El pasado día 7 se cumplió un año del fallecimiento de D. Javier Cremades Sanz-Pastor, sacerdote del Opus Dei. Como recuerdo a una vida tan llena de frutos, hemos querido hacerle un homenaje publicando una conferencia –transcrita de youtube- que impartió ante las delegadas y delegados del Santuario de Torreciudad, del que él era, en esa época -rector-.
El título que hemos escogido para esta conferencia se llama las manos de una madre. He pedido que ahí detrás pongan también las manos de la madre. Si os fijáis las manos y la cabeza de la imagen de la Virgen está proporcionalmente desproporcionada; a idea, como para resaltar el rostro de la Santísima Virgen y sus manos acogedoras. Una mano de la Virgen abraza al niño. Se puede pensar que ese abrazo al niño, también para nosotros es Cristo, es la gracia del perdón que nos trae Cristo con su pasión y muerte, con su resurrección. Y la otra mano sostiene una rosa; esa rosa me gusta pensar, y más en este año la misericordia, que rosas son las obras de la misericordia; las siete obras espirituales y corporales cada una siete y siete obras de misericordia, sin cansarse, sin cejar un momento en el empeño. El Santo Padre constantemente nos recuerda a todos para que -como siempre tenemos que hacer- quiere que lo hagamos particularmente intenso a lo largo también este año.
Hace mes y pico, hablé de las manos de una Madre en una conferencia que di en Casteldaura. Yo me las prometía muy felices porque me dije ya tengo la conferencia preparada, le suelto la misma matraca a los delegados y a las delegadas. Pero no contaba con los avances modernos, y poco tiempo después de esta conferencia me la encontré puesta ya en internet en diferentes lugares; no sólo el texto, sino también la voz, o sea todo. Me dije tendremos que cambiar y a la vez darle menos aire de conferencia y darle más aire de familia.
Puesto que la explicación de todo lo que hemos visto hasta este momento, como queda claro, tiene sus orígenes aquí en Barbastro, me encanta la presencia de estos alcaldes aquí presentes, especialmente el de Castilla, al que le agradezco que me haya admitido como ciudadano de ese Castilla; soy castillano desde hace unos meses
Claro es una historia de las manos de esa madre que empieza aquí. Son cuatro manos, las dos manos que acogen ese niño pequeño que agoniza y que la madre con cariño lo ofrece a la virgen de Torreciudad y le dice que si lo cura es para ella. Cuando el médico viene a certificar la defunción se encuentra con que este niño barbastrense de pro, de toda su vida, -porque fue un barbastrense tremendo, estupendo- se da cuenta que el niño está jugando con los barrotes de la cuna y en brazos de su madre, a caballo, como en la época, por caminos muy inexistentes.
Yo cuando vine en 1958 por primera vez a Torreciudad tuvimos que dejar el coche en Volturina, porque quizá había un sendero previo, pero después se construyó el pantano que se lo debió llevar por delante. Los paisanos si sabían dónde estaba Torreciudad, iban tantas veces descalzos a poner en manos de la Virgen -las manos de la madre-, sus preocupaciones, sus ilusiones, sus problemas, sus circunstancias como esta madre, la madre de san Josemaría. Luego me he ido enterando -porque aun llevo poco tiempo como rector, pero Torreciudad ha sido un paisaje casi constante en mi vida- y he presenciado casos directamente de varias madres conocidas también por mí que les ha pasado exactamente lo mismo; que con sus manos han venido a traer, a ofrecer a ese niño, esa niña a la Santísima Virgen, y ella ha cuidado de ellos y los ha sacado adelante.
Una nos lo contaba hace poquito -en el video- y otra es muy reciente – va a salir quizá en la información de las actividades del santuario del año pasado-. Una, en concreto, que relata como viene agradecida a traer a su niño porque se lo ha curado la Santísima Virgen y viene ofrecérselo de nuevo.
La historia posterior -desde hace ciento y pico años- es la historia de esas manos de madre que tiene grabadas a fuego en su corazón, esas manos de madre que le hacen a él también ser padre, ser madre, y que le hace querer a la Virgen con locura, y le hacen saber contagiar a todas las personas que tienen a su alrededor ese cariño loco grande, enorme, profundo, por la Santísima Virgen. Él vive y experimenta que está siempre en manos de su madre María, su vida no es fácil en absoluto, pasa por dificultades tremendas -siempre parte de lo que cuento es historia que he oído de primera mano, parte de lo que cuento es historia vivida por mí-, porque ya teniendo mis años tengo a mi favor el agradecer a Dios haber podido estar con san Josemaría antes de 1975; viviendo con él varios años en Roma.
Y cuando, -por diferentes motivos, nos conocimos, -pues la amistad de San Josemaría con mi familia entronca en mil novecientos ventialgo- cuando tanto él como mi padre estudiaban juntos -aunque diferentes años- en la facultad de derecho de la Universidad de Zaragoza. Ahí empieza una amistad y un trato en profundidad porque san Josemaría realizaba entonces también muchas obras de caridad, llevaba a sus compañeros de universidad a dar catecismo a los barrios más extremos de Zaragoza. Allí es donde mi padre comentaba con todo el amor, como desde el centro de la ciudad iban andando hasta el centro de la ciudad, más allá de donde estaba la Romareda -aunque del Zaragoza mejor no hablar-. Pero imagino esas conversaciones por el camino porque iba a enseñar al que no sabe, esas obras de misericordia; en concreto el catecismo que daba a los niños pobres de esas barriadas de Zaragoza. Pero supongo que iría también percutiéndole a mi señor padre. Preparando a mi padre para su vida posterior. Cada vez que me miro en el espejo por las mañanas y veo el negro panorama que me espera por mi vestidos -en ese sentido mi armario es desanimante- (no tengo problemas de que ponerme nunca), pienso que tanto regalos que mi familia y yo hemos recibido a lo largo de nuestra vida comienza precisamente ahí, ejerciendo esas obras de caridad. El que se sabía en manos de una madre, porque en esa época San Josemaría iba todos los días al Pilar a pedirle la Santísima Virgen, a ponerse en manos de la Santísima Virgen porque no sabía qué era lo que Dios le pedía, y esa tónica suya fue la habitual. Luego ya descubre lo que Dios le pide y lo va llevando hasta el último rincón con dificultades sin cuento, pero toda su vida en manos de la Virgen, toda su vida hasta el momento de morir. Nos dice este barbastrense ilustre que nos deja en lo humano -como herencia- el buen humor, y en lo sobrenatural –dice- el cariño a la Santísima Virgen el ponernos en manos de la Madre.
Ya en 1934 escribe -es un poco curioso este texto porque aunque suena a frase bonita cuando uno lo mira despacio, no puede ser más que autobiográfica- ¡Madre! -Llámala fuerte, fuerte. -Te escucha, te ve en peligro quizá, y te brinda, tu Madre Santa María, con la gracia de su Hijo (hasta aquí bien), el consuelo de su regazo (san Josemaría sabe lo que es el consuelo de regazo), la ternura de sus caricias (las manos de una madre acariciando): y te encontrarás reconfortado para la nueva lucha (parece una referencia autobiográfica). (Camino, 516). Un poquitín más adelante en ese libro escribe: Sé de María (Camino, 494). Ama con locura a la madre de Dios que es madre tuya y madre nuestra. Eso le lleva a estar agradecidísimo a la madre de Dios. El era muy, muy agradecido por eso era muy de Barbastro, muy de todos los sitios donde iba y la gente –pues- con él abría el corazón.
En Lérida, unos años después, cuando está predicando unos ejercicios sacerdotes, fallece su madre. No se esperaba. Desaparecen como en la tierra, esas manos de madre y él desconcertado acude a pedir ayuda mi padre, que para aquéllas era el gobernador civil de Lérida, y le pide que puede hacer para llegar al entierro de esa madre, responsable también de su curación. No debió ser difícil para mi padre ponerle un coche, lo que no fue fácil fue llegar hasta Madrid: carreteras rotas, algunas inexistentes, coches que, éste de hecho se averió, y de madrugada del día siguiente pudo llegar a darle ese descanso también final, acompañar a su madre en ese momento. Él decía que nunca iba a olvidar -lo dejó por escrito- ese detalle de mi padre para con él. Y de hecho no lo olvidó jamás. Yo en el año 41 tenía menos 4 años, menos 5 años, mi existencia no era precaria, era inexistente.
Yo he pasado por el apuro, que recuerdo conmovido, de allá por los años 70, un día acompañando San Josemaría por las calles de Roma, -el iba hacer ver una serie de gente- yo iba como de compañía. En un momento en que él iba detrás, yo estaba delante, me agarró del brazo con fuerza y me dijo:
Iba por todos los santuarios del mundo, poniéndose en manos de la Virgen, en manos de la madre. Hacía peregrinaciones al Pilar, a Fátima, a Lourdes, bebía el agua bendita de Lourdes con todo cariño, a Eisenberg, en Roma a diferentes lugares, a Guadalupe, para que se resolvieran las cosas, para que la Obra pudiera tener la configuración jurídica que Dios quería. Iba volviendo loca a la Santísima Virgen, y las manos de la virgen le seguían, le bendecían. Tengo aquí apuntadas una palabras que San Josemaría, quizá hoy se pueden hacer, viéndoos aquí a vosotras y a vosotros, en esta tierra nuestra, los que somos aquí del alto Aragón; chantajeaba a la Santísima Virgen de esta manera, le decía:
Pensar, -hemos visto un resumen de actividades- aunque bueno lo de menos es poner las actividades que ha habido. Lo interesante es lo que pasa, porque viene la gente, ¿qué es lo que tienen en su corazón cuando vienen a Torreciudad?. Los que somos de aquí, del Somontano, del Rigor, del Sobrarbe, lo que tenemos en el corazón cuando vamos a ver a la Virgen, los que vienen desde cualquier rincón del mundo a ver a la Santísima Virgen; venimos a esos brazos de Madre.
Resuenan sus palabras:
Un secreto. —Un secreto, a voces: estas crisis mundiales son crisis de santos.
—Dios quiere un puñado de hombres "suyos" en cada actividad humana. —Después... "pax Christi in regno Christi" —la paz de Cristo en el reino de Cristo. (Camino 301).
Resuenan sus palabras de que resolvamos las cosas en la medida en que haya un puñado, -y aquí hay mas de un puñado de mujeres y hombres decididos a tomar en serio a Dios- porque en esta situación tan convulsa que está atravesando en occidente, en esa situación tan curiosa que está atravesando en nuestro país, la solución no va a venir por la línea de los nombres, de los políticos que están en estos días, más o menos discutiendo, con mejor o peor educación, como los líderes del mundo entero. La solución no va por ahí, que también, la solución va porque de tu y yo seamos como Dios quiere, de que tú y yo nos tomemos en serio estar en brazos de una madre, dependen –no lo olvides- muchas cosas grandes.
Torreciudad, hermanas mías hermanos míos, no hecho más que comenzar. Ese secreto entre la virgen y san Josemaría que -yo creo- está todavía por descubrir. Tuve la gracia de Dios en poder estar en Barbastro el 25 de mayo de 1975, el día que le dieron los paisanos de nuestro fundador, del fundador del Opus Dei, del creador del santuario, el título de hijo predilecto. Que no es el santuario nuevo, que no es que Torreciudad sea del Opus Dei, es de la Iglesia universal. Llevamos unos cuantos la dirección pero a él le tocó empujarlo y darle dimensión universal, que hace que Barbastro -por ejemplo- se ha conocido hasta el último rincón de la tierra, porque ahí donde hay una estampa del fundador del Opus Dei vuelves detrás y la primera línea -en caracteres chinos, filipinos, tagalos, suecos, rusos, da al igual, lo que quieras. La tercera, cuarta palabra entre paréntesis es Barbastro, España. Pero recuerdo como él, ese día estaba particularmente emocionado, por diferentes cosas. No puedo dejar de declararos mi orgullo de barbastrense se siente hoy singular y profundamente agradecido a todos cuantos hoy, estáis haciendo lo posible, unidos a tantos miles de personas esparcidas por todo el mundo. El maravilloso empeño que clava sus raíces junto a Nuestra Señora de Torreciudad. Mi corazón sacerdotal se llena también de gratitud a quienes con sus invocaciones a Santa María, con su sacrificio, con su trabajo, con sus aportaciones económicas -quizá en apariencia humildes- procuran sinceramente aumentar la devoción a la Santísima Virgen, sabedores de que los frutos espirituales y educativos de aquel centro mariano serán de carácter universal, pero se notarán especialmente en la antiquísima ciudad episcopal de Barbastro y en todo el somontano.
Salía de su profundo corazón ese agradecimiento a los que en aquel momento hacían posible -estaban dándole esta distinción- que Torreciudad se estuviera construyendo sabiendo que esas almas, muchas almas, oleadas de almas y un futuro de amor, -te prometo si me escuchas-. Y fíjate tú si la Santísima Virgen le escuchó, que es en la tela de la historia, donde las manos de una Madre, las manos de las madres han hecho mucha labor. Ahí está la Virgen y me gusta decir que en Torreciudad no hay rector -no sé lo que pasará en vuestras casas-, pero en Torreciudad hay rectora -que tal queda esto-. No sé, en vuestras casas, quien mandan si ellas o ellos; bueno sí que lo sé.
¿Qué hace la Virgen?, ¿qué hace la Madre con esas manos?
Hace unos meses vinieron de un pueblo, más allá de Córdoba -en un minibús de unas 30 y tantas plazas-, una familia que venía a celebrar las bodas de oro de los abuelos, y antes de comenzar una ceremonia así, pues paseo por la explanada, oteo un poco el panorama, miro a ver, y ahí note que entre los asistentes había mucha gente muy contenta, pero también había unos cuantos nietos que se les veía discretamente calcinados:
Cuando pude cogí a la señora y le dije:
Me dijo:
Empecé la homilía diciendo: yo creo que lo mejor es que la homilía la de la abuela.
La abuela dijo:
Bueno pues entonces la doy yo con palabras de la abuela. Así ataque al final:
Ya se han casados los hijos, han bautizado a los no tan churumbeles. Y Hay fotos que se graban con los móviles y fotos que se graban con cámaras especiales, pero hay fotos que te quedan en el disco duro del corazón. Son esas fotos que pasan en Torreciudad, que a veces se ven -la mayor parte de las veces- lo que pasa entre las manos de la Virgen y lo que pasa en el corazón de las personas, no se ve.
Hace un tiempo -también poquito-, llevo ocho meses nada más en Torreciudad. Yo procuro encontrarme en la explanada con todo el mundo y aprovechó los encuentros de la explanada, como viene gente que sabe, gente que no sabe, gente que anti sabe.
Y recibí una pareja de 50 ó 60 años, y note que el saludo fue cordial, que la pobre mujer tenía un tic en la cara. No es un tic grato, pero al cabo de un rato empecé a sospechar, no sabía yo –ese tic me sonaba extraño; me fijé con más calma y me di cuenta que la señora tenía el tic en la medida en que su marido no le veía la cara, si su marido le veía la cara no había tic. Entonces empecé a pensar que estaba echando la mujer señales de humo, como diciendo en inglés ¡help!. Entonces hubo un momento audaz en que le dije a la señora:
El marido saltó:
Y ahí nos quedamos los dos a solas -y se baja el telón pues porque lo que se habla, se queda con el sacerdote -y hasta se baja el telón. Una hora después estoy por la explanada -y se levanta el telón- porque me encuentro de nuevo con esta pareja los dos llorando a moco tendido, y la mujer se me echa encima diciendo:
Y por lo que contaron en ese momento, su marido hace 40 años que no se confesaba. No se había confesado ni para casarse, es la inconfensionalidad. Y le dijo en un momento determinado.
Entonces, en ese momento, y así me lo contaron. Decía el marido:
¿Qué ha pasado entre ese hombre y las manos de esa madre mía?
Piensa si quieres en los 10 millones de visitantes que ha habido en Torreciudad en estos últimos 40 años. Y no me refiero a la repercusión indudable económica, social, lo que tú quieras porque como todos, como vosotros, hoy comemos aquí, y cenamos aquí, dormimos aquí, ese empujón–insisto- que me parece a mí que no ha hecho más que empezar.
Piensa en el bien que eso significa para toda la humanidad, que se han puesto en las manos de la Madre. Piensa en cómo vienen los peregrinos tantas veces rotos, hace 15 días una niñita llorando por la explanada:
Y había ido con el resto de la familia a pedir que el padre volviera. Y 15 días después te llaman para decirte que ha vuelto el padre, que le dé las gracias a la Santísima Virgen.
Piensa en cómo vienen ahora en el año de la misericordia, -os lo hemos pedido también a vosotros- vienen habitualmente trayendo productos, nos hemos especializado en productos de higiene. Cogemos todo porque hablando con diferentes instituciones y con Cáritas Barbastro, Monzón, ahí los más indigentes de la diócesis carecen -dicen los responsables- tantas veces de lo más elemental: de jabón para poder lavarse, de papel higiénico, y desde luego siempre a lo largo de los santuarios -al lado de los santuarios- a lo largo de la historia ha habido siempre una dimensión clara de caridad, de solidaridad, de justicia. Este año queremos que sea más, que sea mucho más, desde luego que ningún indigente, que ninguna una persona necesitada, que ninguna familia, que a ninguna mujer, a un niño, le falte lo dispensable para su higiene personal. Piensa cómo se van los peregrinos de Torreciudad con deseos de volver, comprometiéndose cada uno en los lugares de origen. Piensa en que si realmente decimos que Torreciudad en la comarca, en la zona, está siendo un gran factor de desarrollo -lo que tú quieras- pero la manos de la Virgen van hacer también de modo particular este año pero ya digo, habitualmente, otro factor de desarrollo de que no haya ninguna persona que pueda decir que no tiene mientras otras personas tiran lo que les sobra, les falta.
A mí me recuerda esto los comienzos de san Josemaría cuando su padre se arruina en Barbastro y tienen que irse fuera, me recuerda los comienzos de la Obra, me recuerda cuando va a dar catecismo las barriadas pobres de Zaragoza. Me recuerda cuando va corriendo por los pobres de Madrid con unos zapatos que decían que tenía llamativamente limpios y no se fijaban que no tenían suela, porque no tenía dinero ponerle suelas nuevas. Y promovió centenares de centros sociales. Piensa y si quieres sueña- un poco más y voy terminando- porque las manos de la virgen sois ahora, somos ahora, los que trabajamos en Torreciudad. Las manos de la Virgen, -especialmente- sois ahora las delgadas, sois ahora los delegados. Esas manos que acercan a la Santísima Virgen a todo que se encuentra alrededor, y que es además la mejor y la única respuesta a la ignorancia y de la labor destructora que se quiera hacer en todos los lugares, porque además el que no está con Cristo, está contra Él.
Yo pienso en el Cristo de Torreciudad -lo veréis mañana-; recordáis que está vivo. San Josemaría mandó hacer dos ejemplares de ese Cristo; que le corrigió el molde al artista en diferentes ocasiones y que al final cuando el artista lo vio hecho dijo: “esta es la obra maestra de mi vida”. Y San Josemaría –divertido- comentó por lo bajo: “este se piensa que la hecho él”. Pues hizo ese Cristo sacó los dos moldes, las dos copias e hizo que se destruyera el molde.
Por aquellos años yo vivía en Roma y un día me dijeron:
Me puse con ropa de trabajo con otro -faltaba poco tiempo para que san Josemaría me llamara al sacerdocio-. Me puse con ropa de trabajo, bajé a un almacén, me dieron un martillo, me dieron un cincel y me dijeron rompe eso y que el trozo más grande sea así. Quité lo que lo cubría y debajo estaba el Cristo en yeso. Os puedo asegurar que no se me olvidará jamás los golpetazos que tuve que dar aquel Cristo. Me acompañaba otro -que parece ser que era más delicado que yo- porque cuando reconocía alguna zona del crucifijo donde él tenía que pegar, decía:
Y me lo pasaba a mí para que yo lo hiciera.
Es esa labor destructora que se quiere hacer de todo lo de Cristo, en todos los rincones, pero la gente no se da cuenta. Como decía Juan Pablo II podéis intentar hacer un mundo sin Dios, pero cuando penséis que lo habéis conseguido os daréis cuenta que habéis hecho un mundo contra el hombre.
Por aquel entonces mientras yo golpeaba el Cristo, Torreciudad se alzaba. Con todo el cariño, con la locura de hacer Torreciudad, y soñando lo que ahora es realidad. Pero nos interesa lo que pasa en los corazones de todos los que vienen. Y ahora un ataque directo a las delgadas y a los delegados ¿qué tal queda? Ser delegado no es un encargo:
Ser delegado de Torreciudad es un regalazo enorme. Es un honor, es un enchufe. ¿Qué tal delegados del mundo? Es un gran enchufe, es la respuesta más directa para resolver -en primer plano- todos los problemas de nuestro mundo, este mundo nuestro, que tantas veces se irrita y se entristece hoy mismo aquí en Barbastro.
Lamentamos la muerte trágica de un guardia civil por una insensatez de unos locos. Bueno, pues, delegadas y delegados si antes decíamos tener el corazón abierto, saber que si tenemos que llevar a la Virgen a tanta gente, porque somos sus manos, vosotras, vosotros y yo tenemos particular enchufe, como los que estamos aquí en esta zona del alto de Aragón, tenemos particular enchufe con nuestra Madre. Aprovecharos muy requete bien y estos días llenaros de esa fuerza que da la Virgen, esa fuerza que nos da la intercesión de este santo desde el cielo, que nos dice que -con nuestra ayuda- eso que le ofrecía la Virgen: que ofrezco yo que no soy nada, que no puedo nada; muchas almas, oleadas de almas, infinidad de almas y un futuro de amor, ese el futuro de amor de las delegadas y de los delegados de 2016. Gracias delegadas, gracias delegados.
Mons. Javier Cremades Sanz-Pastor, transcrita de youtube.com/
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