Historia y significado de un lema poético en la vida del fundador del Opus Dei
Historia y significado de un lema poético en la vida del fundador del Opus Dei
La tarde del domingo 5 de junio de 1939, San Josemaría Escrivá de Balaguer llega a Burjasot, un pueblecito del litoral levantino, para predicar un curso de retiro a universitarios en el Colegio Mayor San Juan de Ribera. Hace calor, y los asistentes pasean por el jardín, al cobijo de los árboles, mientras aguardan su llegada.
Muchos han oído hablar de él: saben que sus pláticas tienen fama de vibrantes y encendidas, removedoras. Por eso, cuando aparece ante sus ojos el coche que le trae desde Madrid, se levanta una cierta expectación, que la simpatía del Fundador del Opus Dei hace desaparecer desde el primer instante.
Tras una breve conversación, los universitarios pasan al interior del Colegio Mayor, que goza de merecida fama porque muchos de los residentes allí becados han logrado luego renombre en el mundo intelectual. El edificio, sin embargo, no está en su mejor momento. Durante la guerra civil, terminada hace pocas semanas, había servido como cuartel del ejército republicano, y aún conserva las huellas de un descuido prolongado. Por otra parte, de sus paredes cuelgan todavía algunos rótulos de la propaganda republicana: carteles de Renau, de Fontseré, de Melendreras. Los propios estudiantes se aprestan rápidamente a retirarlos.
De repente, Monseñor Escrivá de Balaguer repara en un cartel muy grande y llamativo, encima del dintel de una puerta. Es un cartel sin ilustración, que reproduce tan solo un lema poético: «Cada caminante, siga su camino». Pensando en que tal vez esa frase pueda molestar al Fundador de la Obra, algunos se acercan para intentar descolgarlo, pero él les detiene:
-¡Dejadlo! No lo quitéis... Es un consejo aprovechable.
Todavía se queda un rato observando el cartel. Podemos imaginarlo abstraído, reflexivo; como queriendo exprimir todo el jugo de una idea luminosa que acaba de encenderse en su interior. Y, ciertamente, es algo que parece conectar con una luz muy íntima que ha madurado ya con anterioridad. De hecho, y como documentan varios de los asistentes, aquella frase llegó a convertirse en un leitmotiv de su predicación a lo largo de todo el curso de retiro[1].
Muy hondas debieron grabarse aquellas palabras en el alma de San Josemaría , y muy luminosa debió resultar la experiencia. Porque esa anécdota sería tema frecuente de su oración y de su predicación en los años venideros, e incluso dejaría constancia escrita de ella en varias ocasiones. La primera fue pasado ya mucho tiempo, más de veinte años, en una carta que dirigió a sus hijos. En ella, tras relatar su llegada al Colegio Mayor, refiere :
«En uno de los pasillos encontré un gran letrero, escrito por alguno no conformista, donde se leía: Cada caminante, siga su camino. Quisieron quitarlo, pero yo les detuve: dejadlo -les dije- , me gusta: del enemigo, el consejo. Especialmente desde entonces, esas palabras me han servido muchas veces de motivo de predicación»". [2]
En 1960, mientras predicaba sobre la santificación del trabajo, volvería a recordar el suceso con parecidas palabras: «Por eso, allá por el año 1939, me llamó la atención un letrero que encontré en un edificio, en el que daba un curso de retiro a unos universitarios. Rezaba así: Cada caminante, siga su camino; era un consejo aprovechable». Años más tarde se publicó esa homilía con el título «Trabajo de Dios» [3]; ahí puede leerse esta narración tan estrechamente vinculada a la vida de San Josemaría.
Fin almente , en una meditación que dirigió en marzo de 1963, recordaba de nuevo la misma escena: «El primer curso de retiro que yo prediqué , acabada la guerra civil española, lo di en el Colegio de Burjasot, junto a Valencia. Todavía estaba aquello, como suele decirse, como un cuartel robado: mucho desorden, mucha suciedad, mucha destrucción. Pero omnia in bonum!, porque me encontré con un cartel que me ha servido de motivo de predicación tantas veces. En aquel cartel decía:
Por otra parte, muchos de los autores que se han ocupado de su biografía han hecho explícita referencia a ese episodio: desde el primero de ellos (Salvador Bernal, en 1976) [5] hasta uno de los últimos en abarcar con su obra la vida entera del Fundador (Ana Sastre, en 1989) [6]. Dejo al margen las dos últimas semblanzas publicadas, por estar circunscritas a un período histórico que excluye el momento que es tamos comentando [7]. Esta coincidencia de los biógrafos refleja un cierto sentir común -no manifestado explícitamente en sus libros- acerca de la importancia de ese hecho en su vida.
A la vista de todo esto, cabe preguntarse: ¿por qué el Fundador concedió tanta importancia a este pequeño suceso? ¿Por qué se la concedieron también sus biógrafos? Para intentar responder a esta pregunta, situándola en su contexto histórico y personal, vamos a analizar tres aspectos relacionados directamente con ese episodio: la paternidad del lema poético, en primer lugar; la experiencia poética y aforística en la predicación de San Josemaría, en segundo lugar; y el significado espiritual que el Beato Josemaría atribuyó a esa frase, por último. La unión de esos tres aspectos nos permitirá un conocimiento cabal del pasaje biográfico que acabamos de relatar. Vayamos con el primero de ellos.
¿Un lema bélico o un verso de Antonio Machado?
Antes de adentramos en el significado personal de esa frase, será conveniente realizar un somero análisis de su estructura desde el punto de vista histórico-literario. Ello nos permitirá encuadrar históricamente el suceso y -más importante aún- determinar la paternidad de tan significativas palabras.
No hacen falta muchos conocimientos de métrica clásica, para descubrir en el entramado de esos vocablos una estructura nítidamente poética. A pesar de la circunstancia histórica (aparecer en un recinto militar), el texto no puede ser conside rado una consigna bélica ni tampoco un eslogan patriótico. Ni por la forma ni por el tema remite a un contexto militar; y tampoco puede considerársele un lema bélico al uso en aquella época: porque las consignas de guerra o los emblemas de las compañías eran, entonces y ahora, de una índole muy distinta.
Por el contrario, si atendemos a su ritmo interno percibimos claramente una estructura que debemos calificar de poética. Existe, en primer lugar, una composición simétrica: dos cláusulas de seis sílabas que bien pudieran ser dos versos. Existe, además, una cadencia de acentos que resulta idéntica para esos dos períodos. Reflejado gráficamente, el esquema sería el siguiente:
«Ca-da ca-mi-nan-te. si-ga su ca-mi-no»
+ - - - + - + + -
Y existe, por último, una repetición sonora de la sílaba «ca» al inicio de las tres palabras fuertes (cada, caminante, camino) que sugiere un esfuerzo deliberadamente poético para crear una reiteración fónica: lo que técnicamente se llama una aliteración.
No debemos dudar, por tanto, de que se trata de un lema poético: tal vez un fragmento de un poema, o simplemente el comienzo del mismo. Pero un texto poético, en definitiva.
Ahora bien, por algunas evidencias históricas y literarias que vamos a exponer a continuación, pensamos que hay indicios más que suficientes como para afirmar que el autor de esos versos era un poeta muy conocido en aquel momento: Antonio Machado.
El punto de partida para sostener esta hipótesis radica en la proximidad física y emocional del poeta de Castilla con el mando militar republicano instalado en el Colegio Mayor San Juan de Ribera, en Burjasot. Pero, para aclarar este punto, será necesario situar los acontecimientos históricos en la vida de Machado; porque sólo así podremos ver con claridad su conexión con Valencia y con el ejército republicano.
En noviembre de 1936, cuando la ofensiva Nacional sobre Madrid empezó a estrechar el cerco, el Gobierno de la II República decidió trasladar a Valencia a los intelectuales más destacados que residían en la capital de España. Entre esos intelectuales, se encontraba Machado y su familia; y el traslado de este grupo (allí estaban también Rafael Alberti, León Felipe, José Moreno Villa, etc.) se encargó al Quinto Regimiento, que entonces comandaba Enrique Líster. El 25 de noviembre, muy de madrugada, la expedición llegó a Valencia y fue instalada en el requisado Hotel Palace, donde había un intenso trajín de viajeros. Ese ajetreo, y el ruido consiguiente, casaba poco con la soledad y la tranquilidad que tanto amaba el poeta; y a los pocos días consiguió la autorización para trasladarse con su madre y sus hermanos a un chalet de Rocafort, a unos doce kilómetros al Norte de Valencia. En esa misma carretera, casi a mitad de camino entre Valencia y Rocafort, está el pueblo de Burjasot: paso obligado para todos los desplazamientos que D. Antonio realizó a la ciudad del Turia; y que debieron ser unos cuantos, pues permaneció en Rocafort
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Lo anterior serviría para corroborar su cercanía física al cuartel de Burjasot. Pero ahora debemos decir algo respecto de su cercanía emocional. Ciertamente, Machado sintió una especial deuda de gratitud con el ejército republicano, que facilitó su traslado a Valencia (el suyo y el de toda su familia: diez personas en total) y que además le acomodó tan generosamente en el chalet de Rocafort. Esa gratitud se dirigió, sobre todo, al Quinto Regimiento, del que pensó incluso en escribir una breve historia[10]. De hecho, a su comandante, Enrique Líster, dedicó una carta de agra decimiento y un sentido poema que fueron inmediatamente reproducidos en la prensa republicana de la época. Además, publicó algunos de sus trabajos en Milicia popular, la revista del Quinto Regimiento. Y dedicó, en fin , cartas, poemas y artículos periodísticos a los militares más destacados del ejército republicano: sobre todo, a Carlos J. Contreras [11]
En todo caso, no son sólo elementos coincidentales los que nos llevan a supo ner la autoría machadiana sobre el lema del cuartel militar de Burjasot: «Cada caminante, siga su camino». Para corroborarlo debemos atender, en primer término, a la importancia que en la poesía de Machado tuvo siempre el motivo del camino: desde su etapa modernista, con la publicación de Soledades (1902), [12] a la etapa noventayochista, con Campos de Castilla (1912), [13] o a la última época de Nuevas Canciones
significativo en la colección de «Proverbios y cantares» (1912). Allí encontramos un poema muy conocido de Machado que presenta no pocas similitudes formales con el verso que tanto meditó el Fundador de la Obra. Dice así el poemilla machadiano:
Caminante, son tus huellas el camino y nada más; caminante, no hay camino,
se hace camino al andar.
Al andar se hace camino. y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca se ha de volver a pisar.
Caminante no hay camino, sino estelas en la mar [15]
Tan importante llegará a ser el concepto del camino en su poesía, que a su es tudio y análisis dedicarán los investigadores tres largos ensayos, publicados en diversas revistas durante los años sesenta: «El tema del camino en la poesía de Antonio Machado», de F. Ruiz Ramón; [16] «Los caminos de Antonio Machado», de Concha Zardoya [17]; y «Machado en el camino», de Emilio Orozco [18]
Además de esta semejanza formal y temática, está también la costumbre machadiana de escribir versos sueltos. D. Antonio era muy dado a garabatear en un papel una expresión feliz, de resonancias poéticas, como germen o punto de arranque para futuros poemas. De hecho, al día siguiente de su fallecimiento en Colliure, se encontró un verso suelto en un papel arrugado que D. Antonio había guardado en el bolsillo de su gabán. Según cuenta su hermano, José Machado, en esa hoja «se recogían las últimas palabras en verso que escribió el poeta en su vida: "Estos días azu les y este sol de la infancia"» [19]. Probablemente lo escribió la tarde anterior, durante un paseo hasta la playa, movido por el recuerdo del mar azul de su infancia con el reflejo del sol mediterráneo de Colliure. Lo importante aquí es que un verso suelto tiene ya valor en sí mismo, como síntesis condensada de todo un poema. Y, como en la frase que nos ocupa, es también un díptico de claras resonancias aforísticas.
Por otra parte, los poemas de Machado se leían con frecuencia en los frentes, entre las milicias populares, para mostrar el supuesto apoyo de los intelectuales a la causa republicana. Y aquí conviene hacer una precisión. D. Antonio había afirmado repetidas veces su independencia de todo partido político, y muy especialmente de las ideologías marxistas, a las que algunos quisieron vincularle; por eso se permitió declarar en un discurso ante las Juventudes Socialistas: «Desde un punto de vista teórico, yo no soy marxista; no lo he sido nunca y espero no serlo jamás. Entre otras cosas, porque me falta simpatía por la idea central del marxismo: me resisto a creer que el factor económico, cuya enorme importancia no desconozco, sea el más esen cial de la vida humana y el gran motor de la historia» [20]. Sin embargo, Machado se manifestó reiteradas veces a favor de la República; por eso el gobierno republicano quiso utilizar su prestigio como poeta y financió la edición popular de algunos de sus poemas; como, por ejemplo, la colección de prosas y poesías titulada la guerra [21]; o una edición barata de la tierra de Alvargonzález (1938), con destino a los frentes de combate.
Con estos precedentes, no es aventurado suponer que algún mando militar del ejército afincado en Burjasot, en el Colegio Mayor San Juan de Ribera, solicitara de Machado un lema poético para su compañía; o tomara -de algún poema perdido, pues no aparece en sus Obras completas- ese solitario verso de «Cada cami nante, siga su camino». De hecho , consta que D. Antonio recibió muchas peticiones de este estilo, como refiere también su hermano José, que fue su compañero fiel durante los años que pasó en Valencia: «Otra tarde unos jóvenes entusiastas fueron a pedirle una poesía para su Asociación. Y entonces les escribió el magnífico himno titulado "¡ Alerta!", la confirmación de un testigo acreditado» [22]
Todas estas reflexiones llegan a su punto culminante con el testimonio fehaciente de alguien que vivió de cerca esos sucesos. Se trata de Francisco Gómez Martínez, oficial del Ejército republicano que, a finales de la contienda estaba bajo las órdenes del General Matallana . Este es su testimonio, dado a conocer por el Prof. José Orlandis en un reciente libro de memorias:
«Algún tiempo después del fallecimiento del Fundador del Opus Dei, hablaba yo ante un grupo de miembros supernumerarios de la Obra de aquel retiro de Burjasot, cuando, al aludir al detalle del cartel en cuestión, uno de los presentes, que residía en Lérida, me intenumpió diciendo: "yo vi ese cartel, y puedo añadir que en 1937 todavía no había sido puesto y sí, en cambio, al año siguiente, en 1938". Seguidamente explicó sus afirmaciones, aportando recuerdos personales de primera mano. "Yo -dijo- fui oficial del Ejército republicano durante la Guerra civil, y estuve destinado en la Escuela de Oficiales de Artillería que tenía su sede en Albacete" [23]. En dos ocasiones mis jefes me enviaron por cuestiones de servicio a la Escuela de Oficiales de Estado Mayor de Burjasot, la primera en 1937 y la otra en 1938. La primera vez no estaba el cartel, pero sí la segunda; me llamó la atención y pregunté qué significaba aquello, y uno de los profesores me informó acerca del origen de la máxima y la razón de haberse colocado el cartel. El Coronel Director de la Escuela se empeñó en que ésta tuviera su propio mote o lema. Dio la coincidencia de que por aquellos días fue a parar a Burjasot, tras haber sido evacuado de Madrid, el poeta Antonio Machado, a quien se le asignó como vivienda un chalet, a muy poca distancia de aquel centro de enseñanza militar. El Director recurrió al ilustre vecino. Machado compuso el lema que le habían pedido, 'Cada caminante siga su camino' , y el Coronel mandó colocarlo en la entrada del edificio". Allí lo encontró todavía el Fundador del Opus Dei, en junio de 1939»"[24].
Esta declaración fue publicada en 1993. Desde entonces -al menos, que yo sepa no se ha vuelto a publicar nada sobre este tema, del que yo tenía alguna noticia desde 1990. En ese año, terminé una larga investigación sobre la obra periodística de Antonio Machado. Fruto de los indicios antes señalados -históricos, biográficos, literarios, etc.- , y con la aparición de varias biografías sobre el Fundador del Opus Dei que abundaban en detalles sobre el cartel de Burjasot, empecé a sospechar que ese lema militar podía haber sido escrito por Machado: un poeta del que terminó interesándome hasta lo más menudo de su biografía. Conocedor oralmente de la historia relatada por Orlandis, todavía sin publicar, realicé mis pesquisas hasta dar con el protagonista del relato. Con los datos que entonces obtuve, y con los que ahora he vuelto a reunir, pude completar su escueto testimonio origina [25].
Francisco Gómez Martínez, que tiene en la actualidad ochenta y seis años, tenía en 1939 la edad de veinticinco años. Militar de profesión, le cayó en suerte luchar en el bando republicano al poco de licenciarse como oficial. Originario de Teruel, su destino durante los tres años de guerra civil se movió fundamentalmente en los alrededores de Valencia. Peleó en la famosa «Línea XYZ», que trataba de frenar el acceso de las tropas nacionales al mar Mediterráneo. Era, por aquel entonces, el Jefe de Artillería del 21º Cuerpo de Ejército.
Cuando, el 25 de julio de 1938, termina la contienda de Levante y los nacionales obtienen su salida al mar, el 21º Cuerpo de Ejército se disuelve y el joven oficial es enviado al Estado Mayor Central, en Valencia, donde el Teniente Coronel Matallana (que Miaja había nombrado Jefe de Estado Mayor el 16 de abril de 1938) coordinaba el Grupo de los cuatro ejércitos de la zona: Levante, Andalucía, Extremadura e Interior. Ese Estado Mayor estaba situado entonces en un cuartel a las afueras de la capital: en la carretera de Valencia a Torrente, cerca de Alacuás, en un caserón denominado estratégicamente como «Posición Pekín». Allí, Francisco Gómez se encarga del Negociado de Artillería e Ingenieros, a la vez que actúa como Ayudante de Matallana para misiones especiales: llevar documentos, servir de enlace con los distintos ejércitos, poner en comunicación a unidades dispersas, etc.
Sus actividades en este campo se multiplicaron en poco tiempo, pues el 16 de agosto de 1938 Manuel Matallana Gómez es ascendido a General. A partir de esa fecha, resultan ya frecuentes sus servicios como enlace entre distintos cuarteles y ejércitos. Y es a partir de entonces, por tanto, cuando hay que situar su primer viaje a la Escuela de Oficiales de Burjasot: aquel en que no recuerda haber visto el cartel en cuestión.
Ya en el año 1939, muy probablemente en el mes de febrero [26], Francisco Gómez es enviado de nuevo a Burjasot para llevar una cartera con documentos. Es en esta segunda vez cuando aprecia algo que, evidentemente, no estaba antes: un cartel de grandes dimensiones (no puede precisar si era una arpillera, un cartel impreso o incluso un típico mosaico levantino), que ocupa un lugar destacado del edificio. Tras preguntar al oficial de la Escuela que le atiende a su llegada, no tarda en hacer se con una cumplida explicación de por qué está ahí ese gran cartel. Según recuerda, ese oficial le dijo explícitamente que era de Antonio Machado, quien tenía cierta amistad con el Director de la Escuela: quedaban para tomar café, para charlar sobre diversos temas y, sobre todo, para fumar juntos. Al parecer, esa paternidad machadiana de la frase era conocida por todos los que vivían en el cuartel de Burjasot.
Esto sucedía tan solo unos meses antes -tres ocuatro- de la llegada del Fundador de la Obra a ese Colegio Mayor. en el atardecer del 5 de junio de 1939. Lo demás, aparece ya en el testimonio ofrecido por el profesor Orlandis.
Sí convendría añadir, sin embargo, un último apunte biográfico. Francisco Gómez no tuvo relación con la Obra hasta pasados muchos años. Pero en octubre de 1967, realizó un viaje a Pamplona con unos conocidos para asistir a la II Asamblea General de Amigos de la Universidad de Navarra; y allí conoció al Fundador del Opus Dei. Pudo escuchar la homilía que pronunció en la explanada del campus:
«Amar al mundo apasionadamente», publicada poco después en el volumen Conversaciones con Monseñor Escrivá de Balaguer (1968). Y se sorprendió al descubrir la fe de aquel sacerdote, que con tanta fuerza estaba hablándoles de libertad, de plu rali smo, de distintas opciones en la vida espiritual; en definitiva, de que cada uno siga su propio camino:
«Un hombre sabedor de que el mundo -y no solo el templo- es el lugar de su encuentro con Cristo , ama ese mundo, procura adquirir una buena preparación inte lectual y profesion al, va formando -con plena libertad- sus propios criterios (... ). Pero a ese cristiano jamás se le ocurre creer o decir que él baja del templo al mundo para representar a la Iglesia, y que sus soluciones son las soluciones católicas a aquellos problemas(...). Se ve claro que, en este terreno como en todos , no podríais realizar ese programa de vivir santamente la vida ordinaria, si no gozarais de toda la libertad que os reconocen -a la vez- la Iglesia y vuestra dignidad de hombres y de mujeres creados a imagen de Dios. La libertad personal es esencial en la vida cristiana» [27].
Algo de todo lo que oyó en esos días se quedó para siempre en el alma de Francisco Gómez, cuya existencia quedaría muy unida al espíritu del Fundador del Opus Dei a partir de aquella fecha . Por aquel entonces, todavía ignoraba que aquella frase de Machado leída en Burjasot había sido un hallazgo para Monseñor Escrivá, que vio en ella -arropada en términos poéticos- una idea importante para su predicación. Lo supo algún tiempo después, sintiendo la alegría de que treinta y ocho años antes , en los primeros meses de 1939, los dos se habían encontrado con aquel cartel de Machado -«cada caminante, siga su camino»- y los dos se habían sentido impresionados por él.
Se da además el hecho , por una de esas casualidades de la vida, de que en aquella homilía de 1967, Mons. Escrivá de Balaguer citó unos versos de D. Antonio para ilustrar un aspecto de su predica ción. Animaba a sus oyentes a «poner amor en las cosas pequeñas de vuestra jornada habitual, descubriendo ese algo di vino que en los detalles se encierra». Y concluía: «¡Qué bien cuadran aquí aquellos versos del poeta de Castilla! : Despacito y buena letra:/ el hacer las cosas bien/ importa más que el hacerlas» [28].
* * *
Para terminar este epígrafe, me veo en la obligación de responder a una pregunta más o menos latente que tal vez el lector se haya formulado, y que afecta a la recepción de la frase por parte del Beato Josemaría. Esa pregunta se articula en dos interrogantes. Primero: ¿intuía el Fundador del Opus Dei el origen machadiano de la frase? Y segundo: ¿que le llevó a citar un lema republicano, fuera cual fuera su origen?
Respecto al primero de ellos, podemos asegurar que el Beato Josemaría no sabía quién era el autor de ese lema; como tampoco lo sabían los asistentes al curso de retiro. De no ser así, resultaría extraño que no lo mencionase explícitamente en ninguno de los tres recuerdos que hemos analizado. O, al menos, que no lo indicase veladamente, con una expresión del tipo: «estas palabras de un encumbrado poeta», o algo semejante, como solía hacer en sus escritos [29]. Más bien, lo que se deduce cla ramente de los testimonios citados es que lo desconocía por completo; eso, desde luego, es lo que se desprende de su afirmación: «encontré un gran letrero, escrito por alguno no conformista» [30].
Por otra parte, pienso que ahí radica su mayor mérito (al menos , desde un punto de vista literario). Para mí, resulta obvio que en este desconocimiento se manifiesta la sensibilidad poética del Fundador de la Obra: sensibilidad para saber descubrir el arte -la calidad de un cuadro, o de una determinada frase- no donde ya lo esperamos (en la sala de un museo, o en las páginas de un libro de poesía), sino allí donde nada externamente indica su valor. Y en un cartel bélico, poco arte cabía esperar.
La respuesta al segundo interrogante tiene como referente un rasgo muy propio de la personalidad de San Josemaría; y es su enorme apertura de mente para descubrir las cosas buenas que puede haber en personas e instituciones, incluso alejadas de Dios; en definitiva, su facilidad para descubrir una idea positiva o aceptar un buen consejo, sin prejuzgar la calidad personal de su interlocutor. Es lo que la sabiduría popular ha sintetizado en ese dicho («del enemigo, el consejo») que el propio Fundador empleó para aceptar el mensaje de Burjasot: «Quisieron quitarlo, pero yo les detuve: dejadlo -les dije-, me gusta: del enemigo, el consejo» [31].
En este caso, los asistentes al curso de reti ro, o al menos algunos de ellos pudieron ver como enemigo a un ejército que en muchos lugares había actuado contra la religión y contra la Iglesia. Y por eso querían arrancar ese lema, sin atender a su contenido: simplemente, por venir de quienes venía. Pero el Beato Josemaría supo ver más allá de la etiqueta persona [32], para descubrir la hondura de ese acendrado pensamiento, independientemente de su procedencia. Y no aprobó nada de la furia anticatólica -y todo, en cambio, de la sabiduría del lema- cuando detuvo a los que querían arrancar ese cartel, sin haberlo leído apenas.
No sería ésta una ocasión aislada en su vida. Muchas otras anécdotas podrían citarse también para mostrar esa apertura a lo positivo de otras personas o formas de entender la vida, por alejadas de Dios que estuvieran. Entre todas ellas, tal vez la más significativa para nuestro trabajo -por su enorme semejanza con el suceso de Burjasot- sería aquel pasaje que relata Vázquez de Prada:
«Un día de octubre de 1963 vio pegado a un muro de Roma un cartel de propaganda del partido comunista. Decía: -Riova la tua tessera e porta un altro compagno- (Renueva tu carnet y tráete a otro compañero). E inmediatamente lo llevaría a examen. Era una llamada de renovación interior; un acicate para el apostolado» [33].
Alfonso Méndiz Noguera, en dadun.unav.edu/
Notas:
1 Cfr. los testimonios escritos de Amadeo de Fuenmayor (Archivo General de la Prelatura Opus Dei, Registro Histórico del Fundador [AGP, RHF], T-02769), Roberto Moroder (AGP. RHF. D-12799) y Carlos Yerdú (AGP, RHF. T-07805). Esos testimonios coinciden en relatar la escena que acabamos de describir: muy especialmente, el hallazgo del cartel. Aunque no hay unanimidad acerca del lugar concreto en el que se encontraba: dentro de la casa, refiere uno; en el vestíbulo. cerca de la entrada. señala otro: en el patio interior. encima de una puerta de acceso, según el te rcero. El Fundador de la Obra dejó escrito que lo vio encima de una puerta. El pasaje ha sido también relatado en diferentes obras publica das. Entre otras. cfr. A. SASTRE. Tiempo de camina,: Semblanza de Monseñor Josemaría Escrivá de Balaguer. Rialp, Madrid 1989.
2 JOSEMARÍA ESCRIVÁ DE BALAGUER. Carta 9 de enero de 1959. nº 35.
3 «Trabajo de Dios». Amigos de Dios. nº 59 (Rialp. Madrid 1977: 25ª edición española: 1999. p. 104 ).
4 Meditación, 6.111.1963.
5 S. BERNAL , Apuntes sobre la vida del Fundador del Opus Dei , Rialp, Madrid 1976. p. 204. Este auto r, además, tituló significativamente con las palabras «Cada caminante siga su camino» un epígrafe del capítulo quinto, que recoge la época de la postguerra.
6 A. SASTRE, Tiempo de caminar pp. 251-258. También ella empleó ese lema como título de un epígrafe de su biografía.
7 El libro de Pilar URBANO (El hombre de Villa Tevere, Rialp. Madrid 1995) recoge tan sólo los años romanos del Beato Josemaría: desde 1946 a 1975. Y el primer volumen de la biografía de Andrés VÁZQUEZ DE PRADA (El Fundador del Opus Dei, Rialp. Madrid 199 7. tomo 1) se detiene en el año 1936. Su anterior semblanza (titulada también El Fundador del Opus Dei . Rialp, Madrid 1983) refleja con cierta extensión este pasaje en la página 202.
8 Monique Alonso documenta cinco salidas destacadas a Valencia: generalmente. para pronunciar discursos o conferencias (Amonio Machado, poeta en el exilio. Anthropos, Barcelona 1985. pp. 53-63). Pero su hermano José Machado testimonia que. de vez en cuando. iba a Valencia para comprar libros (Últimas soledades del poeta Amonio Machado, Forma Ediciones, Madrid 1977, p. 204).
9 M. TuÑóN DE LARA, Antonio Machado , poeta del pueblo, Taurus, Madrid 1997. p. 319.
10 O. Enrique Castro. comandante-jefe del Regimie nto, recuerda que su comisario político le dijo un día: «No te olvides de que Machado quiere ser el historiador del Quinto Regimiento» (E. CASTRO. Hombres made in Moscú. p. 617: cit. en M. ALONSO, Amonio Machado. poeta en el exilio p. 283).
11 Cfr. ALFONSO MÉNDIZ. Antonio Machado periodista. EUNSA, Pamplona 1996 ; para este punto. tiene particular interés el epígrafe «Antonio Machado y las publicaciones del 5º Regimiento» (pp. 354 SS) .
12 Ahí se publicaron. entre otros poemas: «He andado muchos caminos» (11). «Yo voy soñando ca minos/ de la tarde » (XI) o el que tituló expresamente «Del Camino» (XXI).
13 La serie «Campos de Soria» (CXIII). por ejemp lo . abunda en alusiones a los caminos del paisa je. Otro poema es titulado también «Caminos» (CXVIII). Y la figura del caminante se hace presente con fuerza en «La tierra de Alvargonzález» (CXIV).
14 Merece ser destacada, en este volumen, la presencia del camino en la colección de «Sonetos» (CLXV): «Tuvo mi corazón. encrucijada/ de cien caminos...» ( I l. «Verás la maravilla del camino/ ca mino de soñada Compostela» (2) .
15 Campos de Castilla. «Proverbios y cantares» (CXXXVI). nº XXIX.
16 Cuadernos Hispanoamericanos, t. LI, nº 151, julio de 1962, pp. 52-76.
17 La forre, Revista general de la Universidad de Puerto Rico. nº 45-46. enero-julio de 1964.
18 Tesis doctoral inédita. Universidad de Granada. 1962.
19 José MACHADO. Últimas soledades del poeta Amonio Machado p. 237.
20 A. MACHADO. Poesía y Prosa (ed. de O. Ma crí). Espasa Cal pe. Madrid 1988 . t. IV. p. 2.191.
21 A. MACHADO. La guerra ( / 936-/ 937). Espasa Calpe. Madrid 1937. 115 p.
22 J. MACHADO. Últimas soledades del poeta Amonio Machado p. 202.
23 Según he podido contrastar con el protagonista de este relato nunca estuvo en Albacete. Sí en Almansa y en Larca, donde se licenció como oficial y empezó su carrera militar; pero no durante la guerra, que pasó íntegramente en Valencia y alrededores.
24 José ORLANDIS, Años de Juventud en el Opus Dei, Rialp, Madrid 1993, pp. 43-44.
25Cfr. entrevistas con D. Francisco Gómez Martínez, mantenidas el 19 de octubre de 1990 y el 21 y 25 de noviembre de 1999. Cfr. también su declaración testimonial (AGP, RHF. T-1 2942). que data del 12 de septiembre de 1989.
26 El 8 de febrero el General Matallana es ascendido a Jefe del Grupo de Ejércitos de la Región Central.
27 «Amar al mundo apasionadamente». en Conversaciones. nº 116-117.
28 Ibídem . nº 116 : la cita es de A. MACHADO. Proverbios y Cantares (CL XI ). nº XXIV. en Nue vas Canciones. Madrid 1930.
29 Siempre que -en sus textos u homilías- incluyó una cita poética. lo señaló explícitamente. Y. como hemos tenido ocasión de ver. cuando citó unos versos de Machado en la homilía de la Universidad de Navarra. incluyó una clara alusión identificatoria: «¡Qué bien cuadran aquí aquellos versos del poeta de Castilla!» (cfr. «Amar al mundo apasionadamente». Conversaciones. nº 116).
30 JOSEMARÍA ESCRIVÁ DE BALAGUER, Carta 9 de enem de 1959. nº 35.
32 De hecho. en otros momentos de su vida citó expresamente a Machado.
33 A. VÁZQUEZ DE PRADA, El Fundador del Opus Dei 1983. p. 420. Cfr.: Artículos del Pomtiador, nº 273
Introducción a la serie sobre “Perdón, la reconciliación y la Justicia Restaurativa” |
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Verdad y libertad |
El Magisterio Pontificio sobre el Rosario y la Carta Apostólica Rosarium Virginis Mariae |
El marco moral y el sentido del amor humano |
¿Qué es la Justicia Restaurativa? |
“Combate, cercanía, misión” (6): «Más grande que tu corazón»: Contrición y reconciliación |
Combate, cercanía, misión (5): «No te soltaré hasta que me bendigas»: la oración contemplativa |
Combate, cercanía, misión (4) «No entristezcáis al Espíritu Santo» La tibieza |
Combate, cercanía, misión (3): Todo es nuestro y todo es de Dios |
Combate, cercanía, misión (2): «Se hace camino al andar» |
Combate, cercanía, misión I: «Elige la Vida» |
La intervención estatal, la regulación económica y el poder de policía II |
La intervención estatal, la regulación económica y el poder de policía I |
El trabajo como quicio de la santificación en medio del mundo. Reflexiones antropológicas |