WASHINGTON, 18 enero 2003.- Los científicos han minimizado la importancia del anuncio de clonación hecho a fines de diciembre por la doctora Brigitte Boisselier. La directora de Clonaid, una compañía formada por la secta de los raelianos para clonar humanos, fue la primera en alegar que una pareja de Estados Unidos había tenido un bebé clonado. Pocos días después anunciaba que una lesbiana holandesa era la madre de otro clonado.
No se han aportado pruebas científicas de las clonaciones. Pero eso no ha evitado que se levantara el debate ético. Por una parte, están los que defienden una división de la clonación en dos áreas: reproductiva y terapéutica. Se condena la primera, ejemplificada en la posición de los raelianos, mientras que se justifica la segunda.
El filósofo Anthony Grayling, escribiendo en el diario británico Independent el 28 de diciembre, defendía que la clonación terapéutica «ofrece una nueva y poderosa arma en la batalla contra el sufrimiento humano, y promete tratamientos poderosos para situaciones actualmente incurables y en ocasiones devastadoras». El profesor de la Universidad de Londres mantenía que las células producidas por este tipo de clonación podrían luego usarse para proporcionar tratamientos para enfermedades tales como el Alzheimer o el mal de Parkinson.
La posición ética subyacente a este argumento --el fin (ayudar al enfermo) justifica los medios (clonar)-- se hizo más explícita en un artículo del 2 de enero en el New York Times. Gregory Kaebnick, un investigador asociado en el The Hastings Center, un instituto de investigación en bioética, temía que el error del público a la hora de distinguir entre los dos tipos de clonación condujera a una reacción contra toda clonación.
Tanto la clonación reproductiva como la terapéutica «en ciertas etapas, emplean las mismas técnicas de laboratorio», admitía Kaebnick. Sin embargo, defendía, «siguen trayectorias y resultados diferentes». Su conclusión: «En este caso, es el resultado, no las técnicas de laboratorio, lo que importa».
Un pensamiento valiente y nuevo
Otra categoría de argumentos se centra en la defensa de la clonación como parte del progreso científico. La oposición a la clonación es vista como anticientífica e incluso irresponsable, especialmente si es de naturaleza religiosa. Esto lo explicaba Colin Honey, profesor de ética aplicada en el Von Hugel Institute de la Universidad de Cambridge, y ministro de la Iglesia Unida de Australia, en las páginas del periódico de Melbourne The Age del 1 de enero.
«Siempre que aparece una nueva posibilidad tendemos a oponernos a ella», observaba Honey. Como hubo oposición a la fertilización in vitro hace años, defendía, así ahora se ve la clonación como algo negativo. Pero ahora la fertilización in vitro es ampliamente aceptada, mantenía. «Lo que al principio parece impensable se vuelve una bendición para algunos o una posibilidad para muchos», defendía Honey. Lo mismo podría ocurrir con la clonación reproductiva, concluía.
El columnista del Washington Post, Richard Cohen, parece que se ha convertido en un creyente en la clonación. En un artículo del 2 de enero, rechazaba los argumentos de «todo un grupo de políticos, líderes religiosos e intelectuales conservadores que querrían, si pudieran, cerrar el grifo de la clonación y dejarlo así».
Cohen argüía que mientras los críticos de la clonación afirman que no es ética, esto es algo que «se presenta como una mera aserción, nunca probada». Lo que ahora se necesita, según Cohen, es «un pensamiento valiente y nuevo». Añadía: «Términos como ‘ético’ o ‘dignidad humana’ simplemente empañan el debate».
La clonación terapéutica «presenta grandes promesas», e incluso la clonación reproductiva «podría tener sus aplicaciones», opinaba Cohen. «No podemos permitir que tanto nuestra repugnancia a un culto extraño o nuestro miedo a lo diferente nos lleve a dar la espalda a una técnica que casi seguro se utilizaran de todos modos y que probablemente pueda salvar o enriquecer vidas. Lo que ahora se considera no ético».
Falsos eufemismos
¿Hasta qué punto es válida la distinción entre clonación reproductiva y terapéutica? David Prentice, un profesor de ciencias de la vida en la Universidad estatal de Indiana, trató esto en un artículo aparecido en la página web del Family Research Council, titulado «Bajo el Microscopio: una Mirada Científica a la Clonación».
Observaba: «Toda clonación humana es reproductiva, puesto que crea –reproduce- un nuevo ser humano en desarrollo que se prevé que sea virtualmente idéntico al sujeto clonado». Se usan las mismas técnicas, y los embriones clonados son los mismos, cualquiera que sea su fin. De esta manera, «los falsos eufemismos para describir un embrión clonado como algo distinto de un embrión, no son científicos», defendía Prentice.
También se oponía al uso del término terapéutico. «En ética médica, la ‘investigación terapéutica’ se define como la investigación que podría proporcionar beneficio terapéutico al individuo sujeto a los riesgos de la investigación», explicaba Prentice. Pero con la «clonación terapéutica», la nueva vida humana «se crea específicamente para ser destruida como fuente de tejidos». Independientemente del uso que se dé, la técnica no es ciertamente terapéutica para el embrión.
Otras objeciones a la clonación tienen que ver con el peligro de deformaciones en los nuevos individuos, y la inmensa pérdida de vidas necesaria para crear un gran número de embriones. David Stevens, director ejecutivo de la Christian Medical Association, que cuenta con 17.000 miembros, apuntaba el 27 de diciembre en un comunicado de prensa: «Con el alto porcentaje de muertes y deformidades experimentados en la clonación animal y que presumiblemente ocurrirán con los seres humanos, el simple experimentar con la clonación humana demuestra una horrible indeferencia por el valor de la vida humana».
El Vaticano también subrayó este aspecto del debate de la clonación. «El anuncio en sí mismo es una expresión de una mentalidad brutal, desprovista de cualquier consideración ética y humana», afirmaba en una declaración el portavoz del Vaticano, Joaquín Navarro-Valls, informaba Associated Press el 28 de diciembre.
Los fines y los medios
¿Y qué se puede decir sobre justificar la clonación por el bien que hará al enfermo? El Papa examinaba este punto en su encíclica «Veritatis Splendor». En el n. 74, Juan Pablo II observaba que, al juzgar la rectitud de un acto, concurren cierto número de factores: la intención de una persona, las circunstancias que lo rodean, y las consecuencias del acto».
La encíclica advierte que es un error juzgar la moralidad de un acto centrándose simplemente en las consecuencias de hacer algo, o sólo intentando alcanzar el «bien mayor» o el «mal menor» en una determinada situación.
El Papa apuntaba en el n. 80 que algunos actos «contradicen radicalmente el bien de la persona». Estos actos son siempre moralmente malos, independientemente de las intenciones que estén detrás o de las circunstancias que los rodeen.
La constitución pastoral del Concilio Vaticano II, «Gaudium et spes», observaba Juan Pablo II, estipulaba que entre esta clase de actos se incluyen «todo lo que es hostil a la vida misma, como cualquier clase de homicidio, genocidio, aborto, eutanasia o suicidio voluntario, todo lo que viole la integridad de la persona humana».
Aplicando este respeto por la vida humana al campo de la bioética, el Santo Padre, en su encíclica «Evangelium vitae», comentaba: «el mandamiento ‘no matarás’ tiene un valor absoluto cuando se refiere a la persona inocente. Tanto más si se trata de un ser humano débil e indefenso, que sólo en la fuerza absoluta del mandamiento de Dios encuentra su defensa radical frente al arbitrio y a la prepotencia ajena» (n. 57).
«La decisión deliberada de privar de la vida a un ser humano inocente es siempre moralmente malvada y nunca puede ser lícita ni como un fin en sí misma ni como un medio para un buen fin», indicaba el Papa. Explotar los embriones humanos como material biológico, o para proporcionar órganos o tejidos en el tratamiento de ciertas enfermedades, «constituye un acto absolutamente inaceptable», advierte la encíclica en el n. 63. Los cuidados al enfermo no pueden proporcionarse a expensas de la vida inocente.
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