7. La Renta Básica y la Economía Social, ¿qué clase de instrumentos?
Llegados hasta aquí, y a modo de ilustración de cómo aplicar el criterio crítico, no estaría de más evaluar un par de propuestas que frecuentemente se avanzan como alternativas cuando no son más que instrumentos: la Renta Básica y la Economía Social. También es el momento de preguntarnos: ¿qué tipo de instrumentos son, fuertes o débiles?, ¿y en que sentido la Renta Básica y la Economía social en la forma actual de cooperativas pueden ser considerados instrumentos eficaces para ayudar a que las actividades sustentables se organicen en ámbitos de autonomía colectiva, como parte de un proceso para la transformación social?
¿Qué es la Renta Básica de los iguales? [18]
La Renta Básica de los iguales (RBis), en su definición, es una propuesta social muy sencilla. Decimos que es el derecho que tiene cada ciudadano, cada ciudadana, por el hecho de nacer, a percibir una cantidad periódica para cubrir sus necesidades materiales. Sin embargo, para convertirla en algo más que una declaración de principios, a la definición le añadimos unas características, estructurales y de opción política, que la convierten en un instrumento de acción política y social, así como en un mecanismo que garantiza la redistribución de la renta. Estas características especifican que la RBis ha de ser individual (no familiar); universal (no contributiva y para todos); incondicional (independiente del nivel de ingresos y del mercado de trabajo); la cuantía ha de ser por lo menos igual al umbral de pobreza y recibir cada persona la misma cantidad; una parte de la RBis se percibirá en mano y la otra en forma de bienes de uso colectivo; la mayoría de las prestaciones sociales actuales sujetas a control y gasto burocrático quedarán refundidas en la RBis; y como instrumento de lucha contra el capitalismo, esperamos que se convierta en un patrimonio de los movimientos anticapitalistas.
Entre sus bondades como instrumento para transformar el capitalismo destacaremos, su capacidad redistributiva a favor de los más desprotegidos; que aporta seguridad económica sin pasar por el mercado de trabajo; da autonomía para iniciar otros modos de vida sustentable (artesanado, voluntariado, colectividades de producción y consumo, comunalismo) al margen del sistema de intercambio capitalista; apoya la lucha por la igualdad de género; contribuye a eliminar estigmas sociales, como la pobreza y el paro; puede ser utilizada como fondo de resistencia en las luchas obreras y ciudadanas; etc. [19]
Por tanto, con todo lo enumerado, la RBis puede ser un instrumento crucial de lucha contra el capitalismo global, por su capacidad de movilización y participación ciudadana. En un momento como el actual, donde, tal y como analizábamos al inicio, la mayoría de los derechos y posibilidades para desarrollar una vida con dignidad se ven fuertemente agredidos y disminuidos, no cabe duda que la lucha por la implantación de la RB tiene la particularidad de poder articular un proyecto político radical y común en términos de movilización ciudadana, que responda a los intereses materiales y sociales de colectivos y organizaciones muy diversas. Por su carácter transversal, la RB es un instrumento que tiene la ventaja y el atractivo de poder aglutinar a la mayoría de los movimientos que componen la izquierda: el movimiento sindicalista; el movimiento entorno a la economía social; el movimiento feminista; el movimiento ecologista; el movimiento okupa; el movimiento contra el paro, la pobreza y la marginación; los movimientos por la profundización democrática y los derechos humanos; el movimiento estudiantil; el movimiento antimilitarista; el movimiento en torno a papeles para todos, etc. Es decir, la RB aborda una multitud de intereses comunes, los cuales pueden servir como punto de partida para conseguir una serie de acuerdos y establecer una acción movilizadora conjunta, a través de la elaboración de un programa común de objetivos mínimos por la transformación del sistema. La materialización de una movilización colectiva de esta envergadura es uno de los aspectos más importantes a destacar, y tendría que ser uno de los objetivos inmediatos a conseguir; como dice Robert Cox: «la potencialidad crítica para un cambio social se concentra más en la posibilidad de lanzar un movimiento social que en lo que el movimiento pueda conseguir... Para aquellas personas que están por la transformación de la sociedad han de ser más importantes los instrumentos de acción colectiva que se van consolidando que los propios resultados parciales que se vayan consiguiendo» [20].
En estos momentos, en los que vivimos/padecemos las consecuencias de la globalización capitalista, la izquierda no debiera menospreciar la fuerza subversiva que contiene la Renta básica de los iguales para luchar contra el poder del capitalismo.
La economía social, ¿alternativa al capitalismo e instrumento contra?
Es posible que la Economía social no pueda cumplir ninguna de las dos cosas. Después de más de un siglo de experiencia, y para empezar a abordar la cuestión, consideraremos cuatro opiniones que nos dan una pauta bastante contundente de lo que puede dar de sí el movimiento cooperativista, especialmente de cara a poder establecer si lo que hoy llamamos economía social puede ser una alternativa al capitalismo, e incluso un instrumento fuerte para luchar contra:
De momento no. La mayoría de las empresas de la economía social lo único que hacen es sobrevivir, a pesar de que el cooperativismo cuenta con una larga tradición en Cataluña. Desgraciadamente, el mundo empresarial actual sólo valora las empresas competitivas. (Joan Carreras)
Todavía no. De todas maneras, cada vez hay más jóvenes que, a la hora de crear una empresa, además de pensar en la rentabilidad, buscan también construir organizaciones democráticas, no sometidas a presiones externas, socialmente útiles, etc. (Inmaculada Valls)
“Creo que, por ahora, no hay alternativas al capitalismo. Todos los proyectos que existen, incluyendo el cooperativismo, están todavía verdes… y no tienen nada que hacer dentro del marco neoliberal en el que vivimos. Para que cambiase, harían falta medidas bastante más drásticas. (Marc Martínez)
La economía social está formada por empresas comprometidas que crean ocupación estable y que buscan alguna cosa más que el beneficio. De momento no son un problema ni una amenaza para el capitalismo; si lo fuesen, seguro que ya habrían desaparecido. (Xavier Mira) [21]
Estas opiniones vienen a reafirmar las preocupaciones que tenía Marx sobre el movimiento cooperativista en su día. Este pensador se debatía entre los aspectos positivos y los negativos que creía encontrar en la economía política del trabajo, o la economía social:
Entre los aspectos positivos comprobaba que «las factorías en régimen cooperativo demostraban que la producción a gran escala era posible sin la existencia de una clase de patronos que contrate a una clase de trabajadores; que para dar fruto no es necesario que los medios de producción estén monopolizados como medios de dominación y extorsión del hombre trabajador; y que, al igual que el trabajo de los esclavos y de los siervos, el trabajo asalariado no es sino una forma transitoria e inferior, destinada a desaparecer frente al trabajo asociado realizado con mano decidida, mente despierta y corazón alegre» [22]. Es decir, «las cooperativas de producción, siempre que vayan dentro de un programa general de transformación revolucionaria, ayudan a minar la lógica del capitalismo, su proceso de explotación y extracción de plusvalor como requisitos previos insalvables para el mantenimiento de la producción misma» [23]. A su vez, «las fábricas cooperativas tienen la particularidad de que el capital no es privado sino «social»: es una socialización que opera en el marco del sistema capitalista sin abolirlo; es pues una socialización contradictoria, pero que prepara directamente la socialización auténtica del modo de producción de los productores asociados. Sin embargo, advierte que el cooperativismo de consumo sólo afecta al reparto, a la esfera de circulación, y sólo puede mitigar parcialmente la injusticia pero no combatir la explotación en su misma raíz» [24]. Más tarde, Lenin añadiría a este último aspecto, que «las cooperativas deberían tener capacidad de autogestionar el proceso completo de producción, circulación y venta, y reparto e inversión desde criterios cooperativistas y de ayuda mutua de los beneficios obtenidos […] Toda la sociedad ha de convertirse en una cooperativa de trabajadores, […] en una asociación comunista de producción y consumo» [25]. O sea, romper de raíz la lógica de la acumulación privada capitalista» [26].
Entre los aspectos negativos, la experiencia del período le había «demostrado sin lugar a dudas que el trabajo cooperativo, por excelente que sea en teoría y por muy útil que sea en la práctica, sino va más allá del estrecho círculo de los esfuerzos ocasionales de uno trabajadores a título individual, jamás será capaz de detener el crecimiento en progresión geométrica del monopolio, de liberar a las masas ni de aliviar siquiera mismamente la carga de sus miserias. Para salvar a las masas obreras, el trabajo cooperativo tendrá que desarrollarse a escala nacional y, consiguientemente, debería ser fomentado con medios de la misma naturaleza. Sin embargo, los señores de la tierra y los señores del capital usarán siempre sus privilegios políticos para la defensa y perpetuación de sus monopolios económicos. Por eso, lejos de promoverla, seguirán poniendo todos los obstáculos posibles por el camino de la emancipación del trabajo» [27].
Así ocurrió. Hoy es fácil comprobar que la economía social no remontó los principios de Rochdale (Manchester), base del movimiento cooperativista: cooperativismo interclasista, matrícula abierta, neutralidad política, un socio un voto, interés limitado sobre el capital, ventas al contado, ganancias que vuelven al socio, educación y formación. Es decir, el espíritu del cooperativismo del siglo XIX no tenía como horizonte la expropiación de los expropiadores, la superación histórica de la propiedad privada de los medios de producción [28] y de todas las consecuencias, desde la mercantilización hasta el dinero; la economía social no se convirtió cooperativismo nunca se planteó cruzar la línea, romper con la lógica de acumulación del sistema y ensayar posibles formas alternativas de sociedad al capitalismo; como diría posteriormente Lenin, hay que superar la naturaleza burguesa de las cooperativas, en las que por debajo de su aparente diferencia y complejidad, existe la explotación de la fuerza de trabajo, de género, y de nacionalidad, para convertirlas en «una asociación comunista de producción y consumo que agrupe a toda la población» [29].
Las diversas modalidades de economía social (producción, consumo, crédito) sólo podrán y deberían ser un instrumento de transformación social siempre que sean reconvertidas de acuerdo con los criterios anticapitalistas anteriormente enunciados. De lo contrario, las afirmaciones de nuestros cuatro primeros comentaristas seguirán siendo la única realidad inalterable.
8. Conclusión
Teniendo en cuenta la lógica depredadora del sistema, en el capitalismo es imposible proponerse mantener el desarrollo combinado y armónico del bienestar de los seres humanos con la conservación del habitat natural. Porque estudiando las causas y consecuencias de las crisis norteamericanas de 1929 y 1933, el premio Nobel JK Galbraith no tenía pelos en la lengua para denunciar y testificar que «los crímenes más ortodoxos del capitalismo son el abuso de poder y la explotación de las personas» [30] Si esto es así, es inútil pensar conseguir ambos objetivos dentro del sistema.
La Renta Básica de los iguales es un instrumento llamado a desempeñar un papel indiscutible en la creación de los ámbitos de autonomía colectiva, en el sentido que puede y debe financiar las actividades de los sujetos sociales activos que participan en la creación de colectivos de producción, ni se convierte en parte de un proceso de transformación, de lucha de clases, que tenía que consumo, cívicos, recreativos, culturales, educativos, etc [31]. Todos ellos diseñados y organizados de acuerdo con las características establecidas en el criterio crítico explicado anteriormente: propiedad colectiva de los recursos productivos, del acceso equitativo a la riqueza generada, de la participación igualitaria en la gestión social [32], de la vivencia y defensa de los valores comunitarios, etc. La RBis aportaría los ingresos necesarios para desarrollar actividades de modelo sustentable ascender desde las fábricas cooperativas hasta el comunismo, pasando por el control obrero, la ocupación de fábricas, la autogestión, etc. Es decir, y para finalizar con una de las preocupaciones de Marx: la economía social «es una forma colectiva de apropiación privada que anula el poder de la patronal en una empresa, sin que ello implique necesariamente abolir el capitalismo». El fin que los sujetos sociales que participan en las mismas estén condicionados por trabas externas a sus compromisos, social e ideológico.
Jo José Iglesias, en dialnet.unirioja.es/
Notas:
18 Véanse los argumentos de este instrumento en el Anexo.
19 Las ventajas de esta propuesta para los ciudadanos se pueden encontrar en textos publicados previamente, especialmente en mil último libro: ¿Hay alternativas al capitalismo? La Renta Básica de los iguales. Baladre / Zambra. Xátiva 2006. Más lectura sobre el tema está disponible en www.baladre.redasociativa.org y www.rentabasica.net
20 Robert CCOS, citado en Iglesias 1999.
21 Illacrua. Número 140, 3ª època. Maig de 2006.
22 Manifiesto Inaugural de la Asociación Internacional de Trabajadores, Londres 1864. Véase www.marxfaq.org/.
23 Humberto Miranda Lorenzo. “Marxismo y socialismo autogestionario”. III Conferencia Internacional La obra de Carlos Marx y los desafíos del siglo XXI. La Habana.
24 Humberto Miranda Lorenzo. Trabajo citado.
25 Lenin. III Congreso de Cooperativas Obreras. Citado por HM Lorenzo.
26 Lenin. Congreso Socialista Internacional de Copenhague 1910. Citado por HM Lorenzo.
27 Manifiesto AIT. Trabajo citado.
28 K. Marx. El Capital. Tomo III. Citado por Humberto Miranda Lorenzo.
30 JK Galbraith. El crac del 29. p. 191. Ariel. Barcelona 1993.
31 La creación de estos ámbitos en la esfera de la producción, de la circulación de bienes y servicios, de la gestión autónoma, etc.
32 Hasta Dan Brown, un autor de novelas anodinas y altamente comerciales, reconoce que “nadie se convierte en poderoso sin ser poseedor de un instinto asesino”. p. 353. La conspiración. Umbriel. Barcelona 2005.
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