Fuimos pastores, por Pablo Valls (seminarista)
El amor de Dios se refleja en lo pequeño, en lo sencillo por Luis Ochoa
Tras veinte horas de viaje y diversos medios de transporte, llegamos a San Vicente de Cañete, donde el Obispo de la Prelatura nos dio personalmente una calurosa bienvenida. Tras comer en el Seminario Mayor, y sin tiempo todavía para el descanso, iniciamos ya nuestra labor pastoral, realizando esa misma tarde diversas charlas para niños y adolescentes en varios colegios de la zona. Cuatro fuimos los afortunados que comenzamos con esta tarea. Fundamentalmente consistía en dar testimonio de nuestra fe, contar la realidad de la Iglesia en España y los principales problemas con los que se enfrenta. También teníamos que animar a los estudiantes para que pusieran sus miras de futuro laboral en un horizonte más lejano del que actualmente tienen, ya que nada más terminar el último curso de colegio a los quince años, ya están pensando en ganar dinero, mediante trabajos tan variopintos como conducir una moto-taxi.
Con seminaristas |
Nos dieron una increíble acogida en los colegios, creándose muchas expectativas en los chicos ya que era la primera vez para la mayoría que veían a alguien de España para darles una charla. Muestra de ello, era que a algunos de nosotros nos pedían autógrafos. Nos llamó la atención la tremenda diferencia de instalaciones que hay aquí con las de España, pues en muchos casos las aulas eran cuatro paneles de maderas colocados directamente sobre el suelo de tierra. Los efectos del terremoto todavía se dejan notar y la carencia de medios es enorme. Sin embargo, la ilusión de los niños es la misma que la de cualquier estudiante español, e incluso nos sorprendió agradablemente el orden y los valores implantados en estas escuelas, donde se pueden ver imágenes de la Virgen María y del Señor en cada aula y desde primera hora de la mañana los niños rezan en el patio junto a sus profesores. Uno más de esos valores sería por ejemplo el que los alumnos se ponían en pie en cuanto entrábamos en clase, y no tomaban asiento hasta que no se les indicaba.
En el transcurso de nuestra primera semana en Perú, todos nosotros tuvimos oportunidad de dar charlas en once colegios de los siguientes pueblos:
San Vicente, Imperial, Playa Hermosa, Asia, Cerro Azul, San Luis.
Además de los colegios también, hemos tenido la increíble experiencia de ir a los hospitales y al centro penitenciario. En ambos lugares los sacerdotes administraban los sacramentos, confesando y dando la comunión, mientras que el resto nos dedicábamos a conversar con los enfermos y reclusos, animándoles, hablándoles de Dios, rezando con ellos y por ellos. Es grande vivir el Evangelio -estaba enfermo y me visitaste- es curioso que con nuestras visitas, quienes más han recibido hemos sido nosotros. Vinimos a evangelizar y estamos siendo nosotros evangelizados.
Tuvimos la oportunidad de visitar un pequeño pueblo de agricultores y ganadores a orillas del mar: Playa Hermosa. El nombre poco tiene que ver con la realidad. Se trata de una única calle de tres kilómetros por la que transcurren una sucesión de casas hechas en su mayoría de adobe y madera, sin agua corriente ni electricidad. Estábamos pasmados viendo a las vacas, burros, cerdos y perros y gallinas, y detrás de ellos la arena y las olas el Pacífico rompiendo en la orilla... ¿Cómo es posible esto? Sencillamente, porque los habitantes de Playa Hermosa proceden de la Sierra de Yauyos, huyendo de la pobreza y de los problemas que tenían allí. Se trata de gente tremendamente sencilla y cariñosa. La acogida que nos dieron la guardaremos en el corazón. Muchos de ellos tienen una profunda fe, como así nos lo han transmitido especialmente con su quehacer diario.
En Cerro Alegre |
Durante nuestras visitas a este pueblo tuvimos la oportunidad de dar catequesis a los niños, organizar partidos de fulbito, y de volley ball, así como visitar a un gran número de familias en sus casas para invitarles a la misa diaria. La respuesta fue muy buena. Hemos tenido la oportunidad de hablar con niños que van a tomar la comunión, gente que desea bautizarse y jóvenes que desean unirse en matrimonio ante el Señor. Nos hemos sentido pequeños ante la misión, pero esto ha sido estupendo, para que brillara más Quien tenía que brillar.
El organizador de nuestras actividades era el padre Thomas, sacerdote alemán que lleva más de veinte años trabajando incansablemente en el Perú. Mientras que el ángel de la guarda que veló en todo momento por nuestro bienestar y estancia fue elpadre Alejandro, formador del Seminario Mayor de Cañete.
Después de una intensa semana en los lugares comentados, se nos invitó al IX Congreso Teológico de la Prelatura de Yauyos, celebrado en el idílico enclave de Lunahuaná, situado en la Sierra Andina, por la cual transcurre el río Cañete. Allí coincidimos con un numeroso grupo de sacerdotes, religiosos y religiosas, profesores de religión, presididos por el Obispo de la Prelatura y en medio de todos ellos ¡los voluntarios españoles!
Tuvimos oportunidad de recibir charlas formativas, meditar sobre el viaje y conocer más la Iglesia local. Fue impresionante ver lo viva que es, y lo unida que está. Fue estupendo también asistir a las ponencias de Gustavo y de Don Carlos, miembros de nuestro grupo. Nos dejamos las manos aplaudiéndole El otro ponente era también español, de Valencia para más coincidencia. Se trataba de D. Josemaría Monforte. Nuestro único estrepitoso fracaso en esta aventura, por el momento, fue la derrota al fútbol frente a nuestros hermanos capuchinos, quienes jugaban descalzos tal vez fue esa el arma secreta que les dio la victoria
Pablo Valls
Seminarista, Valencia
Cerro Alegre, 19 de julio de 2008
Hemos dejado Cañete para subir hacia la Sierra, camino de Pachachaca en la Puna, y lo hacemos en una "combi", que traducido al castellano es una furgoneta donde nos apiñamos los 17 angelitos que vamos hacia arriba; creo que en las latas de sardinas no hay tantas... 17 en la combi... Por mi estatura estoy acostumbrado a no tener mucho espacio en los coches, pero en la combi aquella tenía las rodillas en la orejas... La combi va haciendo su trabajo, ascendiendo más y más por las montañas, y nosotros mientras, viendo los precipios cada vez más altos, pero curiosamente cada vez más cercanos a la combi...
En la población de San Jerónimo nos acogen con gran alegría, y celebramos allí la primera comunión de un grupo de 8 ó 9 niños. Almorzamos y continuamos viaje, subiendo hasta Villafranca, donde el presbítero Juan Antonio y dos más se quedan para atender la labor pastoral. Seguimos subiendo hasta Tana, último poblado con carretera donde se puede llegar en coche, y donde pasaremos noche... breve, porque a las 5:15 de la madrugada estamos en pie para que el sol a esa altura andina no nos pegue tan fuerte en el ascenso. Con los ojos todavía medio pegados, veo a los caballos que nos acompañarán, para llevar la carga y a nosotros en algún tramo del camino, para evitar el mal de altura o "soroche". Parecen majos los animales.
Además de la emoción del viaje, este día ando con una alegría especial, y es que hoy cumplo años... 34. Suelo pasar mi cumple en sitios "raros" por pillarme en pleno verano y yo ser un poco "correcaminos", pero nunca imaginé que lo pasaría subido a un caballo en plenos Andes peruanos...
Todo iba preparando un gran acontecimiento que, poco a poco, ha hecho Dios con paciencia...
Llegamos a Chacamarca, a algo más de tres mil metros. Una experiencia muy grande, muy fuerte..., que no sé cómo agradecer al Señor, al Buen Samaritano, tanto bien derramado entre los más necesitados. No deja a ninguno, a ninguno... Un poblado pobre, sin nada más que unas vacas y burros, escasa o nula cultura, pequeñas casas de adobe y techos de chapa, niños de seis y ocho años con las manos grises, envejecidas cincuenta años por el sol y el frío intenso de la noche andina, no paran de reír y juguetear entre nosotros... Imposible no acariciar aquellos rostros...
Y llegó el momento preparado por Él con infinito Amor... En la celebración eucarística que se hizo a las siete de la tarde (la última fue el año pasado), en una capilla de adobe sin enlucir, agrietada por el terremoto, con una sola bombilla puesta para la ocasión, conectada a la casa del vecino de al lado, con sólo tres bancos hechos con tablas de madera y piedras, y las gentes vestidas con sus mantas de lana de colores andinos, rostros negros por el sol...
Se bautizaron once niños (sólo uno pequeñito, pequeñito), varios tomaron la primera comunión y varios la confirmación... En algunos casos lo recibieron todo por no saber cuándo vuelve un sacerdote por allí... A más de tres mil metros, con apenas luz, entre cuatro paredes agrietadas de adobe marrón, entre apenas sesenta personas, en un lugar apenas conocido por la inmensa masa de personas que habitan la tierra, se hizo el Cielo..., habitó allí Dios Padre, el Hijo y el Espíritu Santo..., ¡Qué misterio!... Ahora puedo intuir cómo se debieron sentir los pastores ante el pesebre de Belén, nacido el Señor... Fuimos pastores ante Cristo, nacido en los Andes, que no deja a ninguno, a ninguno...
Pablo y Juan Pablo camino de Chacamarca |
Estoy escribiendo desde nuestro alojamiento en Perú, en Cerro Alegre, después de bajar de las alturas. Están comenzando a celebrar la semana de las fiestas Patrias, cuando se independizaron de los españoles... Lo viven todo muy patrióticamente, aunque desde su sencillez... Los niños ensayan los desfiles en el colegio. En Cerro Alegre vivimos en un colegio al que asisten a clase 1.100 niños...: un "monstruo" con un montón de patios.
La primera semana veíamos desde la ventana la guardería: sin comentarios, nos hemos hinchado a hacer fotos y grabar videos cada mañana... Mañana harán el gran desfile. Buena fiesta, y aunque nosotros somos españoles y celebran su independencia, hay muy buen rollito.
El amor de Dios se refleja en lo pequeño, en lo sencillo
Hace apenas unos días regresamos de Perú, después de una estancia de algo más de tres semanas en la zona sur de Lima (Valle de Cañete) y en la zona andina (Sierra de Yauyos), dos de los muchos lugares afectados por el enorme seísmo del pasado año, cuyos efectos aún se dejan notar en numerosas casas, colegios, iglesias y edificios de todo tipo (si es que puede llamarse así a las pequeñas estructuras de adobe y de madera que en muchos casos dominan el entorno).
La magnitud del terremoto, unida a la extrema pobreza del país, lejos de mostrarnos un panorama descorazonador, como tal vez cabría esperarse, nos han llevado hasta el enorme corazón de estas gentes, sencillas y humildes, de gestos suaves y poco escandalosos, que apenas levantan la voz al hablar y que en todo momento se mostraron amables y dispuestas al encuentro con nosotros.
Baste para ello mostrar tres ejemplos de entre los muchos vividos allí en estos días:
- Durante la visita a uno de los hospitales de San Vicente de Cañete, donde la inevitable comparación con nuestros conocidos servicios sanitarios nos puso ya desde un primer momento un nudo en la garganta, tuve la oportunidad de hablar, mientras le agarraba de la mano, con uno de los pacientes que allí se encontraba recostado, con los ojos cerrados, sobre uno de los ocho camastros por habitación del centro. Se trataba de un hombre de avanzada edad, casi en los huesos, aquejado de múltiples dolencias y que, sin abrir los párpados en ningún momento, me confesó allí mismo, mientras una lágrima le recorría el rostro, su tranquilidad de espíritu porque había sido fiel al Señor durante toda su vida. Rezamos juntos un momento, lo suficiente para que yo me diera cuenta de lo que estaba sucediendo: Cómo el Amor todo lo vence, como Dios da sentido a todo cuanto acontece, como no importa el lugar, la situación, o el momento en que te encuentres si a Él le tienes.
- Unos días antes había tenido la oportunidad de visitar, junto a un compañero seminarista, una de las casas situadas en el pequeño pueblo costero de Agua Dulce, donde una extraordinaria familia peruana nos había acogido con los brazos abiertos cuando fuimos a invitarles a participar en la Santa Misa que íbamos a celebrar en la cercana Playa Hermosa, situada a unos dos kilómetros de distancia. Preciosos nombres para dos pequeños pueblos que carecen, entre otras muchas cosas, de electricidad y agua corriente (también aquí se comprueba la positiva visión de la vida que transmiten los peruanos). La madre de la familia, una mujer de avanzada edad de pequeños y brillantes ojos, no quiso ser menos que su esposo, sus hijos y sus nietos, y con su amable voz nos dijo también voy yo, padresito (equívocamente, nos llamaban padresito algunas veces. Lo que no sabíamos es que padecía una artrosis en las piernas que le hacía tremendamente doloroso caminar, como se nos hizo evidente con sus numerosas paradas a lo largo del trayecto (no existía un camino propiamente dicho entre ambos pueblos). Su hijo nos pidió por favor que fuéramos avanzando, mientras él la acompañaba del brazo por entre el barro y los cultivos. Llegaron con la celebración ya comenzada, pero a tiempo de la consagración y con una sonrisa en los labios. No fue el único día que acudirían a la misa que diariamente celebrábamos en Playa Hermosa
Después del bautismo con la familia |
- Nuestra última noche en Perú pudimos disfrutar de una extraordinaria tortilla de patatas (o al menos a mí así me lo pareció) en un colegio-residencia para niñas sin recursos dirigido por monjitas, situado a las afueras de Lima. Ya casi en los postres, las hermanas, madresitas como allí las llaman, se acercaron al comedor para presentarnos a tres de las niñas acogidas. Una de ellas, de apenas seis o siete años, con nombre de princesa y sonrisa de ángel, tenía el rostro totalmente desfigurado y dos pequeños muñones por manos. Las madres la habían recogido de un hospital en el que se encontraba atada a una cama para que no se hiciera daño a sí misma ni escapara después de que su madre natural allí la abandonara. Parece ser que, siendo aún muy pequeña, la llevaba colgada a la espalda, como suele ser habitual en esta zona, cuando se agachó en el lugar donde cocinaba y se le cayó al fuego. Poco más que salvarle la vida pudieron hacer los médicos. La madre, ante la dramática situación, decidió abandonarla. No obstante, nuestra Madre del cielo (la que nunca falla), decidió cuidarla y qué mejor manera que ponerla en las manos de estas extraordinarias hermanas!!! Ahora, por supuesto, es la reina de la casa
Muchas más son las historias que podríamos contar de nuestra estancia, historias que llevamos y llevaremos siempre grabadas en el alma.
Nuestra intención era evangelizar y volvimos evangelizados, quisimos desbordar y volvimos desbordados, buscamos encontrar y volvimos encontrados
¿Se puede pedir más de un viaje a este pueblo, por tradición, por historia, por idioma, por religión y por Amor hermano?
Qué gran trabajo hicieron y siguen haciendo allí tantos y tantos españoles y peruanos
Luis Ochoa
Valencia
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