El liderazgo de Brasil en Sudamérica y su presencia en el espacio latinoamericano
Desde hace tiempo Brasil viene demostrando pretensiones de liderazgo en Sudamérica. Un liderazgo que le ha permitido elevar su prestigio internacional e irse catapultando como potencia cooperativa y ancla de estabilidad. De hecho, Itamaraty dedica una parte importante de sus esfuerzos a potenciar la «política de vecindad» en Sudamérica, procurando proteger y promover la estabilidad regional.
Este cambio en la política exterior brasileña a favor de una política consensuada y cooperativa mediante alianzas con otros países sudamericanos, y particularmente con Argentina, se inicia en la década de 1980, pero no toma cuerpo hasta una década después. Esto representa un nuevo estilo diplomático de vecindad cooperativa. Un liderazgo basado en la cooperación, la mediación y las instituciones regionales es la única opción de Brasil para ganar influencia, teniendo en cuenta el predominio de EE.UU. en el continente americano (63). Sólo con otros países sudamericanos, en el marco del multilateralismo regional y a través de la integración, Brasil puede crear un cierto contrapeso a Washington. Al usar instrumentos blandos para objetivos duros (crear a largo plazo un contrapoder sudamericano), Brasil podría calificarse como una «hegemonía cooperativa» (64).
En este sentido, el mayor logro de la política exterior brasileña en su consolidación como potencia regional ha sido, sin duda, la creación de un espacio propio para la cooperación e integración que esté liderado por Brasil. Aunque con dificultades, las autoridades brasileñas han logrado perfilar en los planos geoestratégico y económico-político un área que tiene identidad y que es aceptada en los ámbitos regionales y en el plano mundial. Sudamérica se concibe en la actualidad como una región dotada de características propias y con la voluntad de integrarse bajo el liderazgo de Brasil en la escena internacional. Las ideas del Presidente
Itamar Franco a primeros del decenio de los noventa del siglo XX se hicieron realidad durante el periodo de la Presidencia de Cardoso a lo largo de ese decenio y, como se sabe, el proyecto culminó bajo el mandato del Presidente Lula da Silva en el tiempo que llevamos del siglo XXI (65).
La continuidad y la perseverancia, como notas características de los diversos gobiernos brasileños, en pos de crear un área de influencia propia han dado sus resultados y, en la actualidad, UNASUR con todos los matices que se quiera y con las dificultades que aún tiene que sortear, es la expresión de un esfuerzo de integración entre los Estados Suramericanos que aceptan, en términos generales, no sólo los contenidos de este proceso de integración sino que Brasil se constituya en el protagonista y en el actor principal de la integración en Sudamérica. Algo que resulta realmente curioso si tenemos en cuenta los obstáculos que siempre ha presentado Brasil, por su propia idiosincrasia política y normativa, a la hora de realizar cualquier esfuerzo integrador. Esta opción no ha supuesto, sin embargo, que la diplomacia brasileña haya abandonado el espacio latinoamericano en el que ha competido históricamente, a efectos
Brasil, el gigante de Sudamérica con vocación mundial: un proyecto inacabado de liderazgo, con México y cuyas relaciones, en la actualidad, deben ser analizadas, como veremos, con base en otros parámetros.
En esencia, la afirmación de Brasil como potencia regional se debe, en muy buena parte, a la configuración de un espacio en el que encuentra menos competidores y en el que, como se sabe, no intervendría su tradicional adversario en el liderazgo, siendo así que, además, ha contado con la aquiescencia y la colaboración de Argentina. En efecto, «es importante subrayar que Brasil en los últimos años se ha convertido en un actor decisivo en el concierto latinoamericano, sobre todo en América del Sur, donde se perfila poco a poco como una gran potencia subregional, en particular vis-á-vis al MERCOSUR, y UNASUR. Desde esta perspectiva, su gran importancia en la región es indiscutible, debido a su dimensión geográfica, y demográfica, el tamaño de su economía, y el gran activismo de su política exterior en particular en América del Sur. En adición, es importante mencionar que el hecho de que Brasil haya rechazado incorporarse al ALCA, así como a la gran mayoría de los intentos de integración en América promovidos por Washington, han connotado un acercamiento aún más profundo con los países de América del Sur» (66).
En cualquier caso, podemos resaltar algunos aspectos que nos ponen de manifiesto que Brasil cuenta, en la actualidad, con un espacio propio, Sudamérica, que configura a este Estado como potencia regional y que quizá le permitirá en el futuro próximo afianzarse como potencia global. Todo ello sin que, al mismo tiempo, haya abandonado, por extensión, como hemos dicho, su acción en América Latina y el Caribe.
Por lo que se refiere a lo primero, todo hace pensar y el comportamiento de las autoridades brasileñas está dejando «muy en claro que este país concentra un gran activismo de su política exterior en América del Sur, y que esta subregión del continente americano es y será la piedra angular de su política exterior por muchos años» (67).
Como es conocido, a finales de la década de 1990 la idea de una América del Sur como región con relevancia en la escena internacional tomó cuerpo. «El presidente Cardoso comenzó a hacer énfasis en la idea de América del Sur y en el proyecto del ALCSA promoviendo una reunión de los Jefes de Estado, a realizarse en Brasilia en septiembre de 2000».
Como se nos recordaba, el propio Presidente brasileño, lo definió como una «reafirmación de la propia identidad de la América del Sur como región, donde la democracia y la paz permitirían una integración cada vez más intensa entre países que conviven en vecindad». Y, asimismo, realzó que: «la vocación de América del Sur es la de ser un espacio económico integrado, un mercado ampliado por la reducción o eliminación de trabas y obstáculos al comercio, y por el perfeccionamiento de las conexiones físicas en transportes y comunicaciones» (68). Con ello, queda fijado el espacio prioritario de la política exterior brasileña y se van a ir avanzando los ámbitos en los que debe hacerse efectivo su liderazgo.
Ahora bien, el liderazgo de Brasil en esta zona presenta, al menos, tres características que se pueden apreciar tanto en los resultados que se han obtenido como en los comportamientos que han tenido lugar al hilo de asuntos de la práctica regional:
Por un lado, Brasil ejerce en la región suramericana un liderazgo pragmático. La propia creación, con contenido político y estratégico, del área suramericana responde a criterios muy realistas en los que va a primar el criterio geográfico y se van a dejar de lado otros criterios como los fundamentos de carácter histórico y cultural. Como se ha indicado «con relación a la prioridad número uno en materia de política exterior se visualiza lo que algunos científicos societales franceses denominan: le plus proche, que connota la región geopolítica más cercana a los límites fronterizos de Brasil» (69).
Y así ha sido. El proceso de integración que representa UNASUR no tiene más fundamento que la vecindad geográfica y la delimitación de un espacio que físicamente es delimitable. Como lo indicara el Catedrático de Derecho Internacional Público y Relaciones Internacionales, Cástor M. Díaz Barrado, este proceso «se diseña, sin embargo, con fundamento básicamente en un criterio puramente geográfico, es decir, agruparía a aquellos Estados, con independencia de su procedencia histórica y cultural, que forman parte de Sudamérica y se diseñaría, además, con un carácter complementario de otros foros y procesos de integración ya existentes. Así se deja claro, por lo menos, en la Declaración de Brasilia de 2000, cuando los
Presidentes Suramericanos sostienen que –la identidad suramericana, que se consolida en países que comparten una vecindad inmediata, refuerza y complementa los lazos bilaterales y multilaterales con las otras naciones de América Latina y el Caribe, del continente y del mundo–» (70).
El pragmatismo que se observa, por parte de Brasil, en el proceso de constitución, en términos políticos, de la región suramericana se va a apreciar en cada uno de los ámbitos en los que se va avanzando, de tal manera que, desde la óptica económica, no se ha propuesto un modelo nuevo sino que se aspira a desarrollar simultáneamente los procesos subregionales y articularlos antes de su eventual «fusión». En efecto, como se indica en la Declaración de Cusco, de 2004, hay que llegar a la «profundización de la convergencia entre MERCOSUR, la Comunidad Andina y Chile a través del perfeccionamiento de la zona de libre comercio, (…), y su evolución a fases superiores de la integración económica, social e institucional».
Desde esta óptica queda muy claro que «en el caso de Brasil, su ámbito de influencia se concentra en Sudamérica» a la que ha dotado de características propias y, por ello, sin contradecir lo anterior se podría sostener, al mismo tiempo, que «más que una realidad geográfica, Sudamérica es un proyecto geopolítico o invento de Brasil que demuestra su capacidad para crear su propio ámbito de influencia». En este sentido, Brasil «no sólo –aspira al liderazgo regional– y tiene –influencia política y geoestratégica en la construcción regional–, sino que intenta crear una identidad regional propia» (71).
Se puede decir, entonces, que estamos en presencia de un Estado que ha llevado a cabo una acción exterior tendente a conformar un espacio a su justa medida y que ha expresado la voluntad política cierta de asumir el liderazgo de la zona. Con independencia de las dificultades que encuentra el protagonismo de Brasil en Sudamérica que, como se sabe, es una de las zonas más complejas del planeta a la hora de establecer liderazgos, lo cierto es que las medidas y políticas que llevan a cabo las autoridades brasileñas le otorgan un papel preeminente en Sudamérica.
Por otro lado, el papel de Brasil a la hora de liderar la integración suramericana se puede calificar de progresivo y complementario. No se trata de un liderazgo que excluya las realizaciones en las que participan el resto de socios del área sino que, por el contrario, se van a ir sumando esfuerzos para que, de manera progresiva y sin sobresaltos, se alcance un grado aceptable de integración. Por eso, no sólo permanecen MERCOSUR y la Comunidad Andina sino que, también, UNASUR ha centrado su atención en sectores prioritarios de la cooperación suramericana, como es el caso de la integración física y de la integración energética que ha encontrado resultados eficaces a través de IIRSA» (72)
Nada es inocente y queda claro que los sectores que hemos mencionado son aquellos en los que se ven más afectados, y de manera más directa, los intereses particulares de Brasil. Pero, al mismo tiempo, no cabe desconocer que se trata de ámbitos de actuación que resultan imprescindibles para la integración en la región. Así, por ejemplo, la integración energética es, con toda seguridad, uno de los sectores en los que se podría apreciar no sólo los intereses brasileños, que son muchos, sino, también, los de otros socios de la región. Como dijo el Catedrático Cástor M. Díaz Barrado «la energía se ha constituido, en los últimos tiempos, en uno de los ámbitos prioritarios de la cooperación internacional y ha llegado a concebirse como una materia propicia para la integración, lo que se aprecia tanto en Europa como también, de manera específica y significativa, en el continente americano». Más en concreto, para este internacionalista «el espacio suramericano se presenta especialmente idóneo para la cooperación e integración energéticas y, sobre todo, para que se produzcan avances en los sectores del petróleo, gas, electricidad y biocombustibles. Este es el espacio en el que se están derrochando los mayores esfuerzos» (73).
Labor Mediadora y Pacificadora
Hasta ahora, parece que toda potencia media asume un papel de mediación o algún tipo de responsabilidad con la paz y la estabilidad del sistema internacional, y que, a diferencia de los grandes poderes, las potencias medias se proyectan en el marco de coaliciones de países y/o en organizaciones internacionales promoviendo consensos interestatales. Según Thomas Pedersen: «los Estados grandes que son militarmente débiles o se encuentran debilitados en esta área pueden pretender maximizar o estabilizar su influencia a través de medios no coercitivos, persiguiendo una estrategia de hegemonía cooperativa enmarcada en una estrategia multilateral» (74). De alguna manera Brasil ha seguido la línea expuesta por Pedersen puesto que la potencia regional ha llevado a cabo y lleva a cabo una labor mediadora y pacificadora. Esta ha sido desde el principio una de las características principales del protagonismo brasileño en el área suramericana, quizá con la intención de distinguir su acción de los modos y fórmulas que tradicionalmente han definido el liderazgo de los Estados Unidos en América Latina y el Caribe. Como se ha dicho, se trataría de «la prevención y resolución pacífica de conflictos inter e intraestatales a través de la mediación» y, en esta línea, «como potencia cooperativa y ancla de estabilidad, Brasil ha optado por una política de buena vecindad en Sudamérica basada en un consciente understatement. Éste último es percibido como una fórmula para obtener el reconocimiento de liderazgo por parte de sus vecinos y evitar recelos de un Brasil hegemónico» (75).
Los hechos, en esta dirección, son contundentes y nos muestran un Brasil que ha asumido, con decisión, un papel activo en la resolución de conflictos (76). Se ha señalado, hasta la saciedad, que «en los últimos años, la presencia política de Brasil en la mediación de conflictos en América del Sur ha crecido de forma consistente» y así podemos recordar «acciones importantes con respecto a la tentativa de golpe en Paraguay, en la mediación en el conflicto fronterizo entre Ecuador y Perú entre 1995 y 1998, y de nuevo durante la crisis política de Perú al final del período de Fujimori» (77).
Posteriormente, Brasil medió conjuntamente con Argentina para preservar el orden democrático en Paraguay, Estado miembro original del MERCOSUR. Asimismo, Brasil tiene intereses propios en Bolivia, lo que le ha llevado a asumir en varias ocasiones (1995, 2000, 2006) un papel de mediación política (78), y a reaccionar de forma conciliadora ante la nacionalización de los recursos energéticos que afectaron de forma negativa los intereses de su empresa estatal, Petrobas. Al mismo tiempo, la Agencia Brasileña de Cooperación (ABC) ha iniciado varios proyectos para apoyar financiera y técnicamente el desarrollo sostenible en los países más pobres de la región.
Ahora bien, más recientemente, el conflicto colombo-venezolano de 2009 puso a prueba, de nuevo, el liderazgo brasileño y su capacidad mediadora. Como se sabe, el acuerdo militar entre Colombia y Estados Unidos de 2009, por el que ambos países manifestaban su deseo de combatir con mayor eficacia el narcotráfico y el terrorismo y que permitiría a los Estados Unidos el acceso a bases militares en Colombia, (incluyendo la Base Militar de Palanquero), provocó la reacción de Venezuela y, lo que nos interesa ahora, que se activase UNASUR como foro regional para la resolución de conflictos. Tras la Reunión Extraordinaria de Ministros de Relaciones Exteriores de este organismo, que tuvo lugar en Quito el 29 de julio de 2009, se sentaron las bases para que los Presidentes de UNASUR aportaran soluciones al conflicto que, finalmente, «se desactivó» en buena parte por la mediación de Brasil, que impulsó que se celebrase una reunión extraordinaria en San Carlos de Bariloche (Argentina), en agosto de ese año.
La Declaración de Bariloche refleja no sólo los elementos del conflicto sino que pone de manifiesto, también, el carácter y los modos pacificadores de quienes respaldaban que se llegase a un acuerdo entre Colombia y Venezuela o, al menos, que el conflicto no llegase a poner en peligro la paz en la región. Por esto, podemos destacar de esta Declaración el objetivo de «fortalecer a Sudamérica como zona de paz, comprometiéndonos a establecer un mecanismo de confianza mutua en materia de defensa y seguridad, sosteniendo nuestra decisión de abstenernos de recurrir a la amenaza o al uso de la fuerza contra la integridad territorial de otro Estado de la UNASUR». Al mismo tiempo, para satisfacer las pretensiones colombianas se apuntó el «compromiso de fortalecer la lucha y cooperación contra el terrorismo y la delincuencia transnacional organizada y sus delitos conexos: el narcotráfico, el tráfico de armas pequeñas y ligeras, así como el rechazo a la presencia o acción de grupos armados al margen de la ley». Y para dar satisfacción a las reivindicaciones venezolanas se reafirmó que «la presencia de fuerzas militares extranjeras no puede, con sus medios y recursos vinculados a objetivos propios, amenazar la soberanía e integridad de cualquier nación suramericana y en consecuencia la paz y seguridad en la región». Brasil estuvo en el centro de todas estas decisiones con el apoyo incondicional del Gobierno argentino.
Más allá de situaciones concretas, el papel de Brasil en su función de pacificación que, a la postre, hace que se le observe como una potencia regional ha quedado reflejado, asimismo, en la decisión de establecer un Consejo Suramericano de Defensa. La creación de este organismo se debe a la iniciativa de Brasil que desde 2007 expresó su voluntad de que se instaurase. Con seguridad, estamos en presencia de una de las propuestas a las que las autoridades brasileñas dedicaron mucho tiempo y esfuerzo (79). En realidad, como se ha dicho «el Consejo Suramericano de Defensa, propuesto por el presidente Lula da Silva durante la reunión constitutiva de UNASUR en Brasilia, refleja la reconfiguración de poder que la región ha comenzado a experimentar en materia de seguridad y defensa» (80).
En suma, podemos constatar que Brasil ha configurado su propio espacio y que actúa con protagonismo en el área suramericana. En esta región se ha producido «la aparición de Brasil como un líder regional que posee voluntad política y potencialmente toda la capacidad para consolidar y articular una nueva relación de este espacio geográfico en el concierto internacional» (81).
Por lo que concierne a lo segundo, el menor interés de Brasil por América Latina y el Caribe deriva tanto del fracaso de los esfuerzos de cooperación e integración latinoamericanos (82) como de la deriva de México y otros países latinoamericano-caribeños de participar en marcos político-económicos diferentes, en particular en sus relaciones con los Estados Unidos. La tradicional posición latinoamericanista de Brasil ha reducido su intensidad sin abandonar, eso sí, el conjunto de sus intereses sobre ese espacio. Además, la propia indefinición de un espacio que abarque a América Latina y el Caribe no ha contribuido a que las autoridades brasileñas centren tanto su acción en esta área y que avancen más en la región suramericana que tiene unos perfiles más precisos.
En cualquier caso, no se puede decir que se haya producido, todavía, un abandono en la política exterior brasileña del eventual liderazgo de Brasil en la zona y, por lo menos, permanece su interés por participar en las decisiones que se adopten en los foros que la representan. No por casualidad la Primera Cumbre de América Latina y el Caribe sobre Integración y Desarrollo (CALC) tuvo lugar, en 2008, en Salvador de Bahía a iniciativa de Brasil. La Declaración Final de esta Cumbre expresó «la convicción de que la integración política, económica, social y cultural de América Latina y el Caribe es una aspiración histórica de sus pueblos y constituye un factor necesario para avanzar hacia el desarrollo sostenible y el bienestar social en toda la región» (83). Por lo demás, el desarrollo de la Segunda Cumbre y el comportamiento de Brasil al hilo de ésta dejan claro que, en modo alguno, la política exterior brasileña olvida el espacio latinoamericano-caribeño.
En otras palabras, aunque la atención de Brasil se concentre en el área suramericana ello no supone, desde luego, el abandono de los intereses brasileños en una zona más amplia que estaría conformada por el conjunto de los Estados latinoamericanos y caribeños y que puede servirle a Brasil de plataforma para afirmar su papel de potencia regional.
Por lo menos en dos ámbitos los intereses de Brasil en esta zona permanecen intactos:
Por un lado, a la vez que Brasil consolida su liderazgo en Sudamérica, está interesada en extender su acción ¿y su liderazgo? (compartido o no) en las relaciones con los países centroamericanos y México así como con los países del Caribe. Ello le permite consolidar su papel de potencia regional y aprovechar los beneficios de un espacio que en modo alguno le es hostil y que le afianza en el continente americano en su conjunto.
Por ello, con ocasión de la Primera Cumbre CALC se ha dicho que «el Gobierno de Brasil define la CALC como la primera oportunidad que los líderes de ambas regiones tendrán para conversar –sin tutelas– y para debatir con –perspectivas y agendas propias–». En esta línea, se recuerdan las palabras del canciller brasileño para quien «el diálogo entre los Jefes de Estado y de Gobierno en la CALC representa una oportunidad inédita de avanzar en la agenda común a partir de una perspectiva propia» (84).
A ello responden algunos comportamientos de Brasil en esta área, entre los que podemos destacar: primero, el interés por alcanzar un acuerdo estratégico con México dejando abierta la posibilidad de llegar, más adelante, a un Tratado de Libre Comercio entre ambos Estados. En palabras del Presidente Lula da Silva: México no debería sustentar su economía sólo en un tratado con Estados Unidos, sino que «tiene que mirar hacia Sudamérica y a Brasil, porque tenemos una economía parecida» (85); segundo, cabe indicar, a pesar de todas la dificultades que existen, cómo han mejorado las relaciones entre Cuba y Brasil, de tal modo que «el estado actual de las relaciones de Brasil con Cuba apunta hacia un incremento del comercio, de la cooperación académica y científica, y hacia la total estabilización de las relaciones políticas en el nivel de las organizaciones internacionales» (86).
Y, por último, en esta línea debemos interpretar, también, la participación de tropas brasileñas en la Misión de Estabilización de Naciones Unidas en Haití (MINUSTAH) (87). En efecto, además de estas «intervenciones» diplomáticas en conflictos políticos en su vecindad, Brasil ha participado en numerosas Misiones Internacionales de Paz, auspiciadas por la OEA o la ONU en las que demuestra su voluntad política por promover paz y estabilidad a través del soft power, y por ganar peso en las relaciones internacionales.
De las más de 30 Misiones Internacionales de Paz en las cuales ha participado Brasil desde la década de 1960, nueve han sido en América Latina, siendo la más importante la de Haití. Prueba de ello es que Brasil asumió en 2004 el liderazgo político-militar de la MINUSTAH, demostrando su creciente compromiso político, humanitario y militar (conjuntamente con otros países latinoamericanos) para poner fin a conflictos en su vecindad.
Esto representa un cambio de paradigma en su política exterior basado en el principio de la no intervención y el respeto de la soberanía nacional.
Por otra parte, las potencias emergentes, y en este caso Brasil, son agentes de primer orden para una cooperación más estrecha entre el Norte y el Sur en la promoción de la paz, con efectos que benefician a ambas partes. En este contexto, una participación más activa de las potencias emergentes del Sur, entre ellas Brasil fomentaría progresivamente un sistema internacional más favorable para el Sur basado en el multilateralismo y la cooperación entre los Estados (88).
Por otro lado, uno de los medios de acercamiento de Brasil a la Unión Europea es dejar constancia de su interés por América Latina y el Caribe y, por ello, no nos debe extrañar que la Primera Cumbre ALCUE (América Latina-Caribe-Unión Europea) tuviese lugar en Río de Janeiro en 1999. La consideración de Brasil como socio estratégico de la Unión Europea a partir de 2007 no sólo es el resultado de los avances que, en los últimos años, Brasil ha experimentado en la escena internacional y por su desarrollo interno sino, también, por su papel de líder o participe en determinadas zonas de América, entre las que tenemos que destacar
América Latina y el Caribe.
En definitiva, observamos cómo la política exterior brasileña se estructura también sobre el escenario latinoamericano-caribeño como uno de los fundamentos del protagonismo de Brasil en América.
I. Vocación universal
Para ser una potencia internacional un requisito fundamental es participar en los foros decisivos o de gran impacto en las relaciones internacionales, como ser miembro permanente del Consejo de Seguridad de la ONU, o de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE). Sin embargo, Brasil no es miembro de ninguno de ellos como tampoco lo es del Grupo de los Ocho (G-8), el grupo de los Estados más industrializados.
En este sentido, uno de los objetivos de Brasil, en su estrategia de convertirse en una potencia a nivel mundial, es ingresar en algunas de estas plataformas de poder e influencia (89). Esta estrategia le permitiría insertarse en el sistema internacional sin definirse como adversario, sino como representante del mundo en vías de desarrollo que, como consecuencia de su peso creciente, busca una participación más activa y está dispuesto a compartir las responsabilidades a nivel global.
Por ello Brasil lleva tiempo tratando de ganar más peso en la agenda internacional y, particularmente, en las Naciones Unidas y en las instituciones económicas internacionales. De hecho, Brasil es el único actor latinoamericano que no sólo ha diversificado sus intercambios comerciales, sino que también cuenta con una política exterior universalista y con capacidad de influir en foros internacionales. Muestra de ello es la creación, a iniciativa de Brasil, del Grupo de los 20 (G-20) (90) en el marco de la OMC y del foro de diálogo IBSA (India, Brasil, Sudáfrica) (91).
Por lo tanto, uno de los principales éxitos del programa de Gobierno de Lula da Silva (2007-2010), en materia exterior, hubiera sido conseguir un asiento permanente en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas.
La Organización Mundial del Comercio (OMC) es la segunda plataforma de la política exterior de Brasil en el plano global. Junto con India, Brasil es uno de los países del mundo que más quejas ha formulado ante el sistema de solución de controversias del foro. De este modo, Brasil utiliza la OMC para ganar influencia internacional y fortalecer el cumplimiento de las reglas y normas internacionales.
II. Conclusiones
No se puede decir que, siguiendo los parámetros tradicionales, Brasil deba ser considerado como una potencia a nivel global. Ni posee armas nucleares (porque no entra dentro de sus ambiciones) ni ocupa un puesto permanente en el Consejo de Seguridad y es muy posible que no sea clave su participación en foros internacionales en los que se deciden aspectos centrales de las actuales relaciones internacionales.
Más aún, habitan en este Estado elementos de inestabilidad en el orden interno que se plasman en los índices de violencia o en la desigualdad.
No obstante, es el comportamiento de Brasil en el escenario internacional el que conduce, también, a un resultado de esta índole. En efecto, la política exterior brasileña ha optado por afirmar el liderazgo y participación de Brasil a través de mecanismos y fórmulas que no presentan un Estado con intereses hegemónicos sino que se manifiesta mediante formas más «blandas» de ejercer poder en las relaciones internacionales.
Los resultados de una política así no son despreciables. Por de pronto, no se pueden examinar los «centros de poder» consolidados o emergentes en el planeta sin referencias a este Estado suramericano y sólo a él dentro de ese espacio y, por si fuera poco, el conjunto de la Comunidad internacional y, en particular, los Estados más poderosos observan con nitidez la relevancia de Brasil. Desde luego, la Unión Europea y los Estados Unidos reconocen que tiene una proyección muy significativa en la comunidad internacional.
La importancia de Brasil en los marcos regionales presenta elementos de gran contradicción. Por un lado, va afirmando progresivamente un espacio propio, con identidad y características singulares, en el que ejerce su liderazgo. La acción exterior brasileña ha derrochado numerosos esfuerzos por instaurar y consolidar a Sudamérica como un espacio reconocido en la escena internacional y, además, abierto al establecimiento de procesos de cooperación e integración. Pero, por otro lado, el significado económico de Brasil en la región se desarrolla a la par de atisbos de debilidad en la dimensión política y de seguridad. No sólo por el no reconocimiento claro de su liderazgo por parte de otros actores regionales (Venezuela, Colombia e, incluso, Argentina) sino, también, por la opción de ejercer funciones de líder en el marco de actuaciones compartidas. En cualquier caso, la presencia brasileña se deja sentir, sobremanera, tanto en el espacio iberoamericano como socio necesario para la política exterior española, así como en el área latinoamericanacaribeña que, a pesar de ser una zona mal definida y sin intereses claros, no ha sido abandonada en el discurso y acciones de las autoridades brasileñas.
Con seguridad, en los últimos años se ha producido un cambio en la política exterior brasileña que ha llevado a su fortalecimiento en la escena internacional. La continuidad en esta política y la profundización en algunos de sus aspectos básicos estarán en la base de la afirmación de Brasil como una potencia a nivel global y, sobre todo, en el marco regional en el que actúa.
Por lo tanto, y para concluir, Brasil es un importante actor global que goza de relevancia a nivel mundial y, sin lugar a dudas, regional. Primero porque es el único jugador global de América Latina. Segundo, porque ha tomado el guante y está accionando como una potencia mundial, en lo diplomático, en lo económico y en lo militar. Y tercero porque tiene un liderazgo político en la persona de su Presidente Lula Da Silva, que es innegable. Aún así, la futura posición de Brasil dependerá de su capacidad para resolver sus problemas estructurales internos, adaptarse a las nuevas realidades internacionales, y tener voz y voto en los principales foros internacionales, para poder actuar como potencia mundial.
El triunfo de la candidata del gobernante Partido de los Trabajadores, Dilma Rouseff, en las elecciones del 31 de octubre de 2010, hace suponer una continuidad de Brasil en el sinuoso camino hacia un liderazgo más que regional, sendero que comenzó a andar el presidente Lula da Silva. Un presidente que deja su cargo con un 80 por ciento de aprobación, el mismo al que Obama se refirió como «el Presidente más popular del mundo»
Sagrario Morán Blanco, en ieee.es/
Notas:
63. «Brasil no quiere liderar nada», Presidente Lula da Silva, El País, Madrid, 3 de noviembre de 2006.
64. PEDERSEN, Thomas, «Cooperative hegemony: power, ideas and institutions in re- PEDERSEN, Thomas, «Cooperative hegemony: power, ideas and institutions in regional integration», Review of International Studies, nº 28, 2002.
65. «Brasil, el posicionamiento de una potencia emergente», Gabriel Henríquez, 26 de mayo de 2010.
66. Pedro Manuel Rodríguez Suárez, Integración en América Latina: Brasil y México: responsabilidades compartidas, Círculo Latinoamericano de Estudios Internacionales, http://claei. org.mx/index.php?option=com_content&view=article&id=32:integracion-en-americalatina-brasil-y-mexico-resposabilidadades-compartidas-&catid=11:articulos&Itemid=6. Fecha de consulta 26.10.2010.
68. Luiz Alberto Moniz Bandeira, Brasil, Estados Unidos y los procesos de integración regional, Nueva Sociedad 186, http://www.nuso.org/upload/articulos/3140_1.pdf.
69. RODRÍGUEZ SUÁREZ, Pedro Manuel: Integración en América Latina: Brasil y México cit.
70. DÍAZ BARRADO, Cástor. M.: La comunidad suramericana de naciones: propuestas y realizaciones, REDI, 2005, vol, LVII, nº 2, 0034-9380, 639-663.
71. GRATIUS, Susanne: Ob. cit.
72. Esta iniciativa es «un foro de diálogo entre las autoridades responsables de la infraestructura de transporte, energía y telecomunicaciones en los doce países suramericanos» con el fin de «promover el desarrollo de la infraestructura de transporte, energía y telecomunicaciones bajo una visión regional, procurando la integración física de los doce países suramericanos y el logro de un patrón de desarrollo territorial equitativo y sustentable», Díaz Barrado, Cástor M.: La comunidad suramericana de naciones: propuestas y realizaciones, ob. cit.
73. DÍAZ BARRADO, Cástor M.: Integración energética en América Latina: Realizaciones y propuestas, Fundación Carolina, nombres propios, 2007 (cursiva añadida).
74. PEDERSEN, Thomas: op. cit., 696.
75. GRATIUS, Susanne: op. cit.
76. Hasta la década de 1980, Brasil llamó la atención por su bajo perfil en los foros latinoamericanos y su escasa participación en la pacificación regional. Así, Brasil no participó en el Grupo de Contadora, creado en 1983 entre Costa Rica, Colombia, Venezuela y Panamá para apoyar la paz en Centroamérica, ni tampoco tuvo un papel importante en el posterior Grupo de los Ocho y su sucesor, el Grupo de Río. La situación cambia a finales de la década de 1980. La propia Constitución de 1988 marca un cambio de tendencia al sostener que la política exterior de Brasil está orientada en valores cívicos y tiene una vocación de desarrollo. El artículo 4 de la Constitución de Brasil establece diez principios humanitarios de la política exterior, entre ellos el respeto de los derechos humanos, la igualdad entre los Estados, la resolución pacífica de conflictos y la defensa de la paz. Véase DÍAZ BARRADO, Cástor M., ROMERO, José y MORÁN BLANCO, Sagrario: Los conflictos armados de Centroamérica, Madrid, Ministerio de Defensa, 2010.
78. GRATIUS, Susanne: ob. cit., 18-19.
79. A. Moreira, Consejo Suramericano de Defensa,. Hacia una integración Regional en Defensa, RESDAL 2008, www.resdal.org/csd/documento-de-debate-angela-moreira.pdf. Fecha de consulta 26.10.2010.
80. TICKNER Arlene B.: «A propósito del Consejo Suramericano de Defensa», Elexpectador.com, http://www.elespectador.com/impreso/internacional/articuloimpreso-proposito-del-consejo suramericano-de-defensa. Fecha de consulta 23.10.2010.
81. GRIFFITHS John E., «Procesos de integración regional en defensa: ¿Consejo Sudamericano de Defensa -UNASUR- Un nuevo intento?», Revista Globalización, Competitividad y Gobernabilidad, vol. 3, nº. 1, 2009.
82. Es verdad que «el nuevo contexto latinoamericano y caribeño genera procesos simultáneos que tienden a la integración y a la fragmentación. Expresión de lo anterior son la importante cantidad de iniciativas y propuestas de integración de carácter regional y subregional y manifestación de lo segundo son las tensiones que fragmentan con visiones y propuestas políticas diferentes a países de la región. A ello se unen la emergencia de diferentes contenciosos, muchos de los cuales están en litigio en la Corte de la Haya. América Latina y el Caribe no poseen una visión político-estratégica concertada y la coordinación de posiciones es limitada«, Francisco Rojas Aravena, Unión Latinoamericana y del Caribe: ¿Es una opción viable para consolidar el multilateralismo latinoamericano?, http://www.iadb.org/intal/intalcdi/PE/2010/04730.pdf.
83. El interés de Brasil y su colaboración con México se observan en los preparativos de la Cumbre. En efecto, «desde que se iniciaron los preparativos para la I Cumbre de América Latina y el Caribe-CALC se desplegó una acción diplomática latinoamericana y caribeña nunca antes vista. Se dio paso a la I Reunión de Ministros de Relaciones Exteriores de América Latina y el Caribe, el 6 de octubre de 2008 en Río de Janeiro-Brasil, para iniciar los trabajos preparatorios de la I CALC. Luego se generó la I Reunión de Altos Funcionarios (RAF), el 14 de noviembre de 2008 en Zacatecas-México. Esta se realizó en paralelo con la XXVII Reunión de Ministros de Relaciones Exteriores del Grupo de Río en Zacatecas-México. Además fue Copresidida por Brasil y México. En esta reunión se avanzó en la discusión de los temas de un primer borrador de Declaración propuesto inicialmente por la parte brasileña. A continuación se llevó a cabo la II Reunión de Altos Funcionarios (RAF), el 12 y 13 de diciembre 2008 en Sauípe-Bahía-Brasil, con la finalidad de elaborar la Declaración que los Jefes de Estado y de Gobierno de la I CALC. Y, como ya sabemos, la I CALC sobre Integración y Desarrollo se celebró el 16 y 17 de diciembre 2008 en BahíaBrasil». ROCHA VALENCIA, Alberto, «Integración, autonomía y unidad regionales: La comunidad de estados latinoamericanos y caribeños», Contextualizaciones Latinoamericanas, año 2, número 3, julio –diciembre de 2010.
84. Cumbre de América Latina y el Caribe en Brasil, http://www.articuloz.com/politicaarticulos/cumbre-de-america-latina-y-el-caribe-calc-en-brasil-686963.html. Fecha de consulta 23.10.2010.
85. El Economista.mex. Brasil y México pactan acuerdo estratégico, 24 febrero, 2010.
86. Benício Schmidt, Relaciones entre Brasil y Cuba, Dossier Brasil, Encuentro 151, http://www.iela.ufsc.br/uploads/uploadsFCkEditor/File/cuba_brasil.pdf.
87. Como se sabe, este hecho ha dado lugar a múltiples análisis. Ver, en particular, Leandro Leone Pepe y Suzeley Kalil Mathias, Operaciones de paz de las Naciones Unidas: la perspectiva brasileña, Revista Fuerzas Armadas y Sociedad, año 19, nº 1, 2005, 57-71.
88. JOHN DE SOUSA, Sarah-Lea, op. cit., 176-178.
89. FLEMES, Daniel: «Emerging middle Powers» soft balancing strategy: state and per- FLEMES, Daniel: «Emerging middle Powers» soft balancing strategy: state and perspectivas of the IBSA Dialogue Forum», GIGA Working Papers, nº 57, agosto 2007.
90. El G-20 está conformado por el conjunto de países emergentes que ejercen una influencia a nivel regional, entre los que se encuentran, además de Brasil, México, Argentina, Rusia, Sudáfrica, India y China, entre otros.
91. Brasil tomó la iniciativa de lanzar en 2003 el foro de diálogo trilateral IBSA para fomentar la cooperación y aumentar su impacto global. El objetivo de IBSA es incrementar su influencia en los organismos internacionales existentes para fomentar el desarrollo y la paz, la democracia y la protección de los derechos humanos y del medio ambiente. JOHN DE SOUSA, Sarah-Lea: op. cit., 168-17
Introducción a la serie sobre “Perdón, la reconciliación y la Justicia Restaurativa” |
Aprender a perdonar |
Verdad y libertad |
El Magisterio Pontificio sobre el Rosario y la Carta Apostólica Rosarium Virginis Mariae |
El marco moral y el sentido del amor humano |
¿Qué es la Justicia Restaurativa? |
“Combate, cercanía, misión” (6): «Más grande que tu corazón»: Contrición y reconciliación |
Combate, cercanía, misión (5): «No te soltaré hasta que me bendigas»: la oración contemplativa |
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