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Reseña:
Un relato de pasión, violencia y traición que cuenta la historia de cuatro personajes cuyas vidas se entrelazan en el ajetreo y el bullicio del parque de atracciones de Coney Island en la década de los 50.
Woody Allen en su versión más pesimista de los últimos años. El amor, el matrimonio, los hijos, los sueños artísticos, todo acaba tocado por el infortunio. Tan pronto estamos arriba y la existencia parece un cuento de hadas, como un momento después respiramos a ras de suelo y la frustración reina por doquier. Es la “maravillosa” rueda de la vida. (Decine21: AQUÍ)
Woody Allen –producido esta vez por Amazon– es fiel a su cita anual con sus espectadores, con una película estéticamente brillante –gracias especialmente al iluminador Vittorio Storaro–, dirigida con maestría, pero encallada en un guion que vuelve obsesivamente sobre cuestiones ya abordadas por el director con mejor fortuna que esta vez. Y concretamente nos referimos al tema de la culpabilidad, la culpa sin redención.
Esta es una preocupación que atraviesa muchas de sus películas, y de la que probablemente Match Point sea uno de los mejores ejemplos. El personaje de Ginny, interpretado asombrosamente por una de las mejores actrices, Kate Winstlet, cree ilusamente que un estival romance playero le va a arrancar de su existencia sórdida y sin horizonte, y por ese sueño es capaz de perder la cabeza y sucumbir a la mezquindad.
Como casi siempre que Woody Allen afronta un drama moral, la resolución es perpleja, insatisfactoria, demasiado abierta. Y esa posición, aunque no es coincidente, sí es prima hermana del cinismo. En la película hay engaños, manipulaciones, decepciones, injusticias… y poca luz que las compense, a pesar de lo entrañable de los personajes. Una película crepuscular dirigida por un hombre que se acerca al fin del trayecto sin haber encontrado una razón firme para la esperanza. (Juan Orellana. Pantalla 90)
(Almudí JD)