Hace más de medio siglo, una serie de líderes visionarios inspiraron la Unión Europea en la que vivimos hoy. Sin su energía y su motivación no tendríamos esta zona de paz y estabilidad que ahora damos por supuesta. Había entre ellos desde miembros de la resistencia hasta abogados, porque los padres fundadores eran un grupo heterogéneo de personas que compartían un mismo ideal: una Europa pacífica, próspera y unida. Esta publicación relata la historia de once de esas personas. Pero muchas otras inspiraron y trabajaron con denuedo por el proyecto europeo:
El primer Canciller de la República Federal de Alemania, que estuvo al frente del nuevo Estado de 1949 a 1963, influyó más que nadie en la historia alemana y europea de la posguerra.
Como muchos políticos de su generación, Adenauer se convenció, tras la Primera Guerra Mundial, de que una paz duradera solo podría lograrse con una Europa unida. Su experiencia durante el Tercer Reich (fue apartado de su cargo de alcalde de Colonia por los nazis) le reafirmó en esta opinión.
En los seis años que transcurrieron entre 1949 y 1955, Adenauer logró una serie de objetivos trascendentales en política exterior que vincularon el futuro de Alemania a la alianza occidental: ingreso en el Consejo de Europa (1951), fundación de la Comunidad
Europea del Carbón y del Acero (1952) y entrada de Alemania en la OTAN (1955).
Una piedra angular de la política exterior de Adenauer fue la reconciliación con Francia.
Junto con el Presidente francés, Charles de Gaulle, marcó un punto de inflexión en la historia: en 1963, los archienemigos de antaño, Alemania y Francia, firmaron un tratado de amistad que fue un verdadero hito en el camino hacia la integración europea.
Política alemana
Konrad Adenauer, que nació el 5 de enero de 1876 en la católica Colonia, procedía de una familia de origen humilde, pero guiada por el orden y disciplina inculcados por su padre. En 1904, su matrimonio con la hija de una influyente familia de Colonia le permitió entrar en contacto con políticos locales y le llevó a dedicarse activamente a la política. Supo aprovechar plenamente su talento para dar alas a su carrera política como miembro del partido católico «Zentrum» y, en 1917, se convirtió en alcalde de Colonia. En el puesto, participó en grandes proyectos como la construcción de la primera autopista de Alemania, entre Colonia y Bonn, y pasó a ser conocido como una personalidad decidida y decisiva. Evitando el extremismo político que atrajo a tantas personas de su generación, Adenauer se propuso inculcar el sentido del deber, el orden y los valores y principios morales cristianos a sus conciudadanos.
A finales de la década de 1920, el Partido nazi lanzó una campaña de difamación contra Adenauer. Le acusaron de tener sentimientos antialemanes, de derrochar fondos públicos y de simpatizar con el movimiento sionista. Con los nazis en el poder en 1933, Adenauer se negó a decorar la ciudad con esvásticas para una visita de Hitler, lo cual provocó que le destituyeran de su puesto y le congelaran sus cuentas bancarias. Se quedó sin trabajo, sin hogar y sin ingresos, pasando a depender de la benevolencia de sus amigos y de la Iglesia. Aunque intentó no llamar la atención durante la guerra, fue arrestado en varias ocasiones. Tras el intento de asesinato fallido contra Hitler en 1944, Adenauer fue encarcelado en la temida prisión de la Gestapo en Colonia Brauweiler.
Finalizada la guerra, los estadounidenses rehabilitaron a Adenauer en el cargo de alcalde de Colonia, pero poco después fue nuevamente destituido por los británicos cuando Colonia pasó a pertenecer a la zona de ocupación británica. Esto le permitió dedicar su tiempo a la creación de la Unión Demócrata Cristiana de Alemania (CDU), con la que esperaba reunir a los alemanes católicos y protestantes en un único partido. En 1949 se convirtió en el primer Canciller de la República Federal de Alemania (Alemania Occidental). En un principio, parecía que Adenauer ocuparía el cargo de Canciller durante un breve período de tiempo, dado que ya tenía 73 años. No obstante, a pesar de ello, Adenauer (apodado «Der Alte» o «El viejo») permaneció en el puesto durante 14 años, por lo que no solo fue el alcalde más joven de Colonia, sino también el Canciller más anciano de la historia de Alemania. Bajo su liderazgo, Alemania Occidental se convirtió en una democracia estable y logró reconciliarse de forma duradera con sus países vecinos. Logró recuperar parte de la soberanía para Alemania Occidental integrando el país en la nueva comunidad euroatlántica (la OTAN y la Organización Europea de Cooperación Económica).
Contribución a la integración europea
Las experiencias de Adenauer durante la Segunda Guerra Mundial hicieron de él un político realista. Su visión del papel de Alemania en Europa estaba profundamente influida por las dos Guerras Mundiales y la enemistad secular entre Alemania y Francia. Por consiguiente, se centró en el fomento de la idea de cooperación paneuropea.
Adenauer fue un gran defensor de la Comunidad Europea del Carbón y del Acero, propuesta el 9 de mayo de 1950 en la Declaración Schuman, y del posterior Tratado de la Comunidad Económica Europea en marzo de 1957.
Las opiniones de Adenauer sobre Europa se basaban en la idea de que la unidad europea era indispensable para alcanzar una paz y estabilidad duraderas. Por esta razón, trabajó incansablemente para lograr la reconciliación entre Alemania y sus antiguos enemigos, especialmente Francia. Más tarde, en 1963, el Tratado del Elíseo, también llamado Tratado de Amistad, selló esta reconciliación. En él, Alemania y Francia sentaban una base firme para unas relaciones que pondrían fin a siglos de rivalidad.
Gracias a su talento político, su determinación, su pragmatismo y su clara visión del papel de Alemania en una Europa unida, Adenauer logró que su país se convirtiera en la sociedad libre y democrática que conocemos hoy. Ahora estos valores no solo se dan por supuestos, sino que están profundamente arraigados en la sociedad alemana moderna.
Konrad Adenauer es una de las figuras más notables de la historia europea. Para él, la unidad europea no solo significaba la paz, sino también el modo de reintegrar la Alemania de posguerra en la vida internacional. Europa no sería como la conocemos en la actualidad sin la confianza que logró generar en otros Estados europeos mediante la coherencia de su política exterior. Sus compatriotas aún siguen reconociendo sus logros y, en 2003, le nombraron «el alemán más grande de todos los tiempos».
Joseph Bech fue el político luxemburgués que impulsó la creación de la Comunidad Europea del Carbón y del Acero a principios de los años 50 del siglo XX y uno de los principales arquitectos de la integración europea a finales de esa década.
Un memorando conjunto de los países del Benelux dio pie a la celebración de la Conferencia de Mesina en junio de 1955, allanando así el camino a la Comunidad Económica Europea.
Bech vivió en Luxemburgo durante las dos Guerras Mundiales y esa experiencia le permitió comprender lo indefenso que puede estar un pequeño Estado aislado entre dos vecinos poderosos. Gracias a ello, captó la importancia del internacionalismo y de la cooperación entre Estados para lograr una Europa estable y próspera. Contribuyó a la creación de la unión del Benelux entre Bélgica, los Países Bajos y Luxemburgo, una experiencia que resultó muy útil durante el desarrollo de las instituciones europeas. Desde entonces, el proceso de formación de esta unión entre tres pequeños Estados se ha considerado un prototipo de la propia Unión Europea.
Juventud y carrera política
Joseph Bech nació el 17 de febrero de 1887 en Diekirch (Luxemburgo). Estudió Derecho en Friburgo (Suiza) y en París. Después de graduarse en 1914, abrió un bufete de abogados y, ese mismo año, fue elegido al Congreso de Diputados luxemburgués por el recién fundado Partido Cristiano.
En 1921, Bech fue nombrado Ministro de Interior y Educación. En 1926 se convirtió en Primer Ministro, además de ocupar el cargo de Ministro de Asuntos Exteriores y de Agricultura. Fue precisamente durante su mandato como Primer Ministro, entre 1926 y 1936, cuando estalló la crisis financiera mundial. Bech comprendió la gran importancia que tienen las exportaciones para la economía de un país. Como el principal socio comercial de Luxemburgo era Alemania, el país dependía en gran medida de su vecino. En consecuencia, Bech se esforzó por limitar en la medida de lo posible la dependencia económica de Alemania. En sus intentos por ampliar el mercado para el sector luxemburgués del acero, negoció por primera vez una mayor cooperación económica y una unión aduanera con Bélgica y, posteriormente, con los Países Bajos. Esos esfuerzos contribuyeron a la formación de la unión del Benelux durante la Segunda Guerra Mundial.
La Segunda Guerra Mundial
Cuando la Alemania nazi invadió Luxemburgo el 10 de mayo de 1940, Bech se vio obligado a exiliarse con otros Ministros y con la Jefa de Estado, la Gran Duquesa Charlotte, y formó un Gobierno en el exilio en Londres. Como Ministro de Asuntos Exteriores, firmó el Tratado del Benelux en 1944. Su experiencia en la creación de una unión económica favorable a la libre circulación de trabajadores, capital, servicios y mercancías en la región resultaría muy útil posteriormente durante la creación de la Comunidad Económica Europea.
Toda la carrera de Bech estuvo marcada por la memoria de la Primera Guerra Mundial y la crisis posterior, en la que Luxemburgo corrió el riesgo de ser absorbido por sus vecinos. Esta sensación de impotencia le llevó a defender un fuerte internacionalismo.
En consecuencia, representó a Luxemburgo en todas las negociaciones multilaterales celebradas durante y después de la Segunda Guerra Mundial e instó a sus compatriotas a aceptar la adhesión del Gran Ducado a las organizaciones internacionales que se estaban creando: el Benelux en 1944, las Naciones Unidas en 1946 y la OTAN en 1949.
La Comunidad Europea del Carbón y del Acero
El 9 de mayo de 1950, Bech era Ministro de Asuntos Exteriores de Luxemburgo. Consciente de la necesidad de que su país uniese a sus vecinos mediante acuerdos económicos y políticos, acogió con gran entusiasmo la propuesta presentada en dicha fecha por su homólogo francés, Robert Schuman, para crear una Comunidad Europea del Carbón y del Acero. Sabía que esto brindaría a Luxemburgo las oportunidades que necesitaba y permitiría al país disfrutar de un lugar y una voz en Europa. El papel de Luxemburgo en Europa se afianzó aún más cuando logró que la sede de la Alta Autoridad de la Comunidad Europea del Carbón y del Acero se fijase en Luxemburgo.
A continuación, Bech respaldó los planes de formar una Comunidad Europea de Defensa. Francia rechazó el proyecto en 1954, pero a la integración europea todavía le quedaba mucho camino por delante.
La Conferencia de Mesina
Entre el 1 y el 3 de junio de 1955, Joseph Bech presidió la Conferencia de Mesina, que más tarde conduciría al Tratado de Roma, por el que se constituyó la Comunidad Económica Europea. La Conferencia se centró en un memorando presentado por los tres países del Benelux, con Joseph Bech como representante de Luxemburgo. El documento combinaba planes propuestos por Francia y los Países Bajos, ofreciendo tanto nuevas actividades en los sectores del transporte y la energía, en particular la nuclear, y un mercado común general, centrándose en la necesidad de disponer de una autoridad común con competencias reales. Basándose en la experiencia obtenida con el Benelux y la Comunidad Europa del Carbón y del Acero, los tres Ministros de Exteriores presentaron un proyecto que desarrollaba una idea del Ministro neerlandés Johan Willem Beyen, según el cual la cooperación económica constituía el modo de lograr la unificación europea. El «Informe Spaak», llamado así por el Ministro belga Paul-Henri Spaak, Presidente del Comité que lo había redactado, se convirtió en la base de la Conferencia Intergubernamental que redactó los tratados sobre un mercado común y la cooperación en materia de energía atómica, tratados que se firmaron en Roma el 25 de marzo de 1957.
En 1959, después de haber ocupado el puesto desde 1929, Bech renunció a la cartera de Asuntos Exteriores. Entre 1959 y 1964 presidió la Cámara de Diputados, hasta que abandonó la política a la edad de 77 años. Falleció once años después, en 1975. En la actualidad, por el papel que desempeñó en la unificación de Europa, le consideramos uno de los padres fundadores de la Unión Europea. Fue un magnífico ejemplo de cómo un país pequeño como Luxemburgo puede desempeñar un gran papel en la esfera internacional.
Johan Willem Beyen: un plan para un mercado común
El político, empresario y banquero internacional Johan Willem Beyen fue un político neerlandés que, con su «Plan Beyen», dio un nuevo impulso al proceso de integración europea a mediados de la década de 1950.
Beyen es uno de los miembros menos conocidos del grupo de los padres fundadores de la UE. Quienes tuvieron trato con él lo admiraban por su encanto, su internacionalismo y su habilidad para las relaciones sociales.
En los Países Bajos, siendo Ministro de Asuntos Exteriores, Beyen realizó una gran aportación al proceso de unificación europea. Fue capaz de convencer a las fuerzas más reacias de los Países Bajos, así como de Europa, para que aceptasen la integración europea. Su «Plan Beyen» era una propuesta de unión aduanera y amplia cooperación económica dentro de un mercado común. Lo esencial de este plan se plasmó en los Tratados de Roma de 1957 y desde entonces constituye la base de la Unión Europea.
Primeros años
Johan Willem (“Wim”) Beyen nació el 2 de mayo de 1897 en Utrecht, Países Bajos. Hijo de una familia acomodada, disfrutó de una infancia tranquila y recibió una educación internacional centrada en la literatura y la música. Después de licenciarse en Derecho por la Universidad de Utrecht en 1918, comenzó su carrera en el sector financiero nacional e internacional. Empezó trabajando en el Ministerio de Hacienda de su país, pero en 1924 pasó a ejercer en el mundo de la empresa y la banca. Más tarde se convertiría en presidente del Banco de Pagos Internacionales y en director de la empresa de bienes de consumo británico- neerlandesa Unilever.
La Segunda Guerra Mundial
Durante la Segunda Guerra Mundial, Beyen trabajó en el exilio en Londres, mientras su país de origen estuvo ocupado por la
Alemania nazi. En 1944 desempeñó un papel destacado en la Conferencia de Bretton Woods, donde se sentaron las bases de la estructura financiera internacional de postguerra. A partir de 1946 representó a los Países Bajos en el consejo del Banco Mundial y, a partir de 1948, desempeñó la misma función en el Fondo Monetario Internacional.
Ministro de Asuntos Exteriores
Beyen fue Ministro de Asuntos Exteriores de los Países Bajos durante los años de reconstrucción que siguieron a la Segunda Guerra Mundial. Durante la guerra, Beyen se había convencido de la necesidad de una cooperación económica regional plena para evitar que se repitiese una crisis financiera como la de la década de 1930. En la posguerra, los líderes de toda Europa empezaron a comprender que la cooperación internacional era el único modo de superar los horrores de la guerra y de las crisis económicas. Mientras que algunas iniciativas se centraron en promover esta cooperación a escala mundial, Beyen creía que se podía llegar más lejos en el plano regional. En 1948 se dieron los primeros pasos hacia una cooperación económica con el Plan Marshall, el vasto paquete de ayuda estadounidense para Europa, que exigía a los países europeos que coordinasen los asuntos económicos en la OCDE. Tras la Declaración Schuman del 9 de mayo de 1950, se creó, en 1952, la Comunidad Europea del Carbón y del Acero con el objetivo último de imposibilitar las guerras en Europa.
Beyen en la Conferencia de Mesina, donde presentó su plan de cooperación económica en Europa.
El Plan Beyen
Sin embargo, Beyen creía que la cooperación entre las naciones europeas podía ir aún más allá. Se dio cuenta de que, en aquel momento, sería complicado alcanzar la integración política y convenció a sus colegas neerlandeses y europeos de que se podría progresar más profundizando la cooperación económica, pensando que después llegaría la unificación política. Con esta idea en mente elaboró el Plan Beyen. Gracias a su experiencia en la banca y las finanzas internacionales, sabía que a escala nacional era difícil resolver cuestiones como los obstáculos al comercio y el desempleo, problemas que requerían un enfoque más internacional. Aunque dentro del Gobierno neerlandés se encontró con reticencias y la oposición frontal de algunos miembros, logró presentar el plan tanto en las negociaciones sobre la Comunidad Europea de Defensa como en los debates sobre la Comunidad Política Europea a principios de la década de 1950.
Un mercado común
En un principio, apenas obtuvo apoyo, especialmente porque en aquel momento el Gobierno francés no estaba interesado en una mayor integración económica. No obstante, cuando la idea de crear una Comunidad Europea de Defensa fracasó porque el Parlamento francés decidió no ratificar el Tratado, la situación cambió. Dado que no se conseguiría ni la comunidad de defensa prevista ni con una comunidad política, se llegó a un punto muerto. Esto hizo que el Plan Beyen recobrara actualidad. El plan se basaba en la idea de que era necesaria una cooperación económica plena, no solo en el ámbito del carbón y el acero, sino en el conjunto de los sectores. Por consiguiente, la solución consistía en crear un mercado común para todos los productos, al estilo de la cooperación establecida entre Bélgica, los Países Bajos y Luxemburgo mediante el acuerdo del Benelux de 1944. Los países del Benelux, guiados por el Ministro Paul-Henri Spaak de Bélgica, combinaron las ideas de Beyen con un plan francés de creación de una Comunidad de la Energía Atómica y ofrecieron a Beyen la oportunidad de presentar sus planes durante la Conferencia de Mesina en 1955. Allí explicó que la unidad política no podría alcanzarse sin un mercado común con algunas responsabilidades compartidas en materia de política económica y social y una autoridad supranacional. Sus ideas tuvieron eco en las opiniones expresadas por otros participantes de la Conferencia, por lo que seis países acabaron firmando los Tratados de Roma en marzo de 1957 y creando la Comunidad Económica Europea y Euratom.
Posteriormente se pasó a menudo por alto el papel desempeñado por Beyen, pero su labor impulsó el proceso de integración europea en la década de 1950 y por eso merece un puesto entre las grandes figuras que ahora denominamos los padres fundadores de la Unión Europea. Será recordado durante mucho tiempo como la persona que dio un nuevo impulso al proyecto europeo, justo cuando más lo necesitaba.
Winston Churchill: defensor de los Estados Unidos de Europa (de 1940 a 1945 y de 1951 a 1955), Winston Churchill fue uno de los primeros en propugnar la creación de unos «Estados Unidos de Europa». Tras la experiencia de la Segunda Guerra Mundial, estaba convencido de que solamente una Europa unida podía garantizar la paz. Su objetivo era eliminar de una vez por todas las lacras europeas del nacionalismo y el belicismo.
Formuló sus conclusiones, fruto de las lecciones de la historia, en su famoso «Discurso para la juventud académica», pronunciado en la Universidad de Zúrich en 1946: «Existe un remedio que... en pocos años podría hacer a toda Europa… libre y... feliz. Consiste en volver a crear la familia europea, o al menos la parte de ella que podamos, y dotarla de una estructura bajo la cual pueda vivir en paz, seguridad y libertad. Debemos construir una especie de Estados Unidos de Europa.»
De esta forma, el que fuera impulsor de la coalición contra Hitler se convirtió en un militante activo de la causa europea. Winston Churchill también fue conocido como pintor y escritor; en 1953 obtuvo el Premio Nobel de Literatura.
Primeros años
Aunque de madre estadounidense, Winston Churchill nació el 30 de noviembre de 1874 en el seno de la familia aristocrática británica Spencer-Churchill, emparentada con los Duques de Marlborough. Después de disfrutar de una infancia privilegiada, Churchill comenzó sus estudios en 1888 en Harrow, una de las mejores escuelas masculinas de Londres. No fue un estudiante destacado y, por consiguiente, no disfrutó demasiado de sus años en la escuela.
Al terminar sus estudios en 1893, tuvo que realizar el examen de acceso tres veces para entrar finalmente en Sandhurst, la Real Academia Militar. Sin embargo, después de graduarse, inició una carrera militar que, durante los cinco años siguientes, le permitió librar batallas en tres continentes, ganar cuatro medallas y la
Orden del Mérito, escribir cinco libros y obtener un escaño en el Parlamento, todo ello antes de cumplir 26 años.
Carrera política
Mientras servía en el ejército británico, Churchill trabajó además de corresponsal para un periódico. Cuando informaba sobre la guerra de los bóers en Sudáfrica, saltó a los titulares al fugarse de un campo de prisioneros de guerra; en 1900 regresó a Inglaterra para emprender una carrera política. Fue elegido diputado al Parlamento y ejerció en varios Gobiernos como Ministro de Interior y Primer Lord del Almiraztango (Ministro de Marina). En 1915 se vio obligado a dimitir tras el fracaso de una campaña militar. Decidió volver al ejército y dirigió a los hombres del Sexto Batallón de Fusileros Reales Escoceses en las trincheras de Francia. Cuando se formó un nuevo Gobierno en 1917, fue nombrado Ministro de Municiones. Desde entonces y hasta 1929, Churchill dirigió todos los Ministerios importantes excepto el de Asuntos Exteriores.
En 1929, se distanció de su partido, los Conservadores, hecho que marcó el inicio de un período en el que Churchill estuvo apartado de la política. Siguió escribiendo y se convirtió en un autor de artículos y libros muy productivo y reconocido. Churchill fue una de las primeras personas que reconocieron la creciente amenaza que representaba Hitler, mucho antes del inicio de la Segunda Guerra Mundial, y el primero que expresó su preocupación.
La Segunda Guerra Mundial
En 1939, las predicciones de Churchill se hicieron realidad cuando estalló la Segunda Guerra Mundial. En 1940 fue elegido Primer Ministro y estuvo a la cabeza de Gran Bretaña durante los difíciles años de la guerra, transmitiendo esperanza y tesón al pueblo británico con sus inspiradores discursos. Su firme negativa a plantearse la derrota o negociar con los nazis alentó la resistencia británica, especialmente al principio de la guerra, cuando Gran Bretaña era el único oponente activo de Hitler. No obstante, después de la guerra perdió las elecciones. Lo que no perdió fue su capacidad para interpretar correctamente el futuro desarrollo de los acontecimientos, como demuestra el famoso discurso que pronunció en Fulton, Missouri, sobre la amenaza de los comunistas soviéticos, donde acuñó el conocido término «telón de acero».
Los «Estados Unidos de Europa»
En 1946, Churchill pronunció otro de sus famosos discursos en la Universidad de Zúrich, donde propugnó la creación de los
«Estados Unidos de Europa» e instó a los europeos a dejar atrás los horrores del pasado y mirar al futuro. Afirmó que Europa no podía permitirse avanzar arrastrando el odio y la venganza que supuraban las heridas del pasado, y que el primer paso para volver a crear la «familia europea» de justicia, misericordia y libertad consistía en «construir una especie de Estados Unidos de Europa, la única manera de que cientos de millones de trabajadores sean capaces de recuperar las sencillas alegrías y esperanzas que hacen que la vida merezca la pena».
Consejo de Europa
Con este alegato a favor de unos Estados Unidos de Europa, Churchill fue uno de los primeros defensores de la integración europea a fin de evitar que se repitiesen las atrocidades de las dos guerras mundiales y propuso, como un primer paso, crear un Consejo de Europa. En 1948 se reunieron en La Haya, con Churchill como presidente de honor, 800 delegados de todos los países europeos en un gran Congreso de Europa.
Esto condujo a la creación del Consejo de Europa el 5 de mayo de 1949, cuya primera reunión contó con la presencia del propio Churchill. Podemos considerar que su llamamiento a la acción impulsó aún más la integración, plasmada posteriormente en los acuerdos alcanzados en la Conferencia de Mesina de 1955, que dos años después dieron lugar al Tratado de Roma. Asimismo, fue Churchill quien planteó por primera vez la idea de un «ejército europeo» destinado a proteger el continente y dotar de cierta fuerza a la diplomacia europea. Además, en 1959 se creó el Tribunal Europeo de Derechos Humanos, una década después de que Churchill defendiese esa idea por primera vez.
Al inspirar a los europeos como factor aglutinante en la lucha aliada contra el nazismo y el fascismo, Winston Churchill se convertiría en la fuerza motriz de la integración europea y en un defensor activo de su causa.
De 1945 a 1953, Alcide de Gasperi, Primer Ministro italiano y Ministro de Asuntos Exteriores, trazó la senda del destino de Italia en los años de posguerra.
Había nacido en Trentino-Alto Adigio (Tirol del Sur), región que, hasta 1918, había pertenecido a Austria. Al igual que otros grandes estadistas de su tiempo, propugnó activamente la unidad europea. Sus experiencias durante el fascismo y la guerra —estuvo encarcelado entre 1927 y 1929, antes de obtener asilo en el Vaticano— le llevaron a la convicción de que únicamente la unión de Europa podía evitar que se repitieran.
Promovió numerosas iniciativas para la fusión de Europa Occidental, colaborando en la realización del Plan Marshall y creando estrechos lazos económicos con otros países europeos, en particular con Francia. Apoyó el Plan Schuman para la fundación de la Comunidad Europea del Carbón y del Acero y contribuyó a desarrollar la idea de la política de defensa común europea.
Primeros años
Alcide de Gasperi nació el 3 de abril de 1881, hijo de un policía de modestos recursos. Creció en la región de Trento, que en aquella época era una de las zonas de habla italiana dentro del amplio grupo multinacional y multicultural de naciones y pueblos que formaba el Imperio Austrohúngaro. Dado que no había universidades italianas donde pudiese estudiar con una beca, se trasladó a Viena en 1900 para estudiar filología. Allí participó activamente en el movimiento estudiantil católico. Durante esos años de estudiante logró perfeccionar sus aptitudes de mediación que tan importantes le resultarían más tarde en su vida política. Por ejemplo, comprendió que es más importante encontrar soluciones para los problemas que guardar rencor y creía que lo importante era el fondo, no la forma. En 1905, después de licenciarse, regresó al Trentino y se puso a trabajar de periodista en La Voce Cattolica. También emprendió la actividad política en la Unione Politica Popolare del Trentino y, en 1911, fue elegido para representar a su región en la Cámara de Representantes austriaca. Aprovechó el puesto para defender la mejora de los derechos de la minoría italiana.
La Primera Guerra Mundial y las «Idee Ricostruttive»
Aunque Gasperi se mantuvo políticamente neutral durante la Primera Guerra Mundial, simpatizaba con los esfuerzos del Vaticano por poner fin a la guerra. En 1918, cuando terminó la guerra, la región natal de De Gasperi pasó a formar parte de Italia. Un año después cofundó el Partido Popular Italiano (Partito Popolare Italiano, PPI) y en 1921 fue elegido diputado por este partido. Las fuerzas fascistas del Gobierno italiano fueron ganando peso bajo el liderazgo de Mussolini, utilizando abiertamente la violencia y la intimidación contra el PPI, y el partido fue ilegalizado y disuelto en 1926. El propio Gasperi fue arrestado en 1927 y condenado a cuatro años de prisión. Con ayuda del Vaticano, fue puesto en libertad al cabo de 18 meses. Obtuvo asilo en Ciudad del Vaticano, donde trabajó de bibliotecario durante catorce años. En el transcurso de la Segunda Guerra Mundial escribió «Idee ricostruttive» (Ideas para la reconstrucción), que constituiría el manifiesto del Partido Demócrata Cristiano, fundado en la clandestinidad en 1943. Tras la caída del fascismo, Gasperi estuvo al mando del partido y ejerció de Primer Ministro entre 1945 y 1953 en ocho Gobiernos consecutivos. Hasta la fecha todavía ostenta el récord de longevidad política en la historia de la democracia italiana.
Papel en la integración europea
Durante la denominada «Era De Gasperi», Italia se reconstruyó dotándose de una Constitución republicana, consolidando la democracia interna y adoptando las primeras medidas de reconstrucción económica. Gasperi era un defensor entusiasta de la cooperación internacional. Como responsable de la mayor parte de la reconstrucción de posguerra en Italia, estaba convencido de que el país necesitaba recuperar su papel en la esfera internacional. Con este fin impulsó el establecimiento del Consejo de Europa, convenció a Italia de participar en el Plan Marshall de Estados Unidos y de adherirse a la OTAN. Su estrecha cooperación con los Estados Unidos se desarrolló al tiempo que Italia contaba con uno de los mayores partidos comunistas de Europa Occidental.
Democracia, consenso y libertad
Gasperi creía que la Segunda Guerra Mundial había enseñado a todos los europeos una lección: «el futuro no se construirá por la fuerza ni por el afán de conquista, sino por la paciente aplicación del método democrático, el espíritu de consenso constructivo y el respeto de la libertad». Eso fue lo que dijo cuando aceptó el premio Carlomagno por su compromiso a favor de Europa en 1952. Esta visión explica su diligente respuesta al llamamiento de Robert Schuman, el 9 de mayo de 1950, en pro de una Europa integrada, que llevaría a la fundación de la Comunidad Europea del Carbón y del Acero (CECA) un año después. En 1954 se convirtió en el primer Presidente de la Asamblea Parlamentaria de la CECA. Gasperi fue un gran defensor de la política común europea de defensa, aunque el proyecto acabó fracasando.
Comunidad Económica Europea
En esos primeros pasos hacia la integración europea, se ha dicho que el papel que desempeñó Gasperi fue el de mediador entre Alemania y Francia, países que llevaban enfrentados desde hacía casi un siglo de guerras. Durante los últimos años de su vida también inspiró la creación de la Comunidad Económica Europea. Aunque no viviría para ver el fruto de sus esfuerzos (falleció en agosto de 1954), su trabajo fue ampliamente reconocido cuando se firmaron los Tratados de Roma en 1957.
Su pasado, su experiencia durante la guerra, su vida bajo el fascismo y la pertenencia a una minoría provocaron que Alcide de Gasperi fuera plenamente consciente de que la unidad europea era esencial para curar las heridas causadas por las dos guerras mundiales y para evitar que se repitiesen las atrocidades del pasado. Le motivaba una clara visión de una Unión de Europa que no sustituyese a los Estados individuales, pero permitiese que se complementaran entre sí.
Walter Hallstein: la diplomacia como catalizador de la integración europea
Walter Hallstein, europeo comprometido y resuelto defensor de la integración europea, fue el primer Presidente de la Comisión Europea de 1958 a 1967.
En sus años al frente de la Comisión Europea, Hallstein dedicó sus esfuerzos a impulsar la rápida realización del mercado común. Su entusiasmo, su energía y su poder de convicción favorecieron la causa de la integración incluso después de su etapa como Presidente.
Durante su mandato, la integración avanzó significativamente.
Antes había sido Secretario de Estado del Ministerio de Asuntos Exteriores alemán y ya entonces, en la década de 1950, había logrado el reconocimiento internacional gracias a la llamada «doctrina Hallstein», que marcó la política exterior alemana durante años y propugnaba ante todo la integración de la joven democracia en Europa Occidental.
Primeros años y experiencias durante la guerra
Walter Hallstein nació el 17 de noviembre de 1901 en Maguncia, ciudad del sudoeste de Alemania donde su padre era inspector de obras. Después de concluir sus estudios en el instituto local, estudió Derecho y Ciencias Políticas en Bonn, Berlín y Múnich. Se licenció en 1925 y empezó a trabajar de ayudante de un catedrático en la Universidad de Berlín. En 1927 comenzó a trabajar de examinador en la Universidad de Rostock, en el norte de Alemania, hasta convertirse en profesor universitario en 1929. Un año después le nombraron catedrático de Derecho de sociedades y de Derecho privado, puesto que ocuparía durante un decenio, convirtiéndose en un experto en la materia y respetado conferenciante de prestigio internacional. Después, pasó a trabajar de profesor en la Universidad de Fráncfort, hasta que le reclutaron para las fuerzas armadas alemanas en 1942, a pesar de su hostilidad hacia el nazismo. Tras la invasión de los Aliados en 1944, Hallstein fue trasladado a un campo de prisioneros de guerra en los Estados Unidos, donde creó una especie de universidad para formar a otros presos en Derecho e informarles sobre sus derechos.
Después de la guerra fue nombrado Vicerrector de la Universidad de Fráncfort. En 1948 recibió una invitación para acudir a la Universidad de Georgetown como profesor visitante, siendo uno de los primeros académicos alemanes en ser invitado a una universidad estadounidense. Sus experiencias en los Estados Unidos reforzaron su convicción de que Alemania debería participar en las iniciativas internacionales destinadas a reforzar los vínculos entre democracias tras la Segunda Guerra Mundial. En su opinión, la adhesión de Alemania a alianzas internacionales como la ONU o la OTAN era esencial para recuperar su lugar en el concierto de las naciones.
La Comunidad Europea del Carbón y del Acero
Las magníficas aptitudes diplomáticas de Hallstein, su apoyo a la unidad europea y sus conocimientos y experiencia especializados en este ámbito hicieron que Konrad Adenauer, el entonces Canciller de Alemania, le nombrase presidente de la delegación encargada de las negociaciones en la Conferencia del Plan Schuman sobre la formación de la Comunidad Europea del Carbón y del Acero en 1950. En esa época, trabajó en estrecha colaboración con su homólogo francés, Jean Monnet. Ninguno de los dos tardó en darse cuenta de que compartían los mismos principios básicos sobre la necesidad de la integración europea para que el continente recuperase su prosperidad.
En 1951, Adenauer nombró a Hallstein Secretario de Estado del Ministerio Federal de Asuntos Exteriores, donde no solo participó en la creación de la CECA, sino también en el intento de crear una Comunidad Europea de Defensa para unir los presupuestos, fuerzas y políticas de armamento de los países de Europa Occidental. Participó asimismo en las negociaciones con Israel sobre el pago de reparaciones al pueblo judío y desempeñó un importante papel en la estrategia de relaciones exteriores de Alemania. Lo que pasaría a conocerse como la «doctrina Hallstein» era un estricto acuerdo político de 1955 que estipulaba que Alemania Occidental no mantendría relaciones diplomáticas con Estados que reconociesen a Alemania Oriental (RDA).
La Comunidad Económica Europea
Para Hallstein, el fracaso de los planes de creación de una Comunidad Europea de Defensa en 1954 suponía una amenaza real y de gran alcance para la seguridad de Alemania y Europa Occidental en general, dado que la Unión Soviética podría ampliar más fácilmente su influencia en una Europa dividida. Por esta razón, centró sus esfuerzos en el proceso de integración económica, en lugar de la unión política, y se convirtió en un acérrimo defensor de la unidad europea mediante la formación de una Comunidad Económica Europea. Los primeros pasos hacia la integración económica que permitiría la libre circulación de las personas, bienes y servicios se dieron durante la Conferencia de Mesina en 1955. Aunque en un principio Hallstein quería que la integración fuese completa y se alcanzara lo antes posible, la realidad política de la época le hizo reconocer que una fusión progresiva de los mercados de los Estados miembros sería la opción más beneficiosa para todos. En 1958 entró en vigor el Tratado de Roma y Hallstein se convirtió en el primer Presidente de la Comisión de la Comunidad Económica Europea.
Presidencia de la Comisión
Aunque por aquel entonces Hallstein era consciente de que la integración no se alcanzaría tan pronto como le habría gustado, desde su cargo de Presidente de la Comisión ejerció de fuerza motriz del rápido proceso de integración que se produciría después. Por ejemplo, durante su mandato, denominado «período Hallstein», inició la consolidación del Derecho europeo, lo que influiría notablemente en la legislación nacional. Al defender una Europa federal con una Comisión y un Parlamento fuertes (para evitar que la Unión estuviese continuamente a la sombra de los Gobiernos nacionales), sin duda tenía en mente un objetivo para la Comunidad Europea: la visión de una Europa unida, de conformidad con la Declaración Schuman del 9 de mayo de 1950. Sin embargo, en la época, el Presidente francés Charles de Gaulle tenía un punto de vista diferente: mientras que Hallstein defendía la formación de una federación, lo cual supondría la cesión de gran parte de las competencias y poderes nacionales a la Unión, De Gaulle creía que Europa debía avanzar hacia una confederación, convirtiéndose en una «Europa de los Estados», en la que los Estados miembros conservarían más poderes. La acumulación de discrepancias entre el Gobierno francés y los demás Estados miembros sobre diferentes cuestiones relacionadas con estas opiniones enfrentadas desembocó en la «crisis de la silla vacía» de 1965, en la que Francia retiró a todos sus representantes de las instituciones europeas hasta que se alcanzó un acuerdo.
Sin la energía, el entusiasmo, las aptitudes de negociación diplomática y el gran poder de convicción de Hallstein, la integración europea no habría avanzado al ritmo al que progresó durante su mandato.
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