San Josemaría en Valencia, noviembre de 1972
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La vida del Fundador del Opus Dei
ha estado íntimamente ligada a Valencia,
por ser la primera ciudad del mundo
en la que difundió aquella semilla recibida de Dios.
"A Valencia la miro con una predilección que no es ofensa para ninguna otra ciudad de España o de fuera de España. Porque el Señor quiso que, cuando estábamos pensando en abrir simultáneamente un Centro en París y otro aquí, se estropearan las cosas, se perdiera la paz política en España, y viniera aquella guerra fratricida. Después tuvimos que empezar aquí, y no en París. Por tanto, parece que Dios Nuestro Señor quiere que yo ame de una manera particular a Valencia".
Estas palabras de San Josemaría, pronunciadas en 1972 en nuestra ciudad, en uno de sus encuentros con familias, explican su afecto por Valencia.
Josemaría Escrivá de Balaguer nació en Barbastro el 9 de enero de 1902. Recibió la ordenación sacerdotal en Zaragoza el 28 de marzo de 1925. La fecha del 2 de octubre de 1928 marcará un antes y un después en la vida de San Josemaría. Como diría en muchas ocasiones, ese día Dios le hizo "ver"aquello por lo que llevaba pidiendo luces durante más de diez años. Se encontraba en Madrid, pasando unos días de retiro.
Como explica uno de sus biógrafos, "ante su vista, dentro del alma, aquel sacerdote en oración vio desplegado el panorama histórico de la redención humana (...) En ese momento captó el meollo divino de la excelsa vocación del cristiano, que, en medio de sus tareas terrenales, era llamado a la santificación de su persona y de su trabajo. Con esa luz vio la esencia de la Obra, destinada a promover el designio divino de la llamada universal a la santidad (...). Con inmenso pasmo, entendió, en el centro de su alma, que dicha iluminación no sólo era respuesta a sus peticiones, sino también la invitación a aceptar un encargo divino"[1].
A partir de ese momento, empezó a trabajar con gente de toda condición, en especial, con jóvenes universitarios. A muchos de ellos les alentaría a acompañarle en sus atenciones a enfermos y a la amplia catequesis que desarrollaba en los barrios marginales. Así lo recordaba el día de San José de 1975: "Fui a buscar fortaleza en los barrios más pobres de Madrid. Horas y horas por todos los lados, todos los días, a pie de una parte a otra, entre pobres vergonzantes y pobres miserables, que no tenían nada de nada; entre niños con los mocos en la boca, sucios, pero niños, que quiere decir almas agradables a Dios (...) Fueron años intensos, en los que el Opus Dei crecía para adentro sin darnos cuenta. Pero he querido deciros que la fortaleza humana de la Obra han sido los enfermos de los hospitales de Madrid: los más miserables; los que vivían en sus casas, perdida hasta la última esperanza humana; los más ignorantes de aquellas barriadas extremas"[2].
San Josemaría Escrivá y
D. Alvaro del Portillo. Jardines de los Viveros de Valencia. Octubre de 1939 |
Ese encargo divino que había recibido el 2 de octubre de 1928 tenía desde su origen una entraña universal, y tenía que extenderse por todo el mundo.
A finales de octubre de 1935 mantuvo conversaciones con el Obispo de Pamplona, don Marcelino Olaechea −que sería nombrado Arzobispo de Valencia en 1946− y con don Javier Lauzurica, Obispo auxiliar de la diócesis de Valencia. El 2 de noviembre recogía por escrito el efecto que le habían causado ambos encuentros: "Es consolador ver cómo la Jerarquía, al conocer la Obra, la quiere. En estos días los Sres. Obispos de Pamplona y Auxiliar de Valencia me han demostrado un cariño, que no sé cómo agradecer"[3]. En esa ocasión, quedará ya con don Javier Lauzurica para visitarle en la capital del Turia, como apunta en una carta del 3 de marzo de 1936: "En la segunda quincena de abril, pienso ir por Valencia, pues de ningún modo abriremos jamás Academias ni Residencias, sin el beneplácito de los Sres. Prelados"[4].
San Josemaría acudió por primera vez a Valencia el 20 de abril de 1936, acompañado del joven arquitectoRicardo Fernández Vallespín, no sin antes constatar en sus Apuntes íntimos que es voluntad de Dios abrir nuevos apostolados fuera de Madrid: "Veo la necesidad, la urgencia de abrir casas fuera de Madrid y fuera de España (...) Siento que Jesús quiere que vayamos a Valencia y a París (...).Ya se está haciendo una campaña de oración y sacrificios, que sea el cimiento de esas dos Casas"[5].
En ese viaje, tras dejar en manos de la Virgen de los Desamparados la labor apostólica que se proponía realizar, se entrevistó con don Javier Lauzurica, con don Eladio España, rector del Colegio del Patriarca y con don Antonio Rodilla, director del Colegio Mayor San Juan de Ribera. Aprovechó para conversar con Rafael Calvo Serer, entonces estudiante becario del Colegio Mayor San Juan de Ribera de Burjassot, quien tras un largo paseo que les llevó desde la plaza de toros hasta el puerto, decidió incorporarse al Opus Dei: era la primera vocación valenciana.
Cuando regresa a Madrid piensa ya en una residencia universitaria en Valencia para el curso 1936-37, pero esas ilusiones habrán de quedar bruscamente aplazadas hasta 1939. Apenas concluida la contienda, don Antonio Rodilla, vicario general de la diócesis, de parte de don Prudencia Melo y Alcalde, Arzobispo de Valencia, pidió a San Josemaría que predicara unos ejercicios espirituales al clero diocesano; los ejercicios se celebraron en Alacuás, en el convento de las Madres Doctrineras. También predicó un curso de retiro para universitarios, a principios de junio de 1939, en el Colegio Mayor San Juan de Ribera.
En Valencia, en 1972, le preguntaron a San Josemaría cuál era el mejor recuerdo que albergaba de la Residencia de estudiantes de Samaniego. Su respuesta trasluce su amor tan intenso por la Eucaristía: "El día que dejamos a Nuestro Señor en el Tabernáculo, y las horas que hemos pasado rezando allí, junto a aquel Sagrario tan pobre y tan encantador".
En septiembre de 1939 bendijo la sede del primer centro de la Obra en Valencia, que, como ya se ha dicho, era también el primero del mundo fuera de Madrid: se trataba de un pisito en la calle de Samaniego, número 9, tan pequeño que los jóvenes que lo frecuentaban lo llamaban con buen humor "El Cubil". El escritor Juan Luis Corbín narra algunos detalles de esos momentos: "Ni que decir tiene que un centro estudiantil con tan escasas dependencias −y al que cada vez acudían más universitarios− debía ser algo provisional. En efecto, don Josemaría Escrivá abrigaba el proyecto de abrir cuanto antes la ansiada Residencia de estudiantes. (...) A finales de julio del año 1940, las gestiones intensas para localizar una casa con mejores condiciones para Residencia, iban a dar su fruto. Volverá a ser la calle de Samaniego la protagonista de la nueva empresa, pudiendo utilizarse para tal fin la vetusta casona −no carente de historia− cual fue la del número 16. Al dejar "El Cubil" se tenía la sensación como si se dejase un entrañable palacio, que desde entonces ya −y sin sospecharlo− entraría a formar parte en la historia de la calle de Samaniego y, por tanto, de nuestra ciudad"[6].
Bartolomé Lloréns (1922-1946)
Catarroja, Valencia |
Por allí acudían a estudiar, y a participar en los medios de formación cristiana que se impartían, algunos de los primeros valencianos que pedirían la admisión en el Opus Dei: Amadeo de Fuenmayor,Federico Suárez, Florencio e Ismael Sánchez Bella, Aurelio Mota, José Orlandis, Juan Cabellos, Vicente Fontavella, José Montañés, José Cremades, José Manuel Casas Torres, Emilio Bonell, Antonio lvars, Ángel López Amo, Carlos Verdú,Bartolomé Lloréns, Vicente Mortes... Muchos de ellos se trasladaron muy pronto a otros países (Colombia, Brasil, Portugal, Filipinas, Argentina...) para extender el trabajo del Opus Dei en servicio de la Iglesia.
Tuvieron que pasar 13 años de intenso trabajo y sacrificio económico para conseguir una sede más adecuada: el Colegio Mayor Universitario de La Alameda, que con el paso de los años se ha convertido en un importante foco cultural de nuestra ciudad.
Bartolomé Lloréns estudió filología moderna en Valencia y Madrid. Fue discípulo de Dámaso Alonso, amigo entrañable de Carlos Bousoño, y participó en las reuniones poéticas de Vicente Aleixandre.
En 1947 Dámaso Alonso, en su discurso de recepción en la Real Academia Española, afirmó: "El año pasado muere Bartolomé Llorens, la juventud más traspasada de vida y espíritu que he tenido estos tiempos a mi lado".
La primera edición de "Camino"
También en 1939, Valencia fue testigo de un singular acontecimiento, no desdeñable para el historiador: en unos talleres de la calle Pintor Salvador Abril −Gráficas Turia− veía la luz la primera edición de "Camino", el libro más conocido de Josemaría Escrivá. Actualmente, más de cuatro millones de ejemplares, y trescientas sesenta ediciones en 43 idiomas acreditan el impacto de este libro entre personas de las más diversas mentalidades, incluso no católicos.
Encarnita Ortega, una de las tres primeras mujeres del Opus Dei, recuerda la impresión que le dejó la lectura de "Camino" al poco de su publicación. Conoció a San Josemaría en Alacuás, en 1941, "con ocasión de unos ejercicios espirituales que el Padre predicaba. Yo acudí por curiosidad, para ver cómo hablaba y cómo era el autor de ‘Camino’, un libro que me había causado un fuerte impacto, porque marcaba una espiritualidad muy viva, muy actual, muy incisiva y, al mismo tiempo, de una forma tan concreta que resultaba fácil poder llevarlo a la práctica".
Ejemplar de la primera edición de Camino,
impresa en Valencia en 1939 |
Aunque a partir de los años cuarenta llegan las primeras vocaciones de mujeres. El 9 de enero de 1952 se abre el primer centro: en esa fecha llegan Carmen Gutiérrez Ríos, Berta Boyero y Fina Botella. Junto con María Luisa Moreno de Vega, que ya se encontraba aquí, se hicieron cargo de un dispensario en la parroquia de Nuestra Señora del Carmen, donde atendían a personas de ese barrio.
En muchas otras ocasiones estuvo San Josemaría en Valencia, impulsando la labor apostólica del Opus Dei, y predicando numerosos cursos de retiro a diversos grupos de personas: a universitarios, en Burjassot; a sacerdotes, en el Seminario Metropolitano; a los consiliarios de Acción Católica, en Alacuás; también en Alacuás, a chicas de Acción Católica; etc. Celebró la Santa Misa en la Catedral −solía hacerlo en el Altar de la Trinidad, junto a la subida al Miguelete−, y al menos en una ocasión, el 25 de marzo de 1944, en el Camarín de la Virgen de los Desamparados.
Desde el principio, el Fundador del Opus Dei había captado la idiosincrasia de nuestro pueblo, que no pocas veces recibe un juicio superficial y poco acertado. En su primer viaje a Valencia observó la labor sacrificada de los agricultores junto al cauce del Turia. Poco después comentaría en un curso de retiro: "Se dice de los valencianos que son ‘pensat i fet’: pura improvisación y falta de continuidad; y yo he comprobado que no es así: a la orilla del río aprovechan para hacer sembrados, y muchas veces se los lleva una riada. Pero no creáis que desisten: vuelven a sembrar de nuevo. Eso no es improvisación, sino perseverancia. Pues en la vida interior hay que saber hacer lo mismo".
Este paso por Valencia dejó huella en sus escritos, que se encuentran ya entre los clásicos de la espiritualidad. En una de sus homilías publicada en"Amigos de Dios", refiere cómo en cierta ocasión que estuvo en la Catedral de Valencia, al pasar por delante del sepulcro del Venerable Ridaura, le contaron que, cuando a este sacerdote, ya anciano, le preguntaban cuántos años tenía, siempre contestaba: "poquets, els que porte servint a Deu". El Fundador de la Obra aprovecha para decir a sus hijos, y a cuantos le leeríamos después, que "los años que cuentan son los que se gastan sirviendo al Señor" en el propio ambiente y en la propia profesión, que constituyen el cauce normal de servir a Dios, a través de los demás[7].
En otro lugar de ese libro cuenta que "allá por los primeros años de la década de los cuarenta, iba yo mucho por Valencia. No tenía entonces ningún medio humano y, con los que −como vosotros ahora− se reunían con este pobre sacerdote, hacía la oración donde buenamente podíamos, algunas tardes en una playa solitaria"[8]. Era la playa de la Malvarrosa. Allí presenció una conmovedora escena, digna de un cuadro de Sorolla, de la que tomará pie para darnos luz sobre nuestras relaciones con Dios: "Un día, a última hora (...) vimos que se acercaba una barca a la orilla, y saltaron a tierra unos hombres morenos, fuertes como rocas, mojados, con el torso desnudo, tan quemados por la brisa que parecían de bronce. (...) Tiraban con mucho brío, los pies hundidos en la arena, con una energía prodigiosa. De pronto vino un niño, muy tostado también, se aproximó a la cuerda, la agarró con sus manecitas y comenzó a tirar con evidente torpeza. Aquellos pescadores rudos, nada refinados, debieron de sentir su corazón estremecerse y permitieron que el pequeño colaborase; no lo apartaron, aunque más bien estorbaba". Y de ahí sacaba la enseñanza: si nosotros nos presentamos ante el Señor como ese pequeño, convencidos de nuestra debilidad pero dispuestos a secundar sus designios, "arrastraremos la red hasta la orilla, colmada de abundantes frutos, porque donde fallan nuestras fuerzas, llega el poder de Dios".
Unión fraternal con los obispos de Valencia
San Josemaría rezando ante
Ntra Sra de los Desamparados, Valencia 1972 |
"El pueblo de Dios en el tercer milenio de su peregrinación encuentra en la enseñanza del Fundador del Opus Dei una poderosa fuente de luz. El Señor suscita santos entre nosotros según las necesidades de esta época y Mons. Escrivá es en nuestro tiempo el beato, el santo, cuyo ejemplo y santidad la Iglesia necesita". (Mons.Agustín García-Gasco, Arzobispo de Valencia)
Le unió una fraternal amistad con los obispos de Valencia que conoció. Mons. Marcelino Olaechea nos dejó un precioso testimonio de su santidad: "Yo le tengo −decía a su secretario− por un verdadero escogido, por un verdadero santo... Yo siento tener que morir antes que él y no poder testimoniar en su Proceso de Canonización. Testimonia tú en mi nombre, y haz presente en tu testimonio este mi encarecido ruego"[9].
Mons. José María García Lahiguera afirmó que "en mi relación con Mons. Josemaría Escrivá, a lo largo de más de cuarenta años, se ha cimentado en mi ánimo un profundo convencimiento de la eminente santidad de su vida y de las heroicas virtudes que han adornado esta alma egregia"[10].
Y el anterior Arzobispo de Valencia, Monseñor Miguel Roca Cabanellas, que afirmó que "yo mismo tuve la dicha de conocerle y tratarle ya desde 1939, y sus consejos hicieron siempre mucho bien a mi alma"[11].
Retablo del oratorio de Samaniego.
Valencia 1940 |
Con el tiempo, y sobre todo desde que se estableció en Roma, en 1946, se fueron distanciando los viajes del Fundador del Opus Dei a Valencia. En los días que permaneció en nuestra ciudad durante su catequesis por la Península Ibérica en 1972, se reunió en La Lloma, casa de retiros cercana a Rafelbunyol y El Puig; en el Colegio Mayor de La Alameda, y en el colegio Guadalaviar con miles de personas: jóvenes, matrimonios, sacerdotes, etc. También quiso postrarse ante los pies de la Virgen de los Desamparados; rezó en la Catedral ante la tumba de don Marcelino Olaechea, quien había fallecido el mes anterior; pasó por la antigua iglesia de San Juan del Hospital, encomendada a sacerdotes de la Obra; conversó con don José María García Lahiguera, gran amigo suyo y en aquel entonces Arzobispo de Valencia; y estuvo −entre otros lugares− en un convento de religiosas de clausura, en las Carmelitas Descalzas de Puzol.
En 1972, San Josemaría se dirigió a las Carmelitas del Convento de Puzol (Valencia) con estas palabras: "Sois el tesoro de la Iglesia. La Iglesia se quedaría árida sin vosotras, y no podríamos decir: sacad con alegría las aguas de las fuentes del Salvador. Es aquí donde sacáis las aguas de Dios, para que nosotros podamos convertir la tierra seca en un huerto lleno de naranjos. Sin vuestra ayuda no haríamos nada; por eso vengo a daros las gracias. ¡Mil veces benditas seáis!".
El Colegio Guadalaviar, primer colegio promovido por mujeres del Opus Dei en el año 1959, acogió varios de los encuentros que San Josemaría mantuvo en esa catequesis con cientos de personas. Eran ocasiones en que respondía a las cuestiones que se le planteaban, en las que explicaba la doctrina de la Iglesia Católica y se traslucía su corazón sacerdotal. En una de estas tertulias en Guadalaviar, uno de los presentes le preguntó cómo podía agradecerle todo lo que había hecho por Valencia. El Fundador del Opus Dei le contestó: "Si esto ha salido es por vosotros, por Dios Nuestro Señor que ama mucho a Valencia, por la protección de la Madre de Dios de los Desamparados, y por el esfuerzo de todos: yo no he hecho más que miraros con cariño. ¡Dios os bendiga a los valencianos!".
En ese mismo viaje, estuvo de tertulia con los colegiales del Colegio Mayor de La Alameda el 17 de noviembre, y aprovechó la ocasión para consagrar el altar del oratorio. En el Acta de consagración, dejó escrito: "Con qué anhelo deseé −hace ya mucho, y durante largo tiempo− que el Opus Dei viniera a esta ciudad: hasta que el Señor concedió generosamente a su siervo que también aquí tuviera hijos e hijas; al regresar a Valencia, eran incontables las acciones de gracias a Dios que llenaban mi corazón de Padre feliz...".
San Josemaría de tertulia con jóvenes en
La LLoma, Valencia |
El principal apostolado del Opus Dei es el que realiza cada uno de sus miembros personalmente, en su propósito diario de dar a conocer −con el ejemplo de vida y con la palabra− la doctrina de Cristo. Esto es lo que llevó a Josemaría Escrivá a decir, desde los comienzos, que la labor apostólica de los miembros del Opus Dei es como "un mar sin orillas" o "una gran catequesis cristiana" en todos los ambientes de la sociedad civil. Es el apostolado cristiano, que nace cuando un hombre, una mujer, descubre que ser cristiano significa enamorarse de Dios y buscarlo en cualquier circunstancia de la vida diaria: un gozoso hallazgo que se difunde alrededor con naturalidad, y cuyos frutos no es fácil cuantificar: conversiones, vuelta a la fe y a la práctica cristiana, consolidación de los vínculos familiares, mejora del espíritu de cooperación y solidaridad...
Además, bajo el impulso de la formación cristiana que reciben, los fieles de la Prelatura, junto con otras muchas personas, promueven en todo el mundo innumerables iniciativas asistenciales o de promoción social, para contribuir a resolver necesidades reales de la sociedad en la que viven. A petición de sus promotores, la Prelatura del Opus Dei se ocupa de la formación cristiana que se imparte en algunas de esas iniciativas. El espíritu que anima estas actividades refleja las características esenciales del Opus Dei. En primer lugar, responden a una finalidad sobrenatural: se trata siempre de tareas apostólicas; y están abiertas a personas de toda raza, nacionalidad, religión o posición social, sin ninguna discriminación. De ahí también que reine en ellas un clima de libertad y de respeto a la opinión ajena.
Algunas labores apostólicas promovidas por miembros y Cooperadores del Opus Dei en Valencia son, por ejemplo, los colegios Guadalaviar y Vilavella; el centro de Formación Profesional Altaviana; los Colegios Mayores Universitarios Saomar, La Alameda y Albalat; una escuela de Formación Profesional de auxiliares de enfermería en La Malvarrosa; las Asociaciones Juveniles Diemal y Dardo; la Biblioteca Sacerdotal Almudí, etc. En el ámbito de la Comunidad Valenciana, entre otras, las Escuelas Familiares Agrarias El Campico, en Jacarilla, y la Malvesía y Torrealedua, en Llombay; el colegio El Vedat, de Torrent, y la casa de retiros y convivencias La Lloma, cercana a El Puig.
Iniciativas similares están extendidas por los cinco continentes. Así, Kianda Secretarial College, inaugurado en Nairobi en 1961, primer centro educativo en África abierto a todas las razas y etnias; Midtown Center, en un enclave turbulento de Chicago; Condoray, escuela para la mujer en Perú; Monkole, centro médico del Congo... Con ocasión del Centenario se han puesto en marcha nuevas iniciativas para mejorar las condiciones de vida de núcleos de población especialmente necesitados. Uno de ellos es el Instituto de Tecnología Industrial, en Nigeria.
Así se dirigía San Josemaría a un grupo de campesinos mexicanos en Jaltepec (México): "Hijos míos, todos, vosotros y nosotros, estamos preocupados en que mejoréis, en que salgáis de esta situación, de manera que no tengáis agobios económicos... Vamos a procurar también que vuestros hijos adquieran cultura: veréis como entre todos lo lograremos, y que −los que tengan talento y deseo de estudiar− lleguen muy alto".
Con motivo de la Canonización de San Josemaría, Juan Luis Corbín, historiador de la Ciudad de Valencia, escribió el libro "La Valencia que conoció San Josemaría, Fundador del Opus Dei" (Carena Editors, Valencia 2002). Puede ver una reseña de este libro y una galería fotográfica de los lugares de Valencia, que conoció San Josemaría.
Notas
[1] VÁZQUEZ DE PRADA, Andrés. El Fundador del Opus Dei, tomo l. Rialp. Madrid, 1997; pág. 294
[2] BERNAL, Salvador. Mons. Josemaría Escrivá de Balaguer. Apuntes sobre la vida del Fundador del Opus Dei, Rialp. Madrid. 1980; págs. 188-189.
[3] Id. pág. 581
[4] Id. pág. 581
[5] Id. págs. 579-580
[6] CORBÍN FERRER, Juan Luis. Valencia histórica: entre El Salvador y Serranos, Federico Doménech. S.A. Valencia, 1988; págs. 129 y 131
[7] ESCRIVÁ DE BALAGUER, Josemaría. Amigos de Dios, n.3. Ed. Rialp. Madrid. 1977.
[8] Id. n. 14
[9] BERGLAR, Peter. Opus Dei. Vida y obra del Fundador Josemaría Escrivá de Balaguer. Ed. Rialp. Madrid, 1987; pág. 331
[10] Testimonio recogido en la Hoja informativa n. 13, editada por la Vicepostulación del Opus Dei en España. Madrid, 1990; pág. 11
[11] Homilía pronunciada en la Catedral de Valencia, en una Misa de Acción de Gracias con motivo del decimoquinto aniversario del fallecimiento de Josemaría Escrivá, el 26.VI.90.
Paloma López Campos
Ojalá no nos quiten la Navidad. Ojalá no nos acomodemos entre decoraciones y regalos, sino que aprovechemos las pistas. Lo importante no es la estrella, sino el lugar que señala
Enrique García-Máiquez
La Navidad es un misterio, un regalo y una invitación, y Chesterton supo desentrañar estas dimensiones con el entusiasmo de un niño y con la agudeza de un sabio
Juan Luis Selma
Para disfrutar de estas Navidades, hagámonos niños confiados; olvidemos las malas experiencias, los resabios, dejemos que se curen las heridas
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