Laicos y sacerdotes en la Prelatura
Juan Pablo II
El Papa invita a laicos y sacerdotes a dar un "dinamismo nuevo" a la Iglesia. Audiencia a miembros del Opus Dei que celebraron unas jornadas de reflexión sobre la Novo millenio ineunte
Juan Pablo II ha animado a laicos y sacerdotes a "apartar cualquier tipo de temor" y "lanzarse a iniciativas apostólicas audaces" acordes con el "dinamismo nuevo en el que nos sentimos comprometidos tras el gran Jubileo". Así se ha dirigido a los miembros del Opus Dei que asistieron a unas jornadas de reflexión en Roma convocados por el prelado Mons. Javier Echevarría.
En estas jornadas, cuatrocientos fieles del Opus Dei procedentes de sesenta países han hablado sobre la evangelización del nuevo siglo propuesta en la Carta Apostólica Novo millenio ineunte. En la audiencia que clausuró el encuentro, el Papa afirmó que las jornadas ayudarán a "potenciar aún más el servicio que presta la Prelatura a las Iglesias particulares" en las que están presentes los fieles de la Obra.
Se refirió también al privilegiado ámbito que forman la convivencia orgánica de sacerdotes y laicos: "Los laicos deben llevar a cabo un apostolado misionero. Cada uno, en su trabajo profesional concreto es un instrumento en el que Dios confía para que el anuncio de Cristo llegue a las personas". Los sacerdotes, por su parte, ayudan a las almas "a abrirse al don de la gracia, mediante los sacramentos, la predicación y la dirección espiritual".
Citando su Carta apostólica, repitió: "Duc in altum!: la invitación de Cristo nos estimula a seguirle, a fomentar sueños ambiciosos de santidad personal y de fecundidad apostólica".
El prelado del Opus Dei expuso al Santo Padre el programa pastoral con el que los fieles de la Obra se han propuesto responder a la nueva evangelización. "Nos encontramos con un panorama muy variado, porque es diverso el grado de desarrollo de los países en los que la Prelatura está presente: porque son muy diversos también los problemas sociales y humanos con los que se encuentra. Hemos esbozado tan sólo unas líneas generales de actuación que deberán adaptarse a las situaciones de cada lugar".
A continuación, resaltó algunos objetivos característicos y comunes a todas esas tareas: "La búsqueda de la santidad como fin último de la evangelización, la pedagogía de la oración, la preparación para los sacramentos, la caridad: la unidad de la Iglesia,- el ecumenismo; y la solidaridad".
Citando al beato Josemaría, recordó que el único deseo que anima la actividad de la Prelatura es "servir a la Iglesia como la Iglesia quiere ser servida. Deseamos continuar trabajando en estrecha sintonía con las iglesias locales y sus respectivos pastores".
Por último, advirtió que "para llevar a Cristo al centro de las realidades humanas es necesario tenerlo primero en el centro del alma y del corazón: éste es la médula y la esencia de nuestro programa pastoral".
21/03/01
(Se acompañan textos completos de las intervenciones del Santo Padre y de Mons. Javier Echevarría)
Textos completos de las intervenciones del Santo Padre y de Mons. Javier Echevarría
Saludo del Prelado del Opus Dei, Mons. Javier Echevarría, al Santo Padre
Beatísimo Padre,
Lo que el Señor ha realizado durante el Jubileo es una gracia tan singular, que todos sentimos el deber de atesorar esta extraordinaria experiencia, para dar un nuevo impulso a la tarea evangelizadora.
Secundando la invitación que hace su Santidad a toda la Iglesia, he querido que se dediquen unas jornadas a la reflexión y al estudio de la Carta Apostólica Novo millennio ineunte. Han participado en estas Jornadas representantes del presbiterio y, de los fieles laicos de la Prelatura del Opus Dei que trabajan en numerosos ámbitos profesionales y apostólicos.
Hemos meditado con profundidad durante esas Jornadas lo que se propone en esta Carta Apostólica, tan rica en perspectivas clarificadoras.
Santo Padre: deseo agradecerle, en nombre de todos los fieles de la Prelatura, la ayuda que nos ha prestado con la Novo millenio ineunte, gracias por habernos dado la posibilidad de expresarle en persona nuestros sentimientos; y gracias, de nuevo, por poder escuchar sus palabras en esta Audiencia.
A lo largo de estas jornadas, hemos intentado concretar unas, propuestas pastorales que ahora, a comienzos de un nuevo milenio, parecen responder a necesidades de acuciante actualidad. Nos encontramos con un panorama muy variado, porque es muy diverso el grado de desarrollo de los países en los que la Prelatura está presente: porque son muy diversos también los problemas sociales y humanos con los que se encuentra; y por tanto, son muy diferentes las necesidades de cada iglesia particular.
Somos conscientes de que hemos esbozado tan sólo unas líneas generales de actuación, que deberán adaptarse a las situaciones de cada lugar. El único deseo que anima la actividad apostólica de la Prelatura es - como afirmaba el Beato Josemaría Escrivá - servir a la Iglesia como la Iglesia desea ser servida, como cada miembro sirve al resto de los miembros del cuerpo. Deseamos pues, continuar trabajando de este modo, en estrecha sintonía con las iglesias locales y sus respectivos Pastores.
Sin embargo, a pesar de la variedad de cada situación local, hay algunas constantes que deseo resaltar. porque constituyen objetivos característicos de la tarea pastoral. Son los argumentos centrales de la Carta apostólica Novo millennio ineunte: la búsqueda de la santidad como fin último de la evangelización; la pedagogía de la oración, la preparación para los sacramentos, la caridad; la unidad de la Iglesia; el ecumenismo, la solidaridad,
Estos ideales superan las fuerzas humanas: por eso, la pesca milagrosa constituirá siempre un punto de referencia actual en la vida de la Iglesia. Habrá que lanzar siempre las redes en Tu nombre, in verbo autem tuo (Lc 5, 5). Habrá que unir siempre la santidad y el apostolado, la acción y la contemplación, el trabajo y la oración. Por esa razón, el hecho de haber trazado en estas Jornadas un esbozo de ese programa pastoral, nos lleva a confiar con todo nuestro ser en la gracia divina y a renovar propósitos personales de santidad.
Duc in altum: las palabras de Cristo, que repite el Papa, encienden en cada uno de nosotros el deseo de avanzar, cada vez con más empeño, en nuestro amor a Dios.
El Beato Josemaría Escrivá recordó, en una época en la que el laicismo intentaba arrojar de este mundo a Dios, que las actividades terrenas guardan dentro de sí la huella imborrable de Cristo Encarnado; y por eso pueden convertirse en medio de santidad y de encuentro con el Señor. Para llevar a Cristo al centro de las realidades humanas es necesario tenerlo primero en el centro del alma y del corazón: ésta es la médula y la esencia de nuestro programa pastoral.
Beatísimo Padre: solicitamos su Bendición apostólica para llevar a cabo todo esto, al tiempo que reafirmamos la plena adhesión de la Prelatura a la Cátedra de Pedro.
Marzo 2001
Discurso del Santo Padre Juan Pablo II a los fieles de la Prelatura
¡Queridos hermanos y hermanas!
1. ¡Sed bienvenidos! Os saludo de corazón a cada uno, sacerdotes y laicos, que os habéis reunido en Roma para participar en la Jornada de reflexión sobre la Carta Apostólica Novo millennio ineunte y sobre las perspectivas que he trazado en ella acerca del futuro de la evangelización.
Saludo especialmente a vuestra Prelado, el obispo Mons. Javier Echevarría, que ha promovido este encuentro para potenciar aún más el servicio que presta la Prelatura a las Iglesias particulares en las que están presentes fieles de la Prelatura.
Os encontráis aquí en representación de los componentes en los que la Prelatura está orgánicamente estructurada, es decir, de los sacerdotes y fieles laicos, hombres y mujeres, con el propio Prelado a la cabeza,
Esta naturaleza jerárquica del Opus Dei, que se establece en la Constitución Apostólica en la que he erigido la Prelatura (Cfr Const. ap. Ut sit, 28-XI-82), ofrece un punto de partida para consideraciones pastorales ricas en aplicaciones prácticas.
Deseo subrayar especialmente este punto: la pertenencia de los fieles, laicos, tanto a la propia Iglesia particular como a la Prelatura a la que se han incorporado, hace que la misión peculiar de la Prelatura confluya en el mismo empeño evangelizador de cada Iglesia particular, como previó el Concilio Vaticano II al recomendar la figura de las prelaturas personales.
Esa convergencia orgánica de sacerdotes y laicos es uno de los ámbitos privilegiados en los que cobrará vida y se consolidará una pastoral con la impronta de ese "dinamismo nuevo" (Cfr. Carta ap. Novo millennio ineunte, 15) en el que todos nos sentimos comprometidos tras el Gran Jubileo. En este contexto se subraya la importancia de la "espiritualidad de comunión", que recomienda vivamente la Carta Apostólica (cfr. ibídem 42-43).
2. Los laicos - en cuanto fieles cristianos - deben llevar a cabo un apostolado misionero. Cada uno, en su trabajo profesional concreto dentro del ámbito de las actividades humanas, es un instrumento en el que Dios confía para que "el anuncio de Cristo llegue a las personas, modele las comunidades e incida profundamente mediante el testimonio de los valores evangélicos en la sociedad y en la cultura (ibídem, 29)".
De ese modo pueden poner sus conocimientos profesionales al servicio de esas nuevas fronteras, de esos nuevos desafíos con los que se encuentra la presencia salvífica de la Iglesia en el mundo.
Será el testimonio personal y directo de esos laicos cristianos en todos los campos profesionales el que ponga de manifiesto que los valores humanos más nobles sólo encuentran su plenitud en Cristo. Su afán apostólico, su amistad fraterna, su caridad solidaria convertirán sus relaciones humanas y profesionales en ocasiones para despertar en sus colegas esa sed de verdad que es la primera condición para un encuentro salvífico con Cristo.
Los sacerdotes, por su parte, desarrollan una función primordial insustituible: la de ayudar a las almas, una a una, a abrirse al don de la gracia, mediante los sacramentos, la predicación y la dirección espiritual. Una espiritualidad de comunión pondrá de manifiesto vivamente cada una de estas realidades de la iglesia.
Os exhorto, queridísimos, a que tengáis siempre presente en vuestro trabajo este punto central de la experiencia jubilar: el encuentro con Cristo. El Jubileo ha sido una continua, inolvidable contemplación del rostro de Cristo, Hijo eterno, Dios y Hombre, Crucificado y Resucitado. Le hemos buscado como peregrinos en la puerta que abre al hombre el camino del Cielo. Hemos gozado de su dulzura en ese gesto, profundamente humano y divino, de perdonar al pecador. Le hemos sentido como hermano de todos los hombres, llevados a la unidad en el don del amor que nos salva. Sólo Cristo puede saciar esa sed de espiritualidad que sufre nuestra sociedad.
"No, no será una fórmula lo que nos salve, pero sí una Persona y la certeza que ella nos infunde: ¡Yo estoy con vosotros!" (Carta apostólica Novo millennio ineunte, 29). Somos nosotros, los cristianos, los que debemos mostrar al mundo entero, a cada uno de nuestros hermanos los hombres, cuál es el camino que conduce a Cristo. "Buscaré tu rostro, Señor" (Sal. 27 [26], 8) Esta exclamación salía con frecuencia de los labios del beato Josemaría, un hombre sediento de Dios, y por esa misma razón, un gran apóstol. "En las intenciones — - escribió —, sea Jesús nuestro fin; en los afectos, nuestro Amor: en la palabra, nuestro asunto: en las acciones, nuestro modelo" (Camino, 271).
Es tiempo de apartar cualquier tipo de temor, tiempo de lanzarse a aventuras apostólicas audaces. Duc in altum! (Lc 5, 4): la invitación de Cristo nos estimula a seguirle, a fomentar sueños ambiciosos de santidad personal y de fecundidad apostólica. Ciertamente, el apostolado es siempre sobreabundancia de la vida interior, pero también es acción, acción sostenida por la caridad. Y la fuente de la caridad se encuentra siempre en la dimensión más íntima de cada persona, allí donde se escucha la voz de Cristo, que nos llama para que le sigamos. Acoged en vuestra alma esta llamada de Cristo a corresponderle con mayor generosidad cada día.
Con este deseo, mientras confío a la intercesión de María vuestro compromiso de oración, de trabajo y de testimonio, os imparto con afecto mi Bendición.
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