“La fuerza interna de la liturgia ha desarrollado sin duda un papel fundamental en la expansión del cristianismo” (Benedicto XVI)
Prólogo de Pablo Blanco Sarto, profesor de la Facultad de Teología de la Universidad de Navarra, al libro de Rudy Albino de Assunção “O sacrifício da Palavra. O rito da Missa segundo Bento XVI” (Ecclesiae, 2016), en el que el autor presenta y comenta sobre la mistagogía de Benedicto XVI sobre la Misa, desde el signo de la cruz hasta la bendición final.
En una leyenda histórica, el príncipe Vladimiro de Kiev envió a sus legados para que conocieran distintas religiones, y así poder ver cuál convenía más a su reino. Los emisarios fueron en primer lugar a visitar a los búlgaros, donde quedaron algo no del todo animados al ver el modo en que rezaban los musulmanes. Después se dirigieron a la tierra de los cristianos germanos, en quienes tampoco encontraron el calor que ellos esperaban ver en la religión. Por último, dirigieron sus pasos a Constantinopla, donde el emperador los invitó a la Divina Liturgia que se celebraba en la basílica de Santa Sofía. Allí, los embajadores quedaron entusiasmados por el esplendor y la belleza del culto. «No sabemos si hemos estado en el cielo o en la tierra −comentaban−. Hemos experimentado que Dios se encuentra allí entre nosotros». Fue en aquel momento −corría el año 988− cuando Rusia se convirtió al cristianismo.
Tomando pie de esta historia, comentaba Ratzinger que «lo que contaron los legados del príncipe ruso acerca de la verdad de la fe celebrada en la liturgia ortodoxa no fue una forma de persuasión misionera, cuyos argumentos les habían parecido más convincentes que los de otras religiones. Lo que ellos experimentaron fue el misterio como tal, que −precisamente en el desbordamiento de la disputa de la razón− dejó aparecer el poder de la verdad»[1]. La verdad se encontraba allí reconciliada de modo admirable con la belleza, en cuyo centro latía el misterio de la Eucaristía: «La fuerza interna de la liturgia −concluía− ha desarrollado sin duda un papel fundamental en la expansión del cristianismo»[2].
Es indudable que la liturgia constituyó para Ratzinger una pasión de la infancia: «Nos entusiasmaban todas las fiestas litúrgicas que entonces había: su música, los ornamentos, las imágenes...»[3]. Así evocaba el teólogo alemán sus primeros recuerdos litúrgicos: el arte y la liturgia estimulaban su curiosidad infantil, a la vez que iba descubriendo la riqueza de las oraciones litúrgicas, gracias también al Schott, al misal de los fieles que le regalaron sus padres[4]. Esta no se ha quedado tan solo en una evocación nostálgica, sino que ha tomado cuerpo como una convicción teológica: «La liturgia de la Iglesia −escribía en 2008− ha sido para mí desde la infancia la realidad central de mi vida, y mi formación teológica ha tenido lugar en la escuela de profesores como Schmaus, Söhngen, Pascher, Guardini donde se han dado mis esfuerzos teológicos»[5]. Es más, permanecerá como la convicción de que los problemas de la Iglesia surgen y se resuelven en la liturgia. «Estoy convencido −afirmaba en 1996− de que la crisis eclesial en que nos encontramos hoy depende en gran parte del hundimiento de la liturgia»[6]. Constituye además un lugar teológico para la comprensión de la Iglesia. «En mi opinión, para entender bien a la Iglesia, hemos de contemplarla sobre todo a partir de la liturgia»[7]. Por tanto, «redescubrir −decía en otro lugar− que la liturgia está viva y que es una realidad viva de la Iglesia como tal, ha sido el enriquecimiento más grande para la Iglesia»[8].
Sobre la eucaristía tendrá abundantes textos −como se puede apreciar en el excelente trabajo de Rudy Albino Assunçao−, pero será sobre todo en un estudio suyo de 1981 (titulado de modo significativo como La fiesta de la fe) donde Ratzinger empezará a elaborar una reflexión teórica en torno a un tema profundamente vivido, y también sufrido. Ratzinger sugería que se podía combinar lo litúrgico con lo que se suele llamar devocional; volvía así a insistir en la importancia de la liturgia, compatible con la oración personal: «Toda la Biblia es diálogo: por un lado, Revelación, palabra y obra de Dios y, por otro, respuesta del hombre que acepta la palabra de Dios y se deja guiar por Él. Suprimir la oración, el diálogo, es como suprimir la Biblia entera»[9]. A Dios se le encuentra −sigue diciendo− y se le trata en la liturgia, en la oración, en la Escritura, y también en la Iglesia, por lo que añade: «¿Cómo aprendo a rezar?, se preguntaba. La respuesta es clara: con los demás. Rezar siempre incluye un “con”. Aislado y en solitario no se puede rezar a Dios. [...] Insisto: aprendo a rezar al rezar-con-otros, al rezar con mi madre [la Iglesia], al aceptar el don de sus palabras»[10].
De este modo se destacaba allí una vez más la dimensión eclesial de toda liturgia y de toda relación personal con Dios. Por otra parte, y abordando ahora cuestiones más teóricas, en un artículo de 1977 titulado Forma y contenido de la celebración eucarística, retomaba la sugerencia guardiniana al hablar de la «forma» (Gestalt). Tras una introducción en la que se refería a la conocida polémica entre cena y sacrificio en la Eucaristía (también en el siglo XX, con Guardini, Pascher y Jungmann entre otros), Ratzinger establecía un nuevo diagnóstico sobre la aplicación de la reforma litúrgica, en términos parecidos a los ya propuestos con anterioridad: «La falta de claridad en las relaciones entre las esferas dogmática y litúrgica, que siguió presente incluso en el concilio Vaticano II, constituye el problema central de la reforma litúrgica; por este lastre se explican una buena parte de los problemas que nos ocupan desde entonces»[11]. En parte, la reforma litúrgica debe nacer de una recta comprensión dogmática de lo que ocurre en la celebración litúrgica. La ignorancia en este campo lleva al vacío, a improvisaciones y manifestaciones más o menos peregrinas.
El elemento formal eucharistia tiende asíun puente hacia las palabras de Jesús en la última Cena, con las cuales preparaba su muerte en la cruz. «Si la forma básica de la misa no se llama “comida”, sino eucharistia, se conserva la necesaria y fructuosa diferencia entre el ámbito litúrgico (que se ocupa de la forma) y el dogmático; pero ambos no quedan separados, sino que convergen y se influyen mutuamente. Por lo demás, no se excluye el elemento de la comida, porque eucharistia es también −pero no solo− bendición de la sagrada Cena; pero el simbolismo de la cena está subordinado a otro mayor»[12]. Esto tiene sus consecuencias litúrgicas y celebrativas; así, hace una serie de sustanciales matizaciones, recordando que «la última Cena es la base del contenido dogmático de la Eucaristía, pero no su forma litúrgica»[13]. Esta no existe aún como realidad cristiana. La Iglesia tuvo que encontrar −cuando la separación de Israel se hizo inevitable− su propia forma litúrgica, conforme al sentido de lo que le había sido transmitido; esto no es decadencia −insistirá−, sino una necesidad inscrita en la naturaleza del proceso.
Se trata pues de una manifestación más de la continuidad -discontinuidad que se da entre lo judío y lo cristiano[14]. La celebración litúrgica constituye no solo eulogía y doxología, sino sobre todo una acción de gracias por el sacrificio ofrecido por Cristo en la cruz y actualizado en cada una de las celebraciones litúrgicas: «La Eucaristía cristiana como tal −concluye− no es una simple repetición de la última Cena, que sería irrepetible tal y como fue»[15]. Propone por tanto el domingo y el día de la resurrección del Señor como «el verdadero lugar interior en el que la Eucaristía adquiere su forma cristiana»[16]. Y acaba con una completa y sugerente definición: «Eucharistia significa tanto el ofrecimiento de la communio −en la que el Señor se hace comida para nosotros− como la entrega de Jesucristo, quien completa su sí trinitario al Padre con el sí de la cruz, al reconciliarse de este modo con el Padre. Entre “comida” y “sacrificio” no hay contradicción: en el nuevo sacrificio del Señor, ambas se hacen inseparables»[17]. Cena y sacrificio, por tanto, a la vez que «fiesta de la resurrección» y alabanza al Padre en el Espíritu; todo esto le daría sentido festivo a la celebración litúrgica, a la vez que seriedad y dramática transcendencia[18].
«Cristo murió rezando −añadía un año después−. Antepuso su sí al Padre a la oportunidad política y, por eso, fue crucificado. De esta manera, en la cruz glorificó al Padre, y esa forma de morir fue la que trajo como consecuencia lógica la resurrección. Esto significa que la autorización a la alegría −el sí liberador y victorioso a la vida− se sitúa en la adoración. La cruz, en cuanto adoración, es también “elevación”, presencia de la resurrección. Celebrar la fiesta de la resurrección significa sumergirse en la adoración»[19]. De ahí la centralidad e importancia en la vida de la Iglesia de la liturgia como memorial de la pascua del Señor. Esto supone una visión amplia y abierta de lo que supone la celebración, para poder evitar así toda interpretación unilateral y monista −por ejemplo− del concepto de actuosa participatio[20]: «La liturgia la componen la palabra y el silencio; los cantos, la alabanza con instrumentos musicales y la imagen; los símbolos y los gestos que corresponden a la palabra»[21]. Se requiere pues una comprensión profunda de la participación activa y de la misma liturgia, que hunda sus propias raíces en la comprensión dogmática del misterio eucarístico, tal como intenta realizar Ratzinger en sus desarrollos litúrgico-sacramentarios[22].
Rudy Albino Assunçao, en su O Sacrifício da Palabra, ha entendido muy bien esta «participación activa» a la que nos invita el Vaticano II. En esta catequesis mistagógica de Joseph Ratzinger-Benedicto XVI, que se contiene en estas páginas, nos ofrece un recorrido por las partes de la celebración eucarística; sería casi como la Misa vista «a cámara lenta», como diría Ronald Knox[23]. El autor nos presta un gran servicio escribiendo un libro que ni siquiera lo había hecho el mismo Ratzinger, aunque evidentemente el lugar central y nuclear −como el corazón en el cuerpo− que ocupa en su pensamiento legitima de sobra esta aportación. El actual papa emérito está convencido que la reforma de la Iglesia empieza por la liturgia. Este libro puede contribuir a que la esposa de Cristo pueda mostrarnos de verdad su Rostro, sobre todo por medio de la celebración eucarística, que es a la vez sacrificio del Hijo como ofrenda agradable al Padre en el Espíritu; Cena de comunión donde los reconciliados recibimos el cuerpo y la sangre de Cristo y nos unimos entre nosotros y −«por Cristo, con Él y en Él», como repetimos en la liturgia− a la Trinidad; y «fiesta de la resurrección», pues −al ser memorial de la Pascua del Señor− obtenemos esa prenda de gloria futura que nos abre las puertas a la vida eterna con Cristo resucitado.
Pablo Blanco Sarto
Facultad de teología
Universidad de Navarra
Fuente: fondazioneratzinger.va.
[1] Convocados en el camino de la fe, Cristiandad, Madrid 2004, 97.
[2] Ibid., 96. En la edición de las obras completas Theologie der Liturgie, Gesammelte Schriften 11 (=JRGS), Herder, Freiburg – Basel - Wien 2008², aparecen: «Zum Eroffnungsband meiner Schriften» (2008), Der Geist der Liturgie (2000), Die sakramentale Begründung chrislicher Existenz (1966), Ein neues Lied für den Herrn (1995), «Ist die Eucharistie ein Opfer?» (1967), «Das Problem der Transubstantiation und die Frage nach dem Sinn der Eucharistie» (1967), Eucharistie – Mitte der Kirche (1978) con los añadidos en Gott ist uns nah (2001), Das Fest des Glaubens. Versuche zur Theologie des Gottensdienst (1981), «Eucaristia come genesi della missione» (1997), «Eucaristia, communione e solidarietà» (2002), «Theologische Probleme der Kirchemusik» (1978), «Kirchenmusikberuf als liturgischer una pastoraler Dienst» (1975), así como algunas homilías, respuestas y recensiones.
[3] La sal de la tierra, Palabra, Madrid 1997, 54.
[4] Cf. Mi vida. Recuerdos (1927-1977), Encuentro, Madrid 1997, 32-34.
[5]«Zum Eroffnungsband meiner Schriften», Theologie der Liturgie, 6.
[6] Mi vida, 150.
[7] Dios y el mundo. Creer y vivir en nuestra época, Galaxia Gutenberg-Círculo de Lectores, Barcelona 2002, 325.
[8] «Bilan et perspectives», AA.VV., Autour de la question liturgique, Petrus a Stella, Fontgombault 2001, 175. Sobre este importante tema puede verse también: A. Nichols, The theology of Joseph Ratzinger: an introductory study, T. & T. Clark, Edimburgh 1988, 207-224; J. Aldazábal, «La liturgia es ante todo obra de Dios», Phase 40 (2000) 236, 181-186; P. Farnés, «Una Obra importante sobre la liturgia que debe leerse en su verdadero contexto», Phase 247 (2002) 55-76; J.F. Baldovin, «Cardinal Ratzinger as liturgical critic», Studia liturgica diversa (2004) 211-227; P. Blanco, «Liturgia y Eucaristía en la obra de Joseph Ratzinger», Scripta Theologica 38 (2006/1) 103-130; J.J. Flores, «Joseph Ratzinger y la liturgia», Communio 7 (2008) 139-159; J. González Padrós, «Benet XVI i la litúrgia», Temes d’avui 27 (2008/1) 83-96; A.L. Loayza, El culto eucarístico fuera de la Misa en los escritos de Joseph Ratzinger–Benedicto XVI, Pontificia Universidad de la Santa Cruz, Roma 2008, 109-189; J. Driscoll, «Joseph Ratzinger and The Spirit of Liturgy», PATH 6 (2007/1) 183-198; H. Verweyen, Joseph Ratzinger–Benedikt XVI. Die Entwicklung seines Denkens, Wissenschaftliche Buchgesellschaft, Darmstadt 2007, 135-143; M. Schneider, «Primat der Logos vor dem Ethos –Zum theologischen Diskurs bei Joseph Ratzinger», P. Hofmann (Hg.), Joseph Ratzinger: ein theologisches Profil, Verleger, Paderborn –München – Wien –Zürich – Schöningh 2008, 31-34; J.E.M. Terra Joao, Itinerario teologico di Benedetto XVI, 86; M. C. Hastetter, «Liturgie – Brücke zum Mysterium. Grundlinien des Liturgieverständnisses Benedikts XVI», M.C. Hastetter. – C. Ohly – G. Vlachonis (Hg.), Symphonie des Glaubens, 131-150; T. Rowland, La fe de Ratzinger, 219-253; S.O. Horn, «Zum existenziellen und sakramentalen Grund der Theologie bei Joseph Ratzinger/Papst Benedikt XVI.», Mitteilungen Institut Papst Benedikt XVI. (2009) 59-63; G.L. Müller, «Logiké latreía – logoshafter gottesdienst», ibid., 53-58; J. Arnold, «”Nüchterne Trunkenheit in liturgicis – eine evangelische Antwort auf Joseph Ratzingers Theologie der Liturgie», ibid., 82-103; M. Schlosser, «...ut fructum redemptionis in nobis iugiter sentiamus. Ein Versuch zum Verhältnis von Liturgie und Kontemplation im Werk Joseph Ratzingers», ibid., 105-119; R. Blázquez, «Liturgia y teología en Joseph Ratzinger», S. Madrigal (ed.), El pensamiento de Joseph Ratzinger, teólogo y papa, 295-318; H. Hoping, «Kult und Reflexion. Joseph Ratzinger als Liturgietheologe», R. Voderholzer (Hg.), Der Logos-gemäße Gottesdienst. Theologie der Liturgie bei Joseph Ratzinger, Pustet, Regensburg 2009, 12-24; J. Splett, «Gebet zur ewig alwissenden Allmacht?», ibid., 26-44; G. Gregur, «Fleischwerdung des Wortes – Wortwerdung des Fleisches. Liturgie als logike latreia bei Joseph Ratzinger», ibid., 46-76; S.O. Horn, «Zum existenziellen und sakramentalen Grund der Theologie bei Joseph Ratzinger/Papst Benedikt XVI», Mitteilungen Institut Papst Benedikt XVI, (2009) 59-63; J. Arnold, «”Nüchterne Trunkenheit in liturgicis – eine evangelische Antwort auf Joseph Ratzingers Theologie der Liturgie», ibid., 82-103; M. Schlosser, «...ut fructum redemptionis in nobis iugiter sentiamus. Ein Versuch zum Verhältnis von Liturgie und Kontemplation im Werk Joseph Ratzingers», ibid., 105-119; R. Blázquez, «Liturgia y teología en Joseph Ratzinger», B. Kirchgessner, «“Ein Fest, in dem das Große auf uns zutritt”: Mosaiksteine einer Theologie der Liturgie Joseph Ratzingers-Papst Benedikt XVI», Klerusblatt 89 (2009/4) 78-82; 89 (2009/5) 108-112; C. Sedmak, «Liturgie und Armutbekämpfung», ibid., 254-276; M.H. Heim, «Theologie aus dem Herzen der Kirche: aus der Liturgie», Revista de teología española 69 (2009) 643-667; V. Ivanov, «Der Geist der Liturgie von Joseph Ratzinger im Lichte der orthodoxen Theologie», Orthodoxes Forum 21 (2007) 141-152; W. Waldstein, «Für eine Vielfalt bewährter Formen: Joseph Ratzingers Liturgie-Verständnis in rechtlicher Sicht», Orthodoxes Forum 21 (2007) 169-179; S.W. Hahn, Covenant and Communion. The Biblical Theology of Pope Benedict XVI, BrazosPress, Grand Rapids 2009, 173-185; T.P. Rausch, Pope Benedict XVI. An introduction to his theological vision, Paulist Press, New York/Mahwah 2009, 121-139; G. Mannion, «Liturgy, catechesis and evangelitation», L. Boeve – G. Mannion, The Ratzinger Reader, 225-229.
[9] La fiesta de la fe, 20.
[10] Ibid., 39.
[11] Ibid., 47.
[12] Ibid., 49-50.
[13] Ibid., 54-55. El debate entre Joseph Ratzinger y Lothar Lies lo he abordado en La cena del Señor. La Eucaristía en el diálogo católico-luterano después del Concilio Vaticano II, Eunsa, Pamplona 2009, 191-192.
[14]Cf. T.P. Rausch, Pope Benedict XVI. An introduction to his theological vision, Paulist Press, New York/Mahwah 2009, 128.
[15] La fiesta de la fe, 59.
[16] Cf. ibid., 60. Cf. también «La resurrección, fundamento de la liturgia cristiana» (1985), en Un canto nuevo para el Señor, Sígueme, Salamanca 1999, 73-93.
[17] La fiesta de la fe, 66; cf. también 67-82; cf. J. Splett, «Gebet zur ewig alwissenden Allmacht?», 31-33.
[18] Cf. P. Blanco, La Cena del Señor, 137-201.
[19] La fiesta de la fe, 90.
[20] Cf. Const. Sacrosanctum concilium, sobre la sagrada liturgia en la vida de la Iglesia, nn. 14-20; 30 s.; 48 s.
[21] La fiesta de la fe, 98.
[22] Cf. ibid., 98-103.
[23] R. Knox, The Mass in slow motion (1948), Aeterna Press, New York 2014; sobre la Misa de Pablo VI puede verse: F.M. Arocena, En el corazón de la liturgia, Palabra, Madrid 1999; J. Echevarría, Vivir la Santa Misa, Rialp, Madrid 2010⁴.
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