“El procurador [1], tomando la palabra, les dijo: ¿A quién de los dos queréis que os suelte?, respondieron ellos: A Barrabás. Replicóles Pilatos: ¿Pues qué he de hacer de Jesús, llamado el Cristo? Dicen todos: Sea crucificado. Y el procurador: Pero ¿qué mal ha hecho? Mas ellos gritaban más, diciendo: Sea crucificado. Y viendo Pilatos que nada adelantaba, antes bien que cada vez crecía el tumulto, tomando agua, se lavó las manos a vista del pueblo, diciendo: Inocente soy yo de esta sangre; vosotros veréis. Y respondiendo todo el pueblo, dijo: Recaiga su sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos.” (Mateo 27, 21-25).
Las palabras de San Mateo son un claro exponente de la inculpación de la muerte de Cristo a los judíos, culpa de la que los romanos quedan eximidos a través de la figura de Pilatos. Son fruto de la competencia entre el cristianismo y el judaísmo en un momento de expansión de ambas religiones y semilla de muchos estallidos de violencia [2]. Pilatos se declara inocente e intenta reiteradamente salvar a Jesucristo, contra sus intenciones se opone el odio inusitado de un tumulto de judíos, que no sólo clama por la crucifixión de Jesús, sino que además asume la herencia de la culpabilidad en el deicidio para sus descendientes. Esto implicará que se pueda acusar a los judíos medievales de ser responsables de haber matado al Mesías. Al presentarnos a los judíos sedientos de la sangre de Jesús, los Evangelios sentencian su culpabilidad en la Crucifixión de Cristo. Durante toda la Edad Media, ningún cristiano la pondrá en duda, lo único que variará, según los periodos, será el grado de responsabilidad atribuido a los judíos en la muerte de Jesús [3].
En lugar de una crónica histórica, hemos de considerar los Evangelios una obra literaria, los cuatro Evangelios canónicos fueron escritos entre los siglos I y II y ninguno de los evangelistas conoció directamente a Jesús, luego el valor histórico de los Evangelios podría ser, en algunos aspectos, equiparable al valor histórico del Cantar de Mío Cid para el estudio de la figura de Rodrigo Díaz de Vivar [4]. Se ha llegado incluso a afirmar que la historia de Jesús existía incluso antes de su nacimiento, ya que la biografía que se narra en los Evangelios puede ser considerada una interpretación de las profecías del Antiguo Testamento [5]. En el periodo de redacción de los Evangelios, el incipiente cristianismo comenzaba a rivalizar con el judaísmo. Para poder derrotar el credo rival, los cristianos tuvieron que estigmatizarlo y ofrecer un corpus teórico que demostrase su superioridad. Partiendo del profetismo judío, defendieron que Jesús era el Mesías y que los judíos no sólo no se habían dado cuenta, sino que incluso eran los responsables de su muerte [6]. Además, los evangelistas habrían minimizado la participación de los romanos en el deicidio para no provocar represalias por parte de quienes ostentaban el poder. Ello supuso una tergiversación del papel que jugó Poncio Pilatos en el ajusticiamiento de Jesús, que se declara inocente de la sangre de Cristo, y la aparición de una muchedumbre de judíos sedientos de su sangre. No parece posible que Pilatos se viese arrastrado por los judíos a actuar en contra de su voluntad. Un prefecto [7] romano en Palestina habría impuesto siempre su autoridad sin tolerar que los judíos le dijesen cómo había de proceder [8].
El Pilatos descrito en los Evangelios contrasta además con el gobernador arrogante y violento que describen otras fuentes. Contemporáneo a Pilatos, el judío Filo de Alejandría lo describió como un gobernador salvaje, violento, inflexible y autoritario. Filo nos informa de que tenía la costumbre de ejecutar prisioneros sin que hubiese un juicio previo, lo que nos da una idea de la escasa oposición que podría haber ofrecido a la ejecución de Cristo. Del carácter violento de Pilatos nos habla incluso San Lucas, al relatar la masacre que hizo de unos galileos: “En este mismo tiempo vinieron algunos y contaron a Jesús lo que había sucedido a unos galileos, cuya sangre mezcló Pilatos con la de los sacrificios que ellos ofrecían” (Lucas 13, 1) [9]. Aunque estos pasajes nos ofrezcan una visión parcial, sí que podemos intuir que Pilatos fue un severo administrador de justicia, que impuso su autoridad sin temor de aplicar la espada o la cruz en los momentos en los que le fuese necesario. Jesús fue torturado por sayones romanos y crucificado al más puro estilo romano, luego la culpabilidad de los romanos y de Pilatos hubo de ser mucho mayor que la descrita por los evangelistas. En este contexto hemos de entender la cita del pasaje de San Mateo y la ansiedad de los judíos para que condenasen a Jesús en lugar de a Barrabás.
La participación activa de los judíos en la condena y sacrificio de Cristo se ponía de manifiesto en las imágenes desde los primeros momentos de la Pasión. La escena del juicio de Jesús ante Pilatos fue utilizada para inculpar a los judíos de la muerte de Jesús. La figura del prefecto romano presentó un aspecto muy variopinto a lo largo de la Edad Media. Como hemos visto al inicio de este capítulo, San Mateo nos presenta a Poncio Pilatos reticente a condenar a Cristo y son en cambio los judíos los que insisten en que lo condene a muerte, ya que ellos mismos no tenían la potestad de aplicar la pena capital [10]. Dicha intención de Pilatos de liberar a Jesús permitió una cierta ambigüedad a la hora de calibrar al romano como un personaje positivo o negativo. De hecho, la iglesia etíope lo incluye en su santoral desde el siglo VI por su reticencia a participar en la muerte de Jesús, la iglesia copta reserva un día para celebrar la santidad de Pilatos y su mujer Prócula, mientras que la iglesia griega ortodoxa celebra únicamente la santidad de su mujer [11]. La mujer de Pilatos aparece únicamente en el Evangelio de San Mateo, donde ni siquiera se menciona su nombre, advirtiendo a su marido de no mezclarse en los asuntos de ese hombre justo, puesto que había sufrido en un sueño por su causa (San Mateo 27, 19). El personaje se fue desarrollando de forma apócrifa y se le dio el nombre de Claudia Prócula, que en algunas leyendas aparece incluso como nieta del emperador Octavio Augusto por medio de su hija Julia [12]. En algunas imágenes y dramas de la Pasión de la Baja Edad Media el instigador del sueño de Prócula habría sido el propio Satanás, quien habría inspirado este sueño con el fin de evitar que se produjese la redención de la humanidad por la muerte de Cristo en la cruz [13].
En realidad, tras la escritura de los Evangelios, sobre todo durante la Antigüedad tardía, la fgura de Pilatos se fue dulcificando con el fn de eximir a los romanos de la culpa de la muerte del Mesías. De este modo, Tertuliano o Eusebio de Cesárea nos ofrecen una visión de Pilatos como hombre bueno, que incluso se convirtió al cristianismo. Esta caracterización de Pilatos es la que se desarrolla ampliamente en un texto apócrifo originado probablemente en el siglo IV y conocido como Hechos de Pilatos o Evangelio de Nicodemo. Se trata de un Evangelio supuestamente escrito por Nicodemo, el seguidor fariseo de Jesús (San Juan 3, 1-21), en el que se narra con detalle el juicio de Jesús ante Pilatos y el descenso a los infernos de Cristo después de su muerte. El texto fue muy popular durante la Edad Media y dejó una fuerte impronta en obras bajomedievales como la Leyenda Dorada de Santiago de la Vorágine o el Speculum Historiale de Vicente de Beauvais. En los Hechos de Pilatos, el prefecto romano cree en todo momento en la inocencia de Cristo frente a las constantes vejaciones de los judíos, que lo acusan de ser un hijo ilegítimo, producto de la fornicación, y de haber curado a enfermos por medio de la hechicería durante el sabbat. Pilatos propone que lo juzguen ellos, pues él sólo ve a un hombre justo, pero los judíos insisten una y otra vez que quieren que sea crucificado (Hechos de Pilatos 2-4). El romano se erige de este modo como un hombre bueno, comprensivo, temeroso y humilde, que contrasta radicalmente con la maldad y perfidia de los judíos, culpables absolutos de la muerte de Jesús. En una de las partes de los Hechos de Pilatos, el prefecto escribe una carta al emperador romano Tiberio informándole de todo lo ocurrido:
“XXX. 1. Poncio Pilatos a Claudio Tiberio César, salud.
2. Por este escrito mío sabrás que sobre Jerusalén han recaído maravillas tales como jamás se vieran.
3. Los judíos, por envidia a un profeta suyo, llamado Jesús, lo han condenado y castigado cruelmente, a pesar de ser un varón piadoso y sincero, a quien sus discípulos tenían por Dios.
4. Lo había dado a luz una virgen, y las tradiciones judías habían vaticinado que sería rey de su pueblo.
5. Devolvía la vista a los ciegos, limpiaba a los leprosos, hacía andar a los paralíticos, expulsaba a los demonios del interior de los posesos, resucitaba a los muertos, imperaba sobre los vientos y sobre las tempestades, caminaba por encima de las ondas del mar, y realizaba tantas y tales maravillas que, aunque el pueblo lo llamaba Hijo de Dios, los príncipes de los judíos, envidiosos de su poder, lo prendieron, me lo entregaron y, para perderlo, mintieron ante mí, diciéndome que era un mago, que violaba el sábado, y que obraba contra su ley.
6. Y yo, mal informado y peor aconsejado, les creí, hice azotar a Jesús y lo dejé a su discreción.
7. Y ellos lo crucificaron, lo sepultaron, y pusieron en su tumba, para custodiarlo, soldados que me pidieron.
8. Empero, al tercer día resucitó, escapando a la muerte.
9. Y, al conocer prodigio tamaño, los príncipes de los judíos dieron dinero a los guardias, advirtiéndole: Decid que sus discípulos vinieron al sepulcro, y robaron su cuerpo.
10. Mas, no bien hubieron recibido el dinero, los guardias no pudieron ocultar mucho tiempo la verdad y me la revelaron.
11. Y yo te la transmito, para que abiertamente la conozcas, y para que no ignores que los príncipes de los judíos han mentido. (Hechos de Pilatos 30, 1-11)”.
En esta carta Pilatos se muestra en todo momento como un devoto y ferviente cristiano, enfurecido con los judíos por haberlo engañado para que condenase a Jesús. Manifiesta claramente que la motivación principal de los judíos para crucificar a Cristo fue la envidia que le profesaban [14]. En realidad, la visión que Pilatos nos ofrece de los acontecimientos en torno a la muerte de Jesús fue la de los padres de la iglesia en la Antigüedad tardía. La popularidad de este texto en la Edad Media propició, no obstante, una atenuación de la maldad del romano y un recrudecimiento del anti-judaísmo.
Este texto pudo influir incluso en las representaciones medievales de Pilatos. La representación del prefecto romano frente a la Flagelación de Cristo en uno de los tímpanos románicos del Pórtico de las Platerías de la catedral de Santiago de Compostela, pudo estar basada precisamente en la benevolente descripción del romano en los Hechos de Pilatos.
Normalmente en esta escena aparece Pilatos con rasgos negativos o neutros [15]; no obstante, a pesar del contexto negativo de la Flagelación, la escena presenta la peculiaridad de que el romano, sentado en un trono, está siendo coronado por un personaje, lo que indica una intención de resaltar su realeza. Justo detrás de Pilatos se ha representado el milagro de la curación del ciego. La imagen podría explicarse por la inclusión en los Hechos de Pilatos de un juicio contra Jesús en el que varios testigos hablan a su favor, entre ellos Nicodemo, la Verónica, así como un paralítico, un ciego y un leproso, que habían sido curados por él (Hechos de Pilatos 6, 4). La aparición del milagro de la curación del ciego induce a pensar que se trata de una alusión a uno de los personajes que posteriormente intervendría a favor de Jesús en el momento del juicio según narra la fuente apócrifa [16].
Independientemente de la clemencia con que se representa a Pilatos en la escena del pórtico de las Platerías, resulta difícil considerarla antisemita debido a la ausencia de una incriminación explícita de los judíos en la muerte de Cristo. La ambigüedad de Pilatos como hombre bueno o malvado se refleja en obras de teatro medievales sobre la Pasión. En un buen número de dramas de la Pasión encontramos cómo el gobernador romano es amigo de los judíos y está dispuesto incluso a cooperar con ellos en la muerte del Salvador. De este modo, en algunas escenas, Pilatos pedirá consejo a Anás o Caifás sobre la deliberación que ha de tomar respecto a Cristo o cooperará con los judíos en la decisión de crucificar a Jesús con clavos o a escoger una cruz especialmente pesada para su camino al Calvario. Por el contrario, en otras obras teatrales, Pilatos maldecirá a los judíos por haberle obligado a condenar a Cristo y no vacilará en señalar su malicia y falta de compasión.
En una escena de la Flagelación, el gobernador romano espetará incluso a los judíos que se encarguen ellos de dicha labor, cosa que él no estaba dispuesto a hacer, puesto que se había opuesto a castigar a Cristo [17].
Desde los inicios del arte cristiano en el Imperio romano, el rasgo que más caracterizó la iconografía de Pilatos fue el gesto de lavarse las manos, recogido únicamente en el Evangelio de San Mateo y en los textos apócrifos. En sarcófagos romanos del siglo IV y en las puertas de Santa Sabina de Roma del siglo V encontramos una escena del juicio de Cristo ante Pilatos, en la que el romano está entronizado en el gesto de lavarse las manos [18].
Es posible que la benevolencia con la que se juzgaba la figura de Pilatos en los escritos de los padres de la Iglesia y en los apócrifos Hechos de Pilatos determinase el afianzamiento de la iconografía del lavatorio de las manos, por la que la culpa de la muerte de Jesús recaía exclusivamente sobre los judíos [19]. Tertuliano interpretó el gesto de lavarse las manos delante de Cristo como un bautismo en el que Pilatos aceptaba a Cristo y se convertía en uno de los primeros cristianos. Eusebio de Cesárea creyó igualmente que Pilatos se hizo cristiano y que intentó incluso convertir al emperador Tiberio [20]. Testimonio de esta mentalidad sería la supuesta carta enviada a Tiberio, que se recoge en los Hechos de Pilatos.
El cristianismo de Pilatos, tal y como es expuesto por los padres de la Iglesia, recalcaría una vez más su ausencia de maldad y, como consecuencia de ello, la ignominia de los judíos. Movido quizás por la oleada antisemita que había provocado la crisis iconoclasta, en la que los judíos representaban los enemigos por excelencia de las imágenes, a partir del siglo IX el arte bizantino recalcó asimismo la culpabilidad de los judíos en la muerte de Cristo. La escena del juicio ante Pilatos fue cada vez menos frecuente en favor de la iconografía del juicio de Jesús ante el Sanedrín y, cuando se representaba el juicio de Pilatos, se introducía normalmente la presencia de varios sacerdotes judíos que presionaban al romano para que crucificase a Jesús [21].
En el arte occidental de la Alta Edad Media encontramos algún ciclo de la Pasión, como por ejemplo en las puertas de San Miguel de Hildesheim de principios del siglo XI, en las que quien asesora a Pilatos para que condene a Cristo es un demonio [22].
Este terrible papel quedará reservado a los judíos en el arte de la Baja Edad Media. El arte italiano bajomedieval recibió la herencia del arte bizantino no sólo en su estilo, sino también en su iconografía, por lo que es frecuente encontrar la escena del juicio ante Pilatos con el romano representado como un rey medieval e inducido por un malvado judío con larga barba y capucha a condenar a Jesús [23]. Lo mismo ocurrirá en el arte catalán de influencia italianizante. Unas pinturas murales del monasterio de Pedralbes de la primera mitad del siglo XIV han sido tradicionalmente atribuidas a Ferrer Bassa, aunque hoy se propone que podrían haber sido realizadas por un pintor italiano contratado por este pintor [24]. En la escena del juicio de Pilatos observamos al romano al estilo de un rey medieval incitado por una pareja de judíos con larga barba, capucha y capa, a que condene a un Jesús golpeado por sayones [25].
Podemos saber exactamente lo que los judíos le estarían diciendo a Pilatos a través de obras de teatro medievales de la misma época. Un drama litúrgico de la Pasión en catalán, de principios del siglo XIV, contiene muchos pasajes acusatorios contra los judíos de haber matado a Jesús. Entre ellos, adquiere relevancia el juicio ante Pilatos, en el que una pareja de judíos con los nombres de Jorias y Dalfnat dicen expresamente al procurador romano: “Nos te dizim que deu murir” (v. 1223) [26]. No se trata de un hecho aislado; en los dramas litúrgicos de la Pasión de siglos posteriores, tanto en catalán como en castellano, se incidirá una y otra vez en la culpabilidad de los judíos en la muerte y crucifixión de Jesucristo [27].
La visión positiva de la figura de Pilatos alcanzará también a la teología de la Baja Edad Media y temprana Edad Moderna. Durante el siglo XV, en la Corona de Aragón, Francesc Eiximenis insistirá en su Vita Christi en la figura de un Pilatos bueno y ansioso por creer en Cristo, que se esfuerza por no condenarlo, pero que, sin embargo, cede finalmente ante la presión y obstinación de los judíos por miedo al estallido de una revuelta en Palestina [28].
Muchas de las imágenes de la época se harán eco de esta situación, prueba de ello sería una predella dedicada a la Pasión de alrededor del siglo XV, conservada en el Museo Municipal de Pollença y realizada para un retablo de la parroquia de la Madre de Dios, que presenta un juicio ante Pilatos con un judío asesorando al prefecto romano [29].
Pilatos está sentado en su trono y levanta su mano derecha en señal de una toma de decisión. Detrás de él aparece la figura de un consejero judío que le empuja a ordenar el fatal desenlace. El hebreo cumple a la perfección el canon iconográfico de representación bajomedieval de los judíos en la Corona de Aragón. Es este consejero un hombre entrado en la madurez, su avanzada edad se refleja a través de su larga y blanca barba, mientras que su indumentaria se compone de una capa o manto alrededor del cuerpo y una capucha que le cubre la cabeza. La imagen de este “pérfido judío” asesorando al gobernante pudo servir también como signo de advertencia a monarcas y señores de las graves consecuencias que podía acarrear rodearse y dejarse aconsejar por los judíos. Como propiedad directa de los gobernantes, los judíos fueron constantemente defendidos por ellos de los ataques del pueblo, que fue consciente de su labor como instrumento de extorsión económica del señor [30].
En el arte centroeuropeo de la Baja Edad Media es igualmente frecuente que Pilatos aparezca en el juicio de Jesús acompañado de un asesor hebreo de rasgos grotescos, que le anima a que resuelva el caso con una condena a muerte [31]. El rostro del judío suele contrastar brutalmente con la serenidad y comprensión mostrada por Pilatos. El gobernador romano cumple así el papel de un hombre bueno, arrastrado por las circunstancias y la mala voluntad de los judíos a actuar del modo en que lo hizo [32]. No obstante, la innegable implicación de Pilatos en la muerte de Jesús, pudo llegar incluso a convertir al romano en judío en un intento de ofrecer un nuevo repertorio de propaganda antisemita. Este parece haber sido el caso de la predella de Joan Rexach. En dicha obra encontramos dos juicios: el primero es el de Jesús ante Caifás, el sacerdote judío y su séquito llevan una indumentaria oriental que los vincula tanto a judíos como a musulmanes, los otros grandes enemigos de la fe cristiana. De hecho, el propio Caifás lleva un turbante y un largo gorro apuntado, una fusión de los tocados que identificarían a los seguidores de Moisés y de Mahoma [33]. Una segunda escena contiene el juicio ante Pilatos en el momento en que el romano se lava las manos y los sayones se llevan a Cristo con una soga al cuello.
El gorro de Pilatos en esta segunda escena es similar al de Caifás, pero esta vez las perlas han desaparecido y se puede identificar una banda de escritura pseudo-hebrea, lo que transforma al romano en un hebreo, pues la escritura hebrea o pseudo-hebrea fue uno de los recursos de los pintores medievales para identificar al personaje como judío [34].
Uno de los momentos que mejor ilustran la voluntad de Pilatos por librar a Cristo de la pena capital y su imposibilidad de hacerlo ante la insistencia de los judíos para que muera en la cruz es el instante en el que el romano exhibe a Jesús después de haber sido azotado y torturado ante los judíos diciendo: “Ecce homo”; es decir, “He aquí el hombre”. Con ello, el prefecto romano agotaba un último intento frustrado de salvar la vida de Jesús; no obstante, la imagen de un apaleado y demacrado Jesucristo tampoco lograría apiadar a la muchedumbre judía. El ejemplo más antiguo que conocemos de la iconografía del Ecce homo en el contexto hispánico aparece en la Biblia de Ripoll [35]. Se trata de un ejemplo aislado, pues la iconografía del Ecce homo disfrutó de un auge de popularidad a partir del siglo XIV [36]. En la Península Ibérica será Castilla el reino en el que con más frecuencia se represente el tema. Un ejemplo temprano en dicho reino son los frescos que Nicolás Francés pintó en el trascoro de la catedral de León en la década de 1450. En ellos se vuelve a incidir en la inocencia de Pilatos, de cuya boca sale el texto del Evangelio de San Juan: “He aquí que lo saco fuera, para que sepáis que no hallo en él culpa alguna” (Juan 19, 4), mientras los judíos le responden: “Nosotros tenemos la ley y según la ley debe morir el que se proclama hijo de Dios” (Juan 19, 7) [37]. El texto y la imagen se ponen claramente de acuerdo para inculpar una vez más a los judíos de la muerte de Jesús.
Concluimos, por lo tanto, que desde los inicios del Imperio Romano, la competencia entre el judaísmo y el cristianismo condujo a que los cristianos intentasen demonizar al credo rival. Para ello, eximieron de la culpa de la muerte de Jesucristo a los romanos y la concentraron sobre los judíos. Esto hizo que en los primeros siglos del cristianismo existiese una visión positiva de Poncio Pilatos en los escritos de los padres de la Iglesia y en fuentes apócrifas como los Hechos de Pilatos o Evangelio de Nicodemo. Pilatos deja de ser un sanguinario crucificador y se convierte en el símbolo de un monarca fatalmente asesorado por envidiosos hebreos. No obstante, la figura de Pilatos gozó siempre de una relativa ambigüedad y no faltan las fuentes que condenen su maldad junto a la de los judíos instigadores de la muerte del Mesías.
Carlos Espí Forcén en dialnet.unirioja.es/
Notas:
1 La versión más extendida en castellano del Evangelio de San Mateo se refiere a Poncio Pilatos como “procurador”, cuando en realidad fue “prefecto” de Judea. “Prefecto” es el nombre que recibía el cargo de gobernador en el Imperio romano entre el año 6 y 41 d.C., es decir el periodo de Pilatos. A partir del año 44 d.C. el nombre de “prefecto” se sustituyó por el de “procurador”. De hecho, el único resto arqueológico que nos ha quedado de Pilatos es una inscripción en una pie- dra, que fue reutilizada posteriormente en la construcción del anfiteatro de Cesárea, en la que se menciona que Pilatos fue prefecto de Judea en época de Tiberio (Colum Hourihane, Pontius Pilate. Anti-semitism, and the Passion in Medieval Art, Princeton y Oxford: Princeton University Press, 2009, pp. 40-42, 393, n. 2)
2 Aunque tradicionalmente se ha considerado que el Evangelio de San Mateo era el más antiguo de los cuatro canónicos, hoy se mantiene que el de Marcos sería más antiguo y que Mateo y Lucas beberían de esta tradición. Cfr. J. D. CROSSAN, Te Historical Jesus. Te Life of a Mediterranean Jewish Peasant, San Francisco: Harper, 1992, pp.XXX-XXXIII (para una traducción española, El Jesús de la historia: vida de un campesino judío, Barcelona: Crítica, 2007).
3 G. DAHAN, Les intellectuels chrétiens et les juifs au Moyen Âge, París: Cerf, 1999, pp. 562-563 ; J. COHEN, “Te Jews as the Killers of Christ in the Latin Tradition, from Augustine to the Friars.” Traditio 39 (1983), pp. 1-27; idem, Christ Killers. Te Jews and the Passion. From the Bible to the Big Screen, Nueva York: Oxford University Press, 2007. Kurt Schubert señala el citado pasaje de Mateo, junto con Marcos 15:14, “¿Pues qué mal ha hecho? Mas ellos gritaban con mayor fuerza: Crucifícale”, como el origen del antisemitismo por la acusación de deicidio (K. SCHUBERT, “Gottesvolk- Teufelsvolk-Gottesvolk”, en Die Macht der Bilder. Antisemitische Vorurteile und Mythen, Viena: Jüdisches Museum, 1995, p. 35).
4 John Dominic Crossan ofrece probablemente el mejor análisis del Jesús histórico desde las distintas vertientes con las que podríamos interpretarlo hoy, esto es, Jesucristo como un profeta, un mago, un curandero, un campesino o un rebelde revolucionario. Véase J.D. CROSSAN, Te Historical Jesus… op. cit. El estudioso judío Jeremy Cohen compara el valor histórico de los Evangelios al que puede tener La Odisea de Homero o el libro bíblico del Génesis. Véase, J. COHEN, Christ Killers… op. cit. p. 19.
5 M. PERRY - F.M. SCHWITZER, Antisemitism: Myth and Hate from Antiquity to the Present, Nueva York: Palgrave MacMillan, 2002, p. 20.
6 Actualmente se mantiene por una parte de la historiografía que los Evangelios no pueden analizarse como un documento histórico sino como una profecía historiada. La teología cristiana partiría del judaísmo en la elección de Cristo como el Mesías y la visión de la Crucifixión como el sacrificio último de la Pascua. Véase J. COHEN, Christ Killers…op. cit. pp. 15-28 y 37-53. Ya en la Epístola a los Romanos de San Pablo se considera que los judíos no tienen necesariamente que seguir siendo el pueblo predilecto de Dios. Para ello se utiliza la historia de Jacob y Esaú del Génesis. A pesar de que Esaú es el mayor de los hermanos, pierde sus derechos de primogenitura por un plato de lentejas que prepara Jacob. Según San Pablo, Esaú representaría al pueblo judío por no reconocer al Mesías y delega el favoritismo divino en los cristianos representados por Jacob (Epístola a los Romanos 9: 6-12). Cfr. I.J. YUVAL, Two Nations in your Womb: Perceptions of Jews and Christians in Late Antiquity and the Middle Ages, Berkeley y Los Ángeles, University of California Press, 2006, pp. 3-26.
8 M. Perry – F. M. SCHWEITZER, Antisemitism: Myth and Hate… op. cit., pp. 27-28. Hoy se afirma que los principales responsables de la muerte de Jesús fueron los romanos. Cristo pudo haber sido sentenciado por Poncio Pilatos por haber retado la autoridad del Imperio en Judea como líder de masas, de ahí que se le condenase como Ihesus Nazarenus Rex Iudeorum. Pudo haber sido condenado por acciones como cuando arremetió contra los mercaderes del templo, que supondrían un reto a la potestad de los romanos (ibid., pp. 32, 34). Una visión más acorde con el Evangelio mantiene que el Sanedrín ideó la condena de Jesús por haberse proclamado el Mesías y lo condujeron a Poncio Pilatos, que lo sentenció a morir en la cruz. Véase, K. SCHUBERT, “Die Juden und die Römer”, en W. P. ECKERT - E. L. EHRLICH (eds.), Judenhass. Schuld der Christen?!, Essen: Hans Driewer, 1964, pp. 102-110.
9 No obstante, hay que tener en cuenta que Filo de Alejandría está intentando negativizar la figura de Pilatos como enemigo del pueblo judío en oposición a la virtud, encarnada en el emperador Tiberio. Otro contemporáneo de Poncio Pilatos, el historiador judío Flavio Josefo, no hará una descripción tan negativa del prefecto romano. Flavio Josefo lo cita con motivo de la revuelta que se provocó por la erección de unas efigies de César que violaban el aniconismo judío y del conflicto que supuso en la comunidad judía la construcción de un costoso acueducto. En el Testimonium Flavium encontramos un pasaje en el que Flavio Josefo señalaría a Pilatos como el responsable de la crucifxión de Jesús; sin embargo se cree que este pasaje fue alterado posteriormente por autores cristianos. Véase, C. HOURIHANE, Pontius Pilate, Anti-Semitism, and the Passion in Medieval Art, Princenton University Press, 2009, pp. 13-22; C. THOMA, “Der Prozess Jesus im Religionsunterricht”, en W. P. ECKERT - E. L. EHRLICH (eds.), Judenhass. Schuld der Christen?!... op. cit. pp. 128-130.
10 J. COHEN, Christ Killers… op. cit., p. 20.
11 D. ROKÉAH, “Te Church Fathers and the Jews in Writings Designed for the Internal and External Use”, en S. ALMOG (ed.), Antisemitism through the Ages, Oxford y Nueva York, Pergamon Press, 1988,p. 42; C. HOURIHANE, Pontius Pilate…op. cit. p. 4.
12 C. HOURIHANE, Pontius Pilate… op. cit. pp. 126-142.
13 R. MELLINKOFF, “Pilate’s Wife”, en J. F. HAMBURGER - A. S. KORTEWEG (eds.), Tributes in Honor of James Marrow. Studies in Painting and Manuscript Illumination of the Late Middle Ages and Northern Renaissance, Turnhout, Brepols, 2006, pp. 338-340.
14 Para la visión de Pilatos en los Hechos de Pilatos, véase C. HOURIHANE, Pontius Pilate…op. cit., pp. 31-34, 80-82; E. VON DOBSCHUTZ, Christusbilder. Untersuchungen zur christilichen Legende (Beilagen), Leipzig, 1899, pp. 163-190.
15 En la obra de Colum Hourihane encontramos una gran colección de imágenes de Pilatos ante la fagelación, en las que el romano tiene rasgos negativos o neutros (C. HOURIHANE, Pontius Pilate…op. cit.).
16 J.L. SENRA GABRIEL Y GALÁN, “Los tímpanos de la catedral de Santiago en su contexto histórico artístico”, en R. SÁNCHEZ AMEIJEIRAS – J.L. SENRA GABRIEL Y GALÁN (eds.), El tímpano románico. Imágenes, estructuras y audiencias, Santiago de Compostela, Xunta de Galicia, 2003, pp. 41-44.
17 La amistad de Pilatos con Anás y Caifás se manifiesta en escenas como una invitación por parte de Pilatos a Anás a que coma con él o una escena en la que Caifás acude a visitar a Pilatos y le pide disculpas por despertarlo de la siesta. En cuanto a las escenas de la flagelación, en algunas obras teatrales aparece la figura de un judío llamado Rufus, que anima a los judíos a que fustiguen a Jesucristo. Véase R. VON STOEPHASIUS, Die Gestalt des Pilatus in den mittelalterlichen Passionspielen, Wurzburgo, Wissenschaftlicher Werke Konrad Triltsch, 1938, pp. 54-58. Curiosamente, la figura de Rufus podría tener paralelos en el arte bajomedieval alemán, pues es frecuente encontrar judíos flagelando a Cristo en una escena yuxtapuesta al juicio de Pilatos.
18 J. MARTÍ I AIXALÀ, “La escena pro tribunali, Jesús ante Pilatos en los sarcófagos de Pasión”, en Studi di Anti- chità Christiana. Historiam pictura refert. Miscellanea in onore di Padre Alejandro Recio Veganzones O.F.M. Ciudad del Vaticano, Pontifcio Istituto di Archeologia Cristiana, 1994, pp. 1-14; C. HOURIHANE, Pontius Pilate…op. cit., pp. 57, 67, 75-78.
19 J. MARTÍ I AIXALÀ, “La escena pro tribunali…” op. cit., pp. 5-10.
21 A. DERBES, Picturing the Passion in Late Medieval Italy. Narrative Painting, Franciscan Ideologies, and the Levant, Cambridge, Cambridge University Press, 1996, pp. 79-80.
22 C. HOURIHANE, Pontius Pilate…op. cit. pp. 144-145.
23 A. Derbes, Picturing the Passion in Late Medieval Italy… op. cit. pp. 72-93.
24 J. YARZA LUACES, “Ferrer Bassa revisado”, en Studi in onore di Angiola Maria Romanini, Roma, Sintesi Informazione, 1999, pp. 715-725. Véase también, F. ESPAÑOL, El gótico catalán, Manresa, Angle, 2002, pp. 217 y 220-222. Una escena parecida se encuentra también en el Políptico Morgan de Arnau Bassa, hijo de Ferrer Bassa. Cristo es presentado ante Pilatos por un malicioso judío (ibíd., pp. 217-219). El ejemplo hispánico más temprano que conocemos de la iconografía del juicio de Pilatos, en el que el romano es asesorado por un hebreo, se encuentra en la pintura del siglo XIII de la techumbre de la catedral de Teruel (P. RODRÍGUEZ BARRAL, La imagen del judío en la España medieval, Edicions Universitat de Barcelona, Barcelona, 2009, pp. 112-113).
25 Para el ciclo de pinturas murales de Pedralbes véase también, J. GUDIOL – S. ALCOLEA I BLANCH, Pintura Gótica Catalana, Barcelona, Polígrafa, 1986, pp. 43-45, 294-295.
26 El verso procede de la Pasión Didot del siglo XIV de la Biblioteca Nacional de París. Véase P. RODRÍGUEZ BARRAL, “El judío en el drama sacro bajomedieval hispánico.” La Corónica 36 (2007), pp. 247-249 (reeditado en P. RO- DRÍGUEZ BARRAL, La imagen del judío en la España medieval… op. cit. pp. 96-109).
27 P. RODRÍGUEZ BARRAL, La imagen del judío… op. cit. pp. 96-109. Las obras teatrales medievales fueron un caldo de cultivo antisemita. En ellas se incide una y otra vez en la culpabilidad de los judíos en la Pasión en todas las escenas del ciclo, muchas veces con gran virulencia. Para obras similares en el mundo germánico véase, H. C. HOLDSCHMIDT, Der Jude auf dem Teater des Deutschen Mittelalters, Emsdetten, Heinr. & J. Lechte, 1935; N. BREMER, Das Bild der Juden in den Pasionsspielen und in der bildenden Kunst des deutschen Mittelalters, Frankfurt a. M., Peter Lang, 1986; E. WENZEL, “Do worden die Judden alle geschant”. Rolle und Funktion der Juden in spätmittelalterlichen Spielen, Munich: Wilhelm Fink, 1992.
28 C. ROBINSON, “Preaching to the Converted: Valladolid’s Cristianos nuevos and the Retablo de don Sancho de Rojas”, en Speculum 2008, pp. 135-137. El artículo de esta autora pretende demostrar la influencia de la obra de Francesc Eiximenis en las imágenes devocionales castellanas de la Pasión en la Baja Edad Media, centrándose en el retablo que el arzobispo de Toledo Don Sancho de Rojas donó al convento de San Benito de Valladolid en 1415. Cfr. Ibid. pp. 112-152.
29 T. SABATER, La pintura mallorquina del segle XV, Palma de Mallorca, UIB, 2002, p. 56, fig. 13a.
30 R. CHAZAN, Church, State and Jew in the Middle Ages, Nueva York, Behrman House, 1980, pp. 60-88.
31 J. MARROW, “Circumdederunt me canes multi: Christ’s Tormentors in Northern European Art of the Late Middle Ages and Early Renaissance”, en Art Bulletin 59, 1977, pp. 171-172.
32 R. MELLINKOFF, Outcasts: Signs of Otherness in Northern European Art of the Late Middle Ages, Los Angeles, University of California Press, 1993, vol. 1, p. 128, vol. 2, fg. VI., p. 27.
33 Para la identificación de Pilatos y de otros personajes romanos con judíos y musulmanes por su indumentaria oriental véase, M. MORENO BASCUÑANA, Las huellas del otro: el Islam y el Judaísmo en la pintura gótica valenciana, Tesis de Licenciatura, Universidad de Valencia, 2006, pp. 80-85. Cfr. VV.AA., La impronta florentina y flamenca en Valencia. Pintura de los siglos XIV-XV. Valencia, Museo de Bellas Artes de Valencia, 2007, pp. 106-115.
34 Colum Hourihane cree que podemos encontrar imágenes en las que Pilatos aparece como un judío ya en el siglo XI, como por ejemplo en el hecho de que tenga barba, posea una tez negruzca o porte un gorro judío. Cfr. C. HOURIHANE, Pontius Pilate… op. cit. pp. 146-153. Para la escritura pseudo-hebrea como elemento de identifcación de los judíos, véase R. MELLINKOFF, Outcasts: Signs of Otherness…op. cit., vol. 1, pp. 97-119. Las escenas de la Pasión de Cristo no son las únicas en las que aparece un romano con rasgos hebreos e islámicos. El retablo de Santa Engracia pintado por Bartolomé Bermejo probablemente para el monasterio de San Francisco de Daroca en la segunda mitad del siglo XV, muestra al emperador romano Daciano con una vestimenta oriental muy similar a la del Pilatos de Reixach en la escena de la flagelación de Santa Engracia. Daciano presenta, además del gorro apuntado con turbante, una tez negruzca y una barba que en un intento de identificación con los musulmanes. Véase, M. MORENO BASCUÑANA, Las huellas del otro… op. cit., pp. 101-102. Para el retablo de Santa Engracia véase VV.AA., La pintura gótica hispano flamenca. Bartolomé Bermejo y su época, Barcelona: Museo Nacional de Arte de Cataluña, 2003, pp. 148-159. De la misma época y también en Valencia, Francesc D’Osona realizará una tabla con Jesús ante Pilatos en la que Pilatos no porta la indumentaria judía del Pilatos de Reixach, pero sí que aparece un judío al lado de Pilatos según la tradición más temprana de judíos induciendo al romano a que condene a Cristo (X. COMPANY (ed.), El Món dels Osona. ca. 1460- ca. 1540, Valencia: Museu de Belles Arts Sant Pius V, 1995, pp. 136-137).
35 W. NEUSS, Die Katalanische Bibelillustration um die Wende des ersten Jahrtausends und die altspanische Buchmalerei, Bonn y Leipzig, Kurt Schroeder, 1922, p. 125, fg. 142; C. HOURIHANE, Pontius Pilate… op. cit. p. 123; José Martí i Aixalà interpreta el gesto de Pilatos ante Cristo en un sarcófago romano de Arlés como una posible alusión a la escena del Ecce homo ( J. MARTÍ I AIXALA, “La escena pro tribunali…” op. cit. p. 8).
36 C. HOURIHANE, Pontius Pilate… op. cit. pp. 220-226.
37 P. RODRÍGUEZ BARRAL, La imagen del judío… op. cit. pp. 159-160. Rodríguez Barral cita varios ejemplos más de la iconografía del Ecce homo en Castilla (ibíd., pp. 159-169). Hourihane recoge igualmente un buen repertorio de imágenes similares centro-europeas del Ecce homo (C. HOURIHANE, Pontius Pilate… op. cit. pp. 335-346).
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