y una opción de libertad
María Calvo Charro
Profesora titular de Derecho Administrativo. Universidad Carlos III de Madrid.
“Nada hay más poderoso que una idea a la que ha llegado su momento”. Víctor Hugo
Simposio Internacional "Familia, educación y género", Barcelona, 12-XI-2005
La educación diferenciada, es decir, la enseñanza separada de niños y niñas, constituye un modelo pedagógico moderno que está siendo utilizado en los países más desarrollados como herramienta para superar determinados problemas a los que la educación mixta, tras aproximadamente treinta años de experiencia, no ha sido capaz de dar respuesta.
Los beneficios que se desprenden de este modelo educativo son cualitativa y cuantitativamente merecedores de una detallada atención por parte de padres, autoridades y docentes. Académica y personalmente los resultados son, como regla general, óptimos. Y, al contrario de lo que se cree mayoritariamente, provoca un mejor entendimiento y respeto entre sexos opuestos, un ambiente más relajado y agradable entre los alumnos, mayores facilidades para el ejercicio de la docencia, unos resultados académicos espectacularmente mejores que los de las escuelas mixtas, mucha menor conflictividad y violencia, mejora la autoestima de los alumnos, favorece desde un punto de vista realista la verdadera igualdad de oportunidades y da respuesta a las peculiaridades concretas de los alumnos en cuanto personas, niños o niñas, en atención a sus problemáticas específicas.
Una educación diferenciada por sexos que supere el mito de la neutralidad sexual aportará ventajas evidentes. Entre otras, alcanzar mejor los objetivos educativos y culturales y abrir para los alumnos mayores posibilidades, ya que los docentes trabajarán con grupos más homogéneos, así como un desarrollo más armónico de la personalidad que sólo se puede lograr si se tiene en cuenta la diferenciación sexual, pues es una cualidad que debe ser desarrollada individualmente. No darle importancia a esta cuestión, reducirla a la relación sexual, es poner freno al desarrollo personal de los jóvenes.
La clave del éxito de la educación diferenciada, afirman los expertos, radica en el equilibrio entre el reconocimiento de la diferencia y la garantía de la igualdad de oportunidades entre sexos.
A pesar de las ventajas demostradas que ofrece este tipo de educación, en España está sufriendo una de sus mayores crisis.
q Es una educación minoritaria. Los colegios que la imparten no llegan ni siquiera al 1 % y, por supuesto, ninguno es público.
q Es una educación incomprendida y sobre la que existe una profunda ignorancia y desconocimiento. Aún cuando es una de las mejores herramientas para la emancipación de la mujer y la consecución de la igualdad real entre hombres y mujeres, sorprendentemente, todavía hay quien piensa que en los colegios sólo de niñas se las enseña a ser seres débiles y dependientes del hombre. Las niñas quedarían recluidas al ámbito privado (siendo por lo tanto discriminadas y desfavorecidas). Mientras en los colegios sólo de chicos éstos serían educados para triunfar en el ámbito público; dejando para las mujeres todo lo relativo a la familia e hijos (dándoles una educación contraria a la igualdad de oportunidades y a los tiempos).
q Es una educación criticada e incluso perseguida desde ámbitos gubernamentales. Se le atribuye ser discriminatoria y causante en gran medida de la violencia de género que sufre actualmente nuestra sociedad. Por ello, el Gobierno de algunas Comunidades Autónomas, como Extremadura, Andalucía, Castilla-La Mancha o Cataluña, entre otras, le niegan la posibilidad de obtener subvenciones públicas, es decir, le cierran la puerta al concierto educativo. También el Gobierno de
Sin embargo, en los países más desarrollados de nuestro entorno la educación diferenciada está experimentando un renacer con una fuerza que sólo estamos comenzando a percibir. Sus ventajas y desventajas están siendo analizadas en profundidad. En algunos de estos países la discusión y el análisis ha dejado ya paso a la adopción de medidas concretas, como la creación de colegios públicos “single-sex” o la separación dentro de un mismo colegio de clases de niños y clases de niñas durante determinadas edades. No estamos hablando de experiencias piloto sino de la implantación seria y definitiva de este modelo pedagógico, cuya fuerza arranca de sus propias ventajas demostradas empíricamente, al margen de ideologías, creencias o tendencias.
Alemania ha sido uno de los pioneros en la materia. En este país la educación diferenciada ha estado durante años prohibida en los colegios públicos. Sin embargo, en 1998, en los Länder de Berlín y Renania del Norte-Westfalia, por iniciativa de los socialistas y los verdes y con apoyo de los movimientos feministas, después de una seria investigación, se autorizaron las clases diferenciadas por sexo. También en 1998, la revista Der Spiegel, de tendencia socialista, se preguntaba en su portada “¿Constituye un error histórico la enseñanza escolar conjunta de chicos y chicas?” La brecha definitiva se abrió en el 2004 cuando la misma revista dedicó un reportaje monográfico a analizar la situación de las escuelas en Alemania. El Instituto Pedagógico de Kiel realizó un estudio en Berlín, Hamburgo y
En Gran Bretaña, la red escolar está formada por centros masculinos, femeninos y mixtos con la misma consideración. Como es sobradamente conocido, los más prestigiosos colegios son diferenciados. Existe en este país una tradición arraigada de este tipo de escuelas. Al respecto es destacable el estudio realizado por
En Francia la coeducación comenzó a cuestionarse seriamente a partir de la publicación del controvertido libro del sociólogo (especialista en temas de adolescencia, juventud y familia) Michel Fize “Las trampas de la educación mixta” (2003)(3). En él se expone cómo la coeducación en el país galo no ha conseguido asegurar la igualdad de oportunidades ni de sexos. Este libro ha abierto un encendido debate en la sociedad y entre los políticos franceses pues su autor es conocido por ser miembro del Centre National de
En Estados Unidos,
Según el corresponsal de Le Monde en Nueva York (9 de enero de 2003) las nuevas escuelas diferenciadas reciben un apoyo variado, desde republicanos a demócratas, pasando por neofeministas e investigadores progresistas(4). Esto ha provocado que para el 2005 el Ministerio de Educación haya anunciado su pretensión de aprobar una nueva ley por la que se obligará a las escuelas públicas a ofrecer programas diferenciados. La senadora republicana Kay Bailey Hutchinson, quien también promueve la iniciativa, ha declarado que “muchos chicos logran mejores resultados en centros de un solo sexo, libres de la distracción de las chicas. Y lo mismo tiende a ocurrir en los colegios femeninos, donde las chicas asumen más iniciativas y un mayor nivel de liderazgo”. Entre los demócratas, Hillary Clinton, que realizó sus estudios universitarios en uno de los 84 colleges femeninos de enseñanza superior, es una defensora convencida de las ventajas de la separación de sexos en la escuela.
En Suecia, la parlamentaria Chris Heister, presidenta de
En Suiza el debate sobre coeducación se reabrió en
En Nueva Zelanda, el Ministro de Educación, recientemente, ha creado un “think tank” para investigar las razones por las que los niños obtienen bastante peores calificaciones que las niñas en secundaria. Todo parece indicar que el menor rendimiento académico de los varones está íntimamente relacionado con el sistema de clases mixtas (The New Zealand Herald; abril 2005).
Escocia puede ser el siguiente en la lista. Las estadísticas del gobierno demuestran que el 55% de las chicas de menos de 21 años accedieron a la educación superior el año 2002-03, mientras que sólo el 42% de los chicos lo hicieron. El primer ministro de Escocia, Jack McConnell, ha decidido experimentar con clases de un solo sexo (Scotsman; 14/9/04).
En España, nuestro Gobierno, por su parte, ciego a esta imparable tendencia internacional, se esmera en intentar acabar con los pocos colegios que ofrecen este tipo de educación personalizada. En España, lo moderno es ir en dirección opuesta al resto de los países desarrollados, aunque ello suponga renunciar a una de las posibles soluciones a nuestro escandaloso fracaso escolar.
III. EL RECONOCIMIENTO DE LAS DIFERENCIAS ENTRE NIÑOS Y NIÑAS DESDE
Después de aplicar durante décadas el modelo coeducativo, habiendo puesto en este sistema –de forma loable- tantas esperanzas por conseguir la igualdad de oportunidades y el mejor conocimiento y respeto entre sexos, la realidad ha demostrado que esta meta no se ha alcanzado. Es cierto que la educación mixta sirvió para que las niñas se situaran en el mismo nivel que los niños en cuanto a exigencia escolar, es decir, currículum y materias impartidas, pero es también cierto que se ha producido un aumento significativo de la violencia en los colegios y un profundo desentendimiento entre los sexos que ha conducido, en último término, a constantes faltas de respeto y conflictos entre ambos. A esta situación debemos añadir un evidente aumento también del fracaso escolar.
Como consecuencia de esta situación, dejando de lado el miedo a ser tachados de políticamente incorrectos y siendo prácticos, debemos plantearnos si el ignorar las diferencias existentes entre niños y niñas y el empeño por imponer una igualdad radical habrá tenido que ver con este aumento de la violencia y del fracaso escolar.
Los estudios, estadísticas, informes y la propia experiencia de los docentes han llevado de forma inevitable a una respuesta tajantemente afirmativa, mantenida, como hemos visto, en muchos casos, precisamente por sectores de izquierdas. Los mismos que lucharon en su día con gran ímpetu por la imposición, en ocasiones radical, del sistema educativo mixto, reconocen hoy la necesidad de tener en cuenta las diferencias como una de las medidas, entre otras muchas, que será necesario adoptar para salir de la profunda crisis educativa en la que estamos sumidos.
Lo más interesante es que la existencia de diferencias entre niños y niñas ha encontrado su máxima demostración en los más reciente avances de la neurociencia. Las diferencias que ambos sexos percibíamos en nuestra convivencia en el trabajo, en casa, en las diversiones, en la forma de afrontar los problemas, en la familia, ya tienen una explicación científica. La explosión de investigaciones científicas y los avances de la técnica en los últimos diez años han dado lugar a interesantes descubrimientos sobre el cerebro humano y sus diferencias entre hombres y mujeres, tanto estructurales, como funcionales. Algo que hasta hace poco era una aberración para la biología es hoy una realidad empírica y objetiva.
De manera que podemos decir sin ningún temor a equivocarnos que estamos ante diferencias innatas. Es decir, no son sólo el resultado de unos roles tradicionalmente atribuidos a hombres y mujeres, o de unos condicionamientos histórico-culturales que nos hayan sido impuestos, sino que pertenecen a lo más íntimo y profundo de nuestra estructura cerebral.
En 1997, el doctor Milton Diamond, experto en el efecto prenatal de la testosterona sobre la organización cerebral, demostró que, incluso antes del nacimiento, los cerebros masculino y femenino son notablemente diferentes, cosa que influye en el modo en que el neonato percibe visualmente el movimiento, el color y la forma. El resultado es una predisposición biológica de los niños hacia juguetes típicamente masculinos y de las niñas hacia juguetes típicamente femeninos(5).
Stevens Rhoads, en su libro “Taking sex differences seriously” (2004), expone las conclusiones a las que ha llegado tras años de investigación y estudio, dando cuenta de las diferencias sustanciales que existen entre hombres y mujeres desde aproximadamente el sexto mes de gestación. Demuestra, por ejemplo, que la agresividad es más propia del sexo masculino, y que los hombres tienden más a competir, mientras que las mujeres prefieren cooperar. Hoy se sabe que, aunque el cerebro femenino pesa un 15% menos que el de los hombres, tiene regiones que están pobladas por más neuronas. Entre éstas la zona del lenguaje. Según una investigación de
La revista Time (march/7/05) en un artículo titulado: “La verdad real sobre el cerebro femenino”, afirmó que, gracias a las nuevas tecnologías de imagen del cerebro, sabemos que existen más diferencias reales entre los cerebros de hombres y mujeres de las que pudiéramos haber imaginado hace una década. De hecho la neurocientífica Sandra Witelson (famosa por la investigación realizada sobre el cerebro de Einstein en 1990) afirma con rotundidad que el cerebro es un órgano sexual, con diferente estructura según se trate de varones o féminas, lo que explica fenómenos tales como la más rápida mejora y recuperación tras un infarto cerebral en mujeres que en hombres.
Para complicar más el asunto, nuevos estudios de imágenes cerebrales de
En definitiva, no aprendemos a ser hombres o mujeres sino que nacemos hombres o mujeres. El estudio en bebés recién nacidos supone una fuente de información fundamental para la búsqueda de diferencias de origen esencialmente biológico, ya que los efectos del aprendizaje aún son muy pequeños. En este sentido, el Doctor Hoffman, de
En la misma línea, el pediatra Aldo Naouri, nos invita a fijarnos en cómo las niñas pequeñas en la sala de espera de su consulta o de cualquier otro hospital, corren deseosas de consolar o socorrer al niño o la niña que sufre o llora. Mientras que el niño de su edad aprovecha el momento para darle un buen mamporro impunemente al crío desconsolado o para arrebatarle un juguete, ellas inventan para él miradas, gestos y caricias, utilizando todo tipo de voces y palabras para alegrarle. ¿Es eso solamente una imitación de una madre?. A esta pregunta responde tajante: “Eso es lo que sostienen los negacionistas obstinados por la diferencia de sexos, esos que provocan la desgracia al acusar a la sociedad bienpensante de fabricar ese tipo de comportamiento, al tiempo que rechazan constatar una diferencia sexual fundamental... ¡que se crea en el mismo desarrollo embrionario!” (6).
Varones y mujeres somos pues diferentes incluso antes de nacer. La demostración científica y empírica de las diferencias cerebrales entre hombres y mujeres echa por tierra la teoría de aquellos que afirman que las distintas formas de pensar, de actuar, de reaccionar, abstracción hecha de las obvias diferencias anatómicas, no corresponden a la naturaleza sino que son el producto de la cultura de un país y de una época determinados, que les asigna a cada sexo una serie de características, estereotipos o roles(7).
El descubrimiento de que las diferencias entre hombres y mujeres son innatas tiene una importancia enorme de cara a poner freno a la tendencia feminista radical según la cual el sexo no pertenece a la naturaleza sino que es un producto de la libertad y cultura de cada ser. De manera que la inclinación sexual se podría incluso contraponer a la naturaleza. Pretenden dejar a la libertad de cada cual el tipo de “género” al que quieren pertenecer, todos igualmente válidos. Esto hace que hombres y mujeres, heterosexuales, homosexuales, bisexuales... sean simplemente modos de comportamiento sexual producto de la libre elección de cada persona. La identidad sexual puede “desconstruirse” y la masculinidad y feminidad no son más que “roles de géneros construidos socialmente”. Esta visión ha emergido con fuerza en los recientes encuentros patrocinados por las Naciones Unidas, en el Cairo (sobre población y desarrollo) y en Pekín (Cuarta Conferencia Mundial sobre las Mujeres), infligiendo a las mujeres un nuevo golpe en su identidad en cuanto tales mujeres, aunque afirmen que la finalidad es proteger su dignidad como personas. Mantienen pues que la socialización puede imponerse a la identidad biológica.
La educación mixta cuando se impuso, tanto en España, como en otros países, resultó un interesante instrumento educativo en busca de la igualdad de oportunidades. Y, de hecho, permitió grandes avances en este terreno. Especialmente en lo relativo a conseguir que las niñas recibieran una educación con idénticos contenidos y formas que los niños. Los grandes problemas se han manifestado sin embargo recientemente y se deben en gran medida a un factor puramente externo: el cambio de nuestra sociedad.
Hace décadas, cuando la educación mixta se instauró en España, la sociedad en general se atenía a una escala de valores respetados de forma general con naturalidad. Me refiero al valor de la familia como núcleo esencial de la formación de nuestros hijos y de la transmisión de valores y virtudes como la justicia, la generosidad, la obediencia, el respeto a los mayores, el cariño por los pequeños... Me refiero al acatamiento respetuoso de la autoridad (no al autoritarismo) de los padres y profesores. Me refiero al prestigio del esfuerzo personal, al reconocimiento de que para ser feliz hace falta muchas veces sufrir, por ejemplo, estudiando. Me refiero al bienestar interior que proporciona el deber cumplido. Me refiero al conocimiento de que se iba al colegio a estudiar y sólo en segundo término a divertirse... En estas condiciones los colegios mixtos no manifestaron más problemáticas que las propias que necesariamente se generan por la convivencia entre sexos diferentes.
Sin embargo, en la actualidad, la sociedad se caracteriza en términos generales por la ausencia total de valores, el desprestigio del esfuerzo personal, la crisis de la familia (su destructuración, la ausencia de los padres del hogar, las familias monoparentales, las parejas homosexuales...), la idea de que el colegio es un lugar de socialización y de diversión, la absoluta falta de autoridad de padres y profesores sustituida por la tolerancia ilimitada. A estos factores debemos sumar además la erotización del ambiente, favorecida en gran medida por los medios de comunicación. Y, en definitiva, la extendida regla del “todo vale” que -en palabras del pedagogo José Luis González-Simancas- hace que nada valga y que todo sea indiferente. Es en estas circunstancias cuando la educación mixta se convierte en un polvorín a punto de estallar.
Diversos estudios llevados a cabo por pedagogos, psicólogos, psiquiatras y demás profesionales(8), tras décadas de investigación y experiencia práctica, y las más recientes estadísticas e informes de organismos públicos y privados, nos llevan al reconocimiento de una serie de efectos ampliamente demostrados: el fracaso escolar ha ido en aumento progresivamente, especialmente el fracaso masculino; la violencia de género también ha aumentado alarmantemente; y la relación entre los sexos se ha hecho más complicada, conflictiva e irrespetuosa.
Otro dato importante a tener en cuenta es que estos problemas adquieren mucha mayor intensidad en los centros escolares situados en zonas de clase social baja o en colegios donde abundan minorías de otras razas o culturas.
1. – DESPRECIO POR LAS DIFERENTES FORMAS DE APRENDER DE NIÑOS Y NIÑAS. ASIMETRÍAS INABARCABLES PARA LOS DOCENTES.
Las diferencias entre chicos y chicas pertenecen al orden natural y biológico pero inciden de forma directa en su desarrollo personal, emocional e intelectual. Está ampliamente demostrado que el proceso de maduración es diferente entre niños y niñas. Estas maduran biológica y psicológicamente antes que aquellos. Esto a su vez viene determinado por las diferencias cerebrales que se dan ya desde el seno materno entre los distintos sexos.
El psiquiatra Jay Giedd, uno de los mayores expertos sobre el crecimiento del cerebro de los niños, miembro del U.S. National Institute of Health en Washington, ha demostrado que las partes del cerebro encargadas de las destrezas verbales, como escritura y lectura, maduran varios años antes en las niñas. La región de Wernicke, la parte del cerebro que coordina la función lingüística, es un 30% más pequeña en los hombres que en las mujeres.
En la misma línea, los neurocientíficos, Reuwen y Anat Achiron, gracias a las tecnologías actuales, han demostrado que simplemente realizando un escáner del cerebro, se puede distinguir claramente el cerebro femenino del masculino: el cerebro de una niña recién nacida está más maduro que el de un varón con idéntico tiempo de vida. De hecho, el cerebro de una niña de cuatro años equivale en madurez al de un varón de seis. Esta diferencia permanece hasta aproximadamente los treinta años, edad en la que alcanzan idéntico nivel de madurez. Y esto con total independencia de la cultura o la raza.
Esta diferente velocidad en la maduración de niños y niñas provoca a su vez diferencias palpables en el rendimiento académico de unos y otras. Se ha demostrado que el desarrollo cognitivo del varón es más lento en ciertos tramos de edad. Desde los 7 y hasta los 16 años las niñas rinden intelectualmente más (especialmente en el tramo de los
Pero los niños y las niñas son diferentes no sólo en sus ritmos de maduración. También lo son en intereses; juegos; aficiones; inquietudes; formas de socialización; forma de exteriorizar los sentimientos; formas de reaccionar ante idénticos estímulos... tantas cosas. Todo esto provoca que, en definitiva, sean diferentes también en sus formas de aprender. Diversos estudios y la propia experiencia docente nos muestra que lo que es correcto y bueno para las niñas, puede ser sumamente perjudicial para los varones y viceversa.
Los niños necesitan que exista competencia en las clases. Que haya un perdedor y un ganador. Por eso, la división de las aulas en equipos que compiten entre ellos para sacar la mejor calificación es un modelo óptimo para los chicos que se esfuerzan por conseguir que triunfe su equipo y aplastar al contrincante. Pero este sistema no sirve en absoluto para las niñas que, por el contrario, trabajan mejor ayudándose unas a otras. Les gusta colaborar, no olvidemos que son más empáticas y solidarias.
Los niños para estar atentos demandan cierta tensión con el profesor, que éste de algún modo les rete. Pero las niñas necesitan sentirse queridas por la profesora. En el varón predomina la búsqueda de independencia y el aprendizaje de poder o dominio. De ahí la mayor conflictividad latente con el profesor. Hay demostraciones científicas que avalan que el uso de cierta tensión y confrontación con los chicos les ayuda a mantener la atención en clase y a rendir mejor.
Mientras que las chicas precisan de la técnica contraria, conocida como “inducción” que consiste en el uso de métodos positivos que eleven su autoestima(9).
Los varones están mas interesados por las cuestiones objetivas (por ejemplo, datos o fechas concretas), mientras que las niñas lo están por las cuestiones subjetivas (acontecimientos).
Para los niños funcionan mejor las clases bien estructuradas en las que se “sientan vigilados”. Sin embargo, las niñas mejoran en ambientes más relajados.
Hay otras muchas diferencias entre sexos. A igual edad, los chicos son más impulsivos e inquietos; menos ordenados; se concentran menos; encuentran mayores dificultades para expresar sus sentimientos; muchos tienen problemas de disciplina. Muchos sobresalen en agresividad, nivel de aspiraciones, inadaptación escolar. Sin embargo, superan a las chicas en fuerza física y velocidad; perciben mejor el espacio y lugar que ocupan los objetos, teniendo más desarrollado el razonamiento abstracto (es decir, la capacidad de llevar algo real a algo simbólico representado por signos)(10). Además también las superan en valores políticos, técnicos y económicos(11).
En el plano afectivo las diferencias también son destacables. En ellas la delicadeza, la atención a los detalles y el énfasis que ponen en lo emotivo fundamentará más tarde su afectividad femenina. Las niñas son capaces de estudiar y comportarse bien en clase por cariño hacia su profesora a la que realmente quieren. Cosa que resulta impensable en los niños. Estos, en cambio, se caracterizan por la rudeza, dureza e insensibilidad, descalificando globalmente la vida afectiva que es percibida en esta etapa evolutiva como desprestigiada y hasta banalizada.
De aquí no debe concluirse que en el mundo afectivo del varón no haya lugar más que para la violencia, sino que en estas edades la ternura está como escondida y no hace nada por manifestarse. Más tarde en la etapa adulta aparecerá la ternura masculina aunque manifestándose de forma muy diferente a como acontece en las chicas.
Esta disparidad de maduración, capacidades, intereses y aficiones entre niños y niñas dificulta la tarea de los educadores, restándoles eficacia en su labor. La asimetría en lo psicológico es más que considerable. Si los niños y niñas están en la misma clase, señala el pedagogo Víctor García Hoz, y el profesor explica de forma muy razonada y analítica, las niñas se aburrirán, y si se explica de una forma más ágil y explícita, las niñas –más avispadas e intuitivas- lo captarán mientras que los niños no terminarán de entender.
A estas diferencias, digamos cerebrales, debemos sumar otra que salta a la vista: el desarrollo muscular de los chicos provocado por la influencia de la testosterona (la hormona masculina del crecimiento). Esto les hace mucho más proclives al movimiento. En los chicos el desarrollo continuo de su musculatura físicamente les conduce a realizar juegos muy activos y bruscos que sólo con otros chicos pueden compartir.
Son por lo tanto más inquietos, brutos y activos. Ni mejores, ni peores, tan solo maravillosamente diferentes. En los patios o recreos esto es algo que salta a la vista. Señala Michel Fize, que son lugares en los que se fomenta la “hegemonía masculina” pues los chicos se inclinan por actividades más violentas y cinéticas e imponen su dominio en un espacio limitado y reducido a las chicas (que prefieren los juegos más calmados)(12). Joanne Rodkey, directora de
Un estudio realizado por profesionales de la educación explica que mientras las niñas tienen suficiente con un descanso en la jornada escolar, los varones precisarían hasta ocho interrupciones. Estamos hablando, claro está de reglas generales, que por supuesto tienen sus excepciones, porque hay niñas que juegan igual que los niños y viceversa, pero por eso son precisamente excepciones.
En estas clases donde existen tantas variables emocionales, conductuales y evolutivas es complicado para el docente llegar por igual a todos. Y resulta utópico pretender que un profesor explique de dos formas diferentes simultáneamente.
Profesores de colegios mixtos norteamericanos afirman perder el 80% del tiempo de las clases salvando las crisis generadas como consecuencia de las diferencias de criterios y formas de pensar entre chicos y chicas.
2 - EXACERBACIÓN DE LOS ROLES MACHISTAS. EL AUMENTO DE
La maduración, más lenta en el caso de los varones, lleva a no pocos chicos a posicionar su rol a través de actitudes sexistas, de violencia machista, al no poder compararse académicamente con sus compañeras. Los chicos perciben de forma traumática que mientras ellos siguen siendo niños, las chicas de su edad aparecen ya como mujeres física y psíquicamente. No es extraño que las chicas sean objeto de insultos sexistas en los pasillos e incluso de acoso sexual físico o verbal. Los comportamientos estereotipados y discriminatorios están a la orden del día en los centros escolares mixtos. Los chicos tímidos tampoco salen ganando pues reaccionan normalmente retrayéndose y encerrándose en sí mismos, aislándose en sus relaciones con las chicas.
Según Nicole Mosconi, profesora de pedagogía en
En Austria, el Gymnasium Rahlgasse, instituto de secundaria famoso desde su creación por su trabajo en la emancipación de la mujer y que tiene como eje la consecución de la igualdad de oportunidades, tras una dilatada experiencia en educación mixta, llegó a la conclusión evidente de que este tipo de educación radicaliza los roles de género. Por eso, su actual directora, Heidi Schrodt, adoptó diversas iniciativas para separar en determinados cursos a los niños y las niñas.
3 - EL FRACASO ESCOLAR UN PROBLEMA MASCULINO. VARONES EN CRISIS.
Es un hecho que los chicos rinden menos que las niñas de su misma edad, muchas veces porque ellos mismos reducen su nivel de esfuerzo y aspiraciones al no sentirse capaces de competir con sus compañeras. También es cierto que son más indisciplinados –pues son más movidos, activos e inquietos, a causa, como vimos de la influencia que ejerce sobre su desarrollo muscular la testosterona-. Este mayor activismo de los varones hace de su educación una labor fatigosa y en las clases mixtas provoca una progresiva preferencia del profesor hacia las niñas (más obedientes, quietecitas y estudiosas). Los varones resultan más “incómodos” o molestos para el profesor. El 90% de los docentes no son conscientes de las diferencias entre sexos o no aplican medidas adecuadas para solucionarlas, exigiéndoles lo mismo, de idéntica forma a niños y niñas, en el mismo tiempo y pretendiendo obtener una misma respuesta por parte de ambos sexos. Se pretende que sean igual de puntuales, ordenados, constantes y tranquilos que sus vecinas de pupitre. Se quiere asimilarlos a las chicas, “más fáciles” para los docentes y esto es sencillamente imposible.
Se quiere implantar en las escuelas “el ideal femenino”: niños sentados en filas ordenadas, escuchando las lecciones en silencio y tomando pulcros apuntes. Muchas chicas destacan en tales tareas pero a los chicos no les va bien porque tienen otra forma de aprender(15).
Los niños, en estas circunstancias, resultan molestos para el profesor y se quejan de que son castigados con mayor frecuencia que las chicas sencillamente por “comportarse como chicos”(16). Mientras las chicas tienden a estar sentadas y atender, los varones necesitan tener algo entre las manos, moverse en la silla o levantarse(17).También en el recreo, en sus formas de jugar, los niños tienen unas preferencias específicas, se manifiestan con mucha más energía e impetuosidad que las niñas, tienden también en los juegos a imponer su voluntad por la fuerza corporal y provocan en su medio ambiente choques mucho más frecuentes que los que ocasionan las chicas. De este modo están más abiertos a la censura.
Estas características propias y normales de los niños, resultan exorbitantes para los docentes al compararlos con las niñas, lo que provoca a su vez una tendencia a criminalizar la conducta de los varones. Incluso en algunos casos se diagnostica a muchos varones el trastorno actualmente más estudiado en niños en edad escolar: el TDAH o trastorno de déficit de atención con hiperactividad. Cuando en realidad su único problema es el de ser varones, activos, enérgicos, competitivos y muy movidos, en clases compartidas con niñas más pausadas, tranquilas y disciplinadas. Este diagnóstico se soluciona con el suministro de un medicamento bien conocido actualmente: el Ritalín, nombre comercial de una droga (metilfedinato) que tiene un efecto “calmante” sobre los hiperactivos y que a medio plazo puede generar una peligrosa adicción(18).
En fin, se medica a niños sanos para que no expresen los rasgos propios de su sexo (inquietud, agresividad, rapidez, expresividad, emotividad...) y así se asimilen más a las niñas que son las supuestamente normales, por el hecho de ser más tranquilas y disciplinadas(19).
Esta falta de comprensión hacia las aptitudes de los niños y el no adaptarse a su peculiar forma de aprender está provocando un masivo fracaso escolar masculino, como reflejan las más recientes estadísticas e informes. En contra de lo que infundadamente piensa la mayoría de la sociedad, y como demuestran las estadísticas, son las chicas las que están arrasando en los colegios. Los chicos se quedan atrás. El chico tipo está un año y medio por detrás de la chica tipo en lo que se refiere a leer y escribir; está menos comprometido en el colegio; su comportamiento es peor y es más improbable que acabe realizando estudios universitarios. Lo que conduce a los chicos a una situación paradójica: convertirse en el sexo “vulnerable”, pues es el que sale perdiendo por el alto grado de fracaso académico que sufre en comparación con las chicas(20).
Datos del Departamento de Educación de los Estados Unidos y estudios recientes de algunas Universidades demuestran que, lejos de aparecer tímidas y desmoralizadas, las chicas de hoy ensombrecen a los chicos. Consiguen mejores calificaciones. Tienen aspiraciones educativas más altas. Siguen programas académicos más rigurosos y participan en clases de alto nivel en mayor porcentaje. Muchas más chicas que chicos estudian en el extranjero. En lenguaje técnico de los expertos, las chicas se comprometen más académicamente.
Con el comienzo del otoño han salido a la luz pública una serie de datos sobre nuestro sistema educativo que deberían movernos a la reflexión a todos, padres, docentes y políticos, por el elevado componente sexual que se esconde tras ellos y que, sin embargo, pasa desapercibido a los responsables de la educación en España. De la lectura del documento publicado por el Ministerio de Educación y Ciencia “Las cifras de la educación en España” (Edición 2005) y del Informe de
El porcentaje de jóvenes entre 20 y 24 años que completó al menos el nivel de secundaria en el año 2002 es de un 71,9 % de mujeres, frente a sólo el 58,2 % de los hombres. Por poner otro ejemplo, el porcentaje de alumnos que abandonó los estudios en el curso 2003 sin completar el nivel de educación secundaria y que no sigue ningún tipo de educación o formación alternativa es de un 36,1% de hombres frente a un 23,4% de mujeres.
Algunos países de nuestro entorno hace tiempo que son conscientes de este fenómeno. A principios de los años 90, el periódico londinense The Times advirtió de la posibilidad de dar lugar a una segunda clase de hombre sin habilidades y sin empleo. También The Economist se refirió a los chicos como “el segundo sexo” el día de mañana. El Departamento de Educación de Estados Unidos prevé, según sus investigaciones, que en el año 2011 se graduarán 140 mujeres por cada 100 hombres, un porcentaje aproximado del 60% de mujeres frente al 40% de hombres.
La revista Business Week, en mayo de 2003, publicó un preocupante artículo (“How the educational system bombs out for boys?”), sobre cómo los chicos están siendo marginados por el sistema educativo, frente a unas chicas que, en igualdad de edad, los superan en capacidades.
Le Monde de l´Education señaló, en un dossier dedicado al estudio de esta nueva problemática (2003), la preocupación de los sectores educativos por la inadaptación de los chicos. El fracaso escolar entre los chicos les hace padecer un complejo de inferioridad que a su vez provoca una difícil relación y aumenta la tensión con el sexo opuesto.
El International Herald Tribune (16 de octubre de 2005) se preguntaba “¿cómo podemos ayudar a nuestros niños en la escuela?”.
Los datos más recientes muestran un incremento cada vez mayor de esta tendencia, de manera que si no tomamos medidas al respecto la diferencia entre el éxito de las niñas y el fracaso de los chicos va a seguir creciendo progresivamente. El conocimiento de los resultados de las recientes investigaciones debería constituir una llamada de atención para los padres y docentes, para tratar de ser más justos con las aptitudes de los niños, sus peculiares características y sus tareas vitales específicas, en especial, a través de formas de docencia más adecuadas.
Ante esta situación lo que necesitan los varones es comprensión y ayuda para equiparase académicamente a las niñas, no que se les rescate de su masculinidad. La educación diferenciada es una forma de liberar a los niños de una competitividad entre sexos que no beneficia a nadie. Se trata sencillamente de aplicar el sentido común. Pero para ello es necesario superar las barreras ideológicas y reconocer la realidad de las distorsiones que presenta el sistema y que se agravan seriamente en centros escolares ubicados en zonas socialmente desfavorecidas.
Debemos tomar medidas sin miedo a ser políticamente incorrectos. La solución no está en mantener el discurso dogmático de la igualdad radical impuesta a martillazos, presionados por el miedo a ser demagógicamente tachados de retrógrados. Se sigue poniendo un gran énfasis en garantizar una igualdad uniformadora y masificadora (no tenemos más que leer el proyecto de Ley orgánica de educación) lo que nos lleva en dirección diametralmente opuesta a la solución del problema: el reconocimiento de las diferencias en el aprendizaje entre niños y niñas. El reconocimiento de que niños y niñas, hombres y mujeres son iguales… pero diferentes.
La igualdad radical parece haber agotado lo mejor de sí misma. Ahora hay que dar cauce a las diferencias, justamente para erradicar en lo posible la exclusión o las marginaciones y lograr así una auténtica igualdad de oportunidades. No estamos ante una masa informe de menores, seres asexuados de género neutro, sino ante niños y niñas para los que la tarea educativa debe ser una labor de filigrana similar a la que se desarrollaba con los códices medievales.
1 - MAYOR RENDIMIENTO ACADEMICO.
Diferentes estadísticas e investigaciones demuestran que los resultados en los colegios de educación diferenciada son considerablemente mejores que en los mixtos(21). Por ejemplo, el último informe sobre las escuelas de secundaria de Ontario (Canadá), realizado por el Instituto Frazer, constata que diez de los dieciséis centros con mejores calificaciones académicas ofrecen enseñanza diferenciada(22).
Esta mejora en el rendimiento y, en consecuencia, en los resultados académicos, afecta tanto a las niñas como a los niños. En relación con aquellas existen estudios que demuestran que las notas de chicas en colegios diferenciados llegan a ser hasta 1/3 más elevadas que las de chicas similares en colegios mixtos (estudio realizado por
Además varias investigaciones han demostrado, como señala Riordan, que el mejor rendimiento académico es mayor aún entre alumnos, tanto niños como niñas, que históricamente han estado en desventaja por motivos de raza, color o religión(23).
La subida en el rendimiento académico se debe a varios factores concurrentes. En primer lugar, adquieren mayor confianza en sí mismos y están menos distraídos (especialmente en la adolescencia). Pero otro factor determinante es que se aplican técnicas docentes adaptadas a las características y exigencias propias de cada sexo. El gusto por aprender mejora incuestionablemente cuando los contenidos de la educación se enmarcan en programas que tienen en cuenta las preferencias naturales resultado de la diversa conformación del cerebro masculino y femenino. Pero el mejor rendimiento académico se demuestra no sólo con frías estadísticas, sino con la propia experiencia de aquellos colegios que habiendo sido en un principio mixtos (alguno con larga tradición en coeducación), han decidido reconvertirse en colegios diferenciados. Podemos citar, entre otros muchos, el caso del Shenfield High School, en Inglaterra o el caso del Myrtle Avenue Middle School, en Irvington, New Jersey (USA). Ambos colegios, dado el fracaso escolar que estaban experimentando optaron por separar a niños y niñas en diferentes clases. Los resultados no se dejaron esperar. Sólo tras un año desde el cambio las calificaciones comenzaron a experimentar un considerable incremento. Y lo que es más importante, notaron un nuevo entusiasmo por aprender en sus alumnos y alumnas antes inexistente.
2 - MAYOR POSIBILIDAD DE ALCANZAR UNA IGUALDAD DE OPORTUNIDADES REAL
En relación con las niñas la separación de sexos en el colegio tiene una importancia esencial de cara a alcanzar posteriormente una igualdad real. Y esto porque, como diversos estudios reflejan, las chicas rinden más y mejor en asignaturas tradicionalmente masculinas cuando están solas(24). Está demostrado que en los colegios mixtos las niñas no optan por materias o actividades “típicamente masculinas” por miedo a ser rechazadas en el grupo o a no ser hábiles en las mismas. Por el contrario, en colegios sólo de niñas éstas se decantan con naturalidad por actividades como el fútbol y tienen mucho mejor rendimiento académico en asignaturas de ciencias.
En España este es un hecho evidente: actualmente el número de chicos titulados en ciencias, matemáticas y tecnología duplica al de mujeres. Y como demuestran los datos del Instituto Nacional de Estadística del año 2003, la opción científico-técnica es la más elegida por los hombres y la de ciencias sociales por las mujeres.
En Estados Unidos, en 1992,
En este sentido, podemos afirmar que la coeducación discrimina a las chicas pues salen perjudicadas en los aspectos más estrictamente académicos y en su preparación para el desenvolvimiento posterior en la vida social y profesional.
3 – UN CORRECTO DESARROLLO DE
Aquellos que pretenden la igualdad radical entre sexos, mantienen que una clase sólo de chicos o únicamente de chicas es peligrosamente artificial, ya que la escuela debe ser un espacio de socialización que facilite actitudes abiertas y libres.
Esta postura pudo ser válida en otra época (como de hecho lo fue en un momento en el que la mujer no estaba integrada en la sociedad) pero en la actualidad es cuanto menos absurda.
Es evidente que el ambiente de hoy es muy diferente al de hace unos años. Es preciso pues situarse en el contexto actual para proponer sistemas pedagógicos acertados, incluso cuando éstos no coincidan con la moda al uso, en especial, cuando tales modas son empobrecedoras para la persona. La educación separada pudo representar un problema para la integración social de niños y niñas en una época en la que la propia sociedad no era mixta, por la falta de incorporación de la mujer al mundo laboral, político y social en general. Pero actualmente suponer que un niño se va a “traumatizar” por ir a un colegio diferenciado es absurdo, máxime cuando los temas sobre el sexo opuesto han dejado de ser tabú y se hablan y comentan con naturalidad dentro de la familia (o al menos así debería ser, pues no se puede perder de vista que antes que alumno se es hijo y que los hábitos han de adquirirse en casa, pues donde un padre o madre no llegan no se puede esperar que llegue un profesor).
El Estado y la escuela no son padres y por eso no pueden satisfacer las necesidades emocionales o morales de los más jóvenes. La convivencia familiar es una enseñanza incomparablemente superior a la de cualquier razonamiento abstracto sobre la tolerancia o la paz social(25). Como afirma William Bennett, la familia es el primer y mejor Ministerio de Sanidad, el primer y mejor Ministerio de Educación y el primer y mejor Ministerio de Bienestar Social (26).
Además el tiempo que el niño pasa en la escuela al año constituye un 15%. Les queda por lo tanto un 85% de tiempo para aprende a convivir con el sexo opuesto.
Podemos asegurar sin dudas que el equilibrio emocional del niño no se va a ver afectado por estar durante unas horas al día separado del sexo opuesto, con el que se puede volver a relacionar sin problemas ni trabas artificiales en horas extraescolares o los fines de semana.
En contra de lo que creen los defensores de la coeducación como único modelo aceptable, la convivencia temprana entre niños y niñas en las escuelas no mejora sus relaciones, ni las hace más fluidas, antes al contrario éstas se llenan de tensiones y conflictos. En este sentido son definitivas las palabras de Selon Claire, profesor de lengua en un colegio mixto de París: “en el colegio, la mixitud no aporta nada. Las relaciones entre niños y niñas consisten o en ignorarse mutuamente o en faltarse de forma absoluta al respeto”.
Un estudio del Departamento de Educación de Washington, demuestra que los chicos pierden el respeto a las chicas en los colegios mixtos. Y que por el contrario, la visión del otro sexo tiende a ser más positiva entre los alumnos de escuelas diferenciadas. Incluso la estabilidad emocional de algunos niños se ve afectada por la convivencia escolar constante con el sexo opuesto. Diversas investigaciones al respecto están dando cifras preocupantes de depresiones en niños y jóvenes que suelen manifestarse con un bloqueo en los estudios que nadie se explica.
En la adolescencia, etapa de convulsiones físicas y psíquicas, de incertidumbre e inseguridad, resulta beneficiosa la separación por sexos en las escuelas. La identidad personal, masculina o femenina, todavía no se ha constituido adecuadamente, les falta madurez, experiencia de la vida para saber integrar todos los elementos que están en juego en una relación interpersonal. La presencia del otro sexo en el colegio es un importante factor de dispersión porque les obliga a estar pendientes de parecer bien a sus colegas en lugar de centrarse en su propia personalidad sin complejos ni miedos.
La educación diferenciada ofrece a los adolescentes, en palabras de Aquilino Polaino, un “espacio libre de distracción”, libre de presiones que ayudan a la persona a madurar(27). En aulas diferenciadas, durante los complejos y convulsivos años de la adolescencia, chicos y chicas pueden comprender más fácilmente el papel de su propio sexo.
En una sociedad que padece una erotización exagerada, es necesaria más que nunca una institución donde sea posible tratar con serenidad la formación diferenciada de los muchachos y muchachas en función de la peculiar vida afectiva de cada sexo. Esta necesidad tiene especial importancia en la pubertad, cuando las tendencias sexuales se desarrollan rápidamente con el peligro de que en muchos casos pueda producirse desorientación, frustraciones y desviaciones psicológicas y conductuales. La ideología coeducativa ha traído consigo de hecho un aumento de la promiscuidad.
Los defensores de la coeducación mantienen que la escuela mixta es la fórmula más adecuada para educar en la convivencia. Sin embargo, la experiencia demuestra que el conocimiento mutuo, el aprendizaje compartido, el respeto y la tolerancia de lo diferente, son valores que la coeducación no ha sido capaz de proporcionar a pesar de que en un principio parecía ser la situación ideal para su fomento. El resultado ha sido más bien el contrario: agresividad, violencia machista, guerra de sexos. Y esto porque la mezcla de sexos no es la fórmula correcta. Es imprescindible una profunda labor educativa que es precisamente más complicada en la escuela mixta dada la variedad de situaciones de madurez y de desarrollo personales que se dan entre niños y niñas, así como por el aumento de tensiones que se produce en un aula no homogénea. Algunos sociólogos han llamado la atención en este sentido, advirtiendo que las intervenciones específicas para garantizar la convivencia acaban perdiendo su fuerza educativa(28).
4 - EL MAYOR BENEFICIO:
Pero sin lugar a dudas el mayor beneficio que puede aportarnos la educación diferenciada es simplemente la felicidad de nuestros hijos. ¿Qué tiene que ver la educación diferenciada con la felicidad?. Muchísimo. El hecho de que nuestros hijos vayan al colegio tranquilos, relajados, sin tensiones, contentos. Eso es lo realmente importante. Si esta situación previa se da, luego las buenas calificaciones llegarán por añadidura.
En los colegios mixtos muchas niñas, por desgracia, no saben lo que es ir tranquilas al colegio. En general, cuando son pequeñas, el mayor activismo y movimiento de los niños las perturba. Luego, en la época de la pubertad, el sentirse observadas de continuo por el sexo opuesto las distrae y hace que estén más pendientes de los demás que del desarrollo de su propia personalidad. Algunas viven estas situaciones como auténticos atentados a su pudor, una perturbación de su intimidad. El estar constantemente tratando de agradar a otros en vez de satisfacer sus propias y legítimas necesidades genera un elevadísimo grado de inseguridad en las jóvenes.
Esta situación tiene su reflejo en patologías como la anorexia, mucho más elevada en colegios mixtos. En la adolescencia, las chicas se obsesionan por la importancia de su físico frente a los chicos y dedican por ello gran atención a su aspecto personal en detrimento de otros ámbitos más importantes para su madurez. No sentirse atractivas día tras día ante sus compañeros masculinos puede conducirles a la depresión o a la anorexia.
A estas edades, las chicas trabajando codo con codo con un varón se pueden sentir muy vulnerables. Y esto dejando de lado casos extremos de violencia de género o acoso sexual que convierten para ellas el colegio en una auténtica pesadilla. Está demostrado que un alto porcentaje de las niñas que sufren algún tipo de acoso sexual optan por abandonar los estudios como solución a tan desagradable situación(29).
En la ciudad de Filadelfia (USA) acaba de salir a la luz una estadística en la que se demuestra que el 81% de las niñas entre los 7 y 18 años ha experimentado algún tipo de acoso sexual en su colegio. Porcentaje que ha sido corregido por
En España no nos libramos de estos supuestos. Casos que de estar protagonizados por adultos, darían lugar a penas privativas de libertad. El problema está en que, una vez que en la institución escolar se instaura el sistema mixto, las situaciones de “acoso” se aceptan como normales en este entorno, pues resulta muy complicado establecer límites o fronteras en el comportamiento entre chicos y chicas. Además los profesores no quieren convertirse en policías.
Tampoco nuestra regulación les permite ejercer su autoridad debidamente, ni la presión social, pues temen ser tachados de autoritarios, tiranos o retrógrados. De manera que, en último término, en la realidad, no pueden evitar estas situaciones que al final conducen a una promiscuidad injustificada y nada beneficiosa a tan temprana edad. Por otra parte, los maestros tampoco están formados para identificar cuándo las burlas e ironías se transforman en verdadera intimidación. Sin contar con que pesan sobre ellos otras obligaciones, responsabilidades y burocracia.
Otro hecho estadísticamente demostrado es que en los colegios mixtos los embarazos de adolescentes son mucho más frecuentes.
Situar bien la dimensión sexual es vital para el desarrollo equilibrado de la personalidad del adolescente. Relaciones o experiencias sexuales tempranas pueden conducir a rarezas o anomalías posteriores en la madurez. En estas circunstancias, afirma Michel Fize, forzarles a la coeducación no es otra cosa que violencia psicológica.
Para las chicas la separación es importante también de cara a la consolidación de sus amistades, pues está demostrado que en las aulas mixtas las niñas dejan de cooperar entre ellas (abandonando su empatía innata) y pasan a competir y a enemistarse. Un estudio etnográfico llevado a cabo por Eder, demostró que la presencia de chicos dificulta las amistades entre las alumnas. Estas luchan por ganarse la simpatía de ciertos chicos y entran en clara competencia con otras compañeras, rompiendo su amistad. Hacen uso de una violencia verbal (calumnias, difamaciones, murmuraciones, críticas...) que debilita su amistad. En presencia de los chicos, las niñas transforman su compañerismo en competitividad (31).
Por el contrario, el liderazgo, la autoconfianza de las chicas y la capacidad de mantener unas relaciones mejores con las compañeras y el profesorado, mejoran significativamente en centros exclusivamente femeninos(32). Cuando las chicas se encuentran en un ambiente predominantemente femenino (porque no hay chicos en el aula) hay una validación sin palabras de las normas femeninas y de sus consecuencias, entre las que destaca la facilidad para mostrar afecto y compasión(33).
Pero también los chicos salen beneficiados de la separación por sexos, pues se respetan sus propios ritmos biológicos y de aprendizaje. La separación refuerza su autoestima y les permite desarrollar mejor y más libremente sus capacidades.
Como señala Wolcott, “los chicos se distraen menos y se sienten más relajados y seguros. Por ejemplo, no tienen miedo a hacer preguntas “estúpidas” y se atreven a bromear con los profesores, cosas que no harían si hubiera chicas presentes. Pero quizá lo más destacable es que los chicos se liberan de los estereotipos masculinos y de la presión ambiental que les incita a mostrarse como “machos”(34).
Esto hace, por ejemplo, que en los colegios mixtos los varones apenas opten por las clases de francés por miedo a parecer ante sus compañeras como poco masculinos. Asimismo, en colegios sólo de niños, éstos mejoran en literatura o poesía, materias que suelen ser rechazadas por los chicos de colegios mixtos al considerarlas propias del sexo femenino. Evidentemente, es más eficiente aprender en un ambiente que, además del esfuerzo necesario para lograr el rendimiento académico adecuado, no exige un esfuerzo adicional para atender al rol permanente de imponerse al otro sexo.
Como explica un profesor de Belmont Hill, una escuela masculina de Massachussets, en los colegios para chicos los alumnos aprenden que hay muchas maneras de ser chico. Y además tienen tiempo de crecer a su propio paso, mientras que en la escuela mixta todo viene determinado por el ritmo más rápido y precoz de las chicas.
Además especialmente en la adolescencia, los jóvenes necesitan de modelos que les sirvan de referencia, que les acompañen en la aventura de buscar sentido a sus vidas y les trasmitan unos valores que les hagan hombres y mujeres del futuro fuertes y libres. Después de los años 90 se ha comprobado que uno de los motivos clave en el fracaso escolar es la ausencia de modelos con los que identificarse en aquellas familias sin padres, monoparentales o en las que los progenitores están constantemente fuera del hogar y desvinculados de la educación de sus hijos.
La identificación con personas adultas que les sirvan de modelos resulta más fácil en los colegios de educación diferenciada donde el profesorado suele ser también del mismo sexo, lo que favorece un contacto más sencillo y espontáneo(35).
Liberar a nuestros hijos de todos los posibles “efectos colaterales” de la coeducación supone incrementar su tranquilidad personal y, en consecuencia, su capacidad para ser más felices.
VI.
En nuestro país apenas el uno por ciento de los centros escolares son de educación separada y ninguno es público. Los colegios mixtos públicos son el modelo único y obligatorio, encumbrados sin, al parecer, demasiadas reflexiones o estudios que lo justifiquen. Mientras los países más desarrollados de nuestro entorno siguen la línea del reconocimiento fundado de la necesidad de aceptar las escuelas diferenciadas, como algo no sólo bueno, sino necesario, en beneficio de los niños y niñas, en España este es un asunto que no se puede ni plantear. Llevar a un hijo a un colegio diferenciado es como hablar de malos tratos a menores. En lugar de ser considerado como un derecho es visto como un hecho políticamente incorrecto, casi denunciable ante el Defensor del Pueblo.
Lo más llamativo es que, en los países citados, han sido precisamente grupos políticos de izquierdas los que mayor presión han ejercido a favor de la experimentación y posterior regulación de la educación diferenciada. Los mismos que hace aproximadamente veinticinco años consideraron necesaria la imposición de la educación mixta como requisito sine qua non para alcanzar la igualdad de oportunidades real entre hombre y mujer, son los que actualmente, a la vista del fracaso escolar generalizado y del patente desinterés de los jóvenes por los estudios, han decidido volver la cara hacia el modelo de educación diferenciada, darle una oportunidad a este sistema pedagógico y, en definitiva, ampliar las opciones de los padres en la elección del modelo de colegio deseado para sus hijos.
En España se sigue confundiendo igualdad con igualitarismo. Y se pasa por encima de consideraciones científicas, legales, de libertad ciudadana o simplemente de sentido común, en nombre de un “dogmatismo” que no beneficia a nadie.
Y así, con estos fundamentos, desde el ámbito estatal, el Gobierno tiene previsto aprobar en el 2005 una nueva Ley orgánica de educación, entre cuyos objetivos estará el de acabar con las ayudas públicas para aquellos colegios que separen por razón de sexo a los niños y a las niñas. Y esto porque, como afirmó el Consejo Escolar del Estado, es imprescindible “evitar la nefasta división del alumnado en función del sexo que practican determinados centros, algunos de los cuales son para colmo financiados con fondos públicos”.
Preocupantes son también las conclusiones a las que llegamos tras la detenida lectura de
Esta Ley, en su Capítulo I, dedica también parte de su articulado a la adopción de ciertas medidas en el ámbito de la educación consistentes todas ellas, en resumen, en incidir una y otra vez, de forma machacona, a todos los niveles educativos (infantil; primaria, secundaria, formación profesional....) en la necesidad de que el alumnado comprenda que hombres y mujeres son iguales, iguales e iguales. Incluso, en su art. 7, prevé que
Esto resulta especialmente llamativo cuando en países desarrollados se están impartiendo a los profesores cursos precisamente sobre las diferencias cerebrales de niños y niñas para mejorar la eficacia de su labor docente.
Las causas de preocupación no terminan aquí. Y esto porque el Presidente del Gobierno, con ocasión del día de la mujer trabajadora, se comprometió a aprobar la “Ley de Promoción de
Las afirmaciones categóricas condenatorias que el Gobierno está realizando sobre la educación diferenciada no sólo parten de la más absoluta ignorancia al respecto, sino que son además sectarias (pretenden indirectamente atacar a los colegios de religión católica), dogmáticas (son incapaces de reconocer las ventajas de este tipo de educación y cierran los ojos a los beneficios comprobados por estudios y experiencias comparadas) y profundamente irresponsables, pues pueden ocasionar serios perjuicios a miles de niños que hoy por hoy se benefician de este modelo educativo e impedir que otros accedan a él. Todo ello, abstracción hecha de la total falta de respeto que supone tal actitud hacia la libertad de los padres para elegir el tipo de educación que consideran mejor para sus hijos. El poder público no puede ignorar a esos miles de padres que desean la educación diferenciada para sus hijos. Es una postura totalitaria. ¿Es que acaso el Estado sabe mejor que los padres lo que conviene a nuestros hijos?
Llama la atención que un Gobierno que permite, en virtud del respeto a la libertad personal, ejercer la opción de casarse indistintamente con un hombre o con una mujer según sea la tendencia sexual de cada uno (Ley de “matrimonios” homosexuales), no permita, limitando hasta el extremo esa misma libertad personal, la libre elección de un tipo u otro de enseñanza.
La libertad de enseñanza, reconocida en el art. 27 de nuestra Carta Magna, establece un marco de libertad y no prima a un tipo de escuela sobre otra. Así lo reflejan los diversos pronunciamientos realizados al respecto por nuestra jurisprudencia.
El Tribunal Constitucional, en Sentencia de 27 de junio de 1985, reconoció que el derecho de los padres a elegir centro docente forma parte del núcleo o contenido esencial del derecho a la educación. Y el contenido esencial es aquélla parte del contenido de un derecho sin el cual este pierde su peculiaridad o, dicho de otro modo, lo que le hace reconocible como tal derecho (STC 11/1981).
Pero en España ese derecho de los padres es materialmente imposible de ejercer, en la medida en que no hay dónde elegir, pues todos los colegios públicos son mixtos. Estamos ante un absoluto totalitarismo educativo. Sufrimos la imposición de un monopolio estatal en materia educativa que soportamos estoicamente y que, sin embargo, cualquiera juzgaría intolerable si afectara a la prensa o a la información.
La realidad es que unos padres que deseen para su hijo un colegio diferenciado no tendrán más remedio que enviarlo a un colegio privado (que además, posiblemente nunca recibirá ayudas públicas por ser considerado por el poder público “discriminatorio”). Estos padres, además de pagar sus impuestos, tendrán que pagar el 100% de la educación privada de sus hijos. De esta manera resultan discriminadas aquellas personas de renta baja que no se pueden permitir el lujo de pagar un colegio privado y se les está imponiendo de forma obligatoria la coeducación como único modelo posible, porque se supone que es el único modelo democrático. Cuando lo realmente democrático sería dar la posibilidad de elegir libremente. Cosa que en España, hasta el momento es impensable.
Si la enseñanza diferenciada presenta ventajas ¿por qué reservarla únicamente a los hijos de padres que pueden pagar un centro privado?. O lo que es más grave, si
Estamos ante una clara y evidente conculcación de un derecho fundamental que además es susceptible de recurso de amparo ante el Tribunal Constitucional (de conformidad con el art. 53 de
La búsqueda del equilibrio le corresponde prescriptivamente al poder público por imperativo constitucional, pues el art. 27.1 CE da idéntico reconocimiento al derecho a la educación y a la libertad de enseñanza. No se trata de imponer modelos y mantener actitudes radicalizadas. ¿Es mejor la enseñanza diferenciada o la mixta? Para algunos lo será la diferenciada y para otros lo será la mixta. Lo importante, es que exista la posibilidad de decidir un sistema u otro con entera libertad. Se trata de debatir sobre qué es lo mejor para nuestros hijos, dar información a los padres y concederles el derecho, ahora negado, de elegir libremente una de las opciones. Está en cuestión la propia libertad de educación. Lo que en un Estado democrático resulta cuando menos llamativo.
La educación no es un monopolio del Estado, ni de las Comunidades Autónomas. Es por el contrario un derecho. Por lo que no se puede imponer ni un modelo ni otro, ni la educación privada, ni la pública, ni la mixta, ni la diferenciada. Sino que se deben ofertar todos en igualdad de condiciones. Es obligación de los poderes públicos hacer posibles todas las ofertas educativas. Pues bien, demos a quien lo desee la oportunidad de realizar al máximo sus posibilidades dentro de la opción libremente escogida: la educación mixta o la educación diferenciada. Hay que plantear sin miedos la posibilidad de que los centros públicos ofrezcan clases separadas por sexos.
España es el tercer país de
Pero en España el Ministerio de Educación realmente no sabe a qué atenerse. Adoptará cualquier medida antes que dar una oportunidad a la diferenciada o reconocerle algún posible beneficio pedagógico. A pesar de la importancia verbal que se le ha atribuido a la educación por parte de nuestros gobernantes, los resultados no engañan sobre la importancia real que se le otorga.
Es preciso ir a la raíz de los problemas de nuestro sistema educativo: la crisis de la familia; la ausencia de autoridad; el desprestigio del esfuerzo personal y también los defectos demostrados de la coeducación, son algunos de los factores clave que hacen de la educación española actual un verdadero desastre. El reconocimiento de las disfuncionalidades de la escuela mixta actual constituirá en sí mismo un paso hacia su solución. Pero para ello hay que prescindir de criterios ideológicos y morales; aceptar el curso de los acontecimientos y, como señala Michel Fize, reconocer que la enseñanza mixta no es un principio intangible del derecho escolar, sino un instrumento para dos combates de fondo de nuestra sociedad: la igualdad de oportunidades y la transmisión de valores fundamentados en el respeto y la tolerancia. Lo importante es ver si está sirviendo para ello(37).
La calidad, el progreso y la cohesión de nuestra sociedad en un futuro cercano dependen de lo que tengamos capacidad y voluntad de hacer colectivamente con la educación. Pero la escalera deberá estar apoyada en la pared correcta, porque de lo contrario, cada peldaño que subamos supondrá avanzar en una dirección equivocada y el precio de la equivocación es muy elevado: la educación de nuestros niños y de nuestros jóvenes.
1. Vid. al respecto: Timesonline; Single-sex schools get top marks; november 18, 2004; by Christina Odone.
2. BBC News; 1/12/2004.
3. Michel Fize; Les Piéges de la mixité scolaire; Presses de
4. Merece la pena destacar en este sentido la obra de Rosemary Salomone: Same, different, equal: rethinking single-sex schooling; y el libro de Christina Hoff Sommer: The war against Boys: how feminism is harming our young men, en el que propone dar una oportunidad a las escuelas de sexo único.
5. Milton Diamond; Sex Reassignment and Birth: a long term review and clinical implications; Archives of Pediatrics and Adolescent Medicine; n.151; march; 1997.
6. Aldo Naouri; Padres permisivos, hijos tiranos; Ediciones B; 2005; pág. 158.
7. Atrás quedan pues feministas como Simone de Beauvoir, cuyo libro El segundo sexo (1949) ha sido el decálogo de las feministas más radicales. Estas niegan rotundamente la existencia de diferencias “naturales” entre hombres y mujeres, siendo aquellas provocadas o impuestas de forma artificial. O como Kate Millet, que en su libro Sexual Politics (1969) afirmaba que: “...en el nacimiento no hay ninguna diferencia entre los sexos. La personalidad psicosexual se forma en fase postnatal y es fruto de un aprendizaje”.
8. Entre tales estudios destacamos los siguientes: Rosemary Salomone; Same, different, equal: rethinking single-sex schooling (2003); Christina Hoff; The war against boys: how feminism is harming our young men (2003); Hellen Fisher; El Primer sexo; 2003; Christa Meves; Varones disminuidos y chicas frustradas; 2003; Michel Fize; Las trampas de la coeducación; 2003; Nicole Mosconi; Effets et limites de la mixité scolaire; 2004; Laure Poinsot; Igualdad de oportunidades entre chicos y chicas en la escuela: ¿las cosas se mueven ya en Francia?; artículo de: http://www.penelopes.org.
9. Leonard Sax; National Post; 24/2/05.
10. Datos obtenidos de la página web del Colegio Intisana (Quito, Ecuador); 2004.
11. Justo Arnal Agustín; Educación separada/coeducación. Problema y actualidad de siempre; Rev. de Asuntos Educativos, n. 13.
12. Michel Fize;
13. Hernando Today; County considers same-sex classrooms; by Paul Quinlan; 21/Febr/2005.
14. Nicole Mosconi; La mixité dans l´enseignement secondaire: un faux semblant?, PUF, 1989; Effets et limites de la mixité scolaire, 2004; Mixité scolaire et démocratie, 2004; Femmes et savoir, 2004.
15. Jennifer Wolcott; The Christian Science Monitor; (25/X/04).
16. Joel Wendland; Reversing the Gender gap; Politicalaffaire.net.
17. Wayne Martin; The Birmingham News; agosto, 2004.
18. National Institute on Drugs Abuse; Infofacts; Ritalin; 2004 19. En Estados Unidos se calcula que en algunos distritos escolares entre un 20 y un 25% de los niños están bajo los efectos de esta medicación. Leonard Sax, nos comenta al respecto que durante años trabajando como psicólogo infantil en colegios mixtos se encontró con un número desmesurado de padres que se quejaban del déficit de atención de sus hijos. Pero cuanto más investigaba estos casos y las diferencias cerebrales, más fuerte era su convencimiento de que el problema no se encontraba en los niños sino en los colegios. Los chicos no precisaban medicación sino un profesor que fuera consciente de las diferentes formas de aprender entre niños y niñas. Las dimensiones que este problema estaba alcanzando y su seguridad en que con una separación de sexos en las aulas se le podría dar solución le llevó a fundar
20. Sobre la «vulnerabilidad» masculina, vid. Kraemer, S: The fragile male; British Medical Journal; 2000.
21. Entre otros vid., C. Riordan; Girls and boys in school: together or separate?; New York; Teachers College Press; 1990; D.G. Smith; Women´s colleges and coed colleges: is there a difference for women?
22. Globe and mail, 19 de abril 2003.
23. Cornelius Riordan; Girls and boys in School: together or separate?; 1990.
24. V.E. Lee, H. Marks y T. Byrd: Sexism in single-sex and coeducational secondary school classrooms. Sociology of Education; 1994.
25. José Ramón Ayllón; Cinco Claves de la educación.
26. Autor del Libro de las Virtudes para niños y jóvenes.
28. Salvador Cardús; El desconcierto de la educación; Ed:
29. Dominique Marlet y Frédérique Boni; Las escuelas deberían ser lugares seguros para trabajar y aprender; OIT; Oficina Internacional del Trabajo; 2004.
30. Phillyburbs.com; march, 1, 2005.
31. D. Eder; The cycle of popularity interpersonal relations among female adolescents; Sociology of Education; 1985,
34. Jennifer Wolcott, en The Christian Science Monitor (25/5/04), refleja el auge de las escuelas masculinas en los Estados Unidos.
35. Vid. Al respecto, R.A. Noe; Women and mentoring, a review and research agenda; Academy of Management Review; 13; 1988.
36. Alvaro Marchesi; El fracaso escolar es el camino hacia la marginación;
37. Michel Fize;
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