Javier Echevarría, Prelado del Opus Dei: «Sólo de la paz en las conciencias nace la paz en los pueblos»
El sucesor de Escrivá de Balaguer reclama «perdón y comprensión» para resolver los conflictos.
MONTSERRAT LLUIS/PAMPLONA
«Por favor, reza mucho por mí». El ruego lo dirige con insistencia a la periodista la máxima autoridad para el mundo del Opus Dei. Custodio y consejero espiritual durante veinte años de quien puso la primera piedra de la Obra -hoy, san Josemaría Escrivá de Balaguer-, vicario general desde 1982 de la que sigue siendo la única diócesis sin territorio consentida por el Vaticano, elevado a obispo por el Papa trece años después, consultor para causas de santidad y clero en su despacho de Roma, Javier Echevarría no se considera «ningún personaje». Tampoco mejor persona que ese bedel que se apresura a abrirle la puerta con la cabeza inclinada tan pronto monseñor apalanca sus manos -sus pálidas, impecables y serenas manos- sobre los reposabrazos del sillón para incorporarse.
Esconde sus setenta años entre los pliegues de una inmaculada sotana y, con su sonrisa de herencia infantil y sus briosos andares de mozuelo, sale al patio a recibir los cuatro grados que hielan Pamplona esta mañana de invierno. No ha venido, como otras veces, para chequear su renqueante corazón en la Clínica Universitaria, sino para sanar los de una sociedad que diagnostica enferma de «una cultura que margina a Cristo». Y además de su mensaje pastoral, ha dado su bendición a los cincuenta años de la Universidad de Navarra, de la que es gran canciller.
«Aunque tenemos sitios mejores» -se disculpa uno de los organizadores de la visita-, el Prelado general ha preferido hospedarse en una vivaracha residencia de estudiantes, donde, entre sacrificados madrugones bajo la ducha, noches de vigilia en la biblioteca y procesiones de bandejas en el comedor, se sienten como en casa sus recuerdos de adolescente. Memorias de cuando aquel antiguo alumno de los Maristas de San Sebastián, madrileño y octavo hijo de un ingeniero del que tomó ímpetu y apellido vascos, descubrió en una revista las huellas de Balaguer y, a sus dieciséis años, decidió ponerse manos a la obra. Su misión sería afianzar los cimientos de esa prelatura que, pese a haber sido sacudida durante un siglo por vientos huracanados de toda dirección y movimientos sísmicos internos, siguen sustentado 84.000 fieles.
De Filipinas a Kazajstán, de Singapur a Australia, celebraron en 2002 la proclamación del primer santo del nuevo siglo y el primer siglo del nacimiento del nuevo santo. De Roma a Santiago movió Echevarría para lograr la canonización de su maestro en apenas dos décadas, si bien, como él mismo puntualiza, con la intercesión de la informática, «que acorta todos los plazos». No tiene paciencia de santo. Pero sí ha heredado otras virtudes de San Josemaría.
El nombre del «venerado» se aparece a cada instante en su boca y convierte su cascada de pensamientos, sus respuestas y comentarios en mitad del pasillo en improvisadas pero densas oraciones, adornadas de poesía y tentadoras utopías para agnósticos.
Convencido de que a los altares no se accede por un valle anegado de lágrimas, sino a través del trabajo cotidiano, el que fuera profesor de Teología esquiva el retiro. Sabe que es al final de la carrera cuando llega la hora del 'sprint'. «Full time», de seis de la mañana a once de la noche y sin ceder la palabra al cansancio, parece que, a Javier Echevarría, la cruz del deber le pesa menos que esa de oro macizo que cuelga de su cuello como símbolo del lujo de la fe.
-La religión ha perdido peso en la escala de valores de muchos ciudadanos...
-Hay más católicos que nunca. Pero, más que el número, lo que importa es la realidad de una Iglesia viva que, como hace veinte siglos, choca y atrae. Es innegable la existencia de países o ambientes donde han disminuido los practicantes. Las razones serán múltiples, pero coinciden con la invasión de una cultura que margina a Cristo, produciendo un terreno fértil para que arraiguen las pasiones.
-¿Cómo hacer ver al hombre que el sacrificio y la caridad reportan más dicha que el placer y el dinero?
-Todos experimentamos la distancia entre lo que somos y lo que deberíamos ser. Pero, cuando se descubre la grandeza cristiana, se constata su superioridad sobre el placer y el dinero, que son pasajeros. Por eso, el Señor nos invita a luchar para no quedarnos prisioneros de comodidades y tendencias que envejecen y envilecen el alma. No existe nada más estupendo que una vida entregada por amor en unión con Jesucristo.
-El Opus Dei invita a merecer la santidad a través del trabajo. ¿Cuánta gente cree que, hoy en día, no se emplea sólo por ganar un sueldo?
-La ocupación no puede concebirse simplemente como un valor económico. En los planes de Dios, el trabajo perfecciona y madura al hombre. Por esta razón, poner inventiva e interés por hacer las cosas acabadamente bien -no sólo por cobrar un sueldo- y servir con lealtad a Dios y a los demás ennoblece a la persona. En nuestra sociedad 'supereconomicista', descubrir el valor cristiano del trabajo puede ser una liberación y una siembra de fraternidad.
-Ustedes rechazan el control de la natalidad. Pero, ¿es responsable traer al mundo a media docena de niños con un sueldo de 600 euros?
-La insuficiencia de los salarios para mantener a los hijos, la falta de acceso a viviendas dignas, los obstáculos para conciliar vida laboral y familiar... demandan soluciones que deben buscar los ciudadanos y sus representantes. No se trata sólo de una cuestión económica: hay muchos practicantes del control de la natalidad que ganan más de 600 euros. Lo que la Iglesia rechaza es una visión de la vida que antepone el bienestar material a los valores humanos y cristianos del matrimonio.
-Ante la sucesión de casos de curas pederastas, ¿la Iglesia se siente igualmente legitimada para seguir pidiendo castidad antes del matrimonio?
-La continencia se encuadra en la moral cristiana; es decir, en el comportamiento conforme a la dignidad de la persona y a su verdadera felicidad. La doctrina en relación con el matrimonio no cambiará nunca. Si se descubriera robando a un fiel católico -sacerdote o laico-, la Iglesia tampoco reformaría su doctrina sobre el robo.
-¿Aprueba que los dirigentes eclesiásticos opinen sobre política?
-Todo laico puede, como cualquier ciudadano, involucrarse en la política según su recto entender. Lo único que se le exige es que obre conforme a su fe, lo que no impone ninguna opción política, sino honradez, juego limpio y ánimo sincero de servicio a la comunidad.
-¿Es tolerable que la religión sea causa de conflictos bélicos, como el que enfrenta a Palestina e Israel?
-Es una gran tristeza que los hombres se maten, sea por lo que sea. Pero no creo que el conflicto en Tierra Santa encuentre su inspiración en motivos religiosos. Se combate por una tierra. Entre palestinos e israelíes, hay hombres y mujeres capaces de convivir fraternalmente. La paz manifiesta una bendición del cielo que necesita hombres de buena voluntad en la tierra.
-¿Cómo llevaría esa paz a Euskadi?
-La paz no se reduce sólo a la ausencia de guerra. Para eso, bastaría la victoria militar o la tregua. La paz auténtica, inseparable de la justicia, brota del cordial entendimiento entre las personas, lo que requiere actitudes de comprensión y de perdón, así como esfuerzo para conocerse y resolver los malentendidos. Y mucha gracia de Dios. San Josemaría no se cansó de repetir que sólo de la paz en las conciencias puede nacer la paz en los pueblos y entre los pueblos. Y añadía que la violencia no es apta ni para vencer ni para convencer; siempre sale vencido el que la usa.
-¿Es mucho lo que el Opus Dei debe agradecer a Juan Pablo II?
-Toda la Iglesia debe agradecimiento, y mucho, a Juan Pablo II por su entrega constante. Sería muy largo mencionar tantos motivos, pero basta contemplar cómo, a su edad y en su estado físico, no ahorra ningún esfuerzo en su servicio a la Iglesia y al mundo.
-¿Puede detener la guerra en Irak?
-Juan Pablo II es el ejemplo más luminoso de amor por la verdadera paz. Aprovecho para pedir a los que lean estas palabras que se unan y recen por lo que el Papa ha hecho siempre y está haciendo hoy en favor de la paz.
-¿También el prelado del Opus Dei sufre crisis de fe?
-Ninguna crisis, pero sí pruebas; porque la fe conoce necesariamente momentos duros ante el aparente -o real, pero no duradero- triunfo del mal. La muerte inesperada de personas queridas, los achaques de salud, las contradicciones de la vida son encuentros personales con la Cruz que pueden desconcertar un poco. El Señor nos hace madurar así, como personas y como cristianos.
-¿Cuánto tiempo reza cada día?
-Dedico ratos a meditar ante la Sagrada Eucaristía, y muchas horas al trabajo, que es rezar, porque todas las actividades pueden convertirse en oración. Pero lo que centra mi vida, como la de todo cristiano, es la santa misa.
-¿Qué distingue a un miembro del Opus de un cristiano ordinario?
-Un miembro del Opus Dei es un cristiano ordinario que ha escuchado la llamada de Dios a identificarnos con Jesucristo y a darlo a conocer a los demás desde su lugar en el mundo: su hogar, su profesión, su entorno social.
-¿La fe es una coraza suficiente contra la depresión?
-La depresión puede afectar a cualquiera. La fe ayuda a llevarla bien, pues confiere sentido al sufrimiento y a las dificultades de la vida. Empuja a tener paciencia y a fiarse más de Dios. Como cualquier otra enfermedad, puede convertirse en un lugar privilegiado de santificación.
-El Opus Dei ha hecho coincidir la canonización de Escrivá con una «ambiciosa misión» educativa en África. ¿Qué otras acciones llevan a cabo por los desfavorecidos?
-Trabaja en el continente africano desde hace más de cincuenta años. Me vienen a la cabeza, por ejemplo, el Centro Médico Monkole, en Kinshasa; Kianda School y Strathmore College, los primeros complejos educativos interraciales de Kenia; o Iroto Rural Development Centre, en Nigeria.
-¿Alberga esperanzas de que los templos vuelvan a llenarse algún día? ¿Cómo conseguirlo?
-No faltan lugares donde las iglesias se llenan cada día. Lo veo en mis viajes. El cristianismo mantiene su perenne juventud después de dos mil años, aunque su vitalidad convive, como siempre, con fenómenos de decadencia o de indiferencia. Lo que hay que revisar no es la doctrina, que ha de permanecer siempre fiel al Evangelio. Lo que necesita revisión diaria es la vida de cada uno, para ver qué conversión nos está pidiendo el Señor.
-¿Qué ha aportado usted al Opus Dei?
-No me lo he planteado. Procuro ser fiel a la herencia que he recibido y dejarla al que me suceda tan viva como yo la tomé. Suelo repetirle al Señor una oración que aprendí de San Josemaría: 'Señor, que te dejes ver Tú a través de la miseria mía'.
Información general sobre el Opus Dei
Introducción a la serie sobre “Perdón, la reconciliación y la Justicia Restaurativa” |
Aprender a perdonar |
Verdad y libertad |
El Magisterio Pontificio sobre el Rosario y la Carta Apostólica Rosarium Virginis Mariae |
El marco moral y el sentido del amor humano |
¿Qué es la Justicia Restaurativa? |
“Combate, cercanía, misión” (6): «Más grande que tu corazón»: Contrición y reconciliación |
Combate, cercanía, misión (5): «No te soltaré hasta que me bendigas»: la oración contemplativa |
Combate, cercanía, misión (4) «No entristezcáis al Espíritu Santo» La tibieza |
Combate, cercanía, misión (3): Todo es nuestro y todo es de Dios |
Combate, cercanía, misión (2): «Se hace camino al andar» |
Combate, cercanía, misión I: «Elige la Vida» |
La intervención estatal, la regulación económica y el poder de policía II |
La intervención estatal, la regulación económica y el poder de policía I |
El trabajo como quicio de la santificación en medio del mundo. Reflexiones antropológicas |