Benedicto XVI, antes Josep Ratzinger
Josep Ignasi Saranyana
Diálogos Almudí, 2006
Mi intervención la han titulado ¿Cómo es Benedicto XVI? Yo lo había puesto de otra manera, pero encaja perfectamente con el título que ha aparecido en la invitación. Había sugerido Benedicto XVI, antes Joseph Ratzinger. Es bueno, en estos momentos que inauguramos un pontificado, dirigir la mirada sobre la trayectoria del Santo Padre antes de su elección, y contemplar con verdadero asombro cómo la divina providencia ha preparado al Santo Padre, durante muchos años, para la misión que tenía que ocupar a partir del año 2005. Y en esta preparación hay detalles que realmente sorprenden.
He dividido la vida del Papa en una serie de apartados que voy a repasar con rapidez, porque son ya conocidos por ustedes, aunque quizá no hayan tenido oportunidad de contemplarlos en conjunto, es decir, de un modo orgánico.
Recordemos, en primer lugar, que su ordenación sacerdotal fue en el mes de junio del año 1951 [1]. De inmediato fue destinado a una tarea parroquial en Múnich, en la Iglesia de la Preciosa Sangre de Cristo (Heilig Blut), donde estuvo de septiembre de 1951 a septiembre de 1952. Este trabajo le marcó mucho. Allí se ocupó de la pastoral de juventud, encargado de dar unas conferencias a los jóvenes, como unas clases de formación religiosa, que Ratzinger preparaba con cuidado, y que después dieron lugar a una pronta publicación (en 1958), con el título Los nuevos paganos y la Iglesia. Estas conferencias revelan la preocupación que sentía el futuro Papa, en la inmediata posguerra de la guerra mundial, por la formación de la gente joven. Téngase en cuenta que Alemania había pasado la durísima etapa del nazismo, entre 1933 y el final de la Segunda Guerra Mundial, en 1945. La joven generación, que había sobrevivido de alguna forma a la Guerra Mundial, había recibido muy poca formación cristiana, aunque estuviesen bautizados tanto los católicos como también los luteranos. Ratzinger advirtió en aquel momento, cuando era todavía un recién ordenado, que el objetivo pastoral prioritario era impartir a los jóvenes unos fundamentos intelectuales católicos que les facultasen después para desarrollar, de un modo armónico, su vida cristiana. Acabado este periodo tan breve de vida parroquial, el Ratzinger comenzó su larga etapa académica.
La etapa académica del Papa corre entre el año 1952 y 1977. Son veinticinco densos años, que el recuerda con gozo y añoranza. Primero tuvo que hacer su tesis doctoral. Después vino su tesis de habilitación para la docencia, que es un paso académico que exige la Universidad alemana. Ganó una primera cátedra en el seminario diocesano de Frisinga, una cátedra de nivel medio, porque todavía no era universitario. En 1959 consiguió ya la primera cátedra universitaria (de Teología fundamental) en la Universidad de Bonn. A ésta seguirían otras tres cátedras, todas de Teología dogmática: Münster en Westfalia, Tubinga y Ratisbona. Estos veinticinco años tienen un momento estelar, de 1962 a 1965, en que Ratzinger intervino en el Vaticano II, primero como perito personal del cardenal Joseph Frings (Colonia) y después, a partir de 1963, como perito-teólogo del Concilio.
Acabada la carrera académica en 1977, comenzó la etapa de pastor de la Iglesia. En 1977, sorpresivamente Pablo VI le designó arzobispo de Munich. A las pocas semanas fue creado cardenal. En Munich estuvo unos cuatro años, al cabo de los cuales Juan Pablo II lo llamó a Roma el 15 de octubre de 1981. Es bueno recordar que los grandes gobernantes, y Juan Pablo II lo era, tienen una rara intuición para descubrir a los buenos colaboradores. (Los pequeños gobernantes, la gente de poco nivel, procuran en general elegir colaboradores que valgan menos que ellos, para que no les hagan sombra. Los grandes gobernantes suelen elegir a colaboradores que valgan tanto o más que ellos).
Parece ser que el conocimiento mutuo se ahondó durante la primera visita pastoral que el Papa Juan Pablo II a Alemania en el año 1980, con motivo del centenario de San Alberto Magno [2]. Tuvieron allí una serie de conversaciones. El actual Benedicto XVI no sabe polaco, con lo que la lengua de comunicación debió ser el alemán, que Juan Pablo II hablaba bien, y da la impresión de que, desde ese momento el Papa se quedó con la idea de fichar para el puesto clave de la Iglesia a aquel arzobispo joven que estaba en Munich. Y efectivamente Ratzinger se incorporó como prefecto el 25 de noviembre de 1981, cuando Juan Pablo II estaba convaleciente todavía del grave atentado que había sufrido en mayo de ese mismo año. Y en Roma ha estado hasta el año 2005, en que ha empezado su etapa como Pontífice.
Podemos decir, recapitulando: un solo año de labor pastoral como sacerdote de a pie, como vicario de una parroquia, dedicado a la pastoral juvenil; veinticinco años dedicado a la vida académica como profesor universitario del máximo nivel, muy preocupado por la formación de sus estudiantes (durante los cuales, cuatro largas temporadas en el concilio); cuatro años y medio de arzobispo de Munich; veinticinco años como prefecto de un dicasterio romano; y, desde abril pasado, unos meses de Romano Pontífice [3].
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¿Qué conclusiones podemos sacar de este itinerario?
Primera conclusión: un sacerdote piadoso. El Papa tenía fama ya en su época profesoral de teólogo piadoso. Les ruego que consideren mis palabras muy lejos de toda adulación. Contaré una anécdota, que conviene interpretar en su verdadero contexto, es decir, sin indebidas extrapolaciones, para no sacar consecuencias improcedentes. Una vez, en los años setenta, pregunté a una colega alemana, buena historiadora de la teología: "¿Qué tal es el cardenal Ratzinger?" Todavía no lo había conocido personalmente. Recuerdo que la colega me dijo: "Oh, el Profesor Ratzinger es un teólogo piadoso, predica todos los domingos". He aquí una anotación precisa que ubica correctamente la figura del teólogo Joseph Ratzinger. Era una forma de señalar su implicación en la vida sacerdotal.
Muchos profesores alemanes, aunque fuesen sacerdotes, estaban en aquella época metidos por completo en la actividad académica, con poco interés por determinadas prácticas de piedad; quizá con poco interés por predicar los domingos y en otras ocasiones. En ese contexto, Ratzinger pasaba por ser una persona de vida espiritual fuerte. Es lo que estamos advirtiendo ahora, cuando es ya Benedicto XVI. Han trascendido algunos detalles de su vida privada durante el pasado verano, en que descansó unas semanas en el Valle de Aosta. Hemos sabido que el Santo Padre se levantaba temprano; que rezaba largamente delante del Santísimo Sacramento y que celebraba la Misa antes de ponerse a trabajar; y que después laboraba toda la mañana hasta la hora del almuerzo.
Una vida de piedad y de trabajo no se improvisan, sobre todo cuando se alcanza ya una relativa madurez. Lo digo para que se vea la importancia de que un joven sacerdote adquiera hábitos de rezar, anteponiéndolos a las actividades de tipo intelectual. Juan Pablo II debió advertir, además de su valía intelectual, su vida de piedad, porque el anterior Papa también era muy rezador. Se cuenta, en efecto, que volaba una vez en helicóptero, en un traslado por el Brasil donde estaba de visita pastoral. Parece que en Roma había ocurrido algo relevante y que lo habían comunicado a un alto personaje de la curia vaticana que viajaba también en ese mismo helicóptero, un medio que, según me han dicho, es incómodo y marea muchísimo. Esa alta personalidad hizo varias tentativas de acercarse a Juan Pablo II para darle la noticia, mientras Juan Pablo II estaba metido en la lectura del Breviario, sin levantar la cabeza. Parece que ese personaje se inquietó un poco y que finalmente interrumpió al Papa. Entonces Juan Pablo II le contestó secamente: "Conviene esperar a que el Papa termine sus rezos". Bueno, creo que Juan Pablo II y Ratzinger eran los dos de la misma "escuela", aunque con temperamentos distintos. Esto constituye ahora una gran garantía para el mundo católico; es un buen aval que la cabeza, el Vicario de Cristo, no solamente tenga la gracia propia de su cargo, sino que esa gracia la haga compatible con una acrisolada piedad adquirida desde la adolescencia.
Segundo punto: un teólogo y pastor dialogante. Benedicto XVI es un buen intelectual; añadiría que es un intelectual de primera división, de alto nivel. Su calidad intelectual se manifestó desde primera hora y ha sido cultivada ininterrumpidamente. Su tesis doctoral, redactada con veinticuatro años, fue un excelente trabajo patrístico sobre San Agustín, señalado por su gran maestro Clemens Gottlieb Söhngen, amigo y valedor, catedrático de Teología fundamental en la Universidad de Munich, al que Ratzinger siempre ha guardado un agradecimiento grandísimo. Su tesis obtuvo la máxima calificación desde el primer momento. Como es conocido, su tesis de habilitación para la docencia –la segunda tesis doctoral que hay que hacer en Alemania para optar a una cátedra– tuvo un traspiés considerable. Finalmente fue aprobada y se publicó. Ahora es un libro clásico sobre San Buenaventura y la teología del siglo XIII. Como ustedes ya habrán oído, Bendicto XVI atribuye mucha significación al hecho de que esa segunda tesis tropezara con tantas dificultades, hasta el punto de serle devuelta y salvarse de milagro a última hora, con unos arreglos notables. Concede a este hecho a una importancia capital en su formación, porque le enseñó a sufrir y le preparó para hacerse cargo de la posición del otro.
Conviene que nos detengamos un poco en este episodio. Sus dotes de investigador estaban probados. Sus superiores del seminario diocesano de Frisinga lo sabían. Su valedor el profesor Söhngen estaba dispuesto a sacarlo catedrático de Universidad. Ratzinger era brillante, buen conocedor de las lenguas clásicas y del latín, familiarizado con la mejor tradición de la Iglesia… Sin embargo, cuando llegó la hora de la verdad, su tesis de habilitación no fue "entendida" por uno de los dos calificadores, el Prof. Michael Schmaus, que entonces era la autoridad indiscutible del mundo académico católico alemán. Ratzinger ha considerado siempre que esa incomprensión le enseñó a a ser siempre muy cuidadoso en la interpretación de las opiniones teológicas de los otros. A partir de ese momento se dio cuenta de que, si con tan buena voluntad era mal interpretado por Schmaus, él mismo no tenía el derecho a interpretar la opinión teológica de otro sin antes haber intentado hablar con él y ponerse en su propia situación. ¿Dónde hemos visto recientemente expresada esta actitud? La hemos visto en esa larga conversación, que ha durado toda una tarde y buena parte de la noche, que acaba de mantener con Hans Küng, a quien trata desde 1957, con quien no comulga en muchísimos puntos doctrinales, como ustedes pueden imaginar. Con todo, los dos han estado a gusto en Castelgandolfo en el pasado mes de agosto, en una larga velada que inicialmente estaba previsto terminase antes de la cena, y que ha continuado hasta muy tarde. Hans Küng ha salido encantado de la entrevista, aun cuando no se haya resuelto –al menos no ha trascendido nada al respecto– ninguna diferencia de fondo. ¿De qué se sabe que han hablado? Han tratado, según parece, del interés de Küng por encontrar una ética mundial. Como al Papa también está interesado por esta cuestión, han encontrado un tema de conversación… Habrán recordado también, supongo, de sus años de juventud, cuando los dos eran compañeros en la misma Universidad, y de tantas cosas más.
Amante, pues, del diálogo. Hay otra anécdota sobre este punto. Ustedes recordarán que Leonardo Boff tuvo un encontronazo en 1984 con el cardenal Ratzinger, entonces prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe. De oficio el cardenal Ratzinger tuvo que tomar una medida disciplinaria importante con respecto a Leonardo, imponiéndole como pena medicinal un año de silencio, a raíz de la publicación de un libro de Boff muy sesgado. Me refiero al famoso libro Igreja: carisma e poder, aparecido en 1981. Pues bien, los periodistas acudieron a Boff a raíz de la elección pontificia y le preguntaron: "¿Usted qué opina de la elección de Ratzinger?", esperando que Boff respondiera que era el hombre que le había perseguido y que le redujo a silencio durante un año, etc. Y Boff se limitó a recordar que era la única persona que le había echado una mano cuando lo necesitaba, siendo él estudiante en Munich; que fue el profesor Ratzinger quien le asesoró en la redacción de su tesis doctoral. De las palabras de Boff podía incluso deducirse que Ratzinger pagó de su bolsillo la publicación de la tesis o, al menos, contribuyó a ella [4]. En la edición de El País, de 6 de julio pasado, se afirmaba que entregó 14.000 DM a Boff para que editase inmediatamente su trabajo doctoral. Pasados algunos días después de la elección del nuevo Romano Pontífice, las afirmaciones de Boff ya no han sido tan corteses. En todo caso, nmeditamente su trabajo doctoral. Media; implica dinamitar el complejo antirromano de los alemala idea que algunos medios han querido "fabricar" artificialmente, tildándole de persona intransigente y no dialogante, no responde a los hechos; no es este su talante, y no lo es desde el primer momento: siempre ha buscado el entendimiento.
Me gustaría contarles una tercera anécdota, vivida personalmente. A mediados de febrero de 1981 tuve la suerte de ser recibido en su casa de Múnich, que era entonces el palacio arzobispal. Me había invitado a cenar su hermana María Ratzinger. María era una mujer extraordinaria. Su muerte, hace unos quince años, supuso un golpe durísimo para Ratzinger, pues los dos hermanos se querían mucho. Volvamos al recuerdo. Cuando acabamos de cenar, me invitó a ver el telediario. Al terminar me dijo, con cierta broma: "Vamos a ver qué libros tengo por aquí en la biblioteca…". Se dirigió a las estanterías de su gran biblioteca y sacó un volumen, un libro mío que le había enviado hacía poco, una o dos semanas antes. Y me comentó: "Usted dice aquí de mí…". Es significativo, a mi entender, que un teólogo ya consagrado, con notoria fama mundial, cardenal de la Iglesia católica, se hubiera tomado la molestia de ojear el libro primerizo de un joven colega; esta curiosidad y atención muestra –como ya insinué antes– una personalidad que busca el diálogo y que se interesa por las cosas de los demás. Tanto es así, que, como cuentan personas bien informadas, ha reservado una tarde a la semana, creo que la tarde del martes, para estudiar, para leer lo último que se ha publicado, para preparar a conciencia sus textos; es una tarde en la que no quiere ver ni siquiera a su secretario… Si esto es una actitud arrogante, como algunos injustamente han señalado, si esto es una actitud no dialogante, si esto es una persona encerrada en posiciones, juzguen ustedes...
Tercer punto: un eclesiástico con experiencia de gobierno. Los veinte años que ha pasado en Roma le han dado una gran experiencia de gobierno en la Curia y un gran conocimiento de los problemas de la Iglesia universal. Es cierto que los importantes asuntos los decide siempre, en última instancia, la Secretaría de Estado con el Santo Padre; sin embargo, de oficio corresponden muchos asuntos directamente a la Congregación de la Doctrina de la Fe, y está previsto, además, que se pida el voto de esta Congregación en muchos temas que directamente competen a otros Dicasterios. Es más, las cuestiones más delicadas de la Iglesia no pueden despacharse nunca si antes no lo ha visto el prefecto de la Congregación de la doctrina de la fe. Por ejemplo, no se puede nombrar un obispo sin que haya estudiado el expediente el prefecto de la Congregación de la Doctrina de la Fe; no se puede tramitar la secularización de un sacerdote si antes no ha dictaminado el prefecto de esa Congregación; ningún Discasterio puede publicar un documento doctrinal sin antes haberlo pasado por el despacho de esa misma Congregación; no se puede cambiar la legislación sobre asuntos especialmente delicados, si previamente no los ha informado la citada Congregación. Se puede decir que por ese despacho circula todo, o casi todo. El prefecto de la Fe es siempre persona especialmente informada. Benedicto XVI tiene, por ello, una visión muy amplia de la Iglesia, aunque quizá no tuviera, en el momento de ser elegido, la "visión política" del Secretario de Estado.
Lo que acabo de señalar vale para el día a día del gobierno; para los expedientes de trámite ordinario y extraordinario. Vale también para los debates doctrinales. El prefecto de la Fe está situado, en efecto, en una atalaya excepcional para pulsar el curso de las ideas en todo el orbe católico, y no sólo en él. En este plano, su ventaja sobre cualquier otro eclesiástico al servicio de la Santa Sede es notoria. Pues bien; Juan Pablo II ha publicado muchísimos documentos doctrinales, aunque no todos del mismo rango. Cualquier lector que compare entre sí textos de Juan Pablo II descubrirá que no hay un estilo homogéneo. Esto es normal en cualquier gobernante que tenga muchos compromisos públicos. Hay textos con un estilo más personal, de aproximación circular al núcleo de las cuestiones (como algunos dicen) y otros documentos lineales, casi cartesianos. Muchos tenemos la sospecha de que los documentos más lineales han sido preparados por algunos de sus más íntimos colaboradores, aunque, como es lógico, por iniciativa papal y publicados después con el visto bueno del Santo Padre. ¿Quién puede haber sido el colaborador discreto del Romano Pontífice recién fallecido, en asunto de una gran envergadura doctrinal?
Benedicto XVI acaba de hacer una afirmación que nos ha sorprendido a todos. A la pregunta de si él va a escribir mucho, ha contestado: "Ya se ha escrito demasiado y todo lo que tenía que escribirse ya se ha escrito. Ahora hay que ejecutarlo". Para un buen entendedor, que sabe leer entre líneas, el mensaje está claro. Algunos de los documentos más densos de Juan Pablo II están ya apuntados y a veces incluso desarrollados en la tesis doctoral, en la tesis de habilitación y en los documentos que Ratzinger escribió para el Concilio Vaticano II. Estos días he tenido que redactar un trabajo comparando las obras teológicas del teólogo Ratzinger con algunos documentos del pontificado de Juan Pablo II, y me ha parecido descubrir que muchos de las preocupaciones de Juan Pablo II responden a temas que el profesor Ratzinger había desarrollado en su primera época, como jovencísimo teólogo, incluso antes de ganar su primera cátedra universitaria, es decir, los años que transcurrieron entre 1951 y 1959 [5].
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Al cerrar esta panorámica de las virtudes espirituales y sacerdotales de Benedicto XVI, puedo hacerme la siguiente pregunta: ¿qué buscaban los electores del cónclave cuando procedieron a la elección? Buscaban probablemente un sacerdote piadoso, un buen intelectual, una persona con experiencia de gobierno en la Iglesia, un buen conocedor de los problemas más graves de la Iglesia universal, y un estrecho colaborador de Juan Pablo II. ¿Y quién reunía ese perfil? La respuesta parece bastante obvia.
Por eso cuando la prensa especulaba sobre quiénes podían ser, algunos se sonreían, porque no había más que un candidato claro o, en todo caso uno o dos más, que rápidamente quedaron descabalgados. Es evidente que el único hombre que podía salir era él. No se ha cumplido el aforismo romano de que "quien entra Papa sale cardenal"; en este caso entró en el cónclave un cardenal que se temía, incluso él mismo que podía ser elegido y que no lo deseaba. Es evidente que la suerte estaba echada de antemano.
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Paso ahora al último punto de mi intervención: las prioridades pastorales de Benedicto XVI.
Siguiendo un orden geográfico, podría decir que la principal preocupación del Papa es Europa, y concretamente la Europa en la que se ha cocido toda la cultura contemporánea. Pero no toda Europa, sino principalmente Centro Europa, el rectángulo de oro que va de Londres, hasta Berlín, de aquí a Viena (o Praga) y vuelve a París, para cerrarse en Londres. De ese rectángulo ha salido todo lo que ha marcado la cultura contemporánea, todo absolutamente. De ahí salieron Lutero, la Ilustración, los grandes movimientos revolucionarios europeos… ¿Quién puede dialogar con esta cultura tan poderosa y rica? Solamente puede dialogar con conocimiento profundo y no superficial, una persona que se haya formado en ese mismo ambiente y que tenga la adecuada formación intelectual. El Papa habla un alemán precioso, posee inglés fluido. Edward Schillebeekcx, conocido teólogo dominico de habla flamenca, ahora ya anciano (nació en 1914) y afincado en Holanda, fue llamado a la Congregación para la Doctrina de la Fe, hace algunos años, para mantener una larga conversación con Joseph Ratzinger sobre algunas de sus propuestas cristológicas. Cuando salió del despacho (no había querido comunicarse en alemán, aunque lo conocía bien, porque los flamencos y los holandeses evitan el alemán) señaló que no comentaría lo que había tratado con Ratzinger, cuyo inglés era perfecto. También habla francés, porque se atrevió a leer en francés su discurso de ingreso en la Académie Française, y hay que tener valor o hablarlo muy bien para atreverse ante los señores académicos del Instituto de Francia. Su italiano es, como han podido constatar desde el primer momento, florido y rico. Por tanto, podemos situar a Europa como una de sus prioridades principales.
El Papa ha subrayado, en su reciente viaje a Alemania del pasado mes de agosto (fíjense bien, porque el asunto es paradójico) que una de las tareas importantes de esta hora va a ser sostener el luteranismo. No es fácil que los luteranos se conviertan al catolicismo, a pesar de los pasos que se han dado recientemente, sobre todo con la Declaración conjunta católico-luterana, presentada en Ausgburgo en 1999 y posteriormente ratificada por la Santa Sede; pero, si se hundiese el luteranismo… se produciría un vacío terrible en Alemania, Escandinavia y en otros lugares. Es preciso tenderles una mano, sin humillar; no una mano de conversión (¡ojala!), sino una mano de apoyo, de la cual podrían salir muchas conversiones. Los alemanes (también los luteranos alemanes) han aceptado con agrado la elección del nuevo Papa, porque se han hecho el siguiente razonamiento: "Si un alemán puede ser Papa, es que se ha acabado la Segunda Guerra Mundial". El argumento es profundo, más de lo que se podría pensar a simple vista: supone un paso importante, implica la sutura de antiguos contenciosos europeos, que remontan a la Baja Edad Media y, sobre todo, al siglo de la Reforma; implica dinamitar el complejo antirromano de muchos alemanes. Todo ello es muy importante. Pero significa, sobre todo, que los alemanes (y también los luteranos alemanes) están dispuestos a escucharle.
Otra de las grandes prioridades del Papa va a ser China. Muchos recordamos la excelente interpretación que hace Anthony Quinn en la última escena de la película "Las sandalias del pescador", una película de 1968, basada en la homónima novela de Morris West. Esa escena presenta una entrevista del Papa, vestido de clergyman negro, con el líder de China en un gran escenario de civil. China es, en efecto, la asignatura pendiente de la Iglesia católica. Es un subcontinente de una calidad excepcional, de una cultura milenaria, en donde los católicos sólo hemos puesto pie, con mucha dificultad, y encima nos hemos peleado unos con otros (recuerden las polémicas del siglo XVII sobre los ritos chinos). China está dispuesta a abrirse al Vaticano, pero pone una condición, quizá la principal entre todas: que la Santa Sede se retire de Taiwan. Esto es muy difícil. Pero como la diplomacia vaticana es tan experta, estoy seguro de que la Santa Sede encontrará una fórmula. ¿Quizá una especie de nuncio para todo el Pacífico, con sede en Manila, que sea al mismo tiempo el representante vaticano en Taiwan, y que no tenga un título oficial en Taiwán, sino sólo un nombramiento indirecto? En todo caso, China es un asunto primordial. Rusia, en cambio, es asunto cerrado… por ahora.
Hay todavía un tercer objetivo pastoral, además de la vieja Europa y China. Voy a contar una anécdota sucedida hace muy pocos días. Como saben ustedes, los obispos de América Latina se reúnen una vez cada década, más o menos, en unas conferencias generales del episcopado latinoamericano. La primera fue en Río Janeiro en 1955; la segunda fue la mítica conferencia de Medellín en 1968 (inaugurada por Pablo VI); la tercera tuvo lugar en Puebla de los Ángeles, en 1979, abierta por Juan Pablo II; la cuarta fue en Santo Domingo en 1992, donde también estuvo Juan Pablo II. La quinta estaba prevista en Quito en 2005.
La Santa Sede comunicó a los obispos americanos que el Papa no estaba en condiciones de viajar a Quito, y sugirió que se trasladase a Roma, donde al Papa a lo mejor podría hacer acto de presencia (aunque ya se ha visto que tampoco habría sido posible). Fallecido Juan Pablo II y elegido Benedicto XVI, acudió a Roma la cúpula del CELAM para preguntar al Santo Padre: "¿Qué hacemos ahora, recuperamos Quito, seguimos con Roma, qué fecha mantenemos…?" Y en esa conversación el Papa hizo el siguiente comentario, del todo imprevisto: "¿Qué les parece a ustedes el Santuario de Nuestra Señora de Aparecida?" Perplejidad y sorpresa entre los que estaban allí. En Aparecida hay un santuario que se halla junto al río Paraíba do Sul, a 168 kilómetros de São Paulo, hacia el interior, donde se venera a la patrona del Brasil. Después el Papa añadió que podría ser en una época en la que no hiciera demasiado calor, quizá poco después de la Pascua. Finalmente la Conferencia ha quedado fijada para el mes de mayo de 2007.
Brasil es otro de los objetivos apostólicos primordiales del Santo Padre. Es el país con más católicos del mundo. Pero todo en Brasil es "movedizo". El problema es que son todos católicos, pero mañana pueden ser no se sabe qué. Y aquello hay que apuntalarlo. Y el Papa se toma muy en serio el Brasil desde que lo visitó a finales de agosto de 1982, para trabajar en una pequeña reunión de expertos, preparada por el CELAM, que tuvo lugar en Río de Janeiro.
Paso al cuarto y último punto de sus prioridades pastorales: los EE.UU. Hay también un detalle que lo demuestra. El único cargo que hasta ahora Benedicto XVI ha cubierto, cuando estamos ya a medios años de su elección, es el que él mismo ha dejado vacante el de prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Fue nombrado al mes de la elección. Por ahora, ha mantenido los demás cargos. De momento no ha cambiado a nadie, pero este cargo lo cubrió casi de inmediato. ¿A quién ha elegido para ocupar ese cargo de tanta responsabilidad que él ha dejado libre? Al arzobispo de San Francisco, William Joseph Levada, que tan bien conoce lo que pasa en los Estados Unidos. Levada ha sido el único obispo norteamericano que ha colaborado directamente en la redacción del Catecismo de la Iglesia Católica [6].
Estas cuatro áreas que he dicho, que se corresponden a cuatro inquietudes actuales: Europa (donde hay que ir a una nueva evangelización), China (que es la asignatura pendiente de la Iglesia), Brasil (porque es el país con más católicos del mundo, y es un mundo que hay que apuntalar) y Estados Unidos (porque algunos sectores de aquel riquísimo país se podrían corromper en un próximo futuro).
Y junto a esto, hay dos prioridades de carácter universal: recuperar el esplendor de la liturgia, y apuntalar y fomentar vocaciones sacerdotales y a los institutos religiosos. Probablemente el Papa entrará también el asunto de la preparación intelectual del clero. Con todo esto tienen ustedes una semblanza bastante amplia, a mi modo de ver, de Benedicto XVI, antes Joseph Ratzinger. Su pontificado será corto, por ley de vida, pero será brillante.
Notas
[1] Cfr. la autobiografía Joseph RATZINGER, Mi vida. Recuerdos (1927-1977), trad. cast., Ediciones Encuentro, 1997; también Pablo BLANCO, Joseph Ratzinger. Una biografía, EUNSA, Pamplona 2004.
[2] Josep-Ignasi SARANYANA, Alberto Magno, Doctor Universal, en "Nuestro Tiempo", 318 (1980) 23-24; ID. Joseph Ratzinger: De Munich a Roma, en "Nuestro Tiempo", 333 (1982) 44-45.
[3] Esta conferencia tuvo lugar el 20 de noviembre de 2005. N. de la R.
[4] La tesis fue dirigida por Leo Scheffcyk, fallecido el 8 de diciembre de 2005, siendo cardenal.
[5] Se refiere a un estudio ahora ya publicado: Josep-Ignasi SARANYANA, Los escritos universitarios del joven Ratzinger (1951-1962), en "Anuario de Historia de la Iglesia", 15 (2006) 27-42. N. de la R.
[6] Ha sido creado cardenal en el consistorio de 24 de marzo de 2006. N. de la R.
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