Homilía del Papa Francisco en Santa Marta
La Primera Lectura, del Libro de Tobías (11,5-17), narra cómo acaba la historia, absolutamente normal, entre un suegro y una nuera: Tobías padre, el que se quedó ciego, y Sara, la mujer Tobías hijo, acusada en el pasado de haber sido responsable de la muerte de algunos hombres. Un pasaje en el que se comprende cómo el Señor lleva adelante la historia y la vida de las personas, también la nuestra. Tobías y Sara vivieron momentos malos y momentos buenos, como cualquier persona. Antes de ayer leíamos (3,1-1a.16-17a) cómo a Tobías le acosaban, le tomaban el pelo, le insultaban, hasta su mujer que, sin embargo, no era una mala, sino que trabajaba para sacar adelante su casa, porque él era ciego. Y también Sara fue insultada, y sufrió mucho. Ambos, en esos momentos en los que todo parecía negro, pensaron: mejor morir.
Todos hemos pasado por momentos feos, fuertes —no tan fuertes como este—, y sabemos qué se siente en el momento oscuro, en el momento de dolor, en el momento de las dificultades: lo sabemos. Ella, Sara, piensa: Si me ahorco haré sufrir a mis padres, y se detiene y reza. Y Tobías dice: Esta es mi vida; sigamos adelante, y también reza. Pues esa es la actitud que nos salva en los momentos malos: la oración. Y la paciencia: porque los dos son pacientes con su propio dolor. Y la esperanza de que Dios nos escuche y haga pasar esos momentos feos. En los momentos de tristeza, poca o mucha, en los momentos oscuros: oración, paciencia y esperanza. No olvidéis esto.
También hay momentos bonitos en su historia, aunque no se trata del final feliz de una novela. Después de la prueba, el Señor se les acerca y los salva. Pero sí hay momentos bonitos, auténticos, como este; no esos momentos de belleza maquillada, donde todo es artificial, fuego de artificio, y no la belleza del alma. ¿Y qué hacen los dos en esos momentos bonitos? Dan gracias a Dios, dilatando su corazón en la oración de agradecimiento.
Así pues, preguntémonos si en los diversos momentos de nuestra vida somos capaces de discernir qué pasa en nuestra alma, comprendiendo que los momentos feos son la cruz, y es necesario rezar, tener paciencia y tener al menos un poquito de esperanza. Hay que evitar caer en la vanidad, porque siempre está el Señor junto a nosotros, cuando nos dirigimos e Él en la oración, y dándole gracias además por la alegría que nos ha dado. Sara, con discernimiento, comprendió que no podía llegar a ahorcarse; Tobías se dio cuenta de que debía esperar, con oración, con esperanza, la salvación del Señor. Releamos estos pasajes de la Biblia. Cuando, durante este fin de semana, leamos este Libro, pidamos la gracia de saber discernir qué pasa en los momentos feos de nuestra vida y cómo seguir adelante, y qué sucede en los momentos bonitos y no dejarnos engañar por la vanidad.