Almudí.org. No tan hereje. Juan Luis Lorda
No
tan hereje
En
días pasados, en un artículo titulado "Herejes", el señor Yerro salía
en defensa del teólogo Tamayo, recordando lo que les pasaba a los herejes de
otros tiempos. Es un mal argumento, además de muy sobado.
Con la historia en la mano, sólo se puede demostrar lo
brutos que han sido nuestros antepasados (los de todos) y lo poco que calaron en
el mensaje cristiano. Pero no sirve para juzg...
Almudí.org. No tan hereje. Juan Luis Lorda
No
tan hereje
En
días pasados, en un artículo titulado "Herejes", el señor Yerro salía
en defensa del teólogo Tamayo, recordando lo que les pasaba a los herejes de
otros tiempos. Es un mal argumento, además de muy sobado.
Con la historia en la mano, sólo se puede demostrar lo
brutos que han sido nuestros antepasados (los de todos) y lo poco que calaron en
el mensaje cristiano. Pero no sirve para juzgar el presente. Es como si cada vez
que hablara un socialista, se le mentase a Stalin. Y cada vez que hablara un
alemán, se le recordara el Holocausto. Y cada vez que saliera un ilustrado, se
le leyeran las horrorosas opiniones de Voltaire sobre la trata de esclavos (de
la que era decidido partidario); o se le contara lo que pasó con los hijos de
Rousseau. O cada vez que se menciona la izquierda española, se recordara lo que
le sucedió al obispo de Barbastro durante la guerra civil. Esta retórica sirve
para confundir los sentimientos, pero no aclara la razón.
Para
aclararse, hay que atenerse a los datos. Los datos son que, en estos años, el
señor Tamayo ha discrepado con frecuencia y duramente de la Iglesia. Y ha
dejado claro que no piensa lo que la Iglesia piensa en muchos puntos. Cualquiera
que haya leído el periódico en el que escribe, lo sabe. Esta vez sucede lo
contrario y es la Iglesia la que discrepa públicamente de Tamayo. Y lo ha hecho
en términos mucho menos agresivos, y con muchos menos miles de ejemplares.
Desde
el punto de vista democrático, sin querer entrar en la cuestión religiosa, hay
que respetar los derechos de las dos partes. Tamayo tiene el derecho de
discrepar y no creer lo que cree la Iglesia. La Iglesia tiene el derecho de
discrepar y no creer lo que cree Tamayo. Tamayo tiene el derecho de separarse de
la Iglesia. Y la Iglesia tiene el derecho de separarse de Tamayo. En un debate público,
todos los derechos que se le concedan a Tamayo se le deben conceder a la
Iglesia, por el mismo título.
Pero
si se quiere entrar en la cuestión religiosa, nos encontramos con un problema
doctrinal, que es preciso resolver con criterios doctrinales. Aquí lo que está
en juego es que la Iglesia tiene dos mil años de existencia, una confesión de
fe y un Catecismo de la Iglesia Católica. Y esa Iglesia, que sabe algo de lo
que dice, declara que Tamayo no dice lo mismo. Ante tal discrepancia, Tamayo
tiene varias posibilidades: aceptar que no dice lo mismo y corregirse; demostrar
que dice lo mismo y no corregirse; demostrar que tiene razón y corregir el
Catecismo; hacer su propio Catecismo y fundar otra iglesia. Sólo a esto último
se le llama herejía. Y sólo si Tamayo lo hace, puede ser considerado un
hereje; no porque lo diga la Iglesia, sino porque lo dice el Diccionario de la
Real Academia.
De
momento, aparte del señor Yerro, nadie ha llamado hereje al señor Tamayo. La
Iglesia no se dedica a ofender a las personas, sino a defender su doctrina. Es
seguro que todo el proceso se habrá hecho con mucha delicadeza, probablemente
mucha más de la que usa Tamayo cuando le da por discrepar. No sé cuáles serán
los sentimientos de Tamayo: si se sentirá mal o se sentirá bien. Si esto le
hará feliz o le causará pesar. Si la publicidad gratuita que ha conseguido le
resultará ofensiva o la agradecerá por lanzarle a la fama y permitirle vender
masivamente sus libros. Si es el momento más bajo o el más alto de su carrera.
Si le gusta sentirse un cristiano como todos, o prefiere ser el héroe
transgresor que se opone al Catecismo. Cada uno tiene un margen para elegir el
papel que quiere jugar en la vida y en la Iglesia. Pero, como en el matrimonio,
cuando se trata de dos, la otra parte también tiene derecho a decir algo.
A
Tomás Yerro, que compara a Tamayo con San Juan de la Cruz, le reconforta
"saber que, en una sociedad cada vez más narcotizante del pensamiento, aún
pueden surgir intelectuales disidentes, insumisos, rebeldes, réprobos y
heterodoxos". Cree que hacen falta herejes de la política, la economía,
la ciencia, la filosofía, el arte y la literatura. Para Yerro, Tamayo ya ha
conseguido ser hereje de la doctrina católica. Hoy por hoy, es lo más fácil y
lo menos arriesgado. Ahora debería intentarlo con la economía y convertirse en
disidente, insumiso, rebelde, réprobo y heterodoxo con la declaración de
hacienda. A ver qué pasa.
Autor:
Prof. Juan Luis Lorda
Publicado:
"Diario de Navarra"
Fecha: 30 de enero de 2003