por las calles de Madrid, se podían ver decenas de solideos entre grupos de fieles que se acercaban a los obispos para recibir su bendición y para comunicarles su alegría por la Visita del Papa a España. Nunca estuvo el cielo tan cerca de la tierra como el pasado domingo en Colón.
(alfayomega, 8-V-03)
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