Sumario
I. La parroquia, ¿es una Iglesia local?: 1. Antes del Concilio; 2. Parroquia y eclesiología eucarística; 3. Después del Vaticano II; 4. Discernir la analogía.- II. La Eucaristía dominical en las parroquias: 1. Tres documentos postconciliares; 2. La encíclica "Dies domini"; 3. Consideraciones conclusivas.
La parroquia nos habla de la Iglesia. Ir a la parroquia se ha identificado durante siglos con "ir a la iglesia". Preguntarse por las relaciones entre la parroquia y la Iglesia requiere profundizar en ambas dimensiones: ¿qué es sustancialmente la parroquia?; ¿es lo mismo decir parroquia que decir Iglesia en un lugar? Hoy contamos con una perspectiva en vías de recepción pastoral, que ha asentado ya sus fundamentos teológicos: la teología de la Iglesia local. En el ambiente teológico se da por descontado que sólo desde ahí puede comprenderse el papel de la parroquia.
Ante las necesidades de la nueva evangelización, quisiera proponer algunas reflexiones sobre la parroquia en el contexto de la Iglesia local (misterio de la Iglesia en un lugar) y en relación con la Eucaristía dominical.
I. ¿Es la parroquia una Iglesia local?
En las primeras décadas del siglo XX se oía hablar de la parroquia no sólo como un recinto —el edificio del templo y sus anejos— sino como un ámbito acogedor, algo así como la casa de la familia. La parroquia,"hogar de las almas", recuerdo también que se decía, con frase que hoy suena quizá ingenua y romántica. Pero la parroquia sigue en pie, necesitada, eso sí, de remodelación y redefinición. Hoy estamos en plena reflexión sobre las relaciones entre la parroquia y los movimientos eclesiales. Un debate que viene de los años cincuenta, entonces bajo otras firmas y circunstancias.
1. La reflexión sobre la misión de la parroquia antes del Concilio
Después de la segunda guerra mundial, la descristianización hizo mella en centroeuropa, sobre todo en Francia. En los años cincuenta se asiste ahí a una controversia sobre la naturaleza y la misión de la parroquia. Algunos pensaban que la parroquia dejaba de ser la pieza esencial para la evangelización en el mundo actual. Otros optan por una fundamentación canónica –la parroquia sería una creación del derecho canónico— o teológica —la parroquia como realidad eclesiológica—. Esta última postura era propia de los liturgistas, que llegaron a la idea de la asamblea litúrgica como realización de la Iglesia. De hecho la reflexión sobre la parroquia fue uno de los factores que influyeron en la teología de la Iglesia local [1].
Por otro lado se dio, también en Francia, un segundo impulso venido de Alemania, a través de la publicación de unas conferencias pronunciadas en el seminario de Innsbruk por varios autores, algunos de ellos profesores de la Facultad de teología de esa ciudad [2]. Tuvo especial resonancia el texto de Karl Rahner, titulado "Esbozo de una teología de la parroquia". Jerôme Hamer sintetizaba para el público francés la posición de Rahner: la Iglesia como "acontecimiento" se manifiesta especialmente en la celebración eucarística. No toda celebración eucarística tiene lugar en la parroquia. Pero la parroquia es la realización "primaria" de la Iglesia como "acontecimiento". Sólo la parroquia reposa sobre el principio de localización espacio-temporal [3]. A la vez que apreciaba el aspecto teológico del tema, al igual que otros autores de la época, Hamer manifestaba la necesidad de tener en cuenta el dato sociológico [4].
La insuficiencia del principio de territorialidad llevó, en efecto, a algunos —como A. G. Martimort, P. Aubry, J. Frisque, J. Denis, etc.— a decir que la parroquia no podría ni debía serlo todo en el esfuerzo evangelizador. Necesitaba de la pastoral de conjunto y de la pastoral especializada. Necesitaba una reestructuración especialmente en las ciudades. Necesitaba complementarse con una pastoral "categorial" y misionera que llegara a determinados grupos de fieles. Se debía considerar a la parroquia como una imagen de la Iglesia, pero no identificarla con la Iglesia local.
En esa línea se inscribe la postura de J. Frisque cuando escribe en 1963: "La cabeza de la parroquia no es un obispo, y por tanto la parroquia como tal no es la Iglesia presente en un lugar. Pero, integrada en la Iglesia local, la parroquia tiene un papel análogo al de la Iglesia local" [5]. Para Frisque el "acto episcopal de convocación universal a la salvación" debe alcanzar, más allá del ámbito de la parroquia, a los hombres en su identidad sociocultural. Y para ello se requieren grupos intermedios y servicios especializados, a nivel diocesano o nacional o incluso internacional. Retengamos el concepto de la analogía entre la parroquia y la Iglesia local para estudiarlo más adelante.
Otros autores como P. A. Liégé y A. Aubry se suman a esta visión teológico-pastoral, subrayando que la comprensión de la parroquia sólo es posible en el contexto de la Iglesia local. También por eso, nota Aubry, es un error que la parroquia quiera absorber la misión de la Iglesia [6]. Según Liégé, identificar la tarea pastoral con una de las organizaciones o estructuras de la Iglesia equivale a negar la unidad operativa de la Iglesia. Y si es legítimo hablar de "Iglesias locales" es porque son la misma y única Iglesia. En todo caso, sostiene este autor, sólo es Iglesia particular aquella realización del misterio de la Iglesia que está presidida por el Obispo. Y agrega algo importante: la parroquia no es una parte homogénea de la Iglesia local, como lo es ésta respecto a la Iglesia universal, porque la parroquia no tiene la misma autonomía que la Iglesia local tiene respecto a la universal. Y por ese motivo "hay aspectos de la misión de la Iglesia ejercida por la Iglesia particular que necesariamente no serán ejercidos por la parroquia, y sobre todo por tal parroquia considerada aisladamente" [7].
2. Parroquia y eclesiología eucarística
Si antes del Concilio el debate sobre la parroquia había girado en torno a una perspectiva misionera y litúrgica, es ésta última la desarrollada después del Vaticano II. Concretamente bajo la perspectiva que se ha llamado "eclesiología eucarística". En la tradición católica la dimensión eclesial de la Eucaristía es bien conocida. Se remonta a San Agustín y cruza la entera Edad Media. En la época actual Henri De Lubac hizo célebre la expresión: "La Iglesia hace la Eucaristía, la Eucaristía hace la Iglesia".
También es considerada por los representantes actuales de la teología ortodoxa como el griego J. Zizioulas, que escribe con frase sorprendente:
"...Se necesita considerar el estatuto eclesiológico propio de la parroquia como uno de los problemas más fundamentales de la eclesiología –tanto en Occidente como en Oriente" [8].
¿De dónde le viene esta convicción? Angelo Maffeis ha mostrado la contraposición de J. Zizioulas respecto a N. Afanassieff (1893-1966), ortodoxo ruso, a la hora de considerar la relación entre parroquia e Iglesia local [9].
Centrémonos en el aspecto que nos interesa. Zizioulas contradice a Affanasief negando la asimilación de la parroquia con la Iglesia local. Y éste es su argumento: es cierto que hasta el Concilio de Nicea la Iglesia local se identificaba con la comunidad que celebraba la Eucaristía (pues la presidencia de la Eucaristía no estaba diversificada como hoy está). Pero hoy la comunidad eucarística no está habitualmente presidida por el obispo como cabeza, y carece de otros dos elementos esenciales a la Iglesia local: no están todos los fieles cristianos de ese lugar y todos los ministros [10]. Maffeis concluye su estudio diciendo que la Iglesia local se expresa plenamente en la celebración eucarística de la parroquia, pero también se expresa en otras comunidades de fieles.
3. El Magisterio sobre la parroquia a partir del Vaticano II [11]
Entre el debate en centroeuropa —especialmente Francia y Alemania— y el más contemporáneo debate sobre la eclesiología eucarística —centrado en Italia— , tiene lugar el Concilio.
¿Qué dijo el Vaticano II sobre nuestro tema? [12] En la Constitución Sacrosanctum concilium se afirma que entre las asambleas de fieles sobresalen las parroquias, porque "quodammodo representan a la Iglesia visible constituida por toda la tierra" (SC 42). El cambio desde la redacción anterior, que decía que las parroquias "in se perfectius" representan a la Iglesia, no fue explicado por los relatores. En el número anterior se dice que la principal manifestación de la Iglesia (praecipuam manifestationem Ecclesiae) tiene lugar "en la participación plena y activa de todo el pueblo santo de Dios en la misma celebración litúrgica, sobre todo en la misma Eucaristía, en la misma oración, en el mismo altar que preside el obispo rodeado de su presbiterio y sus ministros" (SC 41).
En la Lumen gentium se lee: "Esta Iglesia de Cristo está verdaderamente presente en todas las legítimas asambleas locales de los fieles (...) En cada comunidad que participa del altar, bajo el ministerio sagrado del obispo..." (LG 26. La "expensio modorum" precisó que no se requiere la presencia personal del obispo sino que "se trata de la dirección general del Obispo, o de su administración relacionada con el culto" [13]). Algunos autores, apoyados en las intervenciones de los Padres conciliares, entienden que aquí se habla principalmente de la comunidad diocesana y por extensión de la comunidad parroquial.
No se ve, sin embargo, por qué entre las "legítimas asambleas locales de los fieles" no habría de incluirse la Eucaristía celebrada en otras comunidades cristianas. Así parece interpretarlo la Instrucción Eucharisticum mysterium (1967) cuando, citando este pasaje de Lumen gentium, observa que se trata "de toda comunidad que participa del altar, bajo la sagrada presidencia del obispo o del sacerdote que hace las veces del obispo" (n. 7).
Esto nos lleva a confirmar que, siendo legítima toda Eucaristía celebrada por un presbítero unido en comunión jerárquica con el Obispo [14], toda asamblea eucarística hace presente de algún modo la Iglesia, y en un sentido amplio es una "comunidad local". Así pues, si se pregunta por la "capacidad" de representar la Iglesia, habría que destacar primero la comunidad diocesana reunida en la Iglesia catedral, en segundo término la celebración eucarística de las parroquias, y en tercer lugar toda celebración eucarística realizada en comunión con el Obispo.
Entre otros subrayados de la parroquia que se encuentran en los textos conciliares, citemos dos más situados en dos decretos: a) en el Decreto sobre el apostolado de los laicos, se les invita a cultivar constantemente el sentido de la diócesis "de la que la parroquia es como una célula" (velut cellula) (AA. 10). Esta comparación concibe la parroquia como parte viva de un órgano. b) En Ad gentes se lee: "Ya que el Pueblo de Dios vive en las comunidades especialmente (praesertim) diocesanas y parroquiales y en ellas de algún modo (quodammodo) aparece de forma visible, corresponde a estas comunidades testimoniar a Cristo entre las gentes" (AG 37).
Nótese el uso del "quodammodo" tanto para la diócesis como para las parroquias; lo que no excluye que se trate de dos modos diversos entre sí. En efecto, una cosa es que la Iglesia local esté formada "ad imaginem Ecclesiae universalis" (LG 23), lo que se deduce de una realidad de naturaleza sacramental (la Iglesia se da existencialmente en las Iglesias locales, en las que "inest et operatur la verdadera Iglesia de Cristo", según Christus Dominus, 11); y otra cosa es que, según la comisión doctrinal del Concilio, las parroquias, son "suo modo imagines Ecclesiae episcopalis" (AS III/1, p. 461), lo que, como veremos, tiene un fundamento analógico.
Examinemos lo que dicen sobre la parroquia tres documentos emanados después del Vaticano II.
a) El Código de Derecho Canónico de 1983 afirma: "La parroquia es una determinada comunidad de fieles constituida de modo estable en la Iglesia particular ("certa communitas christifidelium in Ecclesia particulari stabiliter constituta"), cuya cura pastoral, bajo la autoridad del obispo diocesano, se encomienda a un párroco, como su pastor propio" (CIC can. 515, par. 1).
b) La Exhortación apostólica Christifideles laici entiende que la parroquia es "la última localización de la Iglesia, y en cierto sentido la Iglesia misma que vive en medio de las casas de sus hijos y de sus hijas" (n. 26). Explica que el verdadero rostro de la parroquia es "el ‘misterio’ mismo de la Iglesia presente y operante en ella" [15]. Y, en último término, señala que "la parroquia está fundada sobre una realidad teológica, porque ella es una comunidad eucarística. Esto significa que es una comunidad idónea para celebrar la Eucaristía, en la que se encuentran la raíz viva de su edificación y el vínculo sacramental de su existir en plena comunión con toda la Iglesia" [16].
El texto se cuida de añadir que la parroquia como estructura no basta para llevar adelante la misión de la Iglesia, y que debe ser flexible, complementarse con otras estructuras pastorales e instituciones y comunidades cristianas de carácter cultural, social, educativo, profesional, etc., que sirven también a la Iglesia local. La Exhortación argumenta diciendo que a muchos fieles no llega la cura pastoral ordinaria, por lo que "son necesarios muchos lugares y formas de presencia y de acción, para poder llevar la palabra y la gracia del Evangelio a las múltiples y variadas condiciones de vida de los hombres de hoy" [17].
c) Finalmente, el Catecismo de la Iglesia Católica, después de citar el Código, señala respecto a la parroquia: "Es el lugar donde todos los fieles pueden reunirse para la celebración dominical de la Eucaristía. La parroquia inicia al pueblo cristiano en la expresión ordinaria de la vida litúrgica, la congrega en esta celebración; le enseña la doctrina salvífica de Cristo. Practica la caridad del Señor en obras buenas y fraternas" (n. 2179). Por los términos que usa —"los fieles pueden reunirse"..., "expresión ordinaria de la vida litúrgica"— se ve que el Catecismo no ha querido limitar de modo absoluto la celebración dominical a las parroquias [18].
4. La analogía entre la parroquia y la Iglesia local
Esta analogía entre la parroquia y la Iglesia local es la que puede proporcionar una clave para discernir el significado del "quodammodo" que aparece con insistencia en nuestro tema. Decir que la parroquia es una realidad análoga a la Iglesia local es, ante todo, reconocer que la parroquia no es "la" Iglesia local, sino un elemento importante de ella. Esto es lo que queremos subrayar ahora.
En toda analogía hay una convergencia y una divergencia.
a) Parroquia e Iglesia local se parecen en que ambas son comunidades "localizadas" de fieles, signo e instrumento de comunión. La comunión que es la Iglesia se expresa y se realiza a través de la sacramentalidad, por lo que posee aspectos visibles e invisibles, humanos y divinos, estructurales y mistéricos. En este punto cabe recordar que la Iglesia local en cuanto realidad teológica no se identifica sin más e unívocamente con el conjunto de las estructuras organizativas de la diócesis, que están al servicio del misterio de la Iglesia "en ese lugar". Tampoco la parroquia se identifica con el edificio, las reuniones, o las estructuras que tienen su sede material en la parroquia, sino que éstas sirven a la comunidad de los cristianos que vive en el ámbito territorial que corresponde a esa parroquia, según el principio de que "la Iglesia no son las piedras sino los fieles".
b) Por otra parte, en toda analogía hay aspectos divergentes. Son fundamentalmente dos:
1) Mientras que la Iglesia local está presidida por el obispo, la parroquia está presidida por un presbítero. Ciertamente el párroco representa al obispo del lugar, quien preside (al menos) in mysterio toda celebración eucarística. En ese sentido también sería análoga a una Iglesia local cualquier celebración eucarística legítima, presidida por un presbítero, aunque no tenga la peculiar "cura pastoral" de la parroquia.
2) La relación de la parroquia con la Iglesia local no puede copiarse de la relación de la Iglesia local con la universal. La Iglesia universal no es la suma ni la federación de las Iglesias locales, sino el misterio de su comunión. Si se entiende la parroquia como el conjunto de fieles que participan directamente de las actividades parroquiales, es claro que la evangelización en y desde la Iglesia local transciende las actividades de las parroquias.
En suma, cabe entender la parroquia como una "imagen" de la Iglesia local —la imagen ordinaria o habitual—, apoyada en una analogía con fundamento teológico. Al mismo tiempo puede afirmarse que la parroquia no agota la riqueza de la Iglesia local, ni (entendiendo la parroquia como estructura) las formas de evangelización.
II. La eucaristía dominical en las parroquias
Tanto en los debates teológico-pastorales anteriores al Vaticano II, como en el Concilio mismo, en la teología que prolonga las cuestiones que ahí estaban presentes, y en los textos magisteriales que van asumiendo los mejores desarrollos de ese proceso, la relación entre la parroquia y la Iglesia local pasa necesariamente por la Eucaristía. Este aspecto debe conectarse con la memoria que la Iglesia posee desde los primeros cristianos por tradición apostólica, cuando la celebración eucarística en "el día del Señor" era el centro vital de la comunidad cristiana [19]. Hoy como ayer, gracias al mismo Espíritu Santo que unifica y vivifica la Iglesia, la capacidad significadora y evangelizadora de la Iglesia se centra en la celebración eucarística dominical.
Veamos, en primer lugar, cómo lo dicen tres documentos de la época inmediatamente posterior al Concilio Vaticano II.
1. Tres documentos del postconcilio
Los tres son documentos de naturaleza práctica-disciplinar.
a) La Instrucción Eucharisticum mysterium, de 1967 [20]: "Conviene fomentar el sentido de la comunidad eclesial, que se alimenta y se expresa de modo especial en la celebración comunitaria del domingo, sea en torno al obispo, principalmente en la catedral, sea en la asamblea parroquial, cuyo pastor hace las veces del obispo [21] (...) Sobre todo los domingos y los días festivos, las celebraciones que se hacen en otras iglesias y oratorios deben coordinarse con las celebraciones de la iglesia parroquial, para que sean una ayuda a la acción pastoral. Más aún, es útil que las pequeñas comunidades religiosas no clericales y otras del mismo género, sobre todo aquellas que desempeñan su actividad en la parroquia, participen esos días en la Misa en la iglesia parroquial" (n. 26).
En el número siguiente, al tratar de las Misas para grupos particulares (pro coetibus particularibus), se dice: "Para que la unidad de la comunidad parroquial, en los domingos y fiestas, florezca en la Eucaristía, las misas para los grupos particulares, como por ejemplo la asociaciones, celébrense, en lo posible, en los días feriales. Y si no pueden ser trasladadas a esos días, debe cuidarse de que sirvan a la unidad de la comunidad parroquial, insertando los grupos en las celebraciones parroquiales" (n. 27).
b) La Instrucción Actio pastoralis, sobre las Misas para grupos particulares, de 1969 [22]. Señala que especialmente en los domingos y fiestas de precepto "la asamblea litúrgica parroquial no debe ser privada del ministerio de los sacerdotes y de la participación de los fieles con el fin de promover la vida y la unidad de la comunidad" (ad vitam et unitatem commmunitatis fovendam) (n. 10).
c) El Directorio Ecclesiae imago, sobre el ministerio pastoral de los obispos, de 1973 [23]. En su n. 86 recoge literalmente como competencia del obispo las indicaciones del n. 26 de la Instrucción "Eucharisticum mysterium", ya citada.
2. La Carta encíclica "Dies Domini", de Juan Pablo II
Esta misma línea de pensamiento es la que sigue Juan Pablo II en su Carta apostólica Dies domini, de 31 de mayo de 1998. El contexto próximo es el del capítulo III: "Dies ecclesiae". El pasaje que nos interesa puede leerse como centro lógico del capítulo: se trata de los números 34 al 36:
a) La Eucaristía dominical (n. 34). En este punto el Papa cita un documento de indudable calidad teológica y pastoral: la Carta "Vicessimus quintus annus" (1988) [24], publicada con motivo del vigésimoquinto aniversario de la "Sacrosanctum Concilium", donde se explica el sentido de la reforma litúrgica promovida por el Vaticano II. Ese texto resume la visión del Concilio sobre la liturgia, diciendo que la liturgia es una epifanía de la Iglesia, es la Iglesia en oración [25] (cfr. n. 9). A continuación Juan Pablo II reafirma en Dies domini que "la vinculación con el Obispo —léase con el Obispo-cabeza de la Iglesia local— y con toda la comunidad eclesial es propia de cada liturgia eucarística, que se celebre en cualquier día de la semana, aunque no sea presidida por él". Por otra parte, la Eucaristía dominical, en cuanto que subraya con nuevo énfasis la dimensión eclesial de la Eucaristía, es "paradigma para las otras celebraciones eucarísticas".
b) El día de la Iglesia (nn. 35 y 36). En estos números —que se cuentan entre los más importantes del documento— el Romano Pontífice señala que "entre las numerosas actividades que desarrolla una parroquia, ‘ninguna es tan vital o formativa para la comunidad como la celebración dominical del día del Señor y de su Eucaristía’" [26] (n. 35). A renglón seguido recoge la invitación del Concilio a "trabajar para que florezca el sentido de comunidad parroquial, sobre todo en la celebración común de la misa dominical" (Sacrosanctum Concilium, 42). Recuerda la coordinación de las celebraciones eucarísticas con la de la parroquia, con referencia a la Instrucción Eucharisticum mysterium, en el pasaje citado por nosotros más arriba.
Quiere el Papa que las familias y los catequistas se esfuercen por educar en la participación en la Misa dominical. Además considera que en esas ocasiones "es normal que se encuentren los grupos, movimientos, asociaciones y las pequeñas comunidades religiosas presentes en ella" (n. 36). He aquí la razón: "Esto les permite experimentar lo que es más profundamente común para ellos, más allá de las orientaciones espirituales específicas que legítimamente les caracterizan, con obediencia al discernimiento de la autoridad eclesial" [27]. La consecuencia es clara: "Por esto en domingo, día de la asamblea, no se han de fomentar las Misas de los grupos pequeños". No se trata —advierte— únicamente de evitar que falten sacerdotes sino que "se ha de procurar salvaguardar y promover plenamente la unidad de la comunidad eclesial" [28].
En conclusión, estamos ante algunos principios teológico-pastorales que el Romano Pontífice enuncia, en continuidad con la conciencia que la Iglesia tiene de la naturaleza y la misión de la parroquia. En el contexto de los estudios actuales sobre la situación y el futuro de las parroquias [29], Juan Pablo II toma una dirección acorde con la tradición, con el Magisterio y con la teología contemporánea.
3. Consideraciones conclusivas
Nuestra reflexión desde los textos nos abre un camino integrador. En primer lugar, la parroquia, siendo clave para la manifestación de la Iglesia, no agota esa manifestación. En segundo lugar, la parroquia no debe olvidarse en favor de otras comunidades, grupos o movimientos. Cabe una síntesis que intente recoger los elementos que han ido apareciendo en estas páginas y los integre en una visión más completa.
En primer lugar, la terminología de los textos que hemos examinado matiza continuamente que la parroquia es "como" (velut) una célula de la diócesis; que el Pueblo de Dios vive "especialmente" (speciatim) en las comunidades diocesanas y parroquiales, y ahí se manifiesta "de algún modo" (quodammodo) ante las gentes. La parroquia es "suo modo", "en cierto sentido", imagen de la Iglesia episcopal. Los textos postconciliares de los años 1967-1973 muestran la preocupación por fomentar la vida y la unidad de la comunidad eclesial, en una época de contestación de la autoridad y de la doctrina, de desunión. Posteriormente, en un tono desde luego diferente, también se han observado otras tensiones más o menos comprensibles entre parroquias y movimientos. En Dies domini, Juan Pablo II sigue señalando la necesidad de subrayar la unidad de la comunidad eclesial, sin olvidar por eso la diversidad de expresiones y de ámbitos pastorales.
Hoy está claro que, en la medida en que se integran en la comunión, los grupos y movimientos no son un peligro para la unidad, sino que la expresan y renuevan, incluso con especial vitalidad. Felizmente, la situación contestataria del inmediato postconcilio ha decaído. Los movimientos son bienvenidos y apreciados, más aún, considerados en el horizonte de la "esperanza de la Iglesia".
En segundo lugar, no es cierto que la parroquia esté "superada". En la actualidad disponemos de un abundante análisis de los factores de cambio en la situación pastoral que se viene presentando desde hace décadas (fin del contexto de "cristiandad", crisis de la "civilización rural", constante movilidad de la población, necesidad de redefinir el "mapa" de las parroquias, etc). Este análisis —que sin duda habrá servido a los Padres del Sínodo Europeo en sus deliberaciones— pide el debido realce de la pluralidad de estructuras y servicios pastorales, pero esto no debe llevar a olvidar las parroquias, sino a potenciarlas. Importa decisivamente que la parroquia goce de "buena salud" como instrumento útil para afianzar la dimensión eclesial de la fe y la comunión, al tiempo que promueva la evangelización personal, y facilite el encuentro con la Iglesia en otras comunidades cristianas [30].
En varias ocasiones, leyendo la Carta Dies Domini de Juan Pablo II, he recordado una expresión del Beato Josemaría Escrivá de Balaguer, que usaba ya en los años treinta: "El domingo es para la parroquia y para la familia". Pienso que en ese consejo había una profunda captación de algo que la Iglesia "siente" como dimensión propia desde siglos: la centralidad de la celebración eucarística dominical, y el papel de las parroquias en la evangelización.
Al mismo tiempo, la visibilidad de la Iglesia la expresan los fieles también cuando están dispersos en la sociedad: en el seno de las familias, en el tejido de las relaciones laborales y en el tumulto de la ciudad. Y se alimenta en toda celebración eucarística dominical, protagonizada a la vez por la Trinidad y por la asamblea cristiana, para facilitar el encuentro entre los hombres y la acogida en la familia de Dios.
Por eso las capellanías de las escuelas y de los hospitales o los oratorios públicos, por ejemplo, tienen una función eclesiológica y pastoral análoga a la de las parroquias. Hay que superar la dialéctica del "esto sí pero lo otro no", y sumar todas las fuerzas disponibles ante el reto de la nueva evangelización.
En síntesis, la parroquia es portadora de una "representatividad oficial" del servicio que la Iglesia como tal ofrece a la sociedad. La "lógica de la Encarnación" pide que hoy más que antes ese "signo" se complete con otros "signos" de la Iglesia que provienen de comunidades cristianas muy diversas, donde también se exprese la vida de los cristianos y se llegue a personas que por distintas razones no irían quizás a las parroquias.
Cuando por los motivos que sean (escasez de sacerdotes, distancias excesivas, horarios difíciles, traslados por motivo de trabajo o de vacaciones, etc), los fieles no pueden asistir a las parroquias, parece lógico pensar que otras comunidades cristianas —que celebran legítimamente la Eucaristía— completen el entramado de los servicios pastorales.
Con todos sus recursos, a través del conjunto de sus estructuras y servicios pastorales, y del testimonio de los fieles en su vida ordinaria, la Iglesia es "signo vivo" de solidaridad y fraternidad humana y cristiana, local y universal. En la polifonía que conforman las comunidades cristianas, la Eucaristía dominical se hace sacramento de la Iglesia para el mundo.
Notas
[1] Cfr. J. R. Villar, Teología de la Iglesia particular: el tema en la literatura de lengua francesa hasta el Concilio Vaticano II, Ediciones Universidad de Navarra, Pamplona 1989, esp. pp. 345 ss., 486 ss.
[2] Los ponentes eran: F. X. Dander, W. Croce, K. Rahner, H. Kalhlefeld, J. A. Jungmann, R. Gutzwiller, I. Zangerle y J. Schascming). Las conferencias fueron recogidas en H. Rahner, (hrsg.), Die Pfarrei. Von der Theologie zur Praxis, Freiburg i. Br., 1956) y editadas en Francia en 1961.
[3] Cfr. J. Hamer, Bulletin d’ecclésiologie, "Revue des Sciences Philosophiques et Théologiques" 43 (1959) 339 s.
[4] Remitía al estudio de Fr. Houtart, Faut-il abandonner la paroisse dans la ville moderne?, "Nouvelle Revue Théologique" 77 (1955) 602-613.
[5] J. Frisque, La paroisse, centre d’évangélisation, "Paroisse et Liturgie" 45 (1963) pp. 593-599.
[6] Cfr. A. Aubry, Aux sources historiques de la paroisse urbaine, "Parole et Mission" 20 (1963) 35 s.
[7] P.-A. Liégé, La paroisse sera-t-elle missionnaire?, "Parole et Mission" 20 (1963) 39-54, p. 44.
[8] J. Zizioulas, L’Église locale dans une perspective eucharistique, en L’être ecclésial, Labor et Fides, Genève 1981, p. 185.
[9] Affanassief bebe en las fuentes de la eclesiología rusa representada por A. Chomjakov (+1860), S. Bulgakov (+1944) y G. Florovskij (+1979). A raíz de sus estudios sobre los Padres de la Iglesia —especialmente S. Ignacio de Antioquía y S. Cipriano—, Affanassief identifica a la parroquia con una Iglesia local. También serían Iglesias locales todos los pequeños grupos que celebran la Eucaristía en torno a un presbítero. Así, ejemplificaríamos hoy, serían Iglesias locales igualmente un convento de religiosas, un movimiento apostólico, una ordinariato castrense, etc. J. Zizioulas conoció la eclesiología eucarística de Afanassieff durante su estancia en el Seminario ortodoxo ruso de San Vladimir, New York, a través de Alexander Schmemann y, sobre todo, Jean Meyendorff. Ambos habían sido discípulos de Afanassieff en el Instituto Saint Serge de Paris. Vid. A. Maffeis, La Chiesa locale e l’Eucaristia. L’ecclesiologia eucaristica nella teologia ortodossa contemporanea, en AA. VV., La parrocchia come chiesa locale, Morcelliana, Brescia 1993, pp. 149-180.
[10] Cfr. J. Zizioulas, L’être ecclésial, o. c., pp. 18 ss,
[11] Vid. Sobre esta cuestión G. Concetti, La parrocchia del Vaticano II, Ancora, Milano 1967, pp. 37-48; F. Coccopalmerio, Il concetto di parrocchia nel Vaticano II, "La Scuola Cattolica" 106 (1978) 123-142; F. G. Brambilla, La parrocchia nella Chiesa. Riflessione fondamentale, "Teologia" 13 (1988) 18-44; R. Tononi, La parrocchia come chiesa locale nel Concilio Vaticano II, en AA. VV. La parrocchia come chiesa locale, 1993, o. c., pp. 83-115.
[12] Para un análisis pormenorizado de lo que aquí sólo se apunta, vid. R. Tononi, o. c.
[13] Cfr. AS III/8, p. 93.
[14] "En cada una de las asambleas locales de los fieles (los presbíteros) hacen de algún modo [quodammodo] presente al obispo" (LG 28). Esto puede verse como un reflejo, a nivel de la relación presbítero-obispo, de lo que SC 42 afirma sobre la "representatividad" de las parroquias respecto de la Iglesia de Cristo. La relación oficial explicó que con la expresión "asambleas locales de fieles" el texto se refiere sobre todo a las parroquias, pero sin intención de excluir otras formas de comunidades de fieles. Por eso se dice "local" y no parroquial (cfr. AS III/8, p. 100).
[15] "La parroquia -sigue el texto- no es principalmente una estructura, un territorio, un edificio; ella es ‘la familia de Dios, como una fraternidad animada por el Espíritu de unidad’ (LG 28), es ‘una casa de familia, fraterna y acogedora’ (Catechesi tradendae, 67), es la ‘comunidad de los fieles’ (CIC, can. 515 par.1)" (CFL, 26/3).
[16] Ibid.
[17] Ibid.., 26/6, 26/7. Tratando del compromiso apostólico en relación con la parroquia, alude en concreto a la complementariedad de los ministerios y carismas según una "eclesiología de comunión" (27/2).
[18] Vid. También los nn. 2226 y 2691, donde, sin dejar de destacarse el lugar de la parroquia, se trata de la colaboración de los padres de familia en la educación de la fe, y de la importancia de la familia, de los monasterios y de los santuarios como lugares de oración.
[19] Cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, nn. 1166-1167, 2177-2178. Juan Pablo II, Dies domini, passim, esp. nn. 1, 6, 29 ss.
[20] Sagrada Congregación para el culto divino, Instrucción "Eucharisticum mysterium", sobre el culto del misterio eucarístico, 25.V.1967, AAS 59 (1967), 539-573; rep. "Notitiae" 3 (1967) 225-260.
[21] Remite a SC 41 s., LG 28, PO 5.
[22] Sagrada Congregación para el Culto Divino, Instrucción "Actio pastoralis", sobre las Misas para grupos particulares, 15. V. 1969, AAS 61 (1969) 806-811; rep. "Notitiae" 6 (1970) 50-55.
[23] Sagrada Congregación para los Obispos, Directorio "Ecclesiae Imago" sobre el ministerio pastoral de los obispos, 22. II. 1973, rep. "Enchiridion Vaticanum", vol. 4, Edizioni Dehoniane, Bologna 1978, 1991, n. 2071.
[24] Juan Pablo II, Carta apostólica Vicessimus quintus annus, 4. XII. 1988.
[25] Cfr. Ibid, n. 9.
[26] La cita interna procede del Discurso al tercer grupo de Obispos de los Estados Unidos de América (17. III. 1998).
[27] Remite a la Exhortación ap. Postsinodal "Christifideles laici" (30.XII.1988), 30.
[28] Vid. Instrucción de 1969 sobre las misas para grupos particulares, ya citada, n. 10.
[29] Vid. A. Borras, Mutations pastorales et remodélage paroissial, "Esprit et vie" 108 (1998) 529-546.
[30] Vid. CONFERENCIA EPISCOPAL FRANCESA, Proposiciones para la práctica eclesial del domingo, 1992; CONFERENCIA EPISCOPAL ESPAÑOLA, Instrucción pastoral sobre el Sentido evangelizador del domingo y de las fiestas, 1992; Instrumentum laboris para el Sínodo de los Obispos Europeos, 1999, n. 46; Exhort. ap. Ecclesia in America, 1999. n. 41; Exhort. Ap. Ecclesia in Asia, 1999, nn. 25 y 47.
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Construyendo perdón y reconciliación |
El perdón. La importancia de la memoria y el sentido de justicia |
Amor, perdón y liberación |
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