Documento de la Congregación vaticana para la Doctrina de la Fe difundido por la Oficina de Prensa de la Santa Sede. El Papa Benedicto XVI, en la audiencia concedida al prefecto del citado dicasterio el cardenal William Levada, firmante del documento-, ha aprobado y confirmado estas «Respuestas» y ha ordenado su publicación. Tras la introducción y el Documento, se acompaña un comentario final.
Se pueden consultar los Comentarios al Documento de la Congregación para la Doctrina de la Fe, «Subsistit in Ecclesia Catholica(LG 8). Precisiones sobre la eclesiología del Concilio Vaticano II», Publicados por el Secretariado de la Comisión Episcopal para la Doctrina de la Fe de la Conferencia Episcopal Española. (Edice, Madrid 2007), Edición coordinada por José Rico Pavés.
Introducción
El Concilio Vaticano II, con la Constitución dogmática Lumen gentium y con los Decretos sobre el Ecumenismo (Unitatis redintegratio) y sobre las Iglesias orientales (Orientalium Ecclesiarum), ha contribuido de manera determinante a una comprensión más profunda de la eclesiología católica. También los Sumos Pontífices han profundizado en este campo y han dado orientaciones prácticas: Pablo VI en la Carta Encíclica Ecclesiam suam (1964) y Juan Pablo II en la Carta Encíclica Ut unum sint (1995).
El sucesivo empeño de los teólogos, orientado a ilustrar mejor los diferentes aspectos de la eclesiología, ha dado lugar al florecimiento de una amplia literatura sobre la materia. La temática, en efecto, se ha mostrado muy fecunda, pero también ha necesitado a veces de puntualizaciones y llamadas de atención, como la Declaración Mysterium Ecclesiae (1973), la Carta Communionis notio (1992) y la Declaración Dominus Iesus (2000), publicadas todas por la Congregación para la Doctrina de la Fe.
La vastedad del argumento y la novedad de muchos temas siguen provocando la reflexión teológica, la cual ofrece nuevas contribuciones no siempre exentas de interpretaciones erradas, que suscitan perplejidades y dudas, algunas de las cuales han sido sometidas a la atención de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Ésta, presuponiendo la enseñanza global de la doctrina católica sobre la Iglesia, quiere responder precisando el significado auténtico de algunas expresiones eclesiológicas magisteriales que corren el peligro de ser tergiversadas en la discusión teológica.
Primera pregunta: ¿El Concilio Ecuménico Vaticano II ha cambiado la precedente doctrina sobre la Iglesia?
Respuesta: El Concilio Ecuménico Vaticano II ni ha querido cambiar la doctrina sobre la Iglesia ni de hecho la ha cambiado, sino que la ha desarrollado, profundizado y expuesto más ampliamente.
Esto fue precisamente lo que afirmó con extrema claridad Juan XXIII al comienzo del Concilio[1]. Pablo VI lo reafirmó[2], expresándose con estas palabras en el acto de promulgación de la Constitución Lumen gentium: «Creemos que el mejor comentario que puede hacerse es decir que esta promulgación verdaderamente no cambia en nada la doctrina tradicional. Lo que Cristo quiere, lo queremos nosotros también. Lo que había, permanece. Lo que la Iglesia ha enseñado a lo largo de los siglos, nosotros lo seguiremos enseñando. Solamente ahora se ha expresado lo que simplemente se vivía; se ha esclarecido lo que estaba incierto; ahora consigue una serena formulación lo que se meditaba, discutia y en parte era controvertido»[3]. Los Obispos repetidamente manifestaron y quisieron actuar esta intención[4].
Segunda pregunta: ¿Cómo se debe entender la afirmación según la cual la Iglesia de Cristo subsiste en la Iglesia católica?
Respuesta: Cristo «ha constituido en la tierra» una sola Iglesia y la ha instituido desde su origen como «comunidad visible y espiritual»[5]. Ella continuará existiendo en el curso de la historia y solamente en ella han permanecido y permanecerán todos los elementos instuidos por Cristo mismo[6]. «Esta es la única Iglesia de Cristo, que en el Símbolo confesamos una, santa, católica y apostólica [...]. Esta Iglesia, constituida y ordenada en este mundo como una sociedad, subsiste en la Iglesia católica, gobernada por el sucesor de Pedro y por los Obispos en comunión con él»[7].
En la Constitución dogmática Lumen gentium 8 la subsistencia es esta perenne continuidad histórica y la permanencia de todos los elementos instituidos por Cristo en la Iglesia católica[8], en la cual, concretamente, se encuentra la Iglesia de Cristo en esta tierra.
Aunque se puede afirmar rectamente, según la doctrina católica, que la Iglesia de Cristo está presente y operante en las Iglesias y en las Comunidades eclesiales que aún no están en plena comunión con la Iglesia católica, gracias a los elementos de santificación y verdad presentes en ellas[9], el término subsiste es atribuido exclusivamente a la Iglesia católica, ya que se refiere precisamente a la nota de la unidad profesada en los símbolos de la fe (Creo en la Iglesia una); y esta Iglesia una subsiste en la Iglesia católica[10].
Tercera pregunta: ¿Por qué se usa la expresión subsiste en y no sencillamente la forma verbal es?
Respuesta: El uso de esta expresión, que indica la plena identidad entre la Iglesia de Cristo y la Iglesia católica, no cambia la doctrina sobre la Iglesia. La verdadera razón por la cual ha sido usada es que expresa más claramente el hecho de que fuera de la Iglesia se encuentran muchos elementos de santificación y de verdad que, como dones propios de la Iglesia de Cristo, inducen hacia la unidad católica»[11].
«Por consiguiente, aunque creamos que las Iglesias y comunidades separadas tienen sus defectos, no están desprovistas de sentido y de valor en el misterio de la salvación, porque el Espíritu de Cristo no ha rehusado servirse de ellas como medios de salvación, cuya virtud deriva de la misma plenitud de la gracia y de la verdad que se confió a la Iglesia»[12].
Cuarta pregunta: ¿Por qué el Concilio Ecuménico Vaticano II atribuye el nombre de Iglesias a las Iglesias Orientales separadas de la plena comunión con la Iglesia católica?
Respuesta: El Concilio ha querido aceptar el uso tradicional del término. Puesto que estas Iglesias, aunque separadas, tienen verdaderos sacramentos y, sobre todo, en virtud de la sucesión apostólica, el sacerdocio y la Eucaristía, por los que se unen a nosotros con vínculos estrechísimos[13], merecen el título de «Iglesias particulares o locales»[14] y son llamadas Iglesias hermanas de las Iglesias particulares católicas[15].
Consiguientemente, por la celebración de la Eucaristía del Señor en cada una de estas Iglesias, se edifica y crece la Iglesia de Dios[16]. Sin embargo, dado que la comunión con la Iglesia universal, cuya cabeza visible es el Obispo de Roma y Sucesor de Pedro, no es un simple complemento externo de la Iglesia particular, sino uno de sus principios constitutivos internos, aquellas venerables Comunidades cristianas sufren en realidad una carencia objetiva en su misma condición de Iglesia particular[17].
Por otra parte, la universalidad propia de la Iglesia, gobernada por el Sucesor de Pedro y por los Obispos en comunión con él, halla precisamente en la división entre los cristianos un obstáculo para su plena realización en la historia[18].
Quinta pregunta: ¿Por qué los textos del Concilio y el Magisterio sucesivo no atribuyen el título de Iglesia a las Comunidades cristianas nacidas de la Reforma del siglo XVI?
Respuesta: Porque, según la doctrina católica, estas Comunidades no tienen la sucesión apostólica mediante el sacramento del Orden y, por tanto, están privadas de un elemento constitutivo esencial de la Iglesia. Estas Comunidades eclesiales que, especialmente a causa de la falta del sacerdocio sacramental, no han conservado la auténtica e íntegra sustancia del Misterio eucarístico[19], según la doctrina católica, no pueden ser llamadas Iglesias en sentido propio[20].
El Sumo Pontífice Benedicto XVI, en la audiencia concedida al suscrito Cardenal Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, ha aprobado y confirmado estas Repuestas, decididas en la Sesión Ordinaria de esta Congregación, y ha ordenado que sean publicadas.
Dado en Roma, en la sede de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el 29 de junio de 2007, solemnidad de los Stos. Apóstoles Pedro y Pablo.
William Cardenal Levada
Prefecto
Angelo Amato, S.D.B.
Arzobispo titular de Sila
Secretario
[1] Juan XXIII, Discurso del 11 de octubre de 1962: «... el Concilio... quiere transmitir pura e íntegra la doctrina católica, sin atenuaciones o alteraciones... Sin embargo, en las circunstancias actuales, es nuestro deber que la doctrina cristiana sea por todos acogida en su totalidad, con renovada, serena y tranquila adhesión...; es necesario que el espíritu cristiano, católico y apostólico del mundo entero dé un paso adelante, que la misma doctrina sea conocida de modo más amplio y profundo...; esta doctrina cierta e inmutable, a la cual se le debe un fiel obsequio, tiene que ser explorada y expuesta en el modo que lo exige nuestra época. Una cosa es la sustancia del depositum fidei, es decir, de las verdades que contiene nuestra venerada doctrina, y otra la manera como se expresa, siempre, sin embargo, con el mismo sentido y significado»: AAS 54 [1962] 791; 792.
[2] Cf. Pablo VI, Discurso del 29 de septiembre de 1963: AAS 55 [1963] 791; 792.
[3] Pablo VI, Discurso del 21 de noviembre de 1964: AAS 56 [1964] 847-851.
[4] El Concilio ha querido expresar la identidad de la Iglesia de Cristo con la Iglesia católica. Esto se encuentra en las discusiones sobre el Decreto Unitatis redintegratio. El Esquema del Decreto fue propuesto en aula el 23/09/1964 con una Relatio (Act. Syn. III/II 296-344). A los modos enviados por los obispos en los meses siguientes el Secretariado para la Unidad de los Cristianos responde el 10/11/1964 (Act. Syn. III/VII 11-49). De esta Expensio modorum se citan cuatro textos concernientes a la primera respuesta: A) [In Nr. 1 (Prooemium) Schema Decreti: Act. Syn. III/II 296, 3-6] «Pag. 5, lin. 3-6: Videtur etiam Ecclesiam Catholicam inter illas Communiones comprehendi, quod falsum esset. R(espondetur): Hic tantum factum, prout ab omnibus conspicitur, describendum est. Postea clare affirmatur solam Ecclesiam catholicam esse veram Ecclesiam Christi» (Act. Syn. III/VII 12). B) [In Caput I in genere: Act. Syn. III/II 297-301] «4 - Expressius dicatur unam solam esse veram Ecclesiam Christi; hanc esse Catholicam Apostolicam Romanam; omnes debere inquirere, ut eam cognoscant et ingrediantur ad salutem obtinendam ... R(espondetur): In toto textu sufficienter effertur, quod postulatur. Ex altera parte non est tacendum etiam in alliis communitatibus christianis inveniri veritates revelatas et elementa ecclesialia» (Ant. Syn. III/VII 15). Cf. también ibidem punto 5. C) [In Caput I in genere: Act. Syn. III/II 296s] «5 - Clarius dicendum esset veram Ecclesiam esse solam Ecclesiam catholicam romanam... R(epondetur): Textus supponit doctrinam ir constitutione De Ecclesia expositam, ut pag. 5, lin. 24-25 affirmatur(Act. Syn. III/VII 15). Por lo tanto, la comisión que debía evaluar las enmiendas al Decreto Unitatis redintegratio expresa con claridad la identidad entre la Iglesia de Cristo y la Iglesia católica, y su unicidad, y fundada esta doctrina en la Constitución dogmádca Lumen gentium. D) [In Nr. 2 Schema Decreti: Act. Syn. III/II 297s] «Pag. 6; lin. 1- 24 Clarius exprimatur unicitas Ecclesiae. Non sufficit inculcare, ut in textu fit, unitatem Ecclesiae. R(espondetur): a) Ex toto textu clare apparet identificatio Ecclesiae Christi cum Ecclesia catholica, quamvis, ut oportet, efferantur elementa ecclesialia aliarum communitatum». «Pag. 7, lin. 5: Ecclesia a successoribus Apostolorum cum Petri successore capite gubernata (cf. novum textum ad pag. 6. lin. 33-34) explicite dicitur unicus Dei grex et lin. 13 una et unica Dei Ecclesia» (Act. Syn. III/VII). Las dos expresiones citadas son las de Unitatis redintegratio 2.5 y 3.1.
[5] Cf. Concilio Ecuménico Vaticano II, Constitución dogmática Lumen gentium, 8.1.
[6] Cf. Concilio Ecuménico Vaticano II, Decreto Unitatis redintegratio, 3.2; 3.4; 3.5; 4.6.
[7] Concilio Ecuménico Vaticano II, Constitución dogmática Lumen gentium, 8.2.
[8] Cf. Congregación para la Doctrina de la Fe, Declaración Mysterium Ecclesiae, 1.1: AAS 65 [1973] 397; Declaración Dominus Iesus, 16.3: AAS 92 [2000-II] 757-758; Notificación sobre el volumen «Iglesia: Carisma y poder», del P. Leonardo Boff, O.F.M.: AAS 77 [1985] 758-759.
[9] Cf. Juan Pablo II, Carta Encíclica Ut unum sint, 11.3: AAS 87 [1995-II] 928.
[10] Cf. Concilio Ecuménico Vaticano II, Constitución dogmática Lumen gentium, 8.2.
[11] Concilio Ecuménico Vaticano II, Constitución dogmática Lumen gentium, 8.2.
[12] Concilio Ecuménico Vaticano II, Decreto Unitatis redintegratio, 3.4.
[13] Concilio Ecuménico Vaticano II, Decreto Unitatis redintegratio, 15, 3; Congregación para la Doctrina de la Fe, Carta Communionis notio, 17.2: AAS 85 [1993-II] 848.
[14] Concilio Ecuménico Vaticano II, Decreto Unitatis redintegratio, 14.1.
[15] Cf. Concilio Ecuménico Vaticano II, Decreto Unitatis redintegratio, 14.1; Juan Pablo II, Carta Encíclica Ut unum sint, 56s: AAS 87 [1995-II] 954s.
[16] Concilio Ecuménico Vaticano II, Decreto Unitatis redintegratio, 15.1.
[17] Congregación para la Doctrina de la Fe, Carta Communionis notio, 17.3: AAS 85 [1993-II] 849.
[18] Cf. Ibidem.
[19] Concilio Ecuménico Vaticano II, Decreto Unitatis redintegratio, 22.3.
[20] Cf. Congregación para la Doctrina de la Fe, Declaración Dominus Iesus, 17.2: AAS 92 [2000-II] 758.
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