Almudi.org. Testimonio de Pato Araújo
El Pato Araújo
colgó un día sus botas de futbolista y su camiseta con cordoncillos como de
pescadora playera, y puso un garaje. Tenía una vida próspera, cuya felicidad,
pronto se vio truncada con la grave enfermedad de un hijo. Lo llevó a los
mejores médicos sin que hallaran remedio. Con un hilo de esperanza en su
desesperación, acudió muchas tardes a la iglesia de San Lorenzo a pedirle al
Señor del gran Poder que lo curara. Un día...
Almudi.org. Testimonio de Pato Araújo
El Pato Araújo
colgó un día sus botas de futbolista y su camiseta con cordoncillos como de
pescadora playera, y puso un garaje. Tenía una vida próspera, cuya felicidad,
pronto se vio truncada con la grave enfermedad de un hijo. Lo llevó a los
mejores médicos sin que hallaran remedio. Con un hilo de esperanza en su
desesperación, acudió muchas tardes a la iglesia de San Lorenzo a pedirle al
Señor del gran Poder que lo curara. Un día y otro hasta que el pobre muchacho
murió. Entonces, enrabietado por el dolor fue de luto a San Lorenzo y, encarándose
con el Gran Poder, le dijo:
Que
sepas que ya no vengo más a verte porque no has querido salvar a mi hijo
Así que si quieres verme, vas a tener que ir Tú a mi casa
Pasaron los
años. Se celebró en Sevilla una Santa Misión en la que las imágenes de
Semana Santa fueron llevadas a los barrios para mover la devoción. Y llevaban
al Señor del Gran Poder en modestas andas hacia Nervión cuando la noche se
abrió en agua. Los hermanos que portaban al Señor buscaron inmediato refugio
para la imagen bajo la tromba. Y vieron la puerta de un garaje. Llamaron. Era el
garaje de Juan Araujo, quien oyó los intempestivos aldabonazos, bajó a abrir,
preguntó quién era y oyó que le decían desde el tormentón:
Venimos
con el Gran Poder, abra, por favor, para que no se moje el Señor
A Juan
Araujo le entró por cuerpo un repeluco de emoción muy distinto a cuando
marcaba los goles de cabeza al Atlético Aviación. Recordó las palabras,
encorajinadas por el dolor, en la iglesia de San Lorenzo, abrió la puerta y se
encontró con el Gran Poder, que, como cumpliendo un desafío de hombre, venía
a verlo a su casa. Juan cayó de rodillas y lloró. Cómo habrá llorado ahora,
en los verdes campos del Nervión definitivo, cuando se haya encontrado de nuevo
al Gran Poder y, esta vez sí, con aquel hijo que murió.
Artículo de Antonio Burgos publicado en el diario
El Mundo con ocasión del fallecimiento del que fuera gran delantero centro del
Sevilla FC. Enero-2003 .