Dado el interés de este artículo y su longitud, hemos decidido publicarlos en tres partes, en días consecutivos
La Crítica de la razón pura (KrV) se divide en dos partes, la doctrina de los elementos y la doctrina del método. Kant justifica tal división con una analogía: él considera que la tarea de esta obra es semejante a la construcción
de un edificio, para la cual hacen falta ciertos elementos o materiales con los que construirlo, y, además, un plano o proyecto de lo que con ellos se va a edificar. La doctrina de los elementos vendría a equivaler al cálculo del tipo, altura y solidez de los materiales de que disponemos y que entrarán en la construcción. La doctrina del método, en cambio, equivale al plano del edificio, es decir, al proyecto de construcción, que ha de tener en cuenta los materiales disponibles así como el fin de la misma, que estriba en satisfacer nuestras necesidades (1).
Pasando de la metáfora al contenido real de la KrV, en la doctrina de los elementos se someten a examen las facultades de conocimiento (sensible, intelectual, judicativa, racional (2) con que contamos, y el alcance cognoscitivo de cada una, es decir, se establecen las condiciones materiales del conocimiento; en la doctrina del método se determinan las condiciones formales que ha de reunir la metafísica para ser una ciencia o un sistema completo de la razón pura.
Tras el gran esfuerzo requerido, normalmente, para entender la primera parte de la KrV, pudiera parecer, a algunos lectores, que esta segunda parte es menos importante, y por ello más prescindible que la primera. Sin embargo, si se quiere comprender la propuesta filosófica de dicha obra, es ineludible entender adecuadamente también la segunda. Pero no acaba ahí la investigación para el filósofo, pues dada la magnitud de los problemas planteados y la importancia de las soluciones ofrecidas, si se quiere entender a fondo el pensamiento de Kant en esta obra, será preciso someterla a un examen de congruencia, que no exige poner en duda ni criticar, tan sólo demanda atender a la concordancia entre el método y los temas de esta obra.
Precisamente a esta última tarea es a la que se dedica esta investigación. Por eso, en lo que sigue no voy a desarrollar pormenorizadamente los contenidos de la «doctrina del método» (disciplina, canon, arquitectónica e historia), objetivo que una buena lectura puede cumplir, sino que intentaré señalar ciertos problemas de fondo que se presentan en relación con el método de la KrV. A ese fin, procederé de menos a más, o sea, desde los problemas sintomáticos, o más superficiales, a los etiológicos o más profundos.
EL PROBLEMA DE PARTIDA
Dividida en dos partes, como ya he dicho, la KrV desarrolla la doctrina del método en segundo lugar. Esto produce un primer desconcierto, puesto que la filosofía crítica kantiana tiene como signo distintivo el que en ella el método antecede a la ciencia. En tal descubrimiento reside una de las luces que cambió el rumbo de toda su filosofía, y que quedó consignada en la Dissertatio de 1770, en cuyo §23 se dice que en las ciencias el uso da el método, mientras que en la metafísica el método se anticipa a toda ciencia (“methodus antevertit omnem scientiam”) (3). Y, en plena consonancia con lo anterior, la KrV nos dice acerca de sí misma: “es un tratado del método, no un sistema de la ciencia misma” (4). En virtud de tal antecedencia del método, el criticismo se opone al dogmatismo, que él describe así: “Dogmatismo es, por consiguiente, el proceder dogmático de la razón pura, sin previa crítica de su propia facultad…” (5). Someter a examen crítico la facultad de conocer es una tarea propedéutica (6) necesaria para evitar las tentaciones tanto dogmáticas como escépticas del filosofar metafísico.
Estando así las cosas, resulta chocante que la doctrina del método vaya en segundo lugar en la KrV, cuando lógicamente el método debería ser lo primero, si es que ha de anteceder a la ciencia. Naturalmente, esta sorpresa parece quedar anulada en cuanto recordamos que toda la KrV es un tratado del método (7), de manera que tanto la doctrina de los elementos como la doctrina del método forman parte de lo que Kant considera como el método antecedente. ¿Pero qué sentido tiene, entonces, introducir dentro de lo que es ya enteramente método una «doctrina del método»? ¿Es que existe en el método antecedente algo que no es método (la doctrina de los elementos)? ¿Es, quizás, la «doctrina del método» sólo una parte del método?
El propio Kant afirma que la KrV, obra que desarrolla la tarea propedéutica mencionada, no debe ser llamada «doctrina de la razón pura», sino sólo «crítica» de la misma (8). La razón que alega Kant para llamar sólo «crítica» y no «doctrina» a la obra que examina las posibilidades de conocimiento de la razón es que la aportación que ella hace al saber tiene un alcance meramente negativo. Por tanto, va sobreentendido que por «doctrina» se significa un saber positivo, esto es, que desarrolla y amplía el uso de la razón, mientras que la «crítica» no hace tal cosa, más bien se limita a preservar de errores a la razón. Y, sin embargo, las dos partes que integran la KrV –que no debe llamarse «doctrina»– se llaman «doctrina», de los elementos y del método, respectivamente. ¿Cómo puede no ser «doctrina» el conjunto de dos «doctrinas»? O ¿cómo pueden llamarse «doctrina» las dos partes de un saber que no es «doctrina»? Y ¿en qué sentido podría ser negativo el balance de dos doctrinas positivas? (9)
Salta a la vista que el sentido crítico del método que antecede a la metafísica es distinto del sentido del método en cuanto que doctrina, pues el primero abarca tanto lo material (elementos) como lo formal (método), y tiene que ver con las posibilidades del saber, mientras que el segundo, en cambio, se refiere sólo a lo formal, concretamente a las condiciones formales, y tiene que ver con la posibilidad de que el saber racional sea sistemático. Además, el uno, como ya he dicho, tiene un sentido negativo, y el otro un sentido positivo. De manera que el primer tipo de posibilidades condiciona negativamente sólo a la metafísica como saber, mientras que el segundo tipo de posibilidad condiciona de modo positivo a cualquier sistema de saber racional, y, por ello, también a la metafísica para llegar a serlo completamente. Por tanto, nos encontramos con que, si bien el saber con pretensiones más abarcantes (la metafísica) ha de ser precedido por una crítica metódica negativa, a su vez esta crítica ha de ser construida, si quiere preparar a una metafísica científica, según los criterios positivos de la sistematicidad.
Y, en efecto, la distinción entre la «doctrina de los elementos» y la «doctrina del método» precede al desarrollo de la KrV (10). Por tanto, es introducida no por la crítica, o consideración antecedente del método, sino por la presunción de que todos los conocimientos de la razón pura especulativa han de integrar una construcción o sistema. Para Kant, nuestra razón es por sí misma (subjetivamente) un sistema (11), tanto es así que, si su principio resultara insuficiente para responder a una sola de las cuestiones que ella se plantea, habría que rechazarlo, pues en tal caso tampoco sería capaz de responder con seguridad a ninguna de las restantes (12). La construcción no sería, de acuerdo con esto, una mera metáfora de un cierto proceder libre por parte del investigador, sino una tendencia natural (arquitectónica) de la propia razón hacia la unidad (13). Por donde se ve que la división mencionada está relacionada con la naturaleza de la razón pura especulativa, que tiende a la unidad sistemática.
Ahora bien, la necesidad de hacer una crítica de la razón tiene como desencadenante la natural tendencia de ésta a plantearse cuestiones que no puede resolver (14); pero, como se acaba de ver, también el requisito de la sistematicidad tiene su fundamento en la propia naturaleza de la razón. Si ambas son tendencias intrínsecas de la razón, ¿por qué la exigencia de sistematicidad es admitida sin problemas por Kant, mientras que, en cambio, la búsqueda de las cuestiones últimas es reconocida por él como la fuente de todos sus problemas? ¿Caben, para él, unas tendencias naturales vacías y otras, en cambio, plenas?
Con todo –y para no dar saltos expositivos–, en la línea de la investigación que sigo, la cuestión que sale al paso es la siguiente: ¿qué exigencia es anterior para el saber metafísico, la crítica o la cientificidad? Kant nos dice, por un lado, que la crítica (método) tiene que anteceder a la ciencia, pero, por otro, que incluso la crítica ha de proceder según el método científico (15). Si la KrV ha de seguir un procedimiento científico, entonces la ciencia debe anteceder a la crítica; sin embargo, si a Wolff, que había seguido un procedimiento científico para exponer su metafísica, sólo le faltó someterla a un examen crítico previo (16), entonces es que la crítica ha de preceder a la ciencia en metafísica. He ahí el problema.
De este modo, de una cuestión aparentemente secundaria, a saber: la congruencia en el orden de la investigación de Kant, y hurgando en su pensamiento, se ha pasado a un problema más serio de congruencia acerca de la prioridad en el saber entre la crítica y la ciencia, sobre todo porque hemos averiguado que tanto la necesidad de una crítica como la propia ciencia tienen (inicialmente), según él, un mismo desencadenante: la naturaleza de la razón especulativa.
EL MÉTODO MIXTO DE KANT
La filosofía kantiana se presenta a sí misma como heredera del concepto de ciencia dogmático (Ch. Wolff, B. Espinosa) (17), con una sola modificación, que pretende ser radical: ha de estar precedido por la tarea crítica. La crítica no se opone al proceder dogmático de la razón en la ciencia, que ha de ser siempre dogmática –es decir, estrictamente demostrativa por principios–, sino al dogmatismo, es decir, a la pretensión de avanzar en el saber sólo con conceptos puros a priori, sin examinar el modo y el derecho con que se obtienen. El procedimiento de Wolff –o sea, establecer los principios vigentes, determinar claramente los conceptos, probar el rigor de las demostraciones y evitar saltos temerarios en las consecuencias–, es el modelo a seguir para emprender la marcha segura de una ciencia, y el que seguirá Kant para hacer de la metafísica una ciencia rigurosa(18). A Wolff, como ya he dicho, sólo le faltó preparar antes el terreno mediante una crítica de la razón pura. Pero los que rechazan el modo de su enseñanza y, a la vez, el proceder de la KrV no pueden tener en su cabeza otra cosa que no sea quitarse de encima las cadenas de la ciencia, cambiando el trabajo por el juego, la certeza por la opinión y la filosofía por la filodoxia(19). Vemos, pues, que incluso la crítica como tarea precursora de la metafísica ha de someterse al método de la ciencia, tanto como la propia metafísica, pues fuera de la ciencia sólo existe la opinión y el saber arbitrario. De modo que Kant sigue a Wolff, pero con una enmienda, la de la crítica previa.
Pues bien, para hacer una crítica semejante era necesario un método distinto del dogmático. La KrV afirma que en metafísica caben dos métodos, el dogmático y el escéptico –ambos con la obligación de ser sistemáticos–, pero ella intenta una tercera vía, la crítica (20), la cual, aunque no sea ni enteramente dogmática ni enteramente escéptica, participa de ambas, y también ha de ser hecha de modo sistemático. El camino intermedio hacedero para la crítica le fue sugerido a Kant por la ciencia física newtoniana, que encarna su inicial modelo de conocimiento, en la medida en que produce a priori lo que los datos intuidos confirman o rechazan a posteriori. La adopción de tal modelo en la KrV la podemos encontrar literalmente enunciada en el Prólogo a su segunda edición, cuando aclara la novedad del método crítico:
“Este método, imitado del que usa el investigador de la naturaleza, consiste, pues, en esto: buscar los elementos de la razón pura en aquello que puede verificarse o refutarse mediante un experimento. Ahora bien, para el examen de las proposiciones de la razón pura, sobre todo si ellas se aventuran más allá de los límites de la experiencia posible, no puede efectuarse ningún experimento con sus objetos (como en las ciencias de la naturaleza): por consiguiente, eso será factible sólo con conceptos y principios que nosotros admitimos a priori, en la medida en que se acondicionen de tal modo que los mismos objetos puedan ser considerados desde dos lados distintos, por un lado, como objetos de los sentidos y de la razón para la experiencia; pero, por otro lado, como objetos, que sólo se piensan, a lo sumo para la razón aislada y que intenta sobrepasar todos los límites de la experiencia. Si, en esta situación, se descubre que, cuando se consideran las cosas desde ese doble punto de vista, tiene lugar la concordancia con el principio de la razón pura, y que con un solo punto de vista, en cambio, surge una inevitable contradicción de la razón consigo misma, entonces el experimento decide si es correcta tal distinción” (21).
Aunque sea largo, el texto merece algún comentario. Las ideas clave son:
1) Que la KrV es concebida como un experimento que prueba o refuta una hipótesis a priori. Es obvio que Kant ha comprendido hasta el fondo el método de la ciencia moderna, tanto que resuena aquí como eco suyo una parte de los planteamientos de K. Popper (22), aunque éste sólo admite como posible la refutación de las teorías científicas.
2) Que el ideal kantiano de conocimiento perfecto es la demostración experimental o tecnocientífica, aquella que produce lo demostrado, poniendo ante los ojos o sentidos lo que piensa (hipotéticamente) el científico, es decir, la que conoce objetos que lo son, a la vez, de los sentidos y de la razón, por producir ella la coincidencia de la intuición sensible con el pensamiento, y cuyo modelo es la geometría, concebida como una producción conjunta de la sensibilidad y de la racionalidad.
3) Que en referencia a ese ideal de conocimiento la metafísica es deficitaria, pues no alcanza, según Kant, la intuición, de modo que en ella no cabe esperar hacer demostraciones tecnocientíficas, al modo de la Física.
4) Que, a pesar de eso, cabe hacer un experimento, no en la metafísica misma, sino en su propedéutica, o sea, en la crítica que la ha de anteceder. El experimento, para ser viable, debe adoptar a priori dos hipótesis enfrentadas, a saber: que existen conocimientos sintéticos –de los sentidos y de la razón–, y que existen pensamientos analíticos, aisladamente racionales. La demostración consiste en hacer ver que, si se admiten y se hacen jugar ambos presupuestos en su distinción, se elimina la contradicción entre ellos, mientras que, si se omite esa distinción, surgen contradicciones o conflictos insolubles de la razón consigo misma.
5) Que el método es referido aquí especialmente a los elementos de la razón pura, cuya búsqueda y examen realiza en la KrV la «doctrina de los elementos». Por donde vuelve a asomar el problema inicial: el método crítico se ejerce en el epígrafe de la «doctrina de los elementos» más que en el de la «doctrina del método».
6) Que la KrV antepone el método newtoniano al de Wolff para preguntar (y responder) por la posibilidad del saber, pero –como se explicará más adelante– teniendo en su base el planteamiento de la cuestión de la posibilidad, de inspiración leibniziano-wolfiana, la cual queda conjugada por Kant con el método físico-empirista en la forma de considerar las hipótesis pensadas como si fueran posibilidades de saber anteriores al conocimiento.
¿Es congruente este modo sintético de proceder? La propuesta de Kant, aunque da cierta preferencia al modelo newtoniano, es, en realidad, una mezcla alterada de las concepciones de la ciencia de Wolff y de Newton. Adopta, sí, la forma newtoniana, la del experimento, pero el criterio para decidir la verdad o falsedad de la hipótesis reside en un principio de la razón: el principio de contradicción (23).
¿Qué es aquí lo decisivo, el parecido formal con la ciencia experimental o el criterio de razón que discierne entre lo falso y lo verdadero? Si el criterio con que se examina y decide es un principio puramente racional (no empírico), entonces el experimento no tiene nada de físico ni de experiencial, será, en terminología kantiana, puramente analítico y a priori. Ni tan siquiera se parece al experimento mental del Galileo, que al menos era imaginativo. ¿Son, entonces, compatibles ambos métodos tal como los propone Kant, es decir, como integrando un solo método? Por una parte, Kant rechaza las opiniones y las hipótesis en la KrV (24), pues su idea de la ciencia exige certeza, completitud y unidad. La razón ni es una hipótesis, ni admite meras hipótesis acerca de sí misma. Por otra parte, someter a experimento algo que no sea una hipótesis teórica carece de sentido: los datos no necesitan demostración. Es más, la crítica kantiana carecería de sentido si no se descartara como hipótesis falsa cierta pretensión de conocimiento. De modo que, si se admite que es un experimento, entonces la labor crítica no es congruente, por adoptar como criterio de decisión un principio a priori, pues la verdad de los experimentos es necesariamente a posteriori; y si se niega que sea un experimento, no podría ser crítica, no podría descartar el valor cognoscitivo de las ideas, reduciéndolas a meras hipótesis trascendentales sin fundamento fenoménico real.
Para poder admitir sin incurrir en contradicción flagrante lo que dice Kant, parece que habría que utilizar la modalidad metódica más propia de su pensamiento: el als ob (25). La KrV –cabría decir– no es, por el criterio de su método, un experimento, pero si la tomamos como si fuera (en su forma) un experimento (pregunta discernidora), podríamos entender que las ideas funcionen como si fueran conocimientos, aunque con valor meramente regulativo (no temático). De modo semejante, el método wolfiano ha de funcionar no como dogmático, sino como si lo fuera, reteniendo sólo su sistematicidad, de manera que, aunque no parte de principios, sino de una pregunta antecedente, se ordene según principios para su construcción.
El método crítico funciona, pues, como si fuera una hipótesis experimental –pregunta antecedente y discernidora– hecha por la razón sobre sí misma como si no fuera ella misma –sino en sus facultades–, siguiendo el método dogmático como si no fuera enteramente dogmático –sino sólo sistemático–, para evitar que la razón caiga en contradicción y, a la vez, para satisfacer el ideal de ciencia kantiano –la certeza de la intuición empírica (particular)–, el cual no coincide con el ideal de la razón –la completitud sistemática– más que cuando se toma éste como si fuera puramente formal.
El als ob interviene eliminando y conservando. ¿Qué se elimina y qué queda, entonces, del experimento en la crítica? Se elimina precisamente lo que tiene de experiencial; queda sólo un parecido metódico-formal: la antecedencia de la pregunta para dilucidar qué conocimientos efectivos podemos adquirir. ¿Qué se elimina y qué queda del método wolfiano en ella? Se elimina el dogmatismo, la pretensión de conseguir un conocimiento conceptual de cosas en sí; queda la forma o método de la exposición, aunque sin que sea identificable con el método de adquisición de conocimientos. Pero, entonces ¿de dónde proviene el criterio de decisión, que es la piedra de toque de toda la crítica? Aunque Kant no dice nada de su procedencia, ha de decirse que es obviamente wolfiano-dogmática, puesto que la ciencia empírica usa, mas no explicita, el principio de contradicción.
Si se reúne lo que se va diciendo, para Kant la KrV ha de ser una ciencia en su modo de proceder, que es semejante al dogmático, pero ha de imitar a la ciencia experimental por dirigir a la razón preguntas y exigirle respuestas, las cuales –con todo– no incrementan el saber, sólo evitan la contradicción. Como es patente, el juego nocional se enreda ahora más. Y, así, la KrV afirma, por un lado, que la ciencia ha de proceder siempre de forma dogmática (26); rechaza, por otro, todo método dogmático; y sostiene, a la vez, que el método puede ser siempre sistemático (27), siendo así que lo sistemático pertenece al método dogmático.
APARENTES SOLUCIONES, VERDADEROS ENREDOS
Lo que hemos averiguado hasta aquí es que la KrV está elaborada con un método mixto: por una parte, el método escéptico (Hume), modificado –a imitación del experimento físico– en la forma de una pregunta anticipada que pone a prueba nuestras posibilidades de saber; y, por otra, el método dogmático (Wolff), del que toma el criterio de decisión y al que sigue en su sistematicidad, procediendo en su exposición ordenadamente, esto es, desde principios, con rigor, y sin saltos, de manera que alcance la completitud formal. Si atendemos a las funciones de ambos métodos, podríamos decir que el método escéptico (crítica negativa) pretende establecer los contenidos que puede (o no) conocer nuestra razón teórica especulativa, mientras que el método dogmático proporciona la garantía formal de que esa crítica ha sido realizada de modo riguroso y completo. La labor escéptico-crítica afecta, pues, a los contenidos del saber, la labor dogmático-sistemática afecta a la forma científica del mismo.
Parece, pues, que los dos componentes del método se podrían avenir entre sí, pero sólo en la medida en que el método sea, a su vez, una construcción o ciencia compuesta de contenido y forma. Pero si el método es una ciencia, ¿cómo puede anteceder a la ciencia? ¿O es que existe una ciencia que antecede a toda otra ciencia? Y, en tal caso, el método ¿lo es de esa ciencia sola, o de todas?
De modo semejante, la paradoja inicial –según la cual la KrV es toda ella método anticipado y, sin embargo, la doctrina del método ocupa un segundo lugar en el cuerpo de la obra– puede entenderse también según esa duplicidad de los métodos. Mientras que el carácter previo de la KrV (como método) respecto de la metafísica tiene que ver, como salta a la vista, con el método escéptico-critico, la distinción entre la «doctrina de los elementos» y la «doctrina del método» se basa en el método dogmático-sistemático, es decir, en la ordenación sistemática requerida por el rigor científico. Y, en efecto, «doctrina» no sólo puede significar saber positivo, sino que, como aclara de pasada Kant en su Logik (28), equivale a «teoría demostrada». Ambas doctrinas querrían decir, de acuerdo con eso, teoría demostrada «de los elementos» y «del método», respectivamente. Siendo la demostración la tarea de la ciencia, la denominación de «doctrinas» les ha de venir de la pretensión de orden y rigor sistemáticos, no de la tarea escéptico-crítica. Sería, pues, la mezcla de métodos, experimental y ordenador, lo que daría como resultado la paradoja señalada. Pero ¿haber averiguado su origen resuelve la paradoja, o más bien mantiene el enredo? ¿Qué es anterior la pregunta crítica o el criterio de decisión (el principio de no contradicción)?
En cuanto a la segunda paradoja –esto es, la de que una obra que no puede ser llamada «doctrina» esté integrada por dos partes que son «doctrina»–, también está relacionada con la mezcla de métodos. La KrV no puede ser doctrina, es decir, suministrar conocimientos positivos que amplíen el saber especulativo (juicios sintéticos a priori), porque esa tarea le incumbe a la metafísica de la naturaleza (29), pero puede estar organizada en «doctrinas», entendiendo por esto último teorías demostradas. Dicho de otro modo, la KrV no puede ser doctrina positiva, porque ella es en su conjunto prevalentemente escéptico-crítica, pero sus dos partes pueden ser «doctrina» desde otra consideración, a saber, la dogmático-sistemática, como procedimiento por principios de la razón (30). Y, en este sentido, puede comprobarse que las tres críticas (KrV, KpV y KU) o están divididas en dos partes llamadas «doctrinas de los elementos» y «doctrina del método» o, al menos, contienen un apartado sobre la «doctrina del método», aunque cada una de ellas en sentidos distintos. Concretamente, la crítica del gusto no admite la división entre las doctrinas de los elementos y del método que precede a la ciencia, porque no es ciencia ni procede por principios (31). Pero si allí donde no cabe la ciencia ni el proceder por principios tampoco tiene cabida esa división, debemos entender, en consecuencia, que cuando aparezca en las críticas la paradoja señalada eso acontece por razón de la completitud o sistematicidad científicas (32). A lo que se añade, además, que Kant ha recogido y utilizado esa misma división en otras obras como, por ejemplo, en su Lógica y en la Metafísica de las costumbres, ambas fuera del campo de la crítica. Y la razón que alega para hacerlo es que ambas son ciencias (33). Por tanto, queda confirmado que la distinción entre ambas doctrinas procede de la consideración general de la ciencia como sistema, o lo que es igual, del método wolfiano, que se usa en el método crítico y también más allá de éste.
En cuanto a cuál sea la prioridad entre la crítica y la ciencia, parece claro que el intento de Kant es que las dos se unifiquen precisamente en el ejercicio de la KrV. Sin embargo, del mismo modo que en los casos anteriores no se ha conseguido otra cosa que repartir las responsabilidades de las paradojas según la dualidad de métodos, pero con repartirlas, aunque se puede entender lo que hace Kant, no basta para resolver los enredos que implican, así también aquí acontece algo semejante: se ha averiguado la existencia de un doble método en la KrV, a saber, un método antecedente (escéptico-crítico), y otro, vehiculador del saber científico racional (dogmático-sistemático), pero, con todo, los dos métodos siguen siendo distintos, por lo que el enredo no se deshace. No es igual someter a prueba que afirmar, ni tampoco coinciden en su proceder la pregunta que se anticipa hacia atrás (posibilidad), ensayando con nuestras facultades para decidir sobre sus capacidades, y la ordenación sistemática que, requerida por el rigor científico, discurre hacia delante desde principios. ¿Cabe mezclar en uno solo esos dos métodos tan diferentes?
Dejando aparte otras posibles consideraciones, ha de decirse que, cuando se trata de la metafísica, esa mezcla de métodos no es viable, pues la metafísica ha de ser el saber primero y su método ha de alcanzar el comienzo (34). Más en concreto, la KrV busca resolver por adelantado el problema kantiano de la metafísica, de manera que uno de los dos métodos ha de ser el primero: o bien lo es la pregunta, o bien lo es el principio de contradicción. Kant pretende que la KrV parta metódicamente, a la vez, como pregunta y desde principios. Pero si el experimento se entiende como una pregunta antecedente dirigida a la razón, entonces no parte de principios, sino de la perplejidad nacida de las antinomias; y si parte de principios, entonces no cabe una pregunta antecedente, porque los principios no admiten ser puestos a prueba. La síntesis de los métodos de Wolff y Newton es imposible en el saber primero: si lo primero es preguntar, entonces no se parte de principios; si se parte de principios, entonces ninguna pregunta o experimento se puede adelantar al conocimiento de los principios (35).
En este punto debe aclararse que la metafísica no es concebida por Kant como una ciencia más. Ante todo, porque (i) es una disposición o tendencia natural del hombre en virtud de la cual ha de plantearse necesariamente ciertas cuestiones últimas para las cuales no tenemos respuesta, ni mediante el uso experiencial de la razón ni mediante los principios de él derivados (36). Además, es distinta porque (ii) la resolución del problema de la metafísica tiene un alcance mayor que el desarrollo de cada una de las ciencias, en tanto en cuanto que afecta directamente a la razón pura, a la que pone en cuestión, mientras que los posibles problemas de las otras ciencias no parecen afectar a la razón pura, en la medida en que las ciencias no requieren una crítica previa (37) ni de ellas ni de la razón. Por último, difiere de las demás ciencias, porque (iii) en el requisito de la completitud sistemática va implícito que la metafísica tiene, por encima de todas las demás ciencias, la prerrogativa de abarcar todo el campo de los conocimientos que le pertenecen, o sea, de ser la única capaz de alcanzar el estatuto de ciencia completa y fundamental (38). Si la metafísica ha de ser la ciencia fundamental, no debería estar precedida por ningún otro saber (Lógica, Física, crítica…), porque si alguna otra ciencia la precediera de alguna manera, entonces no se entiende cómo podría ser el saber primero. E igualmente no se ve cómo saberes secundarios y necesariamente incompletos puedan servir de modelo para el saber que exige ser completo. Pero, eso no obstante, Kant toma de las ciencias, especialmente de la ciencia físico-empírica, el modelo de la certeza científica a alcanzar por la metafísica. Aunque fuera verdad, como piensa Kant, que la metafísica es un saber necesario, pero todavía no completo ni científico, ¿cómo podría tener por modelo a la Física, que ni es, según él, igualmente necesaria (39), ni será nunca un saber completo?
Insisto. Si Kant concibe la metafísica como la ciencia fundamental, ¿cómo puede adelantarse a ella la crítica como una ciencia previa? ¿No queda convertida así en ciencia fundamental la crítica? Una de dos, o la metafísica no es el saber fundamental, sino una ciencia más –y no es así para la KrV–, o la metafísica es el saber fundamental, y en este caso no puede ser precedido por nada. Pretender, a la vez, que sea la ciencia fundamental y que esté sustentada en otro saber es una incongruencia insostenible. Por eso, en Kant lo que lleva el nombre de metafísica son más bien unos saberes regionales (la naturaleza, por un lado, y la moral por otro), mientras que el saber primero, o que substituye a la metafísica, es la filosofía trascendental, de la que forman parte nuclear las tres críticas. Es patente, pues, la incongruencia de que el saber que debiera ser fundamental y necesario esté sustentado en otro anterior, y que, adicionalmente, el saber que lo substituye imite a saberes no fundamentales ni necesarios (experimentos). Para comprender de dónde procede tal incongruencia será preciso retroceder a los presupuestos primeros de la filosofía de Kant.
Ignacio Falgueras Salinas en Studia Poliana revistas.unav.edu
Notas:
(1) KrV, 2. Auflage, Kants gesammelte Schriften. Herausgegeben von der Königlich Preussischen Akademie der Wissenschaften (Ak), Berlin: 1904/11, 3. Band, 735. Todas las citas de esta obra serán referidas a esta segunda edición (B), salvo cuando los textos de la primera edición (A), editados en Ak 4. Band, no coincidan con ella.
(2) B 169.
(3) AK II, 411.
(4) B XXII.
(5) B XXXV.
(6) B 25; B 869.
(7) B XXII-XXIII.
(8) B 25 y 26.
(9) Kant resalta que la crítica, aunque sea negativa, suministra una información de importancia mayor que la de muchas informaciones positivas (B 737).
(10) B 29.
(11) B 765-766; B XXIII.
(12) A XIII.
(13) B 860 ss. Nótese que para Kant el único filósofo verdadero, el único maestro de filosofía, es la idea que prescribe la unidad de todos conocimientos racionales en orden a los fines de la razón (B 867- 868).
(14) A VII-VIII.
(15) B XXXV: “Die Kritik ist nicht dem dogmatischen Verfahren der Vernunft in ihrem reinen Erkenntniss, als Wissenschat, entgegensetzt (denn diese muss jederzeit dogmatische... sein)”.
(16) B XXXVI-XXXVII.
(17) Wolff recibió el influjo de Espinosa a través de Tschirnhaus, Cfr. W. RISSE, Vorwort zu Medicina mentis et corporis de E.W. TSCHIRNHAUS, Olms, Hildesheim, 1964, XV.
(18) B XXXV-XXXVI. “...vielmehr ist die Kritik die notwendige vorläufiger Veranstaltung zur Beförderung einer gründlichen Metaphysik als Wissenschat, die notwendig dogmatisch und nach der strengten Forderung systematisch, mithin schulgerecht (nicht populär) ausgeführt werden muss“ (Ibid.).
(19) B XXXVII.
(20) B 884.
(21) B XVIII-XIX, en nota.
(22) K. POPPER, La lógica de la investigación científica, trad. V. Sánchez de Zavala, Tecnos, Madrid, 1967, 31-34, 43-44, 52-54.
(23) El principio de contradicción es el principio de la posibilidad lógica, el principio de todos los juicios, o sea, junto con el de razón suficiente, es la conditio sine qua non de la verdad objetiva. No es una mera regla del entendimiento –de cuyo uso la Lógica es una propedéutica–, sino un criterio formal, y meramente negativo, de la verdad (Logik, Ak. IX, 51-52; Vorlesungen über die Metaphysik (Pölitz), Reprogr. Nachdr., Wissenschaftliche Buchgesellschaft, Darmstadt, 1988, 23), por tanto pertenece sólo a la razón, que es crítica merced a él.
(24) B 800-810, especialmente B 809: “Was reine Vernunft assertorisch urtheilt, muss (wie alles, was Vernunft erkennt) nothwendig sein, oder es ist gar nichts. Demnach enthält sie in der That keine Meinungen”. Las hipótesis, aunque no posean validez cognoscitiva, admiten un uso estrictamente polémico por parte de la razón especulativa: para silenciar al adversario, no para establecer la verdad.
(25) Cfr. B 699-728, repetidas veces. El als ob es una forma sutil de negar la validez objetiva, conservando sólo la utilidad subjetiva.
(26) B XXV: “... (denn diese [Wissenschat] muss jederzeit dogmatisch, d.i. aus sicheren Principien a priori strenge beweisend, sein)”.
(27) B 765: “Gibt es nun im spekulativen Gebrauche der reinen Vernunft auch dem Inhalte nach gar keine Dogmate, so ist alle dogmatische Methode... für sich unschiklich... Gleichwohl kann die Methode immer systematisch sein”.
(28) Einleitung, I, AK IX, 14: “5) eine Doktrin oder demonstrirte Theorie”.
(29) “Ein solches System der reinen (speculativen) Vernunft hoffe ich unter der Titel Matephysik der Natur selbst zu liefern...” (A XXI).
(30) B 883; Kritik der praktischen Vernunft (KpV), 2.Theil, AK V, 151: “Wissenschaft aber [bedarf] einer Methode, d.i. eines Verfahrens nach Principien der Vernunft, wodurch das Mannifaltige einer Erkenntnis allein ein system werden kann”).
(31) “Die Eintheilung einer Kritik in Elementarlehre und Methodenlehre, welche vor der Wissenschaft vorhergeht, läßt sich auf die Geschmackskritik nicht anwenden: weil es keine Wissenschaft des Schönen giebt noch geben kann, und das Urtheil des Geschmacks nicht durch Principien bestimmbar ist” (Kritik der Urtheilskrfaft (UK), § 60, AK V, 354-355).
(32) Como, por ejemplo, en la UK cuando dice: “Die Teleologie als Wissenschaft gehört also zu gar keiner Doctrin, sondern nur zur Kritik und zwar eines besondern Erkenntnißvermögens, nämlich der Urtheilskraft. Aber so fern sie Principien a priori enthält, kann und muß sie die Methode, wie über die Natur nach dem Princip der Endursachen geurtheilt werden müsse, angeben; und so hat ihre Methodenlehre wenigstens negativen Einfluß auf das Verfahren in der theoretischen Naturwissenschaft und auch auf das Verhältniß, welches diese in der Metaphysik zur Theologie als Propädeutik derselben haben kann”. Según este texto, la crítica no es doctrina, es decir, ampliación positiva del saber, tan sólo ejerce un influjo negativo sobre el modo de proceder la ciencia natural teórica y sobre la relación de ésta en la metafísica con la teología.
(33) Logik, §95: “Die Wissenschaft ist ein Ganzes der Erkenntniss als system und nicht bloss als Aggregat”; §96: “Wie die Elementarlehre in der Logik die Elemente und Bedingungen der Volkommenheit einer Erkenntniss zu ihrem Inhalt hat: so hat dagegen die allgemeinen Methodenlehre, als die andere Theil der Logik, von der Form einer Wissenschaft überhaupt, oder von der Art und Weise zu handeln, das Mannifaltige der Erkenntniss zu einer Wissenschaft zu verknüpfen” (AK IX, 139). Metaphysik der Sitten: “nur so fern sie Wissenschaft sein soll, also zu der methodischen Zusammensetzung aller Sätze, welche nach der ersteren aufgefunden worden, erforderlich sind” (AK VI, 412) y “Die letztere Eintheilung muß also, weil sie die Form der Wissenschaft betrifft, vor der ersteren als Grundriß des Ganzen vorhergehen“ (AK VI, 413).
(34) Cfr. El acceso, 27 ss.
(35) Téngase en cuenta que ninguna pregunta puede formularse si no es usando el principio de no contradicción, y menos aún las preguntas científicas, que han de estar hechas de modo que sólo quepa responder con un sí o con un no, habiendo de ser excluyentes de una de las posibilidades de las hipótesis. Por tanto, la pregunta no puede alcanzar nunca el comienzo o principio de contradicción. El expediente kantiano de atribuir el criterio de decisión del experimento a un principio de razón –en este caso, el de contradicción–, no hace otra cosa que refrendar la imposibilidad de que la pregunta sea en metafísica lo primero.
(36) B 21.
(37) B 20.
(38) B XXIII-XXIV. “Zu dieser Vollständigkeit ist sie daher als Grundwissenschaft auch verbunden, und von ihr muß gesagt werden können: nil actum reputans, si quid superesset agendum” (B XXIV). La metafísica es la única entre todas las ciencias que puede esperar la completitud y el carácter definitivo, esto es, la perfección del saber (A XX). Cfr. B 878-879.
(39) No dice Kant que todos los hombres hayan hecho o hayan de hacer necesariamente física newtoniana ni ninguna otra ciencia, sin embargo sí afirma que todos los hombres han hecho y harán metafísica, aun cuando estuvieren sumidos en la barbarie: “ob sie [die Metaphysik] gleich älter ist als alle übrige und bleiben würde, wenn gleich die übrigen [Wissenschatfen] insgesammt in dem Schlunde einer alles vertildigen Barbarei gänzlich verschlungen werden sollten” (B XIV).
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