«La mayor pobreza del hombre de nuestro tiempo es la carencia de Dios», ha afirmado ante más de 5000 fieles
TOLEDO, 15 diciembre 2002 (ZENIT.org).- «Deseo estar cercano al sufrimiento de los hombres, a los amenazados en su vida, en cualquiera de sus fases y circunstancias, a las víctimas de la violencia, terrorismo o de los maltratos, buscador siempre de la unidad y oferente siempre de la reconciliación, del perdón y de la paz». Estas fueron las palabras pronunciadas en la tarde de este domingo por monseñor Antonio Cañizares en la homilía de la misa solemne en la que el cardenal arzobispo ya emérito, monseñor Francisco Álvarez, le entregó el báculo episcopal como nuevo arzobispo de Toledo, ante más de 5000 fieles.
«Mis palabras más vibrantes --afirmó monseñor Cañizares-- serán las que hablen de los pobres, los pecadores y de los que sufren, de los que pasan hambre, no tienen techo, los que muestran misericordia con el pecador y solidaridad con el hombre caído: las que denuncian la injusticia que recae siempre sobre los mismos: los más pobres y desgraciados y los que defienden al inocente e indefenso».
En los solemnes actos de entrada y toma de posesión de la diócesis, monseñor Antonio Cañizares estuvo acompañado por unos cincuenta obispos españoles, entre los cuales se encontraban el nuncio apostólico, monseñor Manuel Monteiro de Castro; los cardenales Antonio María Rouco, arzobispo de Madrid; Ricard María Carles, arzobispo de Barcelona, Marcelo González Martín, también emérito de Toledo; siete arzobispos, dos de ellos eméritos; veintiocho obispos; y seis obispos auxiliares, además de monseñor Juan José Asenjo, auxiliar de Toledo y secretario-portavoz de la Conferencia Episcopal.
Estuvieron presentes también diversas autoridades políticas, civiles y militares, entre ellos los ministros de Interior y de Trabajo, el Presidente del Tribunal Constitucional, el Presidente de la Comunidad de Castilla- La Mancha, la Delegada del Gobierno y el Presidente de la Diputación, así como las autoridades municipales de Toledo.
Monseñor Cañizares nació en Utiel (Valencia) en 1945 y fue ordenado sacerdote en Valencia en 1970. Es doctor en Teología especialidad Catequesis por la Universidad Pontificia de Salamanca. Ha sido profesor de dicha Universidad y del Seminario Conciliar de Madrid. Ha sido fundador y primer presidente de la Asociación Española de Catequistas.
Entre 1992 y 1997 fue obispo de Ávila y desde 1997 hasta el presente, arzobispo de Granada, además de Administrador Apostólico de Cartagena-Murcia. Ha acompañado desde su gestión pastoral y desde la Comisión de Enseñanza, el nacimiento y desarrollo de las universidades católicas de Ávila y Murcia, además de haber sido el máximo responsable durante años del Instituto Superior de Ciencias Religiosas de Madrid, que actualmente lleva el nombre de «San Dámaso».
Ha sido Secretario de la Comisión Episcopal para la Doctrina de la Fe de la Conferencia Episcopal Española, y actualmente preside la Comisión Episcopal de Enseñanza y Catequesis. Desde noviembre de 1995 es miembro de la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, que preside el cardenal Ratzinger. Su nombramiento como arzobispo de Toledo fue hecho público por la Santa Sede el pasado 24 de octubre.
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Reproducimos a continuación el texto del primer saludo de D. Antonio Cañizares a sus nuevos diocesanos:
Saludo del Arzobispo electo, Monseñor Antonio Cañizares Llovera, a la Archidiócesis de Toledo
Tiendo mi mano en saludo de amistad a todos, creyentes y no creyentes
1. Mis queridos hermanos y hermanas de la, por tantas razones, venerable Iglesia que está en Toledo: Con acción de gracias al Padre de la misericordia y Dios de toda consolación, me dirijo a vosotros, estremecido y esperanzado, porque, en su gran benignidad, el Santo Padre, Juan Pablo II, me ha confiado a mí, indigno siervo y servidor vuestro desde ahora, el cuidado de esa Iglesia, al haber aceptado la renuncia a su gobierno pastoral de nuestro querido y admirado Sr. Cardenal Arzobispo, don Francisco Álvarez Martínez, que con tanta fe, amor y solicitud se ha gastado y desgastado durante años a favor vuestro.
2. He aceptado esta misión que se me encomienda con el gozo del que obedece en comunión. Seguramente conocéis que el lema de mi vida y de mi episcopado es "hágase tu voluntad". No deseo otra cosa, en efecto, que llevar a cabo lo que Dios quiere. Con esa actitud, auxiliado por la divina gracia, deseo ir a vosotros y estar en medio vuestro como el que sirve: es decir, sencillamente como pastor que, sin escatimar nada, quiere dar su vida por las ovejas que se le confían, en cercanía total y con los sentimientos de Jesús que se despojó de sí mismo para entregarse por completo a favor de los suyos, sus amigos. Lo mío es servir y cumplir lo que se me pide en la Iglesia. Me pongo en camino, y emprendo esta andadura de servicio, en el nombre del Señor y confiando en su palabra. Espero, con la gracia y el auxilio de Dios y con vuestra generosa ayuda, cumplir fielmente el ministerio apostólico que el Papa me encomienda.
3. A todos os dijo un saludo entrañable, cargado de afecto fraterno y de solicitud amorosa y sencilla de pastor. Me emociona este mi primer saludo como hermano y pastor vuestro. Desearía que este saludo, al que uno mi plegaria en vuestro favor, alcanzase a todos y cada uno de los que formáis esta Iglesia que está en Toledo, por tantos motivos bendecida por Dios y enriquecida con toda suerte de bienes espirituales en Cristo desde los albores de la fe cristiana en España hasta hoy, sede que desde su tercer Concilio vincula la unidad de la fe en nuestras tierras, y que con su liturgia hispano-mozárabe eleva a Dios la alabanza y la acción de gracias a lo largo de los siglos hasta hoy.
4. Desearía que estas palabras de saludo llegasen a todos los pueblos y comunidades de la para mí ya muy querida diócesis de Toledo; desearía que este saludo alcanzase a todos los hogares toledanos, singularmente los visitados por los sufrimientos de cualquier tipo. Mi saludo, por ello, para quienes el Señor me va a confiar de modo particular: los pobres, los más humildes, los enfermos, los que no tienen trabajo, los rotos y desalentados, los que caminan sin esperanza o despojados del amor, los desarraigados, los marginados, los que viven en la soledad o padecen la incomprensión, cuantos sufren, en fin, por la causa que sea.
5. Con fraternal afecto, veneración y gratitud, saludo, en primer lugar y de modo particular, a mis queridos hermanos en el episcopado: los señores Cardenales, mis últimos predecesores en la sede toledana, don Francisco Álvarez y don Marcelo González, y el Sr. Obispo auxiliar, don Juan José Asenjo. Su gran corazón, su fidelidad y amor a la Iglesia, su calidad y su trayectoria como pastores serán para mí un estímulo y un sendero abierto por donde caminar, tomando parte en los trabajos del Evangelio. Habré de aprender mucho de quienes han sabido servir y sirven tan evangélicamente a la diócesis de Toledo. Serán para mí, tan necesitado de ayudas, un auxilio inestimable. ¡Gracias por todo!
6. Mi saludo deferente, respetuoso y cordial, con el ofrecimiento de amistad y de leal y abierta colaboración, a las dignas y estimadas autoridades civiles, militares, judiciales y universitarias de la Comunidad de Castilla-La Mancha, de la ciudad de Toledo y de la provincia.
7. De manera muy particular quiero saludar a mis hermanos y amigos sacerdotes del presbiterio de Toledo, del clero secular y regular. Sin vosotros, el Obispo nada puede hacer. Deseo y debo contar en todo con vosotros, aprender de vuestras ilusiones sacerdotales, los momentos difíciles, las alegrías y los sufrimientos inherentes al ministerio, la amistad; me anima el trabajar codo con codo y sin desmayo con vosotros en la edificación de la Iglesia. Dios quiera que, siendo un sencillo y cercano pastor, sepa acompañaros, animaros y abriros caminos en los momentos recios que atravesamos.
8. Con todo mi afecto y con la esperanza puesta en vosotros, os saludo, mis queridos seminaristas del Seminario mayor y del Menor. ¡Qué gozo tan grande se siente cuando se sabe que Toledo tiene un Seminario como el vuestro! ¡Adelante, sin miedo, seguid a Jesús! Merece la pena. Llamad a otros jóvenes; llevadlos a Jesús e invitadlos a que tomen el camino por vosotros emprendido.
9. A los religiosos y religiosas de vida activa, a quienes vivís la vida consagrada en Institutos Seculares, y a las religiosas contemplativas -para mí tan queridas- que ofrecéis a todos el testimonio de lo absoluto de Dios, a todos, mi saludo, mi reconocimiento, mi cercanía, mi confianza en vuestra abnegada colaboración y mi agradecimiento por vuestro valiosísimo testimonio de vida evangélica y por vuestra oración.
10. Con agradecimiento por cuanto hacéis y con mi aliento para que prosigáis sin desmayo en vuestra labor, saludo a los catequistas y profesores de Religión, a los equipos de animación litúrgica, a cuantos trabajáis en las acciones caritativas y sociales de la Iglesia, a los movimientos y asociaciones apostólicas. A todos los fieles de esta Archidiócesis de Toledo, ancianos y niños, adultos y jóvenes, a los que mi vida va a quedar unida desde ahora con estrecho lazo de unidad y de paternidad en Cristo, os saludo y os abrazo lleno de gozo, con todo amor y cariño hacia cada uno de vosotros, con corazón abierto y con una gran esperanza.
11. No quisiera dejar sin saludo expreso a los jóvenes, sabed que os quiero y que me siento muy a vuestro lado. Queridos jóvenes, confío en vosotros. Os han tocado tiempos difíciles. Casi todo os invita a que sigáis otros caminos distintos al de Jesucristo. Pero sólo Él es el camino que os conduce a la felicidad que anheláis y casi hambreáis. Deseo hacer y seguir este Camino a vuestro lado. Él nos invita a que lo recorramos sin miedo.
12. A todos los toledanos, de cualquier condición, creyentes y no creyentes, tiendo mi mano en saludo de amistad y abro mi corazón como signo de cercanía, aprecio, respeto y ofrecimiento de mi persona y de mi ministerio pastoral, que es servicio a la unidad entre todos.
13. Al ser enviado a vosotros, tengo muy presente la carta a los Hebreos y, así, con la ayuda de la gracia divina, de la protección de Santa María, madre de Dios, de todos los santos toledanos, como san Eugenio, san Ildefonso, y tantos otros, trataré de correr en la carrera que me toca, sin retirarme, "fijos los ojos en el inicio y completa nuestra: Jesús, que, renunciando al gozo inmediato, soportó la cruz, sin miedo a la ignominia, y ahora está sentado a la derecha del Padre". Con fe gozosa iré a vosotros -ya deseo hacerlo pronto y conoceros- para contribuir a la edificación de la Iglesia, cuyo arquitecto y constructor sólo puede ser Dios: es verdad que si no es Él quien construye, en vano nos cansamos los constructores. Todo lo confío en Él y de Él lo espero. En estos momentos, hago mías completamente las palabras del salmo que dice: "acallo y modero mis deseos, como un niño en brazos de su madre".
14. Mis queridos hermanos, como Pablo, no querré saber otra cosa entre vosotros que a Cristo y a éste crucificado. No tengo ninguna riqueza especial, más bien soy débil y pobre como podréis apreciar, pero tengo una riqueza que he recibido por pura gracia y misericordia de Dios en su Iglesia, ésta es la que compartirá con vosotros y os entregaré: Jesucristo, salvador único, esperanza única para todas las gentes, Camino, Verdad y Vida, el único que tiene palabras de vida eterna, fundamento y piedra angular sobre la que únicamente se puede edificar con solidez el edificio de una humanidad y de una cultura nuevas. Me consuela saber que Él es para vosotros vuestra dicha y vuestra mejor herencia. Tened la certeza de que no poseo ninguna otra palabra que Cristo: pero ésta, con la ayuda de la gracia divina, ni la podré olvidar, ni la querré silenciar, ni la dejaré morir.
15. Quiero terminar estas palabras de mi primer saludo, rogándoos que encomendéis a la diócesis hermana de Granada, que ahora tengo que dejar, para ir a serviros a vosotros; que me encomendéis a mí y a mí ministerio. Yo os encomiendo de manera muy particular, e intensamente pido a Dios por todos. Acabo levantando el corazón lleno de esperanza a la que es Madre de la Iglesia, que se llamó así misma Esclava del Señor. Con confianza filial pongo en sus manos y en su corazón las mejores ilusiones de mi actuación pastoral, mientras pido a Dios que os bendiga copiosamente y os enriquezca con toda suerte de bienes espirituales y celestiales en Cristo Jesús.
Antonio Cañizares
Arzobispo electo de Toledo
Granada, 24 de octubre, 2002,
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